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De vuelta al asfalto
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De vuelta al asfalto
De vuelta al asfalto
A hurtadillas, el régimen comienza a cerrar las escuelas en el campo. Nadie pregunta por los padres del fracaso. ¿Será huérfano?
Un Instituto Preuniversitario en el Campo. (PANORAMIO)
De ellas debió salir el hombre nuevo. Altruista, probo, intransigente, laborioso, justiciero, culto y siempre revolucionario. De ese dechado de virtudes, nadie sabe cuántas resultaron forjadas en las escuelas en el campo; pero el consenso de las familias es que muchos jóvenes enfrentaron violencia, hambre, promiscuidad, tabaquismo, drogas y alcohol a borbotones.
"Lo que menos hicieron fue aprender", reconoce la madre de Pedro Julián, quien conserva una cicatriz en su antebrazo izquierdo, resultado de una reyerta a machetazos a fines de los años noventa. "Se me estaba descarriando", enfatiza.
Su familia, que entonces lo sacó del plantel mediante un certificado médico de psiquiatría, pudo reencauzar la vida del joven, nacido y criado en uno de los solares del centro capitalino. Hoy día es mozo de un hotel y gana "sus cuatro pesos decentemente", dice la madre, mostrando el recién planchado uniforme de botones.
PJ no era de los peores. "No podías dejar que te vacilaran o te chulearan a la jevita", recuerda ya en tono displicente.
Como muchos, tuvo que activar su código de hombría para enfrentar los desafíos cotidianos del plantel, donde al caer la noche y con un par de profesores de guardia —tal vez uno sólo— para más de trescientos estudiantes, "se armaba tremenda gozadera", léase consumo de alcohol o de alguna droga —marihuana rara vez—, pastillas anti-Parkinson o brebajes "hechos de matas del campo", que "te dejaban en nota toda la noche".
El resto de la juerga podía o no incluir sexo con algunas estudiantes, individual o grupal, y conciertos improvisados de canto y percusión que terminaban en una delirante danza colectiva. Como remate, alguna discusión, chiste o un acto de abuso podía desembocar en pendencia. Y las pendencias, aunque escasas, trajeron víctimas mortales. Una de ellas, en 1999, en el República de Guyana, un plantel de las afueras de La Habana, en el que estaba matriculado PJ.
Luego, en la mañana, se enfrentaban a un desayuno virtual —un cereal intragable—, con pereza emprendían el trabajo agrícola —"a veces era sólo llevar piedras de un lugar a otro del campo"— y, de vuelta a las aulas, el rendimiento docente era pésimo, con profesores improvisados para más de 40 ó 50 alumnos o las "aburridas teleclases, a las que nadie hacía caso". Un rancho de arroz con chícharos era el manjar cotidiano.
Martí como pretexto
"Al principio había orden y disciplina, comida abundante, recreación y transporte, el salario era decoroso, sentías el respeto de los alumnos. Con el período especial, todo eso desapareció y muchos docentes emigraron hacia otros trabajos en las ciudades, mejor remunerados, o simplemente se metieron en sus casas. No soportaban más", narra OP, profesor de matemáticas desde los años ochenta.
OP merece estar en el hall de la fama. Permanece frente a un aula, porque es "lo único" que le gusta y sabe hacer, aunque reconoce que "nadie quiere enterrarse en un campo por 400 pesos y soportar la mala educación de malhechores con uniforme".
El programa de las escuelas en el campo arrancó a principios de los años setenta. Fidel Castro, su máximo inspirador, llegó a decir que eran instituciones "como jamás las tuvieron en nuestro país ni los hijos de los burgueses".
Fue un proyecto que el régimen intentó basar en la prédica de José Martí, que ponderaba la experiencia laboral en la enseñanza como parte de la formación moral de los estudiantes.
