CUBA UN PUEBLO ESCLAVIZADO
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CUBA UN PUEBLO ESCLAVIZADO
Héctor Manuel Ramírez Rodríguez
PATRIOTA CUBANO, AUTOR DEL LIBRO "CUBA, UN PUEBLO ESCLAVIZADO"
Acuso a Fidel por genocidio contra la humanidad.
Yo, Héctor Manuel Ramírez Rodríguez, ciudadano cubano con número de carné 681117461, y pasaporte C206376, radicado en Chile, a través del presente documento quiero acusar al también ciudadano cubano Fidel Castro Ruz ante el Tribunal Penal Internacional y la Comisión de Derechos Humanos, por genocidio contra la humanidad.
Aclaración
Primero que todo, manifiesto tener los testigos, argumentos y pruebas necesarios para demostrar cada uno de los delitos, las cuales iré presentando a medida que avance el proceso y según me los vaya solicitando el tribunal.
Como garantía previa a la veracidad de mi acusación, hago constar mi conformidad a que se aplique la pena máxima si no logro demostrar uno solo de estos delitos.
También espero que el acusado sea notificado, y esta acusación sea tramitada y resuelta como es debido: en los tribunales. Que reine la imparcialidad. Que no atente en mi contra el hecho de que él sea un personaje tan poderoso y emblemático y yo sea un ciudadano común, pues precisamente ese poder y fama los adquirió producto de sus delitos. Como ciudadanos cubanos, ambos tenemos los mismos derechos ante cualquier ley nacional e internacional; y en este caso yo estoy ejerciendo mi derecho de acusarlo, y él tiene la obligación de responder ejerciendo su derecho a defenderse.
Sería muy lamentable para las aspiraciones de democracia del pueblo cubano, y para la igualdad internacional, que en este caso empiecen a aparecer demoras y esquivas extrañas. Así que las personas encargadas de llevar a cabo este proceso deberán tener toda precaución. Voy a dedicar mi vida a este asunto, involucrando a todas las organizaciones y medios de prensa del mundo. Esta vez nada quedará impune, y la historia pedirá cuentas a quienes se atrevan a cometer irregularidades en este proceso con el fin de proteger al acusado.
Delitos
Son tantos los delitos de los que acuso a Fidel Castro Ruz, que trataré de dividirlos en tres grupos:
1- Por la muerte de millones de seres humanos.
2- Por delitos varios.
3- Por Violación de los derechos humanos.
Muertes
Las estadísticas realizadas hasta ahora recogen a un Fidel Castro Ruz responsable por la muerte de miles de cubanos, lo cual es un error; porque bajo su mano asesina perdieron la vida millones de personas entre cubanos y extranjeros. En su conciencia no revoletean solamente las almas de los que él dio directamente la orden de ejecución, sino millones que murieron como consecuencia de sus actos. Para hacer más fácil su análisis podemos estructurarlo de la siguiente forma:
¨ Todos los hombres que murieron el 26 de julio de 1953 durante el asalto al cuartel Moncada, tanto los de un bando como los del otro.
Hoy podemos reflexionar y calificar esta acción como el mayor acto terrorista en la historia de Cuba, el cual fue pensado, organizado y ejecutado por Fidel. Sin haber una previa declaración de guerra, él se apareció con su grupo allí matando sorpresivamente a los soldados también jóvenes que se encontraban de guardia. Los fidelistas que murieron al menos supieron por qué lo hicieron, pues llevaban tiempo preparándose para ese ataque; aunque igualmente fueron víctimas de la manipulación y poder de convencimiento que ya poseía Fidel. Pero los militares casi niños que estaban de guardia ese día en el cuartel no tuvieron la oportunidad de saber por qué fueron asesinados así desprevenidamente, porque en ese momento ellos no estaban en guerra con nadie. Además, no tenían culpa de las diferencias del gobierno con los grupos comunistas, ni habían participado en ningún hecho represivo; simplemente estaban iniciando una profesión como cualquier otro joven de la universidad.
¨ Todos los cubanos que murieron de 1953 a 1958 en la lucha clandestina contra Batista.
El ataque al Moncada inspiró las ansias de rebeldía y el camino a la violencia. Se agudizaran los enfrentamientos de la policía contra los grupos opositores a la dictadura, sobre todo con los jóvenes del movimiento 26 de julio. Estos muchachos empezaron a poner bombas por donde quiera, ajusticiar militares; y por supuesto que los militares respondían también con violencia matando algunos de ellos.
¨ Todos los que murieron en combate de ambos bandos durante la guerra del 2 de diciembre de 1956 al 1ro de enero de 1959.
Los caídos en combate durante una guerra no son catalogados como asesinatos, y nadie responde por ellos. Más bien a veces valió la pena cuando se luchó por alcanzar alguna mejoría para ese pueblo. Pero nuestra última guerra llevó al poder a la dictadura militar comunista más sanguinaria y esclavista que halla existido. Podemos calificarla como la más inútil guerra en toda la historia universal. Por tanto, todos sus muertos fueron en vano, y también van cargados a la responsabilidad del creador de esa guerra.
¨ Los cubanos que asesinó durante los dos años de guerra.
Ningún líder guerrillero tiene poder legal de hacer juicio y dictar sentencia. Durante los dos años de guerra Fidel fusiló y ahorcó muchos campesinos que no le prestaron el servicio que él les exigía, o porque fueron denunciados de colaborar con el gobierno, o sencillamente porque le parecieron sospechosos. Asesinó hacendados y capataces con el objetivo de ganarse la simpatía de los campesinos. Fusiló hombres de su propia tropa que él consideró que habían mostrado síntomas de debilidad o retrazo. También a los que plantearon la renuncia, y otros que después de lograr escaparse de la guerrilla fueron perseguidos y ejecutados por orden de Fidel.
¨ Todos los cubanos que fusilaron los tribunales revolucionarios después del triunfo en 1959.
Bueno, eso fue otra página muy triste en la historia de esta isla. Qué manera de morir gente inocente. Más bien eran tribunales de linchamientos; porque no se hizo un solo juicio justo, ni nadie tuvo posibilidad de defenderse. A medida que era atrapado un supuesto batistiano, iba todo el que deseaba y le hacía acusaciones, tuviera o no algo que ver con algún hecho. Eso bastaba para que lo pasaran por las armas. Cuba parecía un circo romano de la antigüedad, donde muchos aplaudían mientras un gladiador era destrozado por varios leones. También se les aplicó esa medida a soldados acusados de haber matado en combate a algún guerrillero de Fidel.
¨ Miles de cubanos que murieron en hechos relacionados a las sublevaciones armadas en contra de la dictadura fidelista en los primeros años de revolución, como fue la batalla de playa Girón, los grupos de sublevados en las montañas del Escambray, en Pinar del Río, y en otros montes y ciudades de la isla.
La mayoría de los oficiales y soldados que llevaron a Fidel al poder empezaron a sublevarse en su contra apenas comprendieron que este los había traicionado al instaurar una dictadura militar comunista. Hubo cuarteles enteros que se sublevaron, como pasó en Guantánamo. Pero el dictador fue muy rápido en el reclutamiento y entrenamiento de un nuevo ejército al cual ordenó el linchamiento de todos esos grupos.
¨ Miles de cubanos que Fidel ha matado por manifestarse pacíficamente en contra de su régimen a lo largo de estas cinco décadas.
Esta es una de las leyes que le ayudaron a detener un poco la oposición a su dictadura. Por eso las calles de Cuba no están llenas de huelgas y manifestaciones contra el régimen. A muchos de los que se atrevieron los ha fusilado públicamente luego de hacerle un irónico juicio por traición a la Patria. A unos los ha mandado a asesinar en la calle de tal forma que parezca un accidente de tránsito, en el trabajo, un intento de asalto, una pelea callejera, etc. A otros los ha mandado a asesinar en la cárcel, haciéndolo parecer que fue por enfermedad, o una pelea con otra persona que supuestamente era un preso pero en realidad era un agente especial de Fidel, al cual lo introducen ahí para esa misión y luego lo sacan.
¨ Más de cien mil cubanos que han muerto tratando de escapar ilegalmente de esta gran isla cárcel.
La mayor cantidad han muerto ahogados o deshidratados en el estrecho de la Florida, tratando de huir en balsas u otras embarcaciones precarias. Pero durante las décadas del sesenta, setenta y ochenta los guardacostas de la dictadura hundían las balsas tirándoles sacos de arena, o las destruían chocándolas con sus barcos, o simplemente las ametrallaban; todo esto sin importarles que fueran niños. También los que han muerto dentro de la isla en hechos relacionados con salidas ilegales. Son responsabilidad de Fidel, porque murieron tratando de huir de la esclavitud a que los sometió. Antes de Fidel no morían cubanos por esta causa, y el día que no esté Fidel ya nadie tendrá que huir así. Entonces está más que claro que esas muertes son su responsabilidad.
¨ Algunos cubanos asesinados en el exilio.
Al menos dos docenas de cubanos que habían logrado escaparse de la isla fueron asesinados en el exilio por órdenes de Fidel, pues significaban un peligro para él porque habían ocupado responsabilidades importantes en la dictadura y manejaban informaciones de valor.
¨ Todos los cubanos que han muerto después de 1959 por causas no naturales.
Excepto los cubanos que han muerto de vejez, todos los demás que han fallecido desde 1959 para acá también son responsabilidad de Fidel. Ahora veremos por qué. Las muertes por enfermedad y hambre están muy relacionadas en nuestro país, ya que miles de cubanos enferman y mueren de enfermedades adquiridas producto de la mala alimentación. Otros que sí comen bien también mueren de enfermedades producto de que no aparecen ni los medicamentos básicos.
En otros países tal vez exista una mínima capa de la sociedad con escaso nivel de salud, sobre todo los desempleados o indigentes. En Cuba tanto los indigentes, obreros como profesionales se mueren juntos en el mismo hospital sin poder defenderse de un simple catarro. Habrían tenido otra opción si el dictador no nos hubiera obligado a un solo sistema de salud donde sólo hay dos hospitales con recursos: el hospital para los extranjeros que pagan en dólares, y el hospital reservado para clan de los dirigentes comunistas.
Bajo la dictadura, Cuba llegó la ser el país de mayor índice de accidentes de tránsito per. cápita por habitantes, porque la miseria impuesta por Fidel hace que las carreteras están destruidas, los autos que circulan son muy viejos, y muchos chóferes andan borrachos por tomar ron sin comer bien.
¨ Miles de cubanos que murieron como soldados o asesores militares en las tantas guerras que Fidel organizó, fomentó o colaboró por todo el mundo, como Angola, Nicaragua, Venezuela, Granada, Etiopía, Vietnam, Camboya, Laos, Argelia, Afganistán, Irán, Irak, Chile, Bolivia, Argentina, Perú, Colombia, Guatemala, etc.
¨ Millones de personas no cubanas que han muerto en todos esos conflictos armados que Fidel creó o agudizó con su participación.
¨ Todos las personas muertas en los atentados terroristas realizados a embajadas y propiedades norteamericanas por todo el mundo a partir de 1959 hasta la fecha.
Toda la vida y obra de Fidel Castro ha sido luchar por cualquier medio contra USA. Por eso no sólo es el amigo incondicional de todos los enemigos de ese país, sino que también es su bandera de lucha, su entrenador, y en muchos casos los financia.
El listado de todos los cubanos muertos por causa de Fidel Castro durante medio siglo de dictadura no se puede actualizar mientras él esté en el poder, porque él sigue fusilando a algunos, y otros siguen muriendo por causa de él. Además de que hay muchos desaparecidos, y es casi imposible investigar dentro de la isla. Pero gracias a la intrépida labor de algunos investigadores ya navegan por Internet los nombres y datos personales de cientos de miles. Algún día habrá que agregar a ese listado los millones de extranjeros que murieron por su culpa.
Delitos Varios
Por injuria y blasfemia, al decir que José Martí fue quien los inspiró en el ataque al cuartel Moncada en 1953. Y también por haberlo convertido en un símbolo de su régimen esclavista durante estas cinco décadas.
Si esa acción fue un grave delito, más lo ha sido implicar el nombre de nuestro Apóstol. Nuestro Héroe Nacional dedicó toda su vida y obra a la liberación del colonialismo español y el surgimiento de la república, pero jamás habría aprobado la guerra entre hermanos cubanos.
Y más grave ha sido utilizar la figura de nuestro Héroe Nacional como guía espiritual de un proyecto genocida durante tantos años. Cómo se atreve a invocar el nombre y la obra de Martí para justificar un régimen cien veces peor que aquel contra el cual Martí entregó su vida luchando. Cómo se atreve a declararse discípulo suyo, cuando aquel gran maestro sólo podría crear buenos alumnos.
Además, Martí con su gran inteligencia y previsión del futuro, habría sabido descubrir a tiempo que detrás del discurso patriótico de Fidel Castro se escondía un ser diabólico.
Por imponer una política de aislamiento total de la población cubana con el resto del mundo, con el objetivo de hacernos creer que fuera de Cuba todo era un infierno.
Cómo lo hizo. Elaboró un potente sistema de desinformación y lavado de cerebro, a la vez que nos cortó todo contacto con el mundo exterior. Implantó una ley que nos mantiene preso en la isla sin que podamos viajar legalmente al exterior; no sólo porque hay que tener dos mil dólares cuando el salario más alto de un cubano es 25 dólares, sino por todos los extensos y torturantes trámites y requisitos que exige a quien intente salir. Y hasta los años noventa ningún extranjero podía venir libremente a la isla, con lo cual pudo hacerle creer al mundo que Cuba era un Paraíso.
Por impedir que el pueblo tuviera acceso libre a teléfonos, reproductores de videos, Internet, canales de radio o televisión extranjera, o cualquier otro medio que nos sirviera para descubrir su mentira.
Por espionaje internacional.
