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Mensaje por Admin Jue Jun 10, 2010 3:34 pm

LA INFLUENCIA MASONICA EN LA INDEPENDENCIA DEL RIO DE LA PLATA 00009210

El tema de esta nota surgió cuando recibí el libro “La cruzada de los Caballeros Orientales”, de Luis Alberto Lagomarsino. El material llegó a mis manos hace unas semanas gracias al fraternal envió un hermano que conocí en el verano 2005 en Punta del Este (Uruguay). Debo confesar que hace más de un par de años que tengo la intención de realizar una investigación sobre la participación de los masones en el proceso de emancipación de la corona española y este libro me inspiró para volver al proyecto.


Para desarrollar el trabajo su autor hurgó en múltiples libros y transcribió parte de esas consultas, que relatan o describen qué pasaba en las Colonias antes de la revolución latinoamericana, cómo los librepensadores de Norte América transmitieron sus ideas a pesar del atraso cultural del Nuevo Mundo, cómo se gestaron algunos de los hechos históricos que pautaron la actitud de los patriotas americanos, así como también quiénes fueron y cómo se manejaron los personajes que llevaron adelante tales conquistas.


En la misma línea metodológica se enfoca por encontrar los orígenes del pensamiento antigüista, así como los de San Martin, O`Higgins, Bolívar y otros hombres de la época. El libro aborda la génesis de la presencia masónica en esta parte de América y especialmente en Uruguay, para lo cual el autor se basa en otros estudios.

En el no se encuentra nada de lo que la masonería guarda como arcano, su docencia interna, ni sus concepciones espirituales, que sólo podrán ser sospechosas por la calidad de sus obras, pero sí se expone aquello que ha servido de sustento y que fue integrado a la vida social y política de Uruguay.

Hecha las argumentaciones de este post, vamos hacia el trabajo en sí. El Río de la Plata es el estuario creado por el río Paraná y el río Uruguay, formando sobre la costa atlántica de América del Sur una "muesca" triangular de 290 km. de largo. La cuenca combinada del Río de la Plata y sus afluentes tiene una superficie de aproximadamente 3.200.000 de km², según datos contenidos en Wikipedia. La extensión contiene a Paraguay, Argentina y Uruguay.


FUNDACIÓN

El primer no americano en navegar sus aguas fue Juan Díaz de Solís, en 1516, mientras intentaba hallar un pasaje desde el océano Atlántico al océano Pacífico. Desembarcó junto a un grupo de hombres en costas de lo que hoy es el departamento de Colonia (Uruguay) y fueron atacados por los indígenas (probablemente guaraníes aunque por mucho tiempo se ha adjudicado el hecho a los charrúas). Sobrevivió uno sólo de ellos, llamado Francisco del Puerto, grumete de 14 años de edad, en función de que la cultura de tales indígenas prohibía matar mujeres, niños y ancianos. Otras versiones señalan a Américo Vespucio como su descubridor.


Años después, desde un navío al mando de Sebastián Gaboto, divisaron "un indígena enorme haciendo señas y dando voces desde la costa"; al desembarcar se encontraron con aquel sobreviviente, educado como guerrero charrúa. Retornó con los españoles para, finalmente y al cabo de un tiempo, volver a la nación indígena, sin que hayan quedado registros de su vida a partir de ese momento.


El primer asentamiento fue la actual ciudad de Buenos Aires, fundada por Pedro de Mendoza el 2 de febrero de 1536, abandonada y fundada nuevamente por Juan de Garay el 11 de junio de 1580.


En 1680 los portugueses fundan, sobre la ribera oriental del río, la Colonia del Sacramento, frente a Buenos Aires. Colonia fue objeto de disputas entre españoles y portugueses por cerca de un siglo, cambiando varias veces de manos y obligando a los españoles a colonizar la Banda Oriental, hasta entonces mayormente ignorada. Colonia es asaltada y ocupada por las fuerzas virreinales españolas el mismo año de su fundación, para ser devuelta a Portugal en 1681. Para detener el avance lusitano, Felipe V ordenó la construcción de Montevideo y sus fortificaciones sobre la banda oriental del río. Esta tarea se realizó entre 1724 y 1730.