Lo que comenzó siendo una elección para los alumnos y las familias, terminó, a principios de los noventa, en un programa obligatorio para aquellos que accedían al nivel preuniversitario. Había que padecer una enfermedad invalidante para evadir ese destino, o comprar un certificado médico en 50 ó 100 dólares.
De acuerdo con analistas, el gobierno decidió entonces la medida para mantener fuera de las ciudades a una masa crítica de estudiantes, propiciar su control y "alejarla de las drogas, la violencia, el pandillerismo y eventuales revueltas" ante la devastadora crisis servida por el colapso soviético.
Esa misma crisis, aún sin resolver, ahora punzada por la recesión mundial, obliga a las autoridades al desmontaje por etapas de los preuniversitarios en el campo, amplios edificios de tres y cuatro plantas que serán reconvertidos en viviendas, como ya sucede en la Isla de la Juventud.
Ese territorio, a cien kilómetros al sur de La Habana, debe su nombre precisamente a que fue concebido como la meca del programa educacional ahora en disolución. En su apogeo llegó a albergar a más de 30.000 jóvenes, en su mayoría africanos, que atendían espléndidos campos citrícolas.
Según las autoridades docentes, la vuelta a los preuniversitarios citadinos no es el fracaso de una estrategia, sino la imposición de una coyuntura que vuelve insostenible el proyecto rural. Sólo avituallar de alimentos los planteles ubicados en la provincia de La Habana cuesta unos 800.000 CUC mensuales, mientras que trasladar semanalmente a los estudiantes, y diariamente a los profesores, significa una sangría anual de dos millones de CUC, tan sólo por concepto de combustible.
Realidad y fantasía
Pese a los rumores de algunos meses, la medida tomó a muchos por sorpresa. "Nunca pensé que se decidieran, aunque sabían que era un disparate aquello", dice una madre, feliz porque su hijo escapó del régimen becario y lo podrá tener ahora "bien controlado".
El nuevo esquema es un viejo esquema. Conserva la mancuerna estudio-trabajo, porque los alumnos marcharán a programas agrícolas por siete semanas, el llamado "plan la escuela al campo", que comenzó a fines de los sesenta, por noventa días en Camagüey, adonde iban a parar estudiantes habaneros luego de un viaje en tren de 18 horas.
Los medios callan la novedad y al cabo de treinta años ponderan la experiencia.
"Libertad, responsabilidades, convivencia, educación, estudio, trabajo y amores, son sólo algunos de los cambios que se suscitan en un número elevado de jóvenes cubanos que optan por los Institutos Preuniversitarios en el Campo [IPUEC]", se lee en uno de los números más recientes de la revista mensual Somos Jóvenes.
Una beatífica visión que no es compartida por otra publicación oficial, la centenaria Bohemia, que el año pasado publicó un reportaje rociado de críticas sobre la funcionalidad de los llamados IPUEC, que actualmente suman unos 350 en toda la Isla.
"La razón de ser de estos institutos está anclada en vincular el estudio con el trabajo, como principio martiano. Pero, en menos de la mitad de las escuelas visitadas por este equipo, los estudiantes realizaban labores agrícolas con regularidad", aseguró la revista.
Citada en el reportaje, la viceministra de Educación, Kenelma Carvajal, reconoció las debilidades del programa. "Sé que los centros internos tienen detractores y que en este minuto hay muchas cosas que pudieran ser diferentes. Pero tenemos escuelas que son ejemplo y estudiantes con una real cultura económica; por eso podemos decir que es posible lograrlo".
En la galería de detractores, a los que hace alusión la funcionaria, aparecen caras disímiles.
Hace más de una década, la Iglesia Católica, mediante su cabeza más visible, el cardenal Jaime Ortega, opinó que debe existir "el derecho de la familia, y también del muchacho y la muchacha, de optar por la permanencia en el hogar", y que "ni la psicología moderna, ni la experiencia acumulada indican que la separación forzosa del hogar ayude a la formación" de los jóvenes.