Fidel Castro desde el principio dedicó especial atención e importantes recursos al espionaje internacional. Mantiene una red de varios miles de agentes profesionales y colaboradores, la cual opera en mayor o menor grado en todos los países de mundo. El país más afectado es USA, donde mantiene un número de agentes igual al que opera en todos los demás países.
Por terrorismo internacional
Para esto, creó guerrillas y grupos militares que operaron en varios países del mundo con el objetivo de llegar al poder para instaurar la dictadura militar comunista como forma de gobierno.
Creó organizaciones internacionales de terrorismo formadas tanto por cubanos como extranjeros, con los objetivos de recaudar dinero por asaltos a bancos, secuestros de personas para exigir rescate, expropiación de capitales, y asesinatos selectivos.
También colaboró con otras organizaciones terroristas y guerrillas que no fueron creadas por él.
Por tráfico de drogas.
Fidel Castro ha estado involucrado en grandes operaciones de tráfico de drogas, con las más grandes organizaciones de traficantes; unas veces para obtener dinero, y otras veces pagándole un favor a algún amigo traficante.
Por gastar una fortuna en su seguridad personal, en mantener un ejército de espías y terroristas por todo el mundo, financiar las guerrillas en casi todos los países de América y África.
Por dar refugio en la isla a connotados terroristas y traficantes perseguidos por la justicia internacional.
Por elaborar dinero falso y documentos de identidad falsos.
En el gobierno cubano hay un departamento que se ha dedicado todo el tiempo a la falsificación de varios tipos de billetes como el dólar norteamericano, la peseta española, etc. Y también pasaportes falsos que han servido tanto para los agentes de espionaje como para los terroristas y guerrilleros.
Por utilizar las embajadas cubanas en todo el mundo como parte del espionaje y terrorismo internacional.
A pesar de que existen importantes leyes diplomáticas que regulan las actividades de una embajada, Fidel Castro ha utilizado las suyas como el pilar para traficar drogas, dinero falso, documentos falsos, armas, y todo tipo de ayuda a los grupos terroristas y organizaciones guerrilleras; utilizando siempre las valijas diplomáticas.
Por confiscar propiedades nacionales y extranjeras
La forma en que Fidel confiscó propiedades a los cubanos y extranjeros ha sido totalmente ilegal. Él se adueñó de todo. haber exterminado no hacían más que matar el hambre de mucha gente.
Por el dolor que han sufrido las familias cubanas que se han visto separadas debido a la emigración que provocó la dictadura.
Por habernos tenido ya cinco décadas viviendo en la máxima miseria y esclavitud.
Por romper relaciones diplomáticas con casi todos los países del mundo.
Eso fue lo que logró con su política militarista, expansionista, y con sus discursos ofensivos.
Por usar el nombre del pueblo cubano para cometer sus genocidios.
Por eliminar la democracia e instaurar la peor dictadura en la historia universal, quedándose él mismo al frente de ese poder durante cinco décadas.
Por tener peligrosamente armas de exterminio masivo; unas construidas por él, y otras compradas en el mercado negro internacional.
Por general la famosa crisis de los mísiles en 1962.
Puso al mundo a punto de la tercera guerra mundial, la primera guerra nuclear, y la última guerra que la raza humana conocería. No sólo instaló mísiles nucleares soviéticos en la isla apuntando hacia USA, sino que cuando comenzaron las tensiones hizo todo lo posible para que fueran disparados.
Por iniciar una guerra en contra del cristianismo, matando, encarcelando, y exiliando a miles de creyentes.
Violación de los Derechos Humanos
Una de las gestiones más importantes que ha hecho el mundo para aliviar los sufrimientos de los seres humanos ha sido la Resolución 217-A(III), Declaración Universal de Derechos Humanos, que fue adoptada y proclamada el 10 de diciembre de 1948, después de ser estudiada y debatida por miles de talentosas personalidades que pusieron sus esfuerzos en pos de la humanidad. Votaron a favor 48 países, incluyendo a Cuba y USA; ninguno en contra; y se abstuvieron Sudáfrica, Arabia Saudita y los miembros del bloque comunista.
Se creó la Comisión de los Derechos Humanos, la cual se dedicaría a velar por que todos los hombres del mundo gozaran de los derechos plasmados en ese documento. La misma se reúne todos los años en Ginebra, donde se votan resoluciones en contra de los gobiernos que violan esos artículos. Muchos han sido los sancionados, porque lamentablemente el poder y el dinero hacen que en muchos países sean violados algunos de los derechos, fundamentales de las personas con menos recursos.
Sin embargo, yo acuso a Fidel Castro Ruz de ser el único régimen que viola los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para todos por igual. Tengo los argumentos, pruebas y testigos para demostrar cómo han sido violados a cada uno de los cubanos.
Publicado por HECTOR RAMIREZ
hectormanuel.ramirezrodriguez@yahoo.es
BIOGRAFÍA PATRIÓTICA DE HÉCTOR RAMÍREZ
Nací el 17 de noviembre de 1968, en el barrio de Juan Vicente Loma, municipio de Mayarí, provincia de Holguín, Cuba. Me crié en la extrema pobreza, esclavitud y lavado de cerebro ha que estamos sometidos todos los cubanos. Por eso llegué a ser más fidelista que el propio Fidel. Odiaba a los presidentes de todos los demás países, pues no podía entender por qué no aplicaban en su nación un sistema “tan bueno” como el nuestro. Quería que todo el planeta fuera dirigido por Castro. Así que desde niño soñaba ser como el Che, e irme a luchar a todas las demás tierras del mundo donde los soldados, oficiales y asesores cubanos creaban y fomentaban guerrillas para expandir el comunismo. Mi sueño se hizo realidad a finales de 1987, cuando acababa de cumplir 19 años de edad, cuando me dieron un fusil AKM-47 de fabricación soviética y me enviaron a la guerra de Angola. Allí me creía un emisario de la libertad cuando en realidad era un agente del Diablo. Me esforzaba por encontrar una bala que me hiciera mártir de la patria, para que una escuela llevara mi nombre y a mi familia le obsequiaran una bandera. Me dominaba la emoción de saber que en cualquier momento daría mi vida por el internacionalismo proletario. Por suerte, parece que no llegaron a fabricar la bala que atravesaría mi pecho, o Dios quiso reservarme para otras cosas. No sólo sobreviví a tan terrible aventura, sino que regresé a la patria con los grados de Sargento de Primera, cargado de medallas y diplomas, y recibiendo otros halagos y distinciones tanto del pueblo como del gobierno. Me sentía un héroe, y trataba de obrar como tal. Mi espíritu aventurero, guerrerista, fidelista y terrorista había aumentado, por lo que pensaba tomar unas vacaciones para luego seguir combatiendo por el mundo, hasta materializar el máximo sueño de Fidel Castro que era matar a todos los seres humanos que no fueran comunistas. Pero el destino fue benévolo conmigo y buscó una forma de alejarme del camino equivocado que llevaba. Como mayor premio me habían ofertado una beca en la universidad (a la cual de otra forma no habría tenido la posibilidad de ir), y entonces decidí estudiar un poco primero antes de seguir con aquellas locuras. Fue una decisión acertada, porque en la universidad comencé a aprender a pensar por mí mismo. Ahora mi espíritu de rebeldía y justicia empezaron a chocar con la realidad interna de Cuba, y fui descubriendo cosas que antes no veía. Empecé a despertar del estado de hipnosis, de aquella loca pesadilla en que me habían metido, y poco a poco la razón fue venciendo a la duda hasta descubrir que somos el único pueblo constitucionalmente esclavo. Me vi dentro del infierno, comprendiendo que todo por lo que había vivido y luchado era una gran mentira. Aquello en lo que creía tanto no era más que una gran obra de teatro muy romántica creada por nuestro Presidente para engañarnos y hacernos partícipes de sus locuras, convertirnos en soldados del Diablo. Aquellos cientos de miles de jóvenes cubanos que no tuvieron la misma suerte que yo de poder regresar con vida a la patria, no habían muerto en nombre de la libertad sino en nombre de Fidel y su política de expansión comunista. A veces estaba chocando de frente con la dura verdad, sufriéndola en carne propia, y aun así me costaba asimilarla. Me encontraba frente a una imagen de Castro, o escuchaba uno de sus discursos, y casi volvía a caer en su trampa. Lo amaba tanto que mi cerebro no quería programar otra cosa que no fuera endiosarlo. Parece que en algún lugar de mi corazón todavía albergaba la esperanza de que él rectificara sus errores y se convirtiera en un hombre bueno y pacífico. El dolor y el remordimiento me estaban consumiendo por dentro cuando a finales del año 1995 me trasladé para La Habana, y yo mismo fui a la sede del gobierno cubano y entregué un proyecto y una carta dirigida a Fidel. Me respondió en un tiempo récord de 15 días, sólo para agradecer mis palabras. Luego vi que no había arreglos ni negociación con él, y que cada nueva reforma aplicada sólo fortalecía su régimen y empeoraba la situación del pueblo. Entonces por fin se acabaron los titubeos, y entre momentos de tristeza y confusión decidí que a partir de ahí mi única razón de vivir sería para aportar un granito de arena en la lucha por librarnos del tirano, alertar a los demás pueblos que hoy lo admiran, y a otros que hasta han llegado a tomarlo como bandera de lucha. Para mí había quedado claro que no sólo los cubanos fuimos engañados, sino que el resto del mundo estaba ajeno a la verdadera miseria y esclavitud en la que este hombre nos ha obligado a vivir ya durante medio siglo. Abandoné mi familia para radicarme en la capital. Abandoné el kárate y el ajedrez, dejé de escribir novelas, de componer canciones, de esculpir piedras, de pintar paisajes, de explorar cuevas y montañas y un grupo de aficiones más. Nada podría ser más importante que la libertad de mi gente. Mi metamorfosis política sería más lenta que la de otros cubanos, porque no tuve la suerte de relacionarme con alguna de las organizaciones antifidelistas, ni de derechos humanos, o cualquier otra persona me pusiera en el camino de la verdad. Me llevó varios años descubrir por mí mismo que Fidel Castro había pactado con el Diablo. Sin embargo, no es tiempo perdido, porque eso le da más fuerza y valor a mis ideales, que son los de cualquier ciudadano común. Esta vez nadie me inyectó el cerebro como me hicieron en la niñez, ni nadie me ha pagado un centavo, ni nadie me ha pedido que lo haga gratuitamente. Esta vez todo nació de mi corazón, lo he intentado con mis propios medios, y no existe persona alguna sobre la tierra que influyera en mi cambio de ideales. Mi rebeldía crecía por segundo, y miles de veces tuve ganas de organizar una acción armada, o un atentado, o poner carteles, o simplemente expresar públicamente mis argumentos. Sabía que me sobraba el valor para hacer cualquier cosa, que no le tenía miedo al régimen. Sin embargo, al final encontré una vía pacífica de empezar mi lucha. Como me gusta tanto escribir, decidí empezar por redactar mi propia caracterización sobre el fenómeno fidelista, fundamentalmente la parte que se logró ocultar a los ojos del mundo. Tendría que primero poner a salvo mis ideales antes de hacer cualquier otra cosa. Me di cuenta que estaba haciendo algunas reflexiones y conclusiones muy importantes, que no sacarían a Castro del poder pero sí ayudarían a buscarle el peor sitio dentro del infierno cuando le llegue la hora, y que serán como un fantasma que jamás dejará de perseguirlo. Me propuse describir cómo en mi patria ocurren con mayor intensidad todos los problemas que afectan al resto del planeta, y con la agravante de que Fidel es el único presidente que puede ser tan cínico de atreverse a negar y ocultar esos males, sin dejar que ni la ONU ni nadie pueda comprobarlo y desmentirlo. Hay hambre, desnutrición, epidemias, desempleo, robos a bancos y mercados, generalizada corrupción, accidentes catastróficos, asesinatos, violaciones sexuales, desapariciones de personas, tráficos de órganos, altísimo nivel de tráfico y consumo de drogas, sacrificio humano para brujerías, asesinatos entre alumnos en las escuelas, suicidios, mala salud y educación, etc. Pero además de revelar ese holocausto común en cualquier país, más me interesaba plasmar varios cientos de leyes y formas de vida genocidas y esclavistas creadas y aplicadas por Fidel que no la sufren los demás países, que son únicas en toda la historia universal y por tanto nos convierten en el pueblo más esclavo; esas terribles pesadillas que debemos divulgar para evitar que se extiendan a otros pueblos del planeta. No es justo que una parte del mundo continúe así tan engañado respecto a la verdadera Cuba que existe detrás de la falsa imagen que logró divulgar el dictador. Si no podemos vencer al Diablo por lo menos ayudemos a que no sea confundido con Dios; señalemos dónde se encuentra para que nadie tropiece con él. Sería imposible hacer un gran libro, no sólo por vivir con tanta pobreza sino porque necesitaría investigar, viajar, entrevistar, lo cual sería una delación segura. Me limité a sólo convertir en letras el llanto de mi pueblo; es decir, narrar la angustiosa vida cotidiana de los cubanos tal y como es. Por lo menos sería un fiel testimonio de la realidad, escrito en el momento y lugar de los hechos, tal y como lo narraría cualquiera otro cubano que viviera tantos años esa esclavitud. Por supuesto que conocía los riesgos. Todos sabemos el destino que han tenido quienes se atrevieron a desafiar al tirano. Si asesinó y encarceló a miles por expresar una sola palabra contraria a la suya, qué podría pasarme a mí al escribir un libro que le dejara el cuerpo sin un centímetro de piel. Le estaba declarando la guerra a uno de los hombres más poderosos y diabólicos en la historia de la humanidad, por lo que mis posibilidades de triunfar eran casi nulas. Pero no tenía nada que perder. Si prefería estar muerto antes que seguir sufriendo las penurias de los cubanos, qué