PRIMEROS PASOS

Marcial Ruiz, publicó en 1977 “Primitiva Masonería en el Río de la Plata” donde manifiesta, entre otras cosas, que en 1773 la Gran Logia de Inglaterra designa a Randolph Took como su representante con poderes para actuar en América del Sur y lo autoriza a iniciar profanos. Sin embargo, con los elementos de juicio con que se cuentan, no se encuentra una explicación atinada que justifique tal autorización. Tampoco se tiene constancia de que se haya realizado alguna iniciación en el Río de la Plata en ese tiempo.


De acuerdo con el libro de Fabián Onsari “San Martin, la Logia Lautaro y la Francmasonería” (1951), la instalación de las primeras logias en el Río de la Plata data de los años 1794 a 1797, coincidiendo su fundación con la de las primeras asociaciones que agrupaban a los patriotas.

Se tiene certeza que en 1804 se produjo en Buenos Aires el nacimiento de la Logia “San Juan de Jerusalén de la felicidad de esta parte de América”, fundada por Juan de Silva Cordeiro, portugués de origen, iniciado en la Logia “Matritense” de Madrid, según consta en varios estudios.


Respecto a lo que sucedía en ese tiempo en Montevideo, el profesor Mario Dotta -a quien tengo el gusto de conocerlo, pues nos encontramos en Chile en un simposio internacional sobre la historia de la masonería en América- en su libro “Caudillos, Doctores y Masones” (2006), escribe: “… la Hermandad de Caridad, a cuyo cargo estaban ciertos servicios públicos y esencialmente el cuidado y admiración del Hospital Caridad, constituyó por la forma secreta de sus actividades una logia masónica, por los símbolos que ostenta el edificio y la capilla del Hospital, además de otras características”.


También existen otras publicaciones y evidencias de la vigencia de logias masónicas con anterioridad a las invasiones inglesas (1806-1807), así como de su influencia en la Revolución de Mayo. Tal como se presupone ocurrió en Inglaterra, también en Francia el Gran Oriente dio cartas patentes a logias y grandes logias de Chile, Perú y Venezuela.

Los padres de la patria, San Martin, Bolívar, Belgrano, Alvear, O`Higgins y tantos otros tenían una visión continental con respecto al Río de la Plata y para lograr la independencia y conservarla consideraban que la zona debería estar unida frente al avance enemigo, sean españoles, ingleses o portugueses, inquietudes que hacían suyas las logias masónicas en América y Europa.

EL PRECURSOR

La gran visión de una América libre se acunó en Francisco de Miranda, quien según varios historiadores masónicos norteamericanos y franceses se inició en 1783, en una logia de Filadelfia, muy frecuentada por el famoso general francés Lafayette.


No hay datos sobre el día y mes. Por las contingencias derivadas de la guerra, al parecer se perdieron los archivos de la logia donde Miranda recibió la luz masónica. De lo que se sabe es que Lafayette fue su padrino de iniciación. Existen muchas referencias sobre la asistencia de Miranda a logias de Nueva York y de sus tertulias con George Washington en locales masónicos.


Por esa vaguedad en la fecha de iniciación de Miranda, en Filadelfia, algunos historiadores demasiado ortodoxos, han puesto en duda la iniciación del precursor en los Estados Unidos. No faltan quienes inclusive la rechazan de plano.

Sin embargo, investigaciones posteriores a la publicación de los dos volúmenes de Américo Carniccelli, arrojan bastantes evidencias sobre los contactos de Miranda con Lafayette, que culminaron en su iniciación en una logia de Filadelfia, en 1783.
Otros investigadores aseguran que Miranda se inició en la masonería en París, Francia, en 1797, meses antes de su regreso a Londres. Pero esas teorías se desmoronan solas con las referencias publicadas por diarios ingleses en 1785, donde hablan de las reuniones masónicas de Miranda con intelectuales y personajes de la nobleza.


Al citar esas evidencias, un historiador británico, llegó a la conclusión de que Miranda se inició en Filadelfia, Estados Unidos, en 1783; recibió el grado de compañero en Londres, en 1785; y el grado de Maestro, en París, en 1797. Esa cronología parece la más ajustada a la verdad, ya que guarda relación con el periplo del precursor por esos países.