Pero el escopetazo de mayor calibre provino de un flanco inesperado: el de un amigo personal de Fidel Castro. Hablando en el congreso de escritores y artistas, en abril de 2008, el octogenario Alfredo Guevara, un teórico y fundador del cine revolucionario, lanzó preguntas sin precedentes en un escenario permitido:
"¿Puede la escuela primaria y secundaria y el pre, tal y cual han llegado a ser, regenteadas por criterios y prácticas descabellados e ignorantes de principios pedagógicos, psicológicos elementales, y violadora de derechos familiares, ser formadora de niños y adolescentes, y por tanto fundar futuro?".
Muchos todavía aguardan las respuestas, pero la realidad obliga a cambios. Hay anuencia en un punto. Que nadie pregunte por los padres del fracaso. Será huérfano.
cubaencuentro.com
A hurtadillas, el régimen comienza a cerrar las escuelas en el campo. Nadie pregunta por los padres del fracaso. ¿Será huérfano?
Un Instituto Preuniversitario en el Campo. (PANORAMIO)
De ellas debió salir el hombre nuevo. Altruista, probo, intransigente, laborioso, justiciero, culto y siempre revolucionario. De ese dechado de virtudes, nadie sabe cuántas resultaron forjadas en las escuelas en el campo; pero el consenso de las familias es que muchos jóvenes enfrentaron violencia, hambre, promiscuidad, tabaquismo, drogas y alcohol a borbotones.
"Lo que menos hicieron fue aprender", reconoce la madre de Pedro Julián, quien conserva una cicatriz en su antebrazo izquierdo, resultado de una reyerta a machetazos a fines de los años noventa. "Se me estaba descarriando", enfatiza.
Su familia, que entonces lo sacó del plantel mediante un certificado médico de psiquiatría, pudo reencauzar la vida del joven, nacido y criado en uno de los solares del centro capitalino. Hoy día es mozo de un hotel y gana "sus cuatro pesos decentemente", dice la madre, mostrando el recién planchado uniforme de botones.
PJ no era de los peores. "No podías dejar que te vacilaran o te chulearan a la jevita", recuerda ya en tono displicente.
Como muchos, tuvo que activar su código de hombría para enfrentar los desafíos cotidianos del plantel, donde al caer la noche y con un par de profesores de guardia —tal vez uno sólo— para más de trescientos estudiantes, "se armaba tremenda gozadera", léase consumo de alcohol o de alguna droga —marihuana rara vez—, pastillas anti-Parkinson o brebajes "hechos de matas del campo", que "te dejaban en nota toda la noche".
El resto de la juerga podía o no incluir sexo con algunas estudiantes, individual o grupal, y conciertos improvisados de canto y percusión que terminaban en una delirante danza colectiva. Como remate, alguna discusión, chiste o un acto de abuso podía desembocar en pendencia. Y las pendencias, aunque escasas, trajeron víctimas mortales. Una de ellas, en 1999, en el República de Guyana, un plantel de las afueras de La Habana, en el que estaba matriculado PJ.
Luego, en la mañana, se enfrentaban a un desayuno virtual —un cereal intragable—, con pereza emprendían el trabajo agrícola —"a veces era sólo llevar piedras de un lugar a otro del campo"— y, de vuelta a las aulas, el rendimiento docente era pésimo, con profesores improvisados para más de 40 ó 50 alumnos o las "aburridas teleclases, a las que nadie hacía caso". Un rancho de arroz con chícharos era el manjar cotidiano.
Martí como pretexto
"Al principio había orden y disciplina, comida abundante, recreación y transporte, el salario era decoroso, sentías el respeto de los alumnos. Con el período especial, todo eso desapareció y muchos docentes emigraron hacia otros trabajos en las ciudades, mejor remunerados, o simplemente se metieron en sus casas. No soportaban más", narra OP, profesor de matemáticas desde los años ochenta.