otra cosa peor podría asustarme. Además, esta vez no sería una muerte en vano como pudo ser en Angola. Allá fui inocentemente a dar mi vida en nombre de Fidel, y por pedido suyo. Pero esta vez la arriesgaría por mi pueblo, y por pedido de mi corazón. Ahora, si darme cuenta de la verdad me llevó mucho tiempo, más difícil sería poder escribir un libro de estas características. Para lograrlo debería trabajar en el más estricto secreto, tomar demasiadas precauciones. No debería comentarlo ni siquiera con el más allegado de mis familiares. Eso también implicaba que no podría pedir ningún tipo de ayuda a nadie, y que todo lo tendría que hacer solito y con mis propios medios. Las veinticuatro horas del día andaba con lápiz y papel encima, y tomaba mis apuntes según veía las cosas, pero tratando de que nadie sospechara el contenido de lo que redactaba. Luego escondía lo papeles en un lugar que yo creía seguro. La policía estaba constantemente haciendo registros en casi todas las casas, y en cualquier momento podía tocarle a la mía. Haber pertenecido al ejército de Fidel, y conocer un poco su forma de pensar y actuar me serviría para elaborar parte de mi estrategia. Me vi convertido en un personaje de novela policíaca, con la desventaja que en la vida real se muere de verdad. Casi todos los días registraba el interior y los alrededores de mi casa tratando de encontrar cámaras y micrófonos. Cualquier persona o auto que no conocía me parecía sospechoso. Cada paso que sentía por la escalera del edificio me parecía que eran los soldados. Me convertí en un psicólogo que hacía una caracterización urgente de cada nueva persona que se acercaba a mi vida por cualquier motivo; cualquiera podía estar vigilándome. Con toda esa tensión viví durante varios años, sin que una sola noche pudiera dormir relajadamente; y si alguna vez lograba conciliar el sueño entonces me despertaba con una terrible pesadilla. Y andaba con extrema precaución tanto en la calle como en cualquier lugar que iba, porque sabía que otra de las opciones utilizadas por Fidel para matar opositores es dejándolo ver como un accidente. Cientos de cubanos han muerto en un accidente doméstico, de trabajo, de tránsito, en una cola del transporte público, bronca callejera o dentro de la cárcel, y a veces ni la propia familia se imaginó que el asesino era un agente secreto del dictador. A medida que pasaba el tiempo mi libro iba creciendo, y aumentaba mi interés porque no cayera en las manos ensangrentadas de Castro. Incluso, siempre evité participar en alguna exhibición pública de Fidel; jamás lo conocí en persona, porque no habría podido contener las ganas de por lo menos gritarle: “¡Asesino”. Así que terminar de escribir mis ideales y ponerlo a salvo ya no serían mis únicos sueños, sino también tener la dicha de un día poder expresarlo públicamente aunque fuera sólo por unos minutos. Me costaba creer que a estas alturas de la humanidad (cuando ya todas las dictaduras habían caído y la democracia se impuso como sistema político) todavía los cubanos no pudiéramos expresarnos libremente. Es algo difícil de entender si no se ha pasado por ello. Muchos cubanos se suicidaron, otros se volvieron locos, porque es desesperante saber hablar y escribir sin poder hacer uso de ambas virtudes. Como vía de agilizar mi trabajo y mejorar su calidad hice grandes sacrificios y me compré en el mercado negro un computador; una 486 muy antigua pero por lo menos me servía para pasar todo el material, darle forma y poder deshacerme de aquella cantidad de hojas que ya almacenaba comprometedoramente. También era ilegal tener un equipo de esos en la casa, pues no se le vende al pueblo en ninguna tienda. No debía tener el libro grabado en el computador, porque si la policía venía a mi casa seguro lo descubrían. Todos los días tenía que pasar el archivo a la máquina, trabajar en él, luego grabar en un disquete, volver a borrarlo de la máquina, y esconder el disquete en un lugar seguro. Esa operación tenía que repetirla cada vez que me parara de la máquina aunque fuera para ir al baño. Muchas veces los disquetes se fastidiaron, no quisieron abrir, y perdía el trabajo de varios días; tenía que volver a redactar todo. Por ese motivo me demoré un año en pasar todo al Word. Luego empecé a tenerlo grabado en varios disquetes al mismo tiempo por si uno se rompía. En esas circunstancias nació mi libro. Durante mi participación en la guerra de Angola me las ingenié para redactar un diario a pesar que estaba prohibido, en el cual quedaron plasmadas las narraciones y el pensamiento del joven más fidelista que ha existido. Sin embargo, ahora en este libro queda claro que no hay otro hombre más antifidelista que yo. Al comparar ambos materiales cuesta creer que hayan sido escrito por la misma persona. ¿Cómo puede uno cambiar el pensamiento así de extremo a extremo? Bueno, esos son los milagros que propicia Fidel Castro Ruz. El libro tal vez no sea tan inédito para los cubanos, porque precisamente cuenta la terrible agonía que vivimos todos por igual. Pero las personas del mundo que tengan sensibilidad humana quedarán horrorizadas, y sin dudas que en el peor de los países todos se alegrarán de no haber nacido en Cuba. Y quien piense que exagero, sólo tiene que viajar a la isla y recorrerla un poco. Ya verán que la única crítica posible para mí será la de no haber tenido la suficiente inteligencia ni los recursos del lenguaje para describirlo con mayor claridad. Porque el sufrimiento y miseria de mi pueblo es tan grande, que es inútil tratar de exagerar. No hay mentira que pudiera llegar a igualar o sobrepasar la dura realidad. Además, no es mi forma personal de analizar el asunto, no es mi punto de vista desde una posición antifidelista. Es, tristemente, la única verdad posible, la misma que cuenta cualquier otro cubano aunque sea seguidor de Fidel. Hubiera querido hacer un gran libro, enriquecido con todos los datos y las cifras exactas que demuestren la gravedad de la situación en que vive mi pueblo debido al régimen de Fidel. Pero él no sólo impide que se publique material con esas cifras, sino que las falsifica hasta en sus propios ministerios. Así que como bibliografía tuve que utilizar la vida cotidiana que durante casi medio siglo hemos tenido todos los cubanos, donde el sufrimiento, la humillación, la miseria y la ignorancia son parte de la ración diaria. Un par de veces logré apoyarme en algunas publicaciones fidelistas que no merecen ser nombradas con honores ni agradecimientos porque fueron hechas como instrumentos de esclavitud. Y otros datos y cifras que aparecen en este libro me lo propiciaron personas que deben permanecer en el anonimato porque aún trabajan para la dictadura, los cuales inocentemente me brindaron su confianza sin imaginarse mis objetivos reales. Sin embargo, y por encima de todo, me hago absoluto responsable de lo que narro, con suficiente razón para defender y demostrar mi testimonio al más alto nivel. No obstante, dentro de las miles de personas con las que comparto una relación cotidiana sí hay dos que inconscientemente influyeron en el surgimiento de este libro: mi hermano Marino y mi amigo Eliades. Son profesionales muy preparados e inteligentes que también respeto y admiro bastante, y mi amor por ellos es tanto que necesito verlos todos los días. Sin embargo, como son extremadamente fidelistas, con ellos se me forman grandes discusiones que no llegan a dañar nuestras perfectas relaciones pero sí me han obligado a superarme en el tema, y a fundamentar muy bien cada detalle. Ellos nunca supieron que después de cada debate yo corría a escribir mis propias conclusiones; así que de forma inconsciente me hicieron esforzar para perfeccionar este libro. Les pido disculpas por utilizarlos de motivación sin su aprobación, que sigan creyendo en Fidel, y ruego a Dios para que nunca los aparte de mi lado. El otro gran problema que debería enfrentar sería cómo sacar el libro de la isla. Tenía algunas amistades que vivían en el extranjero, o que viajaban, pero no confiaba en nadie para una empresa así; podían cometer errores, y poner en riesgo sus vidas. Si intentaba contactarme con algunos de los pocos disidentes dentro o fuera de la isla también sería un fracaso, pues lo que no están presos están bien vigilados. Tratar de irme ilegal en balsa hacia USA era uno de los fracasos más seguros, y mi trabajo de años podría terminar en el fondo del mar. Al final me decidí por otra opción igual de difícil y riesgosa, tratar de salir legalmente como turista. Los cubanos somos las únicas personas del mundo víctimas de una ley que nos hace presidiarios en nuestro propio país. El primer gran obstáculo de un aspirante a viajar al extranjero es conseguir por lo menos U$S 2 000, cuando el salario más alto en Cuba está alrededor de U$S 25 mensuales. También se necesita que desde otro país alguien envíe una carta de invitación pidiendo permiso a Fidel para que deje salir a ese cubano por unos días. Y luego vienen los torturantes trámites y obstáculos diseñados en esa ley lo cual puede durar meses, años, o puede ser denegado y perder todo el dinero y tiempo ya invertido. Lamentablemente, mientras esté el tirano en el poder no puedo detallar cómo hice el dinero, cómo obtuve la visa de Argentina y un permiso de Cuba por 15 días, pues mi confesión podría mandar la cárcel a cientos de cubanos que colaboraron directa o indirectamente a pesar que nunca supieron los verdaderos motivos de mi viaje. Además, es una historia tan larga y desesperante que merece un libro para ella sola. El asunto es que después de varios años ya estaba listo para salir. Aún tenía que pasar el chequeo más difícil, el del aeropuerto. Para ello grabé el libro en dos disquetes, los envolví en papel metálico para tratar de evadir los escáneres: uno me lo coloqué en el bolsillo de la camisa, y el otro en medio de las ropas que llevaba en el maletín. Pero días antes tomé la precaución de grabar otros disquetes y se los di a guardar a varias personas sin decirle de qué se trataba. Si me descubrían, por lo menos el libro no estaría del todo perdido. Ya sabría Dios qué hacer algún día con esas copias que quedarían vivas. Nunca podré borrar la imagen del oficial que me hizo la última entrevista a sólo unos minutos del avión. Grabé su cara para siempre como un tatuaje dentro de mis ojos. No parecía tener más de veinte años, pero se veía muy entrenado y dispuesto a encontrarme aunque sea una sola falla por la que pudiera interrumpir mi viaje. Si descubría el hallazgo de mi libro tal vez lo ascendieran a General; me odiaba sólo porque yo me iba y él se quedaba. Me presionaba fuertemente ahí delante de quienes fueron a despedirme, como queriendo descubrir si realmente iba de paseo o me estaba escapando. Yo tenía ganas de llorar al saber que tal vez me despedía para siempre; pero tuve que sonreír frente a ese perro vestido de verde. Mi mente fue más rápida que la de él, y mis cojones más grandes que los suyos; porque él es soldado del tirano, y yo soy siervo de mi pueblo. Pero cuando el enorme pájaro comenzó a elevarse, y vi que mi pedazo de tierra iba quedando como una simple silueta debajo de las nubes, sentí algo terrible dentro de mi pecho, se me apretó la garganta, fruncí el ceño y lloré como el más débil de los niños. Sí, me estaba escapando de la cárcel más grande del mundo, estaba robando mi carta de libertad luego de 34 años de negra esclavitud; pero tenía que llorar, y no me daba vergüenza hacerlo, porque debajo quedaban encadenados doce millones de hermanos y una vida llena de recuerdos. Había estado una década organizando la fuga y preparándome en silencio para la aventura de luchar por ellos; sin embargo, llegada la hora comprendí que no estaba tan listo como pensé, que jamás sentiré otro dolor tan fuerte como el que provoca alejarme de mi pueblo. Fidel no sólo hizo una ley para impedir que salgamos de la isla, sino que hizo otra para impedir que regresen los que una vez lograron escaparse. Y otra peor aun para los que además de escaparse también hagan campaña en contra de su dictadura, como sería el caso mío. Así que estaba asumiendo el sacrificio de no ver a mi gente en muchos años, o tal vez nunca más. Cuando el 23 de marzo del 2003 llegué al aeropuerto de Buenos Aires enseguida comprobé que mi rostro no era el mismo de hacía unas horas. Era la cara de un vencedor, el hombre que había logrado lo imposible. Sentía que me había liberado de un gran peso que llevaba sobre mi cabeza. Dejaba atrás una década de insomnio y temores. Ya no tenía dudas de haber burlado a Fidel, a sus hombres, y a sus modernos equipos de vigilancia. Si hubieran tenido una sola pista sobre mis proyectos me habrían eliminado a tiempo. Estaba ilegal en un país desconocido, sin dinero, sin trabajo, sin familia ni amistades, pero lleno de amor por Cuba y eso era suficiente para no caerme. No obstante, tuve la suerte de conocer a una de las personas más maravillosas de Argentina y del mundo, quien puso absolutamente todos sus recursos personales en función de mi vida y mi proyecto. Todas las cosas que se me facilitaron en lo adelante fueron gracias a su incondicional e ilimitada ayuda. Lo primero que hice fue inscribir el libro en el registro de propiedad intelectual de Buenos Aires. Luego le di copias a varias personas y comencé gestiones para publicarlo. También a través de Internet, y firmado con mis verdaderos datos personales le envié copia a Fidel y a varios medios y entidades de la dictadura; para mí tenía un significado grande hacerle saber que no le temía y que los enfrentaría cara a cara. Luego estuve en algunos canales de televisión local concretando mi sueño de denunciar públicamente al tirano. Fue un año donde aprendí mucho, conocí la libertad y el mundo que Fidel nos ocultó. Pero también lloraba desgarradoramente todos los días, extrañando a mi patria y pensando en su miseria y esclavitud. Por Internet le envié mi libro a varias editoriales españolas, mexicanas, argentinas, y no obtuve nada. Me comuniqué por teléfono y correo electrónico con varias organizaciones antifidelistas de Miami pero tampoco me dieron