LOGIAS POLÍTICAS


En 1798, regresó a Londres, donde fundó la logia Gran Reunión Americana. Febrilmente trabajó para preparar la expedición libertadora de Venezuela. Esta logia es cuestionada por algunos historiadores masones, porque se salía de los rituales, para dar preponderancia a los ideales de la causa republicana.

Miranda otorgaba grados de Maestros a los que destacaban por sus dotes intelectuales y por su amor a la libertad y la causa de la independencia americana. Les tomaba un juramento especial, que siempre terminaba con "el repudio a todos los tiranos y las tiranías".


Los trabajos en la Gran Reunión Americana, no versaban tanto sobre simbología o el catecismo masónico, como sobre las ideas de la Revolución Francesa y la necesidad de libertar a las colonias españolas en América.


Esto critican los ortodoxos a Miranda. Afirman que se olvidaba de los rituales, para hacer foros sobre la importancia del sistema republicano y la reforma de las estructuras sociales en las colonias que deseaba libertar.

Lo que no dicen los críticos de Miranda, es que todos los próceres de la independencia americana, daban prioridad en las logias, a discusiones sobre táctica y estrategia de la lucha que libraban, porque de ello dependía en gran parte del destino de los países donde actuaban.


El Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, según refiere en un libro el historiador masón boliviano, Ángel Salas, en la logia Chuquisaca que visitaba, discutía sus planes de gobierno. Por ese motivo, que se sepa, nadie nunca puso en duda la identidad masónica del extraordinario cumanés.

En las reuniones de la logia Miranda tuvo la oportunidad, de conocer al joven chileno, Bernardo O’Higgins, con el cual entabló una especial amistad, siendo entre otras cosas su maestro de matemáticas.


Luego de más de un año de cordial amistad, Miranda le expone a O’Higgins, con detalle, todos los planes libertarios que por tanto tiempo había estado madurando. Sorprendido por la afinidad de criterios y opiniones sobre el tema, el joven chileno le narra a Miranda, la historia y hazañas de Lautaro, el gran cacique Araucano, que defendió y reconquisto el suelo de Arauca, venciendo al propio conquistador de Chile, Don Pedro Valdivia, batalla en donde Lautaro pierde la vida en defensa de la libertad de sus hermanos de raza.

Nació entonces la idea en Miranda, que luego llevaría a los hechos de homenajear al héroe Araucano, fundando la logia Lautaro, teniendo con el tiempo filiales en varias ciudades europeas, siendo la de mayor importancia, la de la ciudad de Cádiz, en la cual fueron muchos los sudamericanos que allí se iniciaron como Masones.


Todos de la mano de Francisco de Miranda, abrazaron y juraron con devoción y entusiasmo patriótico, cumplir con los preceptos, que promulga la Masonería: la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, para luego partir, cada uno a su patria, a emprender sus respectivas gestas que culminaron con la liberación e independencia de toda la América.

De no haber sido porque Miranda sembró en los corazones de todos estos jóvenes la semilla de libertad y los preceptos de la augusta orden, difícilmente se hubiese podido realizar una empresa libertaria de esa magnitud.

EL DESEMBARCO

En enero de 1812 un grupo de oficiales se embarcaba en la fragata George Canning con destino al Río de la Plata. En marzo, según cuenta Lucía Galvez en “¿Cómo Dios manda?”, la Gazeta de Buenos Aires publicaba el nombre de los militares que “venían a ofrecer sus servicios al gobierno”. Ellos eran: San Martin, Alvear, Zapiola, entre otros quienes decidieron instalar en Buenos Aires la logia Caballeros Racionales, cuya finalidad sería “mirar por el bien de América y de los Americanos”. A ella se incorporaron los dirigentes de la Sociedad Patriótica y otros vecinos, vinculados a logias existentes.


En Montevideo hacia 1818 se da inicio a la organización de los Caballeros Orientales, una poderosa orden política revolucionaria que tenía, según relata Lagomarsino, el objetivo de ordenar y proteger a quienes anhelaban y luchaban por la independencia de la Banda Oriental (Uruguay). De esta formación surgieron muchos de los hombres que hicieron posible también la existencia de los partidos tradicionales en el escenario político uruguayo.