OP merece estar en el hall de la fama. Permanece frente a un aula, porque es "lo único" que le gusta y sabe hacer, aunque reconoce que "nadie quiere enterrarse en un campo por 400 pesos y soportar la mala educación de malhechores con uniforme".
El programa de las escuelas en el campo arrancó a principios de los años setenta. Fidel Castro, su máximo inspirador, llegó a decir que eran instituciones "como jamás las tuvieron en nuestro país ni los hijos de los burgueses".
Fue un proyecto que el régimen intentó basar en la prédica de José Martí, que ponderaba la experiencia laboral en la enseñanza como parte de la formación moral de los estudiantes.
Lo que comenzó siendo una elección para los alumnos y las familias, terminó, a principios de los noventa, en un programa obligatorio para aquellos que accedían al nivel preuniversitario. Había que padecer una enfermedad invalidante para evadir ese destino, o comprar un certificado médico en 50 ó 100 dólares.
De acuerdo con analistas, el gobierno decidió entonces la medida para mantener fuera de las ciudades a una masa crítica de estudiantes, propiciar su control y "alejarla de las drogas, la violencia, el pandillerismo y eventuales revueltas" ante la devastadora crisis servida por el colapso soviético.
Esa misma crisis, aún sin resolver, ahora punzada por la recesión mundial, obliga a las autoridades al desmontaje por etapas de los preuniversitarios en el campo, amplios edificios de tres y cuatro plantas que serán reconvertidos en viviendas, como ya sucede en la Isla de la Juventud.
Ese territorio, a cien kilómetros al sur de La Habana, debe su nombre precisamente a que fue concebido como la meca del programa educacional ahora en disolución. En su apogeo llegó a albergar a más de 30.000 jóvenes, en su mayoría africanos, que atendían espléndidos campos citrícolas.
Según las autoridades docentes, la vuelta a los preuniversitarios citadinos no es el fracaso de una estrategia, sino la imposición de una coyuntura que vuelve insostenible el proyecto rural. Sólo avituallar de alimentos los planteles ubicados en la provincia de La Habana cuesta unos 800.000 CUC mensuales, mientras que trasladar semanalmente a los estudiantes, y diariamente a los profesores, significa una sangría anual de dos millones de CUC, tan sólo por concepto de combustible.
Realidad y fantasía
Pese a los rumores de algunos meses, la medida tomó a muchos por sorpresa. "Nunca pensé que se decidieran, aunque sabían que era un disparate aquello", dice una madre, feliz porque su hijo escapó del régimen becario y lo podrá tener ahora "bien controlado".
El nuevo esquema es un viejo esquema. Conserva la mancuerna estudio-trabajo, porque los alumnos marcharán a programas agrícolas por siete semanas, el llamado "plan la escuela al campo", que comenzó a fines de los sesenta, por noventa días en Camagüey, adonde iban a parar estudiantes habaneros luego de un viaje en tren de 18 horas.
Los medios callan la novedad y al cabo de treinta años ponderan la experiencia.
"Libertad, responsabilidades, convivencia, educación, estudio, trabajo y amores, son sólo algunos de los cambios que se suscitan en un número elevado de jóvenes cubanos que optan por los Institutos Preuniversitarios en el Campo [IPUEC]", se lee en uno de los números más recientes de la revista mensual Somos Jóvenes.
Una beatífica visión que no es compartida por otra publicación oficial, la centenaria Bohemia, que el año pasado publicó un reportaje rociado de críticas sobre la funcionalidad de los llamados IPUEC, que actualmente suman unos 350 en toda la Isla.
"La razón de ser de estos institutos está anclada en vincular el estudio con el trabajo, como principio martiano. Pero, en menos de la mitad de las escuelas visitadas por este equipo, los estudiantes realizaban labores agrícolas con regularidad", aseguró la revista.