importancia. Como última esperanza me quedaba autofinanciar la publicación del libro, ya que de esa forma se sobran las editoras que lo hagan. Tuve la suerte y la desgracia que me prestaran mil dólares, con lo cual pagué por la edición de 750 ejemplares de mi libro. Pero la supuesta editorial Geear y su dueño Francisco Chechi resultaron ser la estafa más grande de las tantas que dañan la ciudad de Buenos Aires. Ni me publicaron el libro ni me devolvieron el dinero. En febrero de 2004 tuve una gran alegría, el día que sonó el teléfono y desde el otro extremo de la línea escuché la voz de la Cónsul cubana comunicándome que Fidel había aprobado mi regreso a la isla cuando yo lo deseara. No podía creerlo. Es un momento que jamás olvidaré. Ha sido la única vez que he llorado de emoción, mis ojos derramaban lágrimas pero mi rostro expresaba una gran sonrisa. Un placer desconocido pero intenso se apoderó de todo mi cuerpo que creí desmayarme. Yo sí había hecho un grupo de trámites en la embajada, y me cobraron mucho dinero por ello, pero igualmente podían haberme negado mi solicitud de regresar como han hecho con tantos miles que ni siquiera son peligrosos y sólo querían ir a ver a su familia. Era evidente que Fidel Castro estaba interesado en mi regreso, de lo contrario no me concede tan grande alegría. Seguramente no sería para condecorarme con una medalla, pero de todas formas yo no iba a hacerle un desaire al “amable Comandante en Jefe”; volver a mi tierra sería un regalo que no podría despreciar sin importar lo que me pasara. Aunque mi libro aún no estuviera publicado, y aunque él siguiera victorioso en el poder, de todas formas ya había logrado lo que me propuse, así que la victoria era sólo mía. Ahora, ni cortando mi lengua, ni rompiendo mi pluma, ni cegando mi vida podría destruir mis pensamientos; como tampoco podrá con todo un pueblo que sufre las cadenas y llora por sus hijos. Ya era tarde, ya no podría virar el tiempo atrás para detenerme antes de que lograra escribir esa caracterización tan clara de su genocidio. Quería llegar a Cuba, untar mis labios con un poco de su tierra y abrazar a mi familia aunque sea durante unos segundos. Ya, eso era todo, luego no me importaba lo que hiciera conmigo. Iba a entregar mi vida sólo por un abrazo de mi familia y un beso a mi querida tierra. Si el tirano me daba tiempo a concretar eso, entonces vería cómo un patriota asume contento el peor de los destinos. Solo, sin más armas que el amor y la audacia, iría a enfrentarme contra un imperio y todos sus recursos. Al año de haber salido de Cuba ya estaba de vuelta otra vez. Y no sólo me dejaron pasar la aduana sin problemas para besar mi tierra y abrazar a mi familia, sino que pude andar libremente por la isla durante un mes. Fidel quería primero aclarar muchas incógnitas que tenía sobre mí antes de lanzar su ataque. Quería descubrir quienes habían colaborado para que yo llegara tan lejos. En su mente diabólica jamás cabrá la idea de que yo estuviera totalmente solo. Descubrí que andaba un ejército de agentes siguiéndome todo el tiempo, investigando y entrevistando a diferentes personas que me conocían. Así que seguro todas las casas y sitios que frecuentaba estaban infestados de cámaras y micrófonos. Mientras tanto él se decidía a actuar, aproveché el tiempo para desafiarlo y concretar mi sueño de expresar todos mis ideales en cualquier sitio, a cualquier hora, y a cualquier cubano; y me llené de regocijo al ver que no hubo una sola persona en desacuerdo conmigo, y que por fin la verdad estaba llegando a la mente inocente de mi pueblo. También tuve la posibilidad de conseguir una docena de disquetes en los que grabé el libro y lo repartí a varias personas, para que cada uno de ellos también lograra divulgarlo a otros más. Logré contactarme con algunos disidentes que no quisieron darme entrada a su casa alegando que yo debía ser agente secreto del dictador. Sólo fui atendido amablemente por Vladimiro Roca y Elizardo Sánchez, dos antifidelistas que han sufrido cárcel y a quienes también les di el libro y le conté mi historia. A los pocos días de esas entrevistas Fidel decidió darme otro de los momentos más felices de mi vida, cuando sus agentes me detuvieron en la entrada de la fábrica de níquel “René Ramos Latourt” en Nicaro, delante de mi familia, de mis vecinos, amistades y demás trabajadores de la entidad. Fui conducido a las oficinas de la Seguridad del Estado de ese pueblo, y luego me trasladaron para la capital provincial; fui lanzado a un calabozo a manera de secuestro, sin que nadie supiera adonde me llevaron, sin posibilidad de un abogado, sin decirme mis derechos. Me confinaron a una celda tan pequeña, abrazado por la oscuridad y siendo un extraño huésped para las ratas y mosquitos. Respiraba el aire contaminación de las letrinas, y mis huesos se marcaban como fósiles en el cemento donde tenía que permanecer tendido todo el tiempo. Por suerte, podía estirar las piernas a cada rato, por la cantidad de veces que me sacaban de allí para llevarme a los interrogatorios en unas pequeñas habitaciones donde me filmaban y grababan hasta los latidos de mi corazón. Pronto perdí la cuenta de la cantidad de veces y oficiales que trataron de exprimirme el cerebro. Algunos cometieron el error de permitirme hablar, y pude ver cómo mis reflexiones hacían tanto efecto que, por momentos sus rostros dejaran ver el cansancio y arrepentimiento de tener que servir al dictador. Creo que si no fuera porque ellos también quedaban grabados en la cinta, me habrían dicho: “Compadre, usted tiene razón”. Constantemente estaba sintiendo ruidos que parecían ser producidos intencionalmente para asustarme, gritos, puertas de hierro que se abrían y cerraban constantemente, pasos fuertes, etc. Escuchaba escenas de tortura en las celdas más cercanas a la mía, algunas parecían ser reales y otras puro teatros para ponerme nervioso. Y yo sólo rogaba porque cuando llegara mi turno fuera bien real, y con sus técnicas más feroces, para demostrarles que de el amor al pueblo nace un hijo de acero, y que en sus laboratorios criminales no hay ni habrá aparatos capaces de fundir ese metal. Mi familia y amistades andaban desesperados; los militares visitaban sus casas y los interrogaban arduamente sobre mí. Luego dos hermanas mías lograron descubrir dónde me tenían y allá iban a implorar. Lloraban ante mis oficiales captores para que me perdonaran, y luego me pedían a mí que cerrara la boca para que salvara mi vida. Y yo lamentaba decepcionarlas, pues el día que deje quieta la lengua será como no haber existido nunca. Absolutamente nada ni nadie podría quitarme la felicidad de estar en aquella situación, porque no fue por robo, asesinato, violación, estafa, ni algún otro delito común; era por decir lo que pienso, en el único lugar del mundo donde eso es un grave delito. Durante mis años de anonimato me auto preparé psicológicamente muy bien para ese día, un momento que inevitablemente tenía que llegar alguna vez. Ni sus perros, ni sus rejas, ni aquel muro ensangrentado podrían detener ya mi sonrisa. Estaba seguro de poder enfrentar la humillación, tortura, cárcel y hasta la muerte con total tranquilidad y felicidad. Nada más sentí un poco de rabia cuando supe que una psicóloga había estado entrevistando a mi hermana sobre mí, y que tal vez luego lo hiciera conmigo. Es una lástima que no llegué a conocerla. ¿Será que tenían la esperanza de que yo estuviera loco? Qué puede saber una psicóloga sobre mi amor la patria. Trabajar en secreto me había servido para no estar señalado ni perseguido como enemigo de la revolución y poder lograr mis objetivos; pero ya eso terminó, y nunca más dejaría de decir lo que pienso. Se acabaron los días en que no podía dormir tranquilo, cuando me escondía debajo de la cama para escribir cada línea, cuando me alejaba de los debates políticos para que nadie se fijara en mí. Así que no me retractaría de mis actos hasta las últimas consecuencias, pues mi verdad no tiene precio, no está en venta, vale más que mi libertad y que mi vida. Pasaban las horas, y los días, y el combate seguía interesante, y mi felicidad aumentaba, porque con tenerme preso Fidel estaba aceptando que mis ideales no eran basura; lo había asustado. Yo sabía que él no aceptaría la humillación de escucharme cara a cara, pero sí que escucharía detenidamente las cintas, y por eso me di el lujo de argumentar muy detalladamente en cada interrogatorio por qué él es el mayor genocida en la historia de la humanidad. Eso me hizo sentir el hombre más realizado sobre la Tierra, porque ya no sólo había expuesto mi ideal públicamente en Argentina y Cuba, sino también frente a importantes oficiales del tirano que luego despacharían con él. Mucha gente logró enterarse de mi caso y se convirtió en el tema del momento. Los carceleros me miraban como si fuera un ser de otro planeta. Sí, porque no abundan cubanos de carne y hueso que después de haber logrado escaparse de la isla regresen a desafiar al Diablo dentro de su propia guarida. También estaban asombrados de que yo dejé de comer y beber durante varios días y cada vez mi cuerpo y mi mente estaban más fuertes. Finalmente parece que el dictador comprendió su derrota, que matarme dentro de la isla o tenerme encarcelado no sólo podría tener peores consecuencias para él sino que era parte de mi juego y mi fiesta. También decidió dejarme con las ganas y el privilegio de probar sus modernos aparatos de tortura; no podían malgastarlos con alguien al cual no les harían ni cosquillas. Así que me propusieron la libertad si abandonaba la isla, lo cual acepté pero con la condición de que no me quitaran el derecho a regresar otra vez cuando yo lo deseara. Lo tomé como traspaso a un nivel de lucha superior, donde pudiera hacer algo más grande por mi pueblo. Publicación del libro Al regresar a Argentina sospeché de un complot entre el gobierno de ese país y Fidel Castro, porque mi petición de refugio no procedió, porque hice los trámites de residencia por matrimonio, y también me lo obstaculizaron, y recibí amenazas contra mi vida. Escapé para Chile, donde también solicité refugio desde hace un año y medio sin que todavía se haya resuelto mi caso. En julio de 2005 una editorial española publicó mi libro, así que un mes después decidí regresar a Cuba, sabiendo todo lo que me podía pasar. Estaba conciente que era un suicidio ir a enfrentar al hombre más diabólico de la historia universal, después de haberlo herido tan hondo con mi libro, y en un momento en que él trata de dar sus últimos golpes porque se sabe llegando al final, y actúa con más ferocidad y locura. Tal vez algunos me puedan ver como un suicida, o un romántico fuera de época que sólo busca convertirse en mártir. Pero juro con todo mi ser que no es así. Sólo yo sé cómo mi sufrimiento aumenta en cada segundo que paso alejado de mi patria. Si no iba en ese momento, igual iba a morir de sufrimiento. Tenía muchas ganas de ir a las oficinas del gobierno cubano y entregar un ejemplar de mi libro dedicado con mi autógrafo a su protagonista Fidel Castro. Quería volver al sitio donde me arrestaron aquella vez, frente a la fábrica de Níquel de Nicaro. Quería ver las caras de los agentes del dictador cuando me vieran llegar con mi libro. Quería pararme frente al Capitolio de la Habana, envuelto en una bandera cubana, con un cartel que diga: “Muerte al dictador Fidel Castro”. También quería hacerlo en la mal llamada Plaza de la Revolución, frente a las oficinas de Castro. Tomé la precaución de publicar en Internet sobre mi viaje, para que el mundo estuviera al tanto de lo que me pasara. Publiqué una triste carta de despedida y agradecimiento a todas las personas que me había ayudado durante dos años de exilio, publiqué la fotocopia de la dedicatoria que le hice al libro mío que le llevaba a Fidel. Llegué a la terminal 3 del aeropuerto internacional “José Martí” de la Habana el 21 de agosto de 2005, como a las cinco de la tarde. Con toda la ecuanimidad que poseo, descendí del avión y me avancé por el pasillo aéreo que une al avión con la terminal. Apenas pasé la primera puerta y prendí mi “radar de reconocimiento” detecté una docena de agentes fidelistas vestidos de civil y ubicados por todo el pasillo que te lleva al salón de chequeo. Estaban evitando que algunos disidentes o periodistas extranjeros fueran a recibirme. Por mucho que se disfrazaron y trataron de disimular no tuvieron la profesionalidad suficiente para evadir el scanner de mis ojos. Yo les hice notar que sabía que estaban ahí por mí. Se limitaron a seguirme de cerca, y me dejaron pasar todos los trámites de migraciones. Cuando ya pasé el último chequeo, y recogí mi equipaje, pude ver ya al otro grupo de agentes que me esperaba en la puerta de salida. La puerta estaba abierta, y antes que me detuvieran alcancé a mirar hacia afuera y vi a la personita que más he querido en mi vida, mi hija de diez años. Eso lo hicieron adrede, una forma de torturarme psicológicamente. Posibilitaron que yo la viera de lejos para hacerme perder fuerzas antes de chocar con ellos. La tortura siguió durante largas horas en la que me revisaron cada milímetro de mi cuerpo y el equipaje. Sentí tanta lástima por los agentes que tuvieron a cargo esa tarea, que no pude patearle la cara como había planeado. No eran de los perros hambrientos y fieles al tirano; eran unos soldados jóvenes e inocentes, con la misma cara que tenía yo cuando fui a Angola con la intención de morir por Fidel. Eran otras víctimas más del régimen manipulador. En sus caras me parecía ver los rostros de mis amigos, mis hermanos, mis vecinos, mis compañeros de trabajo. Estaban asustados, y me rogaron para que no me pusiera violento con ellos. Les dije --¿Saben lo que me duele de todo esto? Que quien los mandó a ustedes aquí no tuvo los cojones de venir él. Ojalá él no tuviera la edad que tiene, y sí tuviera el valor de estar aquí frente a mí. Por la expresión de pánico que pusieron, creo que esos muchachos jamás se van a olvidar de mí cuando les dije esas palabras. Parece que jamás le había tocado escuchar a alguien desafiando a Fidel Castro. Finalmente