En Paraguay no hay antecedentes masónicos sino hasta 1845 cuando la masonería paraguaya inicia sus trabajos en secreto y en la clandestinidad, durante la era del Presidente Carlos A. López, a través de las logias de ingleses e italianos llegados con los técnicos contratados para la construcción del nuevo país. Una de ellas trabajaba en tierra firme, la de los italianos, bajo la veneratura de Enrique Tuba.


Por su parte en 1853, los ingleses a bordo del buque Locust, en el que venía el primer diplomático británico ante el gobierno del Paraguay, Charles Hotham, para reconocer y ratificar la independencia y la firma de algunos tratados de comercio, se inician iconos militares y marinos paraguayos que posteriormente desempeñarán gran papel en la política del país.

Teniendo ante mi vista las actas masónicas en idioma portugués de la Logia Fe, en bonita letra gótica inglesa rubricada por el gran secretario de la logia, soy testigo de la iniciación de paraguayos que tendrán un papel determinante en la reconstrucción del Paraguay después de la guerra (1865/70). Cirilo A. Rivarola, Cayo Miltos, Juan B. Gill, Cándido Bareiro, Adolfo Saguier, Bernardino Caballero, Juan A. Jara y otros más trabajaron cada uno en su tiempo y oportunidad fraternalmente para la creación del Colegio Nacional de la Capital; el Ateneo del Paraguay; el Instituto paraguayo; la Universidad Nacional; la Academia de Lengua y Cultura Guaraní; la Academia de Historia Militar; los tradicionales Partidos Políticos: Liberal y Colorado, ocupando en la mayoría de las veces la presidencia de la República, creando una nueva constitución que otorgó un segundo nacimiento a un país muerto.


Christian Gadea Saguier


****************
EDITANDO
La fundación de la masonería en el Río de la Plata*

Dicen que la masonería apareció en el Río de la Plata allá por 1735, claro está sin una estructura orgánica, cuando recién comenzaba a organizarse en Europa en la figura de las nuevas Grandes Logias independientes en cada país. Así fue que, un comerciante portugués mientras viajaba entre Portugal, América del Norte, Brasil y Argentina, mencionaba a sus amigos y relaciones la aparición de esta nueva organización, que abogaba por la difusión de la libertad.

En pleno Virreinato, allá por 1795 funcionaba en Buenos Aires la Logia "Independencia", primera semilla que difundía los ideales pregonados por el enciclopedismo y la ilustración. Las invasiones inglesas que llegaron a esas tierras en los albores del siglo XIX (1806 y 1807) trajeron la fuerza del trabajo ordenado y disciplinado de las Logias inglesas, que esparcieron entre un selecto núcleo de criollos las ideas y los principios de la masonería.

En las décadas siguientes, luchando por nuestra independencia, aparecen en todo nuestro territorio muchas logias masónicas, de distintos orígenes de lo que hoy llamamos regularidad, pero todas luchando por la difusión de nuestros ideales. Todos sus miembros ayudaron a otros masones en su crecimiento y en su defensa de la libertad.

Cuando, la dictadura rosista comenzó a asolar las tierras bonaerenses y prohibió la existencia de logias, los más granados representantes de la cultura buscaron refugio para su vida y digno es destacar que la mayoría lo hizo en Montevideo, donde la generación del 37' trabajó junto a los orientales por la recuperación de sus libertades. En el territorio que después fue la Argentina, florecieron muchas Logias, sobre todo en provincias, como la "Constante Unión" en Corrientes, la "Jorge Washington" en Concepción del Uruguay o la "San Juan de la Fe" en Paraná, de la misma forma que "Tolerancia"; después Logia Madre de la Masonería Uruguaya, y "Asilo de la Virtud", se establecieron en Montevideo seguidas de la "Constante Amistad".

Montevideo fue en esos años el centro del movimiento cultural, permitiendo que argentinos como los hermanos Varela, Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, Bartolomé Mitrre, Miguel Cané y tantos otros que aquí se exiliaron, dieran vida a brillantes páginas de la literatura rioplatense y al movimiento antirrosista.

Mientras Rosas afirmaba por la fuerza su dominio, y mantenía sitiada a Montevideo, fue finalmente el masón entrerriano Justo José de Urquiza quien organizó la reconquista y liberación de estas tierras para los orientales. En Octubre de 1851 los masones Gral. Lucas Moreno, en representación del Gral. Manuel Oribe y el Gral. Justo José de Urquiza firman la Paz de Quiebrayuyos, destacándose que el art. 8º disponía "Que no habrá vencidos ni vencedores" como típico acuerdo masónico. Logrado su objetivo, fueron los criollos orientales quienes le aportaron a Urquiza, su caballería y sus fuerzas para retornar a Buenos Aires y derrotar finalmente en Caseros a Rosas.