Citada en el reportaje, la viceministra de Educación, Kenelma Carvajal, reconoció las debilidades del programa. "Sé que los centros internos tienen detractores y que en este minuto hay muchas cosas que pudieran ser diferentes. Pero tenemos escuelas que son ejemplo y estudiantes con una real cultura económica; por eso podemos decir que es posible lograrlo".
En la galería de detractores, a los que hace alusión la funcionaria, aparecen caras disímiles.
Hace más de una década, la Iglesia Católica, mediante su cabeza más visible, el cardenal Jaime Ortega, opinó que debe existir "el derecho de la familia, y también del muchacho y la muchacha, de optar por la permanencia en el hogar", y que "ni la psicología moderna, ni la experiencia acumulada indican que la separación forzosa del hogar ayude a la formación" de los jóvenes.
Pero el escopetazo de mayor calibre provino de un flanco inesperado: el de un amigo personal de Fidel Castro. Hablando en el congreso de escritores y artistas, en abril de 2008, el octogenario Alfredo Guevara, un teórico y fundador del cine revolucionario, lanzó preguntas sin precedentes en un escenario permitido:
"¿Puede la escuela primaria y secundaria y el pre, tal y cual han llegado a ser, regenteadas por criterios y prácticas descabellados e ignorantes de principios pedagógicos, psicológicos elementales, y violadora de derechos familiares, ser formadora de niños y adolescentes, y por tanto fundar futuro?".
Muchos todavía aguardan las respuestas, pero la realidad obliga a cambios. Hay anuencia en un punto. Que nadie pregunte por los padres del fracaso. Será huérfano.

odioafifo- MIEMBRO
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Fecha de inscripción : 14/07/2009
Re: De vuelta al asfalto
[i]Mensaje interesante...me trajo recuerdos de mi juventud, de cuando me hicieron "janearme" 4 zafras en Camaguey (Ciego de Avila-Moron), siendo yo un estudiante tecnologico.
Aquello fue un desmadre, que se hizo patente cuando, al terminar la zafra de 1970, el Coma-andante hizo el anuncio fatal: la zafra de los 10 millones habia fracasado...cosa que algunos sabiamos de antemano, mientras que los comecandelas y las turbas obtusas echaban el bofe gritando "los 10 millones van".
La orquesta Los Van Van se haria eco de aquello y de ahi su nombre:
...los 10 millones van...
...y de que Van Van !!!
Ese era el estribillo de una de las canciones de Los Van Van, aunque Formel lo niegue o se haga el chivo loco cuando le preguntan...que me lo diga a mi, que lo conozco desde cuando el vivia en la calle Hospital entre Vapor y Principe, y desde que tocaba con la orquesta Reve.
Eramos 20 mil estudiantes tecnologicos que, para militarizarnos, se creo el Vice-Ministerio para la Ensenanza Tecnologico Militar y nos metiron en el SMO, creando un 4to. llamado especial...por orden de Raul Castro.
Los abusos eran incruentos, las condiciones de vida miserables, la higiene brillaba por su ausencia, la comida infame, los desertores por cientos, los maltratos por la libre, las automutilaciones hacian correr la sangre, la atencion medica era una aspirina, el trabajo forzado dia a dia, las comunicaciones incomunicadas, el adoctrinamiento constante, nuestras familias aisladas de nosotros y nosotros aislados de ellas...
Despues de la zafra de 1970, nos dieron la baja del SMO por cumplimiento del servicio activo...y 13 mil estudiantes se fueron de los institutos sin graduarse. Solo 11 mil lograron terminar los estudios pero mas de la mitad se dedicaron a otras cosas...o a no hacer nada.
Mas tarde y como represalia, el desgobierno implementaria la Ley 1231, Estado Pre-Delictivo de Vagancia (Ley del Vago), para poder apresar a aquellos que no deseaban relacionarse mas con los planes laborales castrocomunistas ni trabajar para ellos y, de esa manera, mandarlos castigados a otras zafras...
Mezquina es la historia de la "educacion" en Cuba.