los dejé confiscarme los tres libros míos, otro de Jorge Masseti, y algunos otros escritos míos que los llevaba precisamente con la intención de que me lo quitaran, para adoctrinar a los oficiales que les toque analizarlos. Y me dejaron ir. me quitaron algunos ejemplares de mi libro que llevaba, incluyendo uno que llevaba dedicado al dictador. Me dejaron seguir para mi casa, sin atreverse a detenerme, porque sabían que muchos amigos y varias agencias de prensa del mundo estaban al tanto de lo que me pasara en Cuba. Fidel no tuvo cojones para ordenar que me detuvieran. Pasé la puerta de salida, lloré en brazos de mi hija, y caminé hacia el auto que me llevaría. Fue entonces que pude ver el resto de la tropa que custodiaba todo el sitio. Había policías uniformados por todos lados, y más agentes vestidos de civil. Creo que cuando el Papa fue a Cuba no le pusieron tanta seguridad. Yo había estado muchas veces en la terminal 3, unas veces despidiendo o recibiendo amistades, otras veces para viajar yo, pero jamás había visto tanto despliegue de seguridad. Luego alguien me informó que Jorge Luis Sierra, un alto miembro del Buró Político del Partido Comunista había estado allí al frente del operativo. Pasé unos días con mi familia y mi pueblo, y luego volví a salir para Chile con el objetivo de dejar ordenadas algunas cosas pendientes, para entonces regresar definitivamente a Cuba. Pues ahí aprovechó Fidel para mandarme a decir que no podía regresar porque me desterraba oficialmente. Pero me quedaba la opción de ir como turista, como va la mayoría de los cubanos. En marzo del 2009, mi mamá estaba a punto de morir de cáncer al pulmón, así que me propuse intentar una visita a Cuba. Viajé con urgencia ante la eminente muerte de mi madre producto de un fulminante cáncer de pulmón que le fue detectado hacía un año y ya no tenía solución. Ella, de 75 años, fue enviada a morir a la casa, donde permanecía postrada en una cama, en estado de coma sin reconocer a nadie. Sin embargo, las pocas veces que recuperó la conciencia, sólo recordaba a su único hijo ausente, ayudada por una foto mía que la acompañaba en su lecho de muerte. Lleguó al aeropuerto de La Habana el 18 de marzo a las 11:30 de la noche, y fui detenido durante 12 horas sin permitirle comer ni tomar un trago de agua. No me permitieron ver a la familia que esperaba en el aeropuerto, ni que les entregara el equipaje y medicamentos que traía para mi madre. No me permitieron cruzar los controles de inmigración ni para abrazar a la familia que allá esperaba, ni pude besar la tierra cubana como siempre hacía cada vez que iba. Fui devuelto a Chile escoltado como un terrorista, y en su pasaporte plasmaron el sello que convierte a Cuba en el único lugar del mundo donde tengo prohibida la entrada para siempre. También me advirtieron que todos los miembros de mi familia jamás tendrán derecho a salir de la isla. No sólo me quitan mi patria para siempre, sino también mi familia. ¿Por qué tanto ensañamiento y odio? ¿Hasta cuándo el mundo estará permitiendo esta barbarie del régimen? Esta vez Fidel me había hecho más daño que antes. En el 2004 me hizo pagar más de mil dólares para entregarme el PRE (Permiso de Residencia en el Exterior), y meses después me lo retiró, dejándome como un emigrante ilegal. Sin embargo, esta vez el dictador fue más cruel, y me entregó pasaporte y visa cubana como turista (habilitación) para hacerle creer que podía ver a mi mamá antes de morir. El plan era ilusionarme, hacerme viajar, que gastara mi dinero, y cuando llegara no dejarme entrar. Lo que más me duele no son las tantas horas de viaje, ni el dinero perdido, ni que mi hija estuviera allí llorando inútilmente toda la noche; lo que más me duele es mi madre, que inútilmente trató de alargar su vida sólo para verme. Ya perdí a mi padre estando en el exilio. Ahora me quitan a mi madre, mis hijos, mis hermanos, mi patria. Sin embargo, no me ablandarán. Jamás dejaré de denunciar al régimen cubano”
MI PADRE MURIÓ Y NO PUDE VERLO
Llanto por mi padre
Se me desgarra el alma, padre, se me desgarra; porque moriste, y porque te quiero. Sin embargo, me queda el consuelo de no haberte perdido del todo. Y si una vez le diste vida a mi ser, ahora yo te haré inmortal.
Irás venciendo batallas en tu corcel de ideas, regando semillas de amor por los pueblos del mundo. Y saldrá pan y vino donde quiera que pisen tus pies. Serás adorno para el bello horizonte del cielo que habites, y desde ahí no sólo velarás por mi bien, sino por el de todos los hombres.
Cuando llores, tus lágrimas caerán con la lluvia, y yo iré a empaparme en el aguacero. Viajarás hasta las estrellas y jugarás con el sol, porque tu luz es como la suya.
Y te estaré esperando cuando vengas cada noche en busca de mis sueños. Porque fuiste el padre guerrero que me amaste sin medida, que pusiste tu cuerpo bajo tierra y enviaste tu alma por mí. Y yo, el hijo aventurero que hoy llora por tu vida, que inspirado en tu leyenda, un día llené mi alma con tus sueños, cargué en mis hombros tu fusil, y partí a regar la tierra con el abono de tu alma. Tú quedaste con ganas de mí; yo lo sé. Porque dos años de espera fueron mucho para tus ochenta en agonía. Ahora te convertiste en un ser celestial, porque sólo así tendrías el poder de atravesar el continente para venir a dormir a mi lado.
Perdona, te fallé; no volví a verte con vida. Pero desde el otro extremo del mundo yo escuché tu último gemido, aquel que llevaba grabado mi nombre. Luego te vi volar hasta aquí. Ahora que me proteges, y le das fuerza a mi aventura. Tu manto me cubre, no me hieren las balas, no siento el frío ni me quema el sol. Sé que irás quitando las piedras y alumbrando los caminos que he cruzar.
Tu cuerpo a diez mil kilómetros de aquí renace en la oscuridad, mientras yo, me desangro por regresar, para colocar en tus manos ya deshechas el fruto de lo que me ayudaste a sembrar. Y aunque dejaste la vara muy alta, y es difícil igualar la honradez de tu alma, intentaré seguir tu ejemplo como lo he hecho hasta ahora. Mi agradecimiento se traduce en un mar de amor, donde quedarás viviendo tú, donde iremos a sumergirnos todos los seres del mundo.
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PATRIOTA CUBANO, AUTOR DEL LIBRO "CUBA, UN PUEBLO ESCLAVIZADO"
Acuso a Fidel por genocidio contra la humanidad.
Yo, Héctor Manuel Ramírez Rodríguez, ciudadano cubano con número de carné 681117461, y pasaporte C206376, radicado en Chile, a través del presente documento quiero acusar al también ciudadano cubano Fidel Castro Ruz ante el Tribunal Penal Internacional y la Comisión de Derechos Humanos, por genocidio contra la humanidad.
Aclaración
Primero que todo, manifiesto tener los testigos, argumentos y pruebas necesarios para demostrar cada uno de los delitos, las cuales iré presentando a medida que avance el proceso y según me los vaya solicitando el tribunal.
Como garantía previa a la veracidad de mi acusación, hago constar mi conformidad a que se aplique la pena máxima si no logro demostrar uno solo de estos delitos.
También espero que el acusado sea notificado, y esta acusación sea tramitada y resuelta como es debido: en los tribunales. Que reine la imparcialidad. Que no atente en mi contra el hecho de que él sea un personaje tan poderoso y emblemático y yo sea un ciudadano común, pues precisamente ese poder y fama los adquirió producto de sus delitos. Como ciudadanos cubanos, ambos tenemos los mismos derechos ante cualquier ley nacional e internacional; y en este caso yo estoy ejerciendo mi derecho de acusarlo, y él tiene la obligación de responder ejerciendo su derecho a defenderse.
Sería muy lamentable para las aspiraciones de democracia del pueblo cubano, y para la igualdad internacional, que en este caso empiecen a aparecer demoras y esquivas extrañas. Así que las personas encargadas de llevar a cabo este proceso deberán tener toda precaución. Voy a dedicar mi vida a este asunto, involucrando a todas las organizaciones y medios de prensa del mundo. Esta vez nada quedará impune, y la historia pedirá cuentas a quienes se atrevan a cometer irregularidades en este proceso con el fin de proteger al acusado.
Delitos
Son tantos los delitos de los que acuso a Fidel Castro Ruz, que trataré de dividirlos en tres grupos:
1- Por la muerte de millones de seres humanos.
2- Por delitos varios.
3- Por Violación de los derechos humanos.
Muertes
Las estadísticas realizadas hasta ahora recogen a un Fidel Castro Ruz responsable por la muerte de miles de cubanos, lo cual es un error; porque bajo su mano asesina perdieron la vida millones de personas entre cubanos y extranjeros. En su conciencia no revoletean solamente las almas de los que él dio directamente la orden de ejecución, sino millones que murieron como consecuencia de sus actos. Para hacer más fácil su análisis podemos estructurarlo de la siguiente forma:
¨ Todos los hombres que murieron el 26 de julio de 1953 durante el asalto al cuartel Moncada, tanto los de un bando como los del otro.
Hoy podemos reflexionar y calificar esta acción como el mayor acto terrorista en la historia de Cuba, el cual fue pensado, organizado y ejecutado por Fidel. Sin haber una previa declaración de guerra, él se apareció con su grupo allí matando sorpresivamente a los soldados también jóvenes que se encontraban de guardia. Los fidelistas que murieron al menos supieron por qué lo hicieron, pues llevaban tiempo preparándose para ese ataque; aunque igualmente fueron víctimas de la manipulación y poder de convencimiento que ya poseía Fidel. Pero los militares casi niños que estaban de guardia ese día en el cuartel no tuvieron la oportunidad de saber por qué fueron asesinados así desprevenidamente, porque en ese momento ellos no estaban en guerra con nadie. Además, no tenían culpa de las diferencias del gobierno con los grupos comunistas, ni habían participado en ningún hecho represivo; simplemente estaban iniciando una profesión como cualquier otro joven de la universidad.
¨ Todos los cubanos que murieron de 1953 a 1958 en la lucha clandestina contra Batista.
El ataque al Moncada inspiró las ansias de rebeldía y el camino a la violencia. Se agudizaran los enfrentamientos de la policía contra los grupos opositores a la dictadura, sobre todo con los jóvenes del movimiento 26 de julio. Estos muchachos empezaron a poner bombas por donde quiera, ajusticiar militares; y por supuesto que los militares respondían también con violencia matando algunos de ellos.
¨ Todos los que murieron en combate de ambos bandos durante la guerra del 2 de diciembre de 1956 al 1ro de enero de 1959.
Los caídos en combate durante una guerra no son catalogados como asesinatos, y nadie responde por ellos. Más bien a veces valió la pena cuando se luchó por alcanzar alguna mejoría para ese pueblo. Pero nuestra última guerra llevó al poder a la dictadura militar comunista más sanguinaria y esclavista que halla existido. Podemos calificarla como la más inútil guerra en toda la historia universal. Por tanto, todos sus muertos fueron en vano, y también van cargados a la responsabilidad del creador de esa guerra.
¨ Los cubanos que asesinó durante los dos años de guerra.
Ningún líder guerrillero tiene poder legal de hacer juicio y dictar sentencia. Durante los dos años de guerra Fidel fusiló y ahorcó muchos campesinos que no le prestaron el servicio que él les exigía, o porque fueron denunciados de colaborar con el gobierno, o sencillamente porque le parecieron sospechosos. Asesinó hacendados y capataces con el objetivo de ganarse la simpatía de los campesinos. Fusiló hombres de su propia tropa que él consideró que habían mostrado síntomas de debilidad o retrazo. También a los que plantearon la renuncia, y otros que después de lograr escaparse de la guerrilla fueron perseguidos y ejecutados por orden de Fidel.
¨ Todos los cubanos que fusilaron los tribunales revolucionarios después del triunfo en 1959.
Bueno, eso fue otra página muy triste en la historia de esta isla. Qué manera de morir gente inocente. Más bien eran tribunales de linchamientos; porque no se hizo un solo juicio justo, ni nadie tuvo posibilidad de defenderse. A medida que era atrapado un supuesto batistiano, iba todo el que deseaba y le hacía acusaciones, tuviera o no algo que ver con algún hecho. Eso bastaba para que lo pasaran por las armas. Cuba parecía un circo romano de la antigüedad, donde muchos aplaudían mientras un gladiador era destrozado por varios leones. También se les aplicó esa medida a soldados acusados de haber matado en combate a algún guerrillero de Fidel.
¨ Miles de cubanos que murieron en hechos relacionados a las sublevaciones armadas en contra de la dictadura fidelista en los primeros años de revolución, como fue la batalla de playa Girón, los grupos de sublevados en las montañas del Escambray, en Pinar del Río, y en otros montes y ciudades de la isla.
La mayoría de los oficiales y soldados que llevaron a Fidel al poder empezaron a sublevarse en su contra apenas comprendieron que este los había traicionado al instaurar una dictadura militar comunista. Hubo cuarteles enteros que se sublevaron, como pasó en Guantánamo. Pero el dictador fue muy rápido en el reclutamiento y entrenamiento de un nuevo ejército al cual ordenó el linchamiento de todos esos grupos.
¨ Miles de cubanos que Fidel ha matado por manifestarse pacíficamente en contra de su régimen a lo largo de estas cinco décadas.
Esta es una de las leyes que le ayudaron a detener un poco la oposición a su dictadura. Por eso las calles de Cuba no están llenas de huelgas y manifestaciones contra el régimen. A muchos de los que se atrevieron los ha fusilado públicamente luego de hacerle un irónico juicio por traición a la Patria. A unos los ha mandado a asesinar en la calle de tal forma que parezca un accidente de tránsito, en el trabajo, un intento de asalto, una pelea callejera, etc. A otros los ha mandado a asesinar en la cárcel, haciéndolo parecer que fue por enfermedad, o una pelea con otra persona que supuestamente era un preso pero en realidad era un agente especial de Fidel, al cual lo introducen ahí para esa misión y luego lo sacan.