Inmediatamente resurgieron logias y llegó el momento de organizarlas creando las estructuras administrativas que en aquella época eran las Grandes Logias y Supremos Consejos, en una sola estructura. ¿Cómo llegamos a ellas?

En la República Oriental del Uruguay en esa década del 50' son organizadas o reorganizadas la "Asilo de la Virtud", la "Constante Amistad", la "Perseverancia", la "Cristóbal Colón", la "Fe" y otras. El 21 de Noviembre de 1854 se funda, en instancia, el "Supremo Consejo y Gran Oriente de Montevideo", que tenía bajo su jurisdicción siete Logias en el Uruguay y dos en territorio argentino, por lo que solicita su reconocimiento al "Gran Oriente de Brasil". El 24 de junio de 1855 se funda, en instancia, el "Gran Oriente del Uruguay" creándose el 3 de julio de 1856 el "Supremo Consejo Gran Oriente del Uruguay" que el 17 de julio de 1856 recibe la Carta Patente que le otorga el "Supremo Consejo del Brasil" reconociéndolo como Potencia Masónica regular en su territorio geográfico.

En Buenos Aires se establecen entre 1855 y 1857 las hoy consideradas siete primeras, constitutivas de la hoy Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Son ellas la "Unión del Plata", la "Confraternidad Argentina", la "Consuelo del Infortunio", la "Tolerancia", la "Regeneración", la "Lealtad" y la "Constancia". En Noviembre de 1855 la primera, "Unión del Plata" es constituida en instancia, bajo la Veneratura del Dr. Miguel Valencia, quien ostentaba el Grado 33 otorgado tiempo antes por un Supremo Consejo de Brasil. De inmediato solicita el auspicio del "Gran Oriente del Uruguay" recibiéndose la respuesta afirmativa de su entonces Venerable Gran Maestro, el Dr. Gabriel Pérez. Sobre esta base, el 9 de marzo de 1856, se firma el acta fundacional de esta Logia y se eligen sus primeras autoridades, siempre bajo la ratificada Veneratura del Dr. Miguel Valencia, que solicita al "Gran Oriente del Uruguay" la entrega de su Carta Patente. Valencia era federalista, y a principios de 1857 se apresura a constituir el "Gran Oriente de la Confederación Argentina", mientras espera recibir la citada carta patente.

Pero subsistían rivalidades entre porteños y provincianos, unitarios y federales. Valencia se apoyaba en el masón Urquiza, Presidente de la Confederación. Aquí aparece la figura del Dr. José Roque Pérez, porteño, que desconoce la autoridad y la labor de Valencia, y en pocos meses logra que varias Logias de Buenos Aires que inicialmente apoyaron a Valencia, más otras nuevas, o sea todas las citadas y regulares que en el ínterin recibieron las cartas patentes uruguayas, fundaran el 11 de Diciembre de 1857 la "Gran Logia Central de la Argentina" con el Dr. José Roque Pérez como su Gran Maestre.

El 22 de abril de 1858, o sea cuatro meses después, se constituye el "Supremo Consejo y Gran Oriente de la República Argentina", designándose como primer Soberano Gran Comendador al citado Dr. José Roque Pérez. Solicitado su reconocimiento, el 23 de julio de 1858 el "Supremo Consejo y Gran Oriente de Uruguay" dispuso otorgarle las Patentes Constitucionales y "reconocerlo como regularmente fundado e independiente y conferirle las instrucciones de los 33 grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para que los goce y haga disfrutar de ellos a todos los Masones que juzgare dignos,….". Años después pasó lo mismo con el Supremo Consejo de Paraguay, y desde entonces argentinos y paraguayos se sienten honrados reconociéndose todos como miembros de esta maravillosa institución universal, defensora de la libertad, de los derechos del hombre, de la naturaleza y de la vida.

Desde entonces luchamos juntos y nos apoyamos mutuamente en todas nuestras necesidades y vicisitudes.
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