El mito de la "educacion" en Cuba se ha puesto por encima de la realidad.
Saludos.
Aquello fue un desmadre, que se hizo patente cuando, al terminar la zafra de 1970, el Coma-andante hizo el anuncio fatal: la zafra de los 10 millones habia fracasado...cosa que algunos sabiamos de antemano, mientras que los comecandelas y las turbas obtusas echaban el bofe gritando "los 10 millones van".
La orquesta Los Van Van se haria eco de aquello y de ahi su nombre:
...los 10 millones van...
...y de que Van Van !!!
Ese era el estribillo de una de las canciones de Los Van Van, aunque Formel lo niegue o se haga el chivo loco cuando le preguntan...que me lo diga a mi, que lo conozco desde cuando el vivia en la calle Hospital entre Vapor y Principe, y desde que tocaba con la orquesta Reve.
Eramos 20 mil estudiantes tecnologicos que, para militarizarnos, se creo el Vice-Ministerio para la Ensenanza Tecnologico Militar y nos metiron en el SMO, creando un 4to. llamado especial...por orden de Raul Castro.
Los abusos eran incruentos, las condiciones de vida miserables, la higiene brillaba por su ausencia, la comida infame, los desertores por cientos, los maltratos por la libre, las automutilaciones hacian correr la sangre, la atencion medica era una aspirina, el trabajo forzado dia a dia, las comunicaciones incomunicadas, el adoctrinamiento constante, nuestras familias aisladas de nosotros y nosotros aislados de ellas...
Despues de la zafra de 1970, nos dieron la baja del SMO por cumplimiento del servicio activo...y 13 mil estudiantes se fueron de los institutos sin graduarse. Solo 11 mil lograron terminar los estudios pero mas de la mitad se dedicaron a otras cosas...o a no hacer nada.
Mas tarde y como represalia, el desgobierno implementaria la Ley 1231, Estado Pre-Delictivo de Vagancia (Ley del Vago), para poder apresar a aquellos que no deseaban relacionarse mas con los planes laborales castrocomunistas ni trabajar para ellos y, de esa manera, mandarlos castigados a otras zafras...
Mezquina es la historia de la "educacion" en Cuba.
El mito de la "educacion" en Cuba se ha puesto por encima de la realidad.
Saludos.
el caballero de cocody- FUNDADOR
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Fecha de inscripción : 18/06/2009
Localización : en la mente de algunas damas
Re: De vuelta al asfalto
Efectivamente Caballero asi mismo fue. La zafra del 70 fue la ultima en que participe y para rematar era cana quemada. Salia negro del canaveral. Recuerdo que en esos tiempos estaba yo en la Academia de Idiomas y les habia solicitado que me dieran salida en el primer "pase" porque tenia unos examenes finales en la Academia. Bueno para no hacer el cuento muy largo. Me negaron el pase porque decian que no habia capacidad en la guagua. Entonces yo les respondi que si era por eso yo arrancaba a pie. Y dicho y hecho me enganche la cantimplora al cinto y arranque por el camino como alma que llevaba el diablo. Detras de mi varios amigos me siguieron. Hice mis examenes y luego regrese con un certificado medico y me largue para Santiago de Cuba de nuevo. Y pensando ahi les dejo eso. Pa' su escopeta !
Re: De vuelta al asfalto
Oigame, mi buen Administrador, aquello fue de "chupa y dejame el cabo", ambos lo sabemos porque estuvimos alli, no hay quien nos haga cuento.
Nos llevaron a paso de conga y a la bondad del crimen, como se decia por aquella epoca.
Estudiar en Cuba por aquellos tiempos era un martirio. Las disciplina tenia mas de correccional juvenil que de ambiente cultural. Las clases de "Estudios Sociales" eran un paquete, puro adoctrinamiento...en algunos semestres nos hacian leer los discursos de Fifo ad infinitum...despues que ya los habiamos oido de pie, alla en la Plaza Civica, perdon, Plaza de la Revolucion y de que los repitieran por la radio y la TV varias veces por semanas.