¨ Más de cien mil cubanos que han muerto tratando de escapar ilegalmente de esta gran isla cárcel.
La mayor cantidad han muerto ahogados o deshidratados en el estrecho de la Florida, tratando de huir en balsas u otras embarcaciones precarias. Pero durante las décadas del sesenta, setenta y ochenta los guardacostas de la dictadura hundían las balsas tirándoles sacos de arena, o las destruían chocándolas con sus barcos, o simplemente las ametrallaban; todo esto sin importarles que fueran niños. También los que han muerto dentro de la isla en hechos relacionados con salidas ilegales. Son responsabilidad de Fidel, porque murieron tratando de huir de la esclavitud a que los sometió. Antes de Fidel no morían cubanos por esta causa, y el día que no esté Fidel ya nadie tendrá que huir así. Entonces está más que claro que esas muertes son su responsabilidad.
¨ Algunos cubanos asesinados en el exilio.
Al menos dos docenas de cubanos que habían logrado escaparse de la isla fueron asesinados en el exilio por órdenes de Fidel, pues significaban un peligro para él porque habían ocupado responsabilidades importantes en la dictadura y manejaban informaciones de valor.
¨ Todos los cubanos que han muerto después de 1959 por causas no naturales.
Excepto los cubanos que han muerto de vejez, todos los demás que han fallecido desde 1959 para acá también son responsabilidad de Fidel. Ahora veremos por qué. Las muertes por enfermedad y hambre están muy relacionadas en nuestro país, ya que miles de cubanos enferman y mueren de enfermedades adquiridas producto de la mala alimentación. Otros que sí comen bien también mueren de enfermedades producto de que no aparecen ni los medicamentos básicos.
En otros países tal vez exista una mínima capa de la sociedad con escaso nivel de salud, sobre todo los desempleados o indigentes. En Cuba tanto los indigentes, obreros como profesionales se mueren juntos en el mismo hospital sin poder defenderse de un simple catarro. Habrían tenido otra opción si el dictador no nos hubiera obligado a un solo sistema de salud donde sólo hay dos hospitales con recursos: el hospital para los extranjeros que pagan en dólares, y el hospital reservado para clan de los dirigentes comunistas.
Bajo la dictadura, Cuba llegó la ser el país de mayor índice de accidentes de tránsito per. cápita por habitantes, porque la miseria impuesta por Fidel hace que las carreteras están destruidas, los autos que circulan son muy viejos, y muchos chóferes andan borrachos por tomar ron sin comer bien.
¨ Miles de cubanos que murieron como soldados o asesores militares en las tantas guerras que Fidel organizó, fomentó o colaboró por todo el mundo, como Angola, Nicaragua, Venezuela, Granada, Etiopía, Vietnam, Camboya, Laos, Argelia, Afganistán, Irán, Irak, Chile, Bolivia, Argentina, Perú, Colombia, Guatemala, etc.
¨ Millones de personas no cubanas que han muerto en todos esos conflictos armados que Fidel creó o agudizó con su participación.
¨ Todos las personas muertas en los atentados terroristas realizados a embajadas y propiedades norteamericanas por todo el mundo a partir de 1959 hasta la fecha.
Toda la vida y obra de Fidel Castro ha sido luchar por cualquier medio contra USA. Por eso no sólo es el amigo incondicional de todos los enemigos de ese país, sino que también es su bandera de lucha, su entrenador, y en muchos casos los financia.
El listado de todos los cubanos muertos por causa de Fidel Castro durante medio siglo de dictadura no se puede actualizar mientras él esté en el poder, porque él sigue fusilando a algunos, y otros siguen muriendo por causa de él. Además de que hay muchos desaparecidos, y es casi imposible investigar dentro de la isla. Pero gracias a la intrépida labor de algunos investigadores ya navegan por Internet los nombres y datos personales de cientos de miles. Algún día habrá que agregar a ese listado los millones de extranjeros que murieron por su culpa.
Delitos Varios
Por injuria y blasfemia, al decir que José Martí fue quien los inspiró en el ataque al cuartel Moncada en 1953. Y también por haberlo convertido en un símbolo de su régimen esclavista durante estas cinco décadas.
Si esa acción fue un grave delito, más lo ha sido implicar el nombre de nuestro Apóstol. Nuestro Héroe Nacional dedicó toda su vida y obra a la liberación del colonialismo español y el surgimiento de la república, pero jamás habría aprobado la guerra entre hermanos cubanos.
Y más grave ha sido utilizar la figura de nuestro Héroe Nacional como guía espiritual de un proyecto genocida durante tantos años. Cómo se atreve a invocar el nombre y la obra de Martí para justificar un régimen cien veces peor que aquel contra el cual Martí entregó su vida luchando. Cómo se atreve a declararse discípulo suyo, cuando aquel gran maestro sólo podría crear buenos alumnos.
Además, Martí con su gran inteligencia y previsión del futuro, habría sabido descubrir a tiempo que detrás del discurso patriótico de Fidel Castro se escondía un ser diabólico.
Por imponer una política de aislamiento total de la población cubana con el resto del mundo, con el objetivo de hacernos creer que fuera de Cuba todo era un infierno.
Cómo lo hizo. Elaboró un potente sistema de desinformación y lavado de cerebro, a la vez que nos cortó todo contacto con el mundo exterior. Implantó una ley que nos mantiene preso en la isla sin que podamos viajar legalmente al exterior; no sólo porque hay que tener dos mil dólares cuando el salario más alto de un cubano es 25 dólares, sino por todos los extensos y torturantes trámites y requisitos que exige a quien intente salir. Y hasta los años noventa ningún extranjero podía venir libremente a la isla, con lo cual pudo hacerle creer al mundo que Cuba era un Paraíso.
Por impedir que el pueblo tuviera acceso libre a teléfonos, reproductores de videos, Internet, canales de radio o televisión extranjera, o cualquier otro medio que nos sirviera para descubrir su mentira.
Por espionaje internacional.
Fidel Castro desde el principio dedicó especial atención e importantes recursos al espionaje internacional. Mantiene una red de varios miles de agentes profesionales y colaboradores, la cual opera en mayor o menor grado en todos los países de mundo. El país más afectado es USA, donde mantiene un número de agentes igual al que opera en todos los demás países.
Por terrorismo internacional
Para esto, creó guerrillas y grupos militares que operaron en varios países del mundo con el objetivo de llegar al poder para instaurar la dictadura militar comunista como forma de gobierno.
Creó organizaciones internacionales de terrorismo formadas tanto por cubanos como extranjeros, con los objetivos de recaudar dinero por asaltos a bancos, secuestros de personas para exigir rescate, expropiación de capitales, y asesinatos selectivos.
También colaboró con otras organizaciones terroristas y guerrillas que no fueron creadas por él.
Por tráfico de drogas.
Fidel Castro ha estado involucrado en grandes operaciones de tráfico de drogas, con las más grandes organizaciones de traficantes; unas veces para obtener dinero, y otras veces pagándole un favor a algún amigo traficante.
Por gastar una fortuna en su seguridad personal, en mantener un ejército de espías y terroristas por todo el mundo, financiar las guerrillas en casi todos los países de América y África.
Por dar refugio en la isla a connotados terroristas y traficantes perseguidos por la justicia internacional.
Por elaborar dinero falso y documentos de identidad falsos.
En el gobierno cubano hay un departamento que se ha dedicado todo el tiempo a la falsificación de varios tipos de billetes como el dólar norteamericano, la peseta española, etc. Y también pasaportes falsos que han servido tanto para los agentes de espionaje como para los terroristas y guerrilleros.
Por utilizar las embajadas cubanas en todo el mundo como parte del espionaje y terrorismo internacional.
A pesar de que existen importantes leyes diplomáticas que regulan las actividades de una embajada, Fidel Castro ha utilizado las suyas como el pilar para traficar drogas, dinero falso, documentos falsos, armas, y todo tipo de ayuda a los grupos terroristas y organizaciones guerrilleras; utilizando siempre las valijas diplomáticas.
Por confiscar propiedades nacionales y extranjeras
La forma en que Fidel confiscó propiedades a los cubanos y extranjeros ha sido totalmente ilegal. Él se adueñó de todo. haber exterminado no hacían más que matar el hambre de mucha gente.
Por el dolor que han sufrido las familias cubanas que se han visto separadas debido a la emigración que provocó la dictadura.
Por habernos tenido ya cinco décadas viviendo en la máxima miseria y esclavitud.
Por romper relaciones diplomáticas con casi todos los países del mundo.
Eso fue lo que logró con su política militarista, expansionista, y con sus discursos ofensivos.
Por usar el nombre del pueblo cubano para cometer sus genocidios.
Por eliminar la democracia e instaurar la peor dictadura en la historia universal, quedándose él mismo al frente de ese poder durante cinco décadas.
Por tener peligrosamente armas de exterminio masivo; unas construidas por él, y otras compradas en el mercado negro internacional.
Por general la famosa crisis de los mísiles en 1962.
Puso al mundo a punto de la tercera guerra mundial, la primera guerra nuclear, y la última guerra que la raza humana conocería. No sólo instaló mísiles nucleares soviéticos en la isla apuntando hacia USA, sino que cuando comenzaron las tensiones hizo todo lo posible para que fueran disparados.
Por iniciar una guerra en contra del cristianismo, matando, encarcelando, y exiliando a miles de creyentes.
Violación de los Derechos Humanos
Una de las gestiones más importantes que ha hecho el mundo para aliviar los sufrimientos de los seres humanos ha sido la Resolución 217-A(III), Declaración Universal de Derechos Humanos, que fue adoptada y proclamada el 10 de diciembre de 1948, después de ser estudiada y debatida por miles de talentosas personalidades que pusieron sus esfuerzos en pos de la humanidad. Votaron a favor 48 países, incluyendo a Cuba y USA; ninguno en contra; y se abstuvieron Sudáfrica, Arabia Saudita y los miembros del bloque comunista.
Se creó la Comisión de los Derechos Humanos, la cual se dedicaría a velar por que todos los hombres del mundo gozaran de los derechos plasmados en ese documento. La misma se reúne todos los años en Ginebra, donde se votan resoluciones en contra de los gobiernos que violan esos artículos. Muchos han sido los sancionados, porque lamentablemente el poder y el dinero hacen que en muchos países sean violados algunos de los derechos, fundamentales de las personas con menos recursos.
Sin embargo, yo acuso a Fidel Castro Ruz de ser el único régimen que viola los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para todos por igual. Tengo los argumentos, pruebas y testigos para demostrar cómo han sido violados a cada uno de los cubanos.
