¿Una batalla perdida por los mambises?

En Santiago de Cuba, durante años, hemos sido testigos, más o menos pasivos, de una nueva contienda que protagonizan nuestros mambises. Ya no en los campos redentores, sobre sus monturas, cargando al machete bajo el influjo inspirador del clarín, para barrer con la táctica española a golpe de coraje y necesaria locura. Esta es una pelea que día a día se ha venido librando, sin que apenas lo notemos, de forma silenciosa, que tiene como campo de batalla las calles y avenidas santiagueras; y como sustento, las costumbres de un pueblo entero.

Desde aquel tempranero año de 1889, cuando don Emilio Bacardí Moreau encabezara los esfuerzos por cambiar el nombre de la calle Catedral (antes Amargura) por la del poeta José María Heredia, convirtiéndose ésta en la primera calle que llevaría el nombre de un patriota; las calles de Santiago (como también debe haber sucedido en otras ciudades cubanas) fueron cambiando de denominación para homenajear, según la época y el gobierno imperante, a diferentes personalidades o sucesos relacionados, en mayor o menor medida, con la historia de la localidad, de la nación o del mundo. Gracias a nuestra larga tradición de lucha, los nombres y sucesos de nuestras guerras independentistas, sirvieron de nutritivo caldo para alimentar esas ansias de homenaje que década tras década, y a medida que se ampliaba la ciudad, se apoderaba de los que disponían de tales poderes. Así, poco a poco, todo el santoral que formaba el entramado vial de la ciudad más antigua, fue cediendo terreno a nuevos nombres más terrenales e históricamente recientes.


Vista de la Calle Heredia


Sin embargo, como dicen los versos “la costumbre es más fuerte…”; los nombres antiguos han quedado en el imaginario popular y, aunque las esquinas de algunas calles santiagueras porten los galones de generales de nuestras guerras independentistas, la población las nombra tal y como la tradición las dejó impresa en la memoria. Incluso podríamos hasta especular que la intervención “divina” salvó a sus santos del olvido.

Encontramos entonces en nuestro Santiago patriotas como el General Lacret que cede su calle ante la sagrada presencia de San Pedro; o asistimos a la victoriosa permanencia de San Germán, San Ricardo, San Agustín, San Basilio y Santa Lucía en detrimento de Máximo Gómez, Gonzalo de Quesada, Donato Mármol, Bartolomé Masó y el general Castillo Duany, respectivamente.

Otros independentistas, sin embargo, no sufren sus derrotas ante miembros del Santoral, sino que ceden terreno en el decir de los pobladores, ante otros añejos nombres de mayor popularidad. De esta forma, si preguntas en Santiago por la calle que lleva el nombre del Mayor General Mayía Rodríguez, pocos podrán indicarte que se trata de la serpenteante Reloj; así como tampoco la antigua calle del Calvario, hoy simplemente Calvario, hermanada con Reloj en su recorrido antiparalelo, ha impuesto en el favor del pueblo su postrer nombre de Porfirio Valiente.

Pero no sólo pasan inadvertidos los generales independentistas. Calles que en su momento intentaron realzar sucesos como el 10 de Octubre, o el combate de Sao del Indio, llevan a un callejón sin salida al que no conozca que se trata de Gallo o San Mateo.

De la derrota se salvan, porque así de grandes e imbatibles son en la historia de Cuba, la calle de Los Maceo y la Avenida o Paseo Martí. La primera guarda en su regazo la casa del General Antonio, y parece que esta sola presencia basta para que salga invicto una vez más el apellido de los Maceo, en esta silenciosa guerra de calles y nombres. La segunda como clara muestra del ideario independentista martiano, vino a sustituir su antiguo nombre de Paseo de Concha (en honor al gobernador de la isla de Cuba en aquel entonces) por el del Apóstol, muestra también del anticolonialismo de los santiagueros.

Ejemplos como estos encontraríamos muchos en todas partes de Cuba. En Santiago incluso, si nos adentramos en barrios menos añejos, seremos testigos de batallas similares en las que nuestros mambises igual o mejor suerte. A veces no basta querer dejar una huella para que esta permanezca. Al menos queda el consuelo que, en documentos oficiales, incluso en cartas, nuestros mambises seguirán señoreando por las calles de Santiago.


Tomado del blog
http://santiagoenmi.wordpress.com/.