Recuerdo cuando a los castrocomunistas les dio por atribuir todo invento "habido y por haber" a Lomonosov, al que llamaban "la primera Universidad Rusa"...pobre Lomonosov, lo cogieron para el trajin.
No menos horribles eran aquellas "maestras" Makarenko. El tal Makarenko era un "educador" o pedagogo (?) sovietico, o sea, una especie de Pol Pot que sabia leer y escribir. Dicen que habia inventado un sistema educacional "avanzado"...
En realidad aquello tenia mas de metodo inquisitorial que de cultural. Muchas de aquellas "maestras" Makarenko estudiaron en la Union Sovietica, posiblemente en la Lubianka y de ahi su maldad, zafiedad, mezquindad, sadismo y mala voluntad. De educadoras tenian muy poco, pero de verdugas tenian mucho...donde estaran aquellas Frankenstein Makarenkisadas hoy ?
Plantones y tajos achicharrados por las llamas, a los que habia que cortar con un machete o una mocha amellada en una mano y un guante ripiado en la otra...y ampollas en ambas manos. Y, para colmo, nos ponian a alzar las pilas y cargar las carretas, de madrugada, cuando habia luna !!!
Me gustaria saber si nos van a compensar un dia, por haber sido usados como mano de obra esclava.
Como dato curioso, la palabra "van van" se convertiria en algo asi como ser un bacan o un cabroncito. Ser considerado un "van van" era como ser considerado un "barbaro" o tremendo tipo, que se las sabia todas, un gozador y un "echao pa'lante".
Ironias de la vida.
Saludos.
Nos llevaron a paso de conga y a la bondad del crimen, como se decia por aquella epoca.
Estudiar en Cuba por aquellos tiempos era un martirio. Las disciplina tenia mas de correccional juvenil que de ambiente cultural. Las clases de "Estudios Sociales" eran un paquete, puro adoctrinamiento...en algunos semestres nos hacian leer los discursos de Fifo ad infinitum...despues que ya los habiamos oido de pie, alla en la Plaza Civica, perdon, Plaza de la Revolucion y de que los repitieran por la radio y la TV varias veces por semanas.
Recuerdo cuando a los castrocomunistas les dio por atribuir todo invento "habido y por haber" a Lomonosov, al que llamaban "la primera Universidad Rusa"...pobre Lomonosov, lo cogieron para el trajin.
No menos horribles eran aquellas "maestras" Makarenko. El tal Makarenko era un "educador" o pedagogo (?) sovietico, o sea, una especie de Pol Pot que sabia leer y escribir. Dicen que habia inventado un sistema educacional "avanzado"...
En realidad aquello tenia mas de metodo inquisitorial que de cultural. Muchas de aquellas "maestras" Makarenko estudiaron en la Union Sovietica, posiblemente en la Lubianka y de ahi su maldad, zafiedad, mezquindad, sadismo y mala voluntad. De educadoras tenian muy poco, pero de verdugas tenian mucho...donde estaran aquellas Frankenstein Makarenkisadas hoy ?
Plantones y tajos achicharrados por las llamas, a los que habia que cortar con un machete o una mocha amellada en una mano y un guante ripiado en la otra...y ampollas en ambas manos. Y, para colmo, nos ponian a alzar las pilas y cargar las carretas, de madrugada, cuando habia luna !!!
Me gustaria saber si nos van a compensar un dia, por haber sido usados como mano de obra esclava.
Como dato curioso, la palabra "van van" se convertiria en algo asi como ser un bacan o un cabroncito. Ser considerado un "van van" era como ser considerado un "barbaro" o tremendo tipo, que se las sabia todas, un gozador y un "echao pa'lante".
Ironias de la vida.
Saludos.
el caballero de cocody- FUNDADOR
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Localización : en la mente de algunas damas
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