Publicado por HECTOR RAMIREZ
hectormanuel.ramirezrodriguez@yahoo.es
BIOGRAFÍA PATRIÓTICA DE HÉCTOR RAMÍREZ
Nací el 17 de noviembre de 1968, en el barrio de Juan Vicente Loma, municipio de Mayarí, provincia de Holguín, Cuba. Me crié en la extrema pobreza, esclavitud y lavado de cerebro ha que estamos sometidos todos los cubanos. Por eso llegué a ser más fidelista que el propio Fidel. Odiaba a los presidentes de todos los demás países, pues no podía entender por qué no aplicaban en su nación un sistema “tan bueno” como el nuestro. Quería que todo el planeta fuera dirigido por Castro. Así que desde niño soñaba ser como el Che, e irme a luchar a todas las demás tierras del mundo donde los soldados, oficiales y asesores cubanos creaban y fomentaban guerrillas para expandir el comunismo. Mi sueño se hizo realidad a finales de 1987, cuando acababa de cumplir 19 años de edad, cuando me dieron un fusil AKM-47 de fabricación soviética y me enviaron a la guerra de Angola. Allí me creía un emisario de la libertad cuando en realidad era un agente del Diablo. Me esforzaba por encontrar una bala que me hiciera mártir de la patria, para que una escuela llevara mi nombre y a mi familia le obsequiaran una bandera. Me dominaba la emoción de saber que en cualquier momento daría mi vida por el internacionalismo proletario. Por suerte, parece que no llegaron a fabricar la bala que atravesaría mi pecho, o Dios quiso reservarme para otras cosas. No sólo sobreviví a tan terrible aventura, sino que regresé a la patria con los grados de Sargento de Primera, cargado de medallas y diplomas, y recibiendo otros halagos y distinciones tanto del pueblo como del gobierno. Me sentía un héroe, y trataba de obrar como tal. Mi espíritu aventurero, guerrerista, fidelista y terrorista había aumentado, por lo que pensaba tomar unas vacaciones para luego seguir combatiendo por el mundo, hasta materializar el máximo sueño de Fidel Castro que era matar a todos los seres humanos que no fueran comunistas. Pero el destino fue benévolo conmigo y buscó una forma de alejarme del camino equivocado que llevaba. Como mayor premio me habían ofertado una beca en la universidad (a la cual de otra forma no habría tenido la posibilidad de ir), y entonces decidí estudiar un poco primero antes de seguir con aquellas locuras. Fue una decisión acertada, porque en la universidad comencé a aprender a pensar por mí mismo. Ahora mi espíritu de rebeldía y justicia empezaron a chocar con la realidad interna de Cuba, y fui descubriendo cosas que antes no veía. Empecé a despertar del estado de hipnosis, de aquella loca pesadilla en que me habían metido, y poco a poco la razón fue venciendo a la duda hasta descubrir que somos el único pueblo constitucionalmente esclavo. Me vi dentro del infierno, comprendiendo que todo por lo que había vivido y luchado era una gran mentira. Aquello en lo que creía tanto no era más que una gran obra de teatro muy romántica creada por nuestro Presidente para engañarnos y hacernos partícipes de sus locuras, convertirnos en soldados del Diablo. Aquellos cientos de miles de jóvenes cubanos que no tuvieron la misma suerte que yo de poder regresar con vida a la patria, no habían muerto en nombre de la libertad sino en nombre de Fidel y su política de expansión comunista. A veces estaba chocando de frente con la dura verdad, sufriéndola en carne propia, y aun así me costaba asimilarla. Me encontraba frente a una imagen de Castro, o escuchaba uno de sus discursos, y casi volvía a caer en su trampa. Lo amaba tanto que mi cerebro no quería programar otra cosa que no fuera endiosarlo. Parece que en algún lugar de mi corazón todavía albergaba la esperanza de que él rectificara sus errores y se convirtiera en un hombre bueno y pacífico. El dolor y el remordimiento me estaban consumiendo por dentro cuando a finales del año 1995 me trasladé para La Habana, y yo mismo fui a la sede del gobierno cubano y entregué un proyecto y una carta dirigida a Fidel. Me respondió en un tiempo récord de 15 días, sólo para agradecer mis palabras. Luego vi que no había arreglos ni negociación con él, y que cada nueva reforma aplicada sólo fortalecía su régimen y empeoraba la situación del pueblo. Entonces por fin se acabaron los titubeos, y entre momentos de tristeza y confusión decidí que a partir de ahí mi única razón de vivir sería para aportar un granito de arena en la lucha por librarnos del tirano, alertar a los demás pueblos que hoy lo admiran, y a otros que hasta han llegado a tomarlo como bandera de lucha. Para mí había quedado claro que no sólo los cubanos fuimos engañados, sino que el resto del mundo estaba ajeno a la verdadera miseria y esclavitud en la que este hombre nos ha obligado a vivir ya durante medio siglo. Abandoné mi familia para radicarme en la capital. Abandoné el kárate y el ajedrez, dejé de escribir novelas, de componer canciones, de esculpir piedras, de pintar paisajes, de explorar cuevas y montañas y un grupo de aficiones más. Nada podría ser más importante que la libertad de mi gente. Mi metamorfosis política sería más lenta que la de otros cubanos, porque no tuve la suerte de relacionarme con alguna de las organizaciones antifidelistas, ni de derechos humanos, o cualquier otra persona me pusiera en el camino de la verdad. Me llevó varios años descubrir por mí mismo que Fidel Castro había pactado con el Diablo. Sin embargo, no es tiempo perdido, porque eso le da más fuerza y valor a mis ideales, que son los de cualquier ciudadano común. Esta vez nadie me inyectó el cerebro como me hicieron en la niñez, ni nadie me ha pagado un centavo, ni nadie me ha pedido que lo haga gratuitamente. Esta vez todo nació de mi corazón, lo he intentado con mis propios medios, y no existe persona alguna sobre la tierra que influyera en mi cambio de ideales. Mi rebeldía crecía por segundo, y miles de veces tuve ganas de organizar una acción armada, o un atentado, o poner carteles, o simplemente expresar públicamente mis argumentos. Sabía que me sobraba el valor para hacer cualquier cosa, que no le tenía miedo al régimen. Sin embargo, al final encontré una vía pacífica de empezar mi lucha. Como me gusta tanto escribir, decidí empezar por redactar mi propia caracterización sobre el fenómeno fidelista, fundamentalmente la parte que se logró ocultar a los ojos del mundo. Tendría que primero poner a salvo mis ideales antes de hacer cualquier otra cosa. Me di cuenta que estaba haciendo algunas reflexiones y conclusiones muy importantes, que no sacarían a Castro del poder pero sí ayudarían a buscarle el peor sitio dentro del infierno cuando le llegue la hora, y que serán como un fantasma que jamás dejará de perseguirlo. Me propuse describir cómo en mi patria ocurren con mayor intensidad todos los problemas que afectan al resto del planeta, y con la agravante de que Fidel es el único presidente que puede ser tan cínico de atreverse a negar y ocultar esos males, sin dejar que ni la ONU ni nadie pueda comprobarlo y desmentirlo. Hay hambre, desnutrición, epidemias, desempleo, robos a bancos y mercados, generalizada corrupción, accidentes catastróficos, asesinatos, violaciones sexuales, desapariciones de personas, tráficos de órganos, altísimo nivel de tráfico y consumo de drogas, sacrificio humano para brujerías, asesinatos entre alumnos en las escuelas, suicidios, mala salud y educación, etc. Pero además de revelar ese holocausto común en cualquier país, más me interesaba plasmar varios cientos de leyes y formas de vida genocidas y esclavistas creadas y aplicadas por Fidel que no la sufren los demás países, que son únicas en toda la historia universal y por tanto nos convierten en el pueblo más esclavo; esas terribles pesadillas que debemos divulgar para evitar que se extiendan a otros pueblos del planeta. No es justo que una parte del mundo continúe así tan engañado respecto a la verdadera Cuba que existe detrás de la falsa imagen que logró divulgar el dictador. Si no podemos vencer al Diablo por lo menos ayudemos a que no sea confundido con Dios; señalemos dónde se encuentra para que nadie tropiece con él. Sería imposible hacer un gran libro, no sólo por vivir con tanta pobreza sino porque necesitaría investigar, viajar, entrevistar, lo cual sería una delación segura. Me limité a sólo convertir en letras el llanto de mi pueblo; es decir, narrar la angustiosa vida cotidiana de los cubanos tal y como es. Por lo menos sería un fiel testimonio de la realidad, escrito en el momento y lugar de los hechos, tal y como lo narraría cualquiera otro cubano que viviera tantos años esa esclavitud. Por supuesto que conocía los riesgos. Todos sabemos el destino que han tenido quienes se atrevieron a desafiar al tirano. Si asesinó y encarceló a miles por expresar una sola palabra contraria a la suya, qué podría pasarme a mí al escribir un libro que le dejara el cuerpo sin un centímetro de piel. Le estaba declarando la guerra a uno de los hombres más poderosos y diabólicos en la historia de la humanidad, por lo que mis posibilidades de triunfar eran casi nulas. Pero no tenía nada que perder. Si prefería estar muerto antes que seguir sufriendo las penurias de los cubanos, qué otra cosa peor podría asustarme. Además, esta vez no sería una muerte en vano como pudo ser en Angola. Allá fui inocentemente a dar mi vida en nombre de Fidel, y por pedido suyo. Pero esta vez la arriesgaría por mi pueblo, y por pedido de mi corazón. Ahora, si darme cuenta de la verdad me llevó mucho tiempo, más difícil sería poder escribir un libro de estas características. Para lograrlo debería trabajar en el más estricto secreto, tomar demasiadas precauciones. No debería comentarlo ni siquiera con el más allegado de mis familiares. Eso también implicaba que no podría pedir ningún tipo de ayuda a nadie, y que todo lo tendría que hacer solito y con mis propios medios. Las veinticuatro horas del día andaba con lápiz y papel encima, y tomaba mis apuntes según veía las cosas, pero tratando de que nadie sospechara el contenido de lo que redactaba. Luego escondía lo papeles en un lugar que yo creía seguro. La policía estaba constantemente haciendo registros en casi todas las casas, y en cualquier momento podía tocarle a la mía. Haber pertenecido al ejército de Fidel, y conocer un poco su forma de pensar y actuar me serviría para elaborar parte de mi estrategia. Me vi convertido en un personaje de novela policíaca, con la desventaja que en la vida real se muere de verdad. Casi todos los días registraba el interior y los alrededores de mi casa tratando de encontrar cámaras y micrófonos. Cualquier persona o auto que no conocía me parecía sospechoso. Cada paso que sentía por la escalera del edificio me parecía que eran los soldados. Me convertí en un psicólogo que hacía una caracterización urgente de cada nueva persona que se acercaba a mi vida por cualquier motivo; cualquiera podía estar vigilándome. Con toda esa tensión viví durante varios años, sin que una sola noche pudiera dormir relajadamente; y si alguna vez lograba conciliar el sueño entonces me despertaba con una terrible pesadilla. Y andaba con extrema precaución tanto en la calle como en cualquier lugar que iba, porque sabía que otra de las opciones utilizadas por Fidel para matar opositores es dejándolo ver como un accidente. Cientos de cubanos han muerto en un accidente doméstico, de trabajo, de tránsito, en una cola del transporte público, bronca callejera o dentro de la cárcel, y a veces ni la propia familia se imaginó que el asesino era un agente secreto del dictador. A medida que pasaba el tiempo mi libro iba creciendo, y aumentaba mi interés porque no cayera en las manos ensangrentadas de Castro. Incluso, siempre evité participar en alguna exhibición pública de Fidel; jamás lo conocí en persona, porque no habría podido contener las ganas de por lo menos gritarle: “¡Asesino”. Así que terminar de escribir mis ideales y ponerlo a salvo ya no serían mis únicos sueños, sino también tener la dicha de un día poder expresarlo públicamente aunque fuera sólo por unos minutos. Me costaba creer que a estas alturas de la humanidad (cuando ya todas las dictaduras habían caído y la democracia se impuso como sistema político) todavía los cubanos no pudiéramos expresarnos libremente. Es algo difícil de entender si no se ha pasado por ello. Muchos cubanos se suicidaron, otros se volvieron locos, porque es desesperante saber hablar y escribir sin poder hacer uso de ambas virtudes. Como vía de agilizar mi trabajo y mejorar su calidad hice grandes sacrificios y me compré en el mercado negro un computador; una 486 muy antigua pero por lo menos me servía para pasar todo el material, darle forma y poder deshacerme de aquella cantidad de hojas que ya almacenaba comprometedoramente. También era ilegal tener un equipo de esos en la casa, pues no se le vende al pueblo en ninguna tienda. No debía tener el libro grabado en el computador, porque si la policía venía a mi casa seguro lo descubrían. Todos los días tenía que pasar el archivo a la máquina, trabajar en él, luego grabar en un disquete, volver a borrarlo de la máquina, y esconder el disquete en un lugar seguro. Esa operación tenía que repetirla cada vez que me parara de la máquina aunque fuera para ir al baño. Muchas veces los disquetes se fastidiaron, no quisieron abrir, y perdía el trabajo de varios días; tenía que volver a redactar todo. Por ese motivo me demoré un año en pasar todo al Word. Luego empecé a tenerlo grabado en varios disquetes al mismo tiempo por si uno se rompía. En esas circunstancias nació mi libro. Durante mi participación en la guerra de Angola me las ingenié para redactar un diario a pesar que estaba prohibido, en el cual quedaron plasmadas las narraciones y el pensamiento del joven más fidelista que ha existido. Sin embargo, ahora en este libro queda claro que no hay otro hombre más antifidelista que yo. Al comparar ambos materiales cuesta creer que hayan sido escrito por la misma persona. ¿Cómo puede uno cambiar el pensamiento así de extremo a extremo? Bueno, esos son los milagros que propicia Fidel Castro Ruz. El libro tal vez no sea tan inédito para los cubanos, porque precisamente cuenta la terrible agonía que vivimos todos por igual. Pero las personas del mundo que tengan sensibilidad humana quedarán horrorizadas, y sin dudas que en el peor de los países todos se alegrarán de no haber nacido en Cuba. Y quien piense que exagero, sólo tiene que viajar a la isla y recorrerla un poco. Ya verán que la única crítica posible para mí será la de no haber tenido la suficiente inteligencia ni los recursos del lenguaje para describirlo con mayor claridad. Porque el sufrimiento y miseria de mi pueblo es tan grande, que es inútil tratar de exagerar. No hay mentira que pudiera llegar a igualar o sobrepasar la dura realidad. Además, no es mi forma personal de analizar el asunto, no es mi punto de vista desde una posición antifidelista. Es, tristemente, la única verdad posible, la misma que cuenta cualquier otro cubano aunque sea seguidor de Fidel. Hubiera querido hacer un gran libro, enriquecido con todos los datos y las cifras exactas que demuestren la gravedad de la situación en que vive mi pueblo debido al régimen de Fidel. Pero él no sólo impide que se publique material con esas cifras, sino que las falsifica hasta en sus propios ministerios. Así que como bibliografía tuve que utilizar la vida cotidiana que durante casi medio siglo hemos tenido todos los cubanos, donde el sufrimiento, la humillación, la miseria y la ignorancia son parte de la ración diaria. Un par de veces logré apoyarme en algunas publicaciones fidelistas que no merecen ser nombradas con honores ni agradecimientos porque fueron hechas como instrumentos de esclavitud. Y otros datos y cifras que aparecen en este libro me lo propiciaron personas que deben permanecer en el anonimato porque aún trabajan para la dictadura, los cuales inocentemente me brindaron su confianza sin imaginarse mis objetivos reales. Sin embargo, y por encima de todo, me hago absoluto responsable de lo que narro, con suficiente razón para defender y demostrar mi testimonio al más alto nivel. No obstante, dentro de las miles de personas con las que comparto una relación cotidiana sí hay dos que inconscientemente influyeron en el surgimiento de este libro: mi hermano Marino y mi amigo Eliades. Son profesionales muy preparados e inteligentes que también respeto y admiro bastante, y mi amor por ellos es tanto que necesito verlos todos los días. Sin embargo, como son extremadamente fidelistas, con ellos se me forman grandes discusiones que no llegan a dañar nuestras perfectas relaciones pero sí me han obligado a superarme en el tema, y a fundamentar muy bien cada detalle. Ellos nunca supieron que después de cada debate yo corría a escribir mis propias conclusiones; así que de forma inconsciente me hicieron esforzar para perfeccionar este libro. Les pido disculpas por utilizarlos de motivación sin su aprobación, que sigan creyendo en Fidel, y ruego a Dios para que nunca los aparte de mi lado. El otro gran problema que debería enfrentar sería cómo sacar el libro de la isla. Tenía algunas amistades que vivían en el extranjero, o que viajaban, pero no confiaba en nadie para una empresa así; podían cometer errores, y poner en riesgo sus vidas. Si intentaba contactarme con algunos de los pocos disidentes dentro o fuera de la isla también sería un fracaso, pues lo que no están presos están bien vigilados. Tratar de irme ilegal en balsa hacia USA era uno de los fracasos más seguros, y mi trabajo de años podría terminar en el fondo del mar. Al final me decidí por otra opción igual de difícil y riesgosa, tratar de salir legalmente como turista. Los cubanos somos las únicas personas del mundo víctimas de una ley que nos hace presidiarios en nuestro propio país. El primer gran obstáculo de un aspirante a viajar al extranjero es conseguir por lo menos U$S 2 000, cuando el salario más alto en Cuba está alrededor de U$S 25 mensuales. También se necesita que desde otro país alguien envíe una carta de invitación pidiendo permiso a Fidel para que deje salir a ese cubano por unos días. Y luego vienen los torturantes trámites y obstáculos diseñados en esa ley lo cual puede durar meses, años, o puede ser denegado y perder todo el dinero y tiempo ya invertido. Lamentablemente, mientras esté el tirano en el poder no puedo detallar cómo hice el dinero, cómo obtuve la visa de Argentina y un permiso de Cuba por 15 días, pues mi confesión podría mandar la cárcel a cientos de cubanos que colaboraron directa o indirectamente a pesar que nunca supieron los verdaderos motivos de mi viaje. Además, es una historia tan larga y desesperante que merece un libro para ella sola. El asunto es que después de varios años ya estaba listo para salir. Aún tenía que pasar el chequeo más difícil, el del aeropuerto. Para ello grabé el libro en dos disquetes, los envolví en papel metálico para tratar de evadir los escáneres: uno me lo coloqué en el bolsillo de la camisa, y el otro en medio de las ropas que llevaba en el maletín. Pero días antes tomé la precaución de grabar otros disquetes y se los di a guardar a varias personas sin decirle de qué se trataba. Si me descubrían, por lo menos el libro no estaría del todo perdido. Ya sabría Dios qué hacer algún día con esas copias que quedarían vivas. Nunca podré borrar la imagen del oficial que me hizo la última entrevista a sólo unos minutos del avión. Grabé su cara para siempre como un tatuaje dentro de mis ojos. No parecía tener más de veinte años, pero se veía muy entrenado y dispuesto a encontrarme aunque sea una sola falla por la que pudiera interrumpir mi viaje. Si descubría el hallazgo de mi libro tal vez lo ascendieran a General; me odiaba sólo porque yo me iba y él se quedaba. Me presionaba fuertemente ahí delante de quienes fueron a despedirme, como queriendo descubrir si realmente iba de paseo o me estaba escapando. Yo tenía ganas de llorar al saber que tal vez me despedía para siempre; pero tuve que sonreír frente a ese perro vestido de verde. Mi mente fue más rápida que la de él, y mis cojones más grandes que los suyos; porque él es soldado del tirano, y yo soy siervo de mi pueblo. Pero cuando el enorme pájaro comenzó a elevarse, y vi que mi pedazo de tierra iba quedando como una simple silueta debajo de las nubes, sentí algo terrible dentro de mi pecho, se me apretó la garganta, fruncí el ceño y lloré como el más débil de los niños. Sí, me estaba escapando de la cárcel más grande del mundo, estaba robando mi carta de libertad luego de 34 años de negra esclavitud; pero tenía que llorar, y no me daba vergüenza hacerlo, porque debajo quedaban encadenados doce millones de hermanos y una vida llena de recuerdos. Había estado una década organizando la fuga y preparándome en silencio para la aventura de luchar por ellos; sin embargo, llegada la hora comprendí que no estaba tan listo como pensé, que jamás sentiré otro dolor tan fuerte como el que provoca alejarme de mi pueblo. Fidel no sólo hizo una ley para impedir que salgamos de la isla, sino que hizo otra para impedir que regresen los que una vez lograron escaparse. Y otra peor aun para los que además de escaparse también hagan campaña en contra de su dictadura, como sería el caso mío. Así que estaba asumiendo el sacrificio de no ver a mi gente en muchos años, o tal vez nunca más. Cuando el 23 de marzo del 2003 llegué al aeropuerto de Buenos Aires enseguida comprobé que mi rostro no era el mismo de hacía unas horas. Era la cara de un vencedor, el hombre que había logrado lo imposible. Sentía que me había liberado de un gran peso que llevaba sobre mi cabeza. Dejaba atrás una década de insomnio y temores. Ya no tenía dudas de haber burlado a Fidel, a sus hombres, y a sus modernos equipos de vigilancia. Si hubieran tenido una sola pista sobre mis proyectos me habrían eliminado a tiempo. Estaba ilegal en un país desconocido, sin dinero, sin trabajo, sin familia ni amistades, pero lleno de amor por Cuba y eso era suficiente para no caerme. No obstante, tuve la suerte de conocer a una de las personas más maravillosas de Argentina y del mundo, quien puso absolutamente todos sus recursos personales en función de mi vida y mi proyecto. Todas las cosas que se me facilitaron en lo adelante fueron gracias a su incondicional e ilimitada ayuda. Lo primero que hice fue inscribir el libro en el registro de propiedad intelectual de Buenos Aires. Luego le di copias a varias personas y comencé gestiones para publicarlo. También a través de Internet, y firmado con mis verdaderos datos personales le envié copia a Fidel y a varios medios y entidades de la dictadura; para mí tenía un significado grande hacerle saber que no le temía y que los enfrentaría cara a cara. Luego estuve en algunos canales de televisión local concretando mi sueño de denunciar públicamente al tirano. Fue un año donde aprendí mucho, conocí la libertad y el mundo que Fidel nos ocultó. Pero también lloraba desgarradoramente todos los días, extrañando a mi patria y pensando en su miseria y esclavitud. Por Internet le envié mi libro a varias editoriales españolas, mexicanas, argentinas, y no obtuve nada. Me comuniqué por teléfono y correo electrónico con varias organizaciones antifidelistas de Miami pero tampoco me dieron importancia. Como última esperanza me quedaba autofinanciar la publicación del libro, ya que de esa forma se sobran las editoras que lo hagan. Tuve la suerte y la desgracia que me prestaran mil dólares, con lo cual pagué por la edición de 750 ejemplares de mi libro. Pero la supuesta editorial Geear y su dueño Francisco Chechi resultaron ser la estafa más grande de las tantas que dañan la ciudad de Buenos Aires. Ni me publicaron el libro ni me devolvieron el dinero. En febrero de 2004 tuve una gran alegría, el día que sonó el teléfono y desde el otro extremo de la línea escuché la voz de la Cónsul cubana comunicándome que Fidel había aprobado mi regreso a la isla cuando yo lo deseara. No podía creerlo. Es un momento que jamás olvidaré. Ha sido la única vez que he llorado de emoción, mis ojos derramaban lágrimas pero mi rostro expresaba una gran sonrisa. Un placer desconocido pero intenso se apoderó de todo mi cuerpo que creí desmayarme. Yo sí había hecho un grupo de trámites en la embajada, y me cobraron mucho dinero por ello, pero igualmente podían haberme negado mi solicitud de regresar como han hecho con tantos miles que ni siquiera son peligrosos y sólo querían ir a ver a su familia. Era evidente que Fidel Castro estaba interesado en mi regreso, de lo contrario no me concede tan grande alegría. Seguramente no sería para condecorarme con una medalla, pero de todas formas yo no iba a hacerle un desaire al “amable Comandante en Jefe”; volver a mi tierra sería un regalo que no podría despreciar sin importar lo que me pasara. Aunque mi libro aún no estuviera publicado, y aunque él siguiera victorioso en el poder, de todas formas ya había logrado lo que me propuse, así que la victoria era sólo mía. Ahora, ni cortando mi lengua, ni rompiendo mi pluma, ni cegando mi vida podría destruir mis pensamientos; como tampoco podrá con todo un pueblo que sufre las cadenas y llora por sus hijos. Ya era tarde, ya no podría virar el tiempo atrás para detenerme antes de que lograra escribir esa caracterización tan clara de su genocidio. Quería llegar a Cuba, untar mis labios con un poco de su tierra y abrazar a mi familia aunque sea durante unos segundos. Ya, eso era todo, luego no me importaba lo que hiciera conmigo. Iba a entregar mi vida sólo por un abrazo de mi familia y un beso a mi querida tierra. Si el tirano me daba tiempo a concretar eso, entonces vería cómo un patriota asume contento el peor de los destinos. Solo, sin más armas que el amor y la audacia, iría a enfrentarme contra un imperio y todos sus recursos. Al año de haber salido de Cuba ya estaba de vuelta otra vez. Y no sólo me dejaron pasar la aduana sin problemas para besar mi tierra y abrazar a mi familia, sino que pude andar libremente por la isla durante un mes. Fidel quería primero aclarar muchas incógnitas que tenía sobre mí antes de lanzar su ataque. Quería descubrir quienes habían colaborado para que yo llegara tan lejos. En su mente diabólica jamás cabrá la idea de que yo estuviera totalmente solo. Descubrí que andaba un ejército de agentes siguiéndome todo el tiempo, investigando y entrevistando a diferentes personas que me conocían. Así que seguro todas las casas y sitios que frecuentaba estaban infestados de cámaras y micrófonos. Mientras tanto él se decidía a actuar, aproveché el tiempo para desafiarlo y concretar mi sueño de expresar todos mis ideales en cualquier sitio, a cualquier hora, y a cualquier cubano; y me llené de regocijo al ver que no hubo una sola persona en desacuerdo conmigo, y que por fin la verdad estaba llegando a la mente inocente de mi pueblo. También tuve la posibilidad de conseguir una docena de disquetes en los que grabé el libro y lo repartí a varias personas, para que cada uno de ellos también lograra divulgarlo a otros más. Logré contactarme con algunos disidentes que no quisieron darme entrada a su casa alegando que yo debía ser agente secreto del dictador. Sólo fui atendido amablemente por Vladimiro Roca y Elizardo Sánchez, dos antifidelistas que han sufrido cárcel y a quienes también les di el libro y le conté mi historia. A los pocos días de esas entrevistas Fidel decidió darme otro de los momentos más felices de mi vida, cuando sus agentes me detuvieron en la entrada de la fábrica de níquel “René Ramos Latourt” en Nicaro, delante de mi familia, de mis vecinos, amistades y demás trabajadores de la entidad. Fui conducido a las oficinas de la Seguridad del Estado de ese pueblo, y luego me trasladaron para la capital provincial; fui lanzado a un calabozo a manera de secuestro, sin que nadie supiera adonde me llevaron, sin posibilidad de un abogado, sin decirme mis derechos. Me confinaron a una celda tan pequeña, abrazado por la oscuridad y siendo un extraño huésped para las ratas y mosquitos. Respiraba el aire contaminación de las letrinas, y mis huesos se marcaban como fósiles en el cemento donde tenía que permanecer tendido todo el tiempo. Por suerte, podía estirar las piernas a cada rato, por la cantidad de veces que me sacaban de allí para llevarme a los interrogatorios en unas pequeñas habitaciones donde me filmaban y grababan hasta los latidos de mi corazón. Pronto perdí la cuenta de la cantidad de veces y oficiales que trataron de exprimirme el cerebro. Algunos cometieron el error de permitirme hablar, y pude ver cómo mis reflexiones hacían tanto efecto que, por momentos sus rostros dejaran ver el cansancio y arrepentimiento de tener que servir al dictador. Creo que si no fuera porque ellos también quedaban grabados en la cinta, me habrían dicho: “Compadre, usted tiene razón”. Constantemente estaba sintiendo ruidos que parecían ser producidos intencionalmente para asustarme, gritos, puertas de hierro que se abrían y cerraban constantemente, pasos fuertes, etc. Escuchaba escenas de tortura en las celdas más cercanas a la mía, algunas parecían ser reales y otras puro teatros para ponerme nervioso. Y yo sólo rogaba porque cuando llegara mi turno fuera bien real, y con sus técnicas más feroces, para demostrarles que de el amor al pueblo nace un hijo de acero, y que en sus laboratorios criminales no hay ni habrá aparatos capaces de fundir ese metal. Mi familia y amistades andaban desesperados; los militares visitaban sus casas y los interrogaban arduamente sobre mí. Luego dos hermanas mías lograron descubrir dónde me tenían y allá iban a implorar. Lloraban ante mis oficiales captores para que me perdonaran, y luego me pedían a mí que cerrara la boca para que salvara mi vida. Y yo lamentaba decepcionarlas, pues el día que deje quieta la lengua será como no haber existido nunca. Absolutamente nada ni nadie podría quitarme la felicidad de estar en aquella situación, porque no fue por robo, asesinato, violación, estafa, ni algún otro delito común; era por decir lo que pienso, en el único lugar del mundo donde eso es un grave delito. Durante mis años de anonimato me auto preparé psicológicamente muy bien para ese día, un momento que inevitablemente tenía que llegar alguna vez. Ni sus perros, ni sus rejas, ni aquel muro ensangrentado podrían detener ya mi sonrisa. Estaba seguro de poder enfrentar la humillación, tortura, cárcel y hasta la muerte con total tranquilidad y felicidad. Nada más sentí un poco de rabia cuando supe que una psicóloga había estado entrevistando a mi hermana sobre mí, y que tal vez luego lo hiciera conmigo. Es una lástima que no llegué a conocerla. ¿Será que tenían la esperanza de que yo estuviera loco? Qué puede saber una psicóloga sobre mi amor la patria. Trabajar en secreto me había servido para no estar señalado ni perseguido como enemigo de la revolución y poder lograr mis objetivos; pero ya eso terminó, y nunca más dejaría de decir lo que pienso. Se acabaron los días en que no podía dormir tranquilo, cuando me escondía debajo de la cama para escribir cada línea, cuando me alejaba de los debates políticos para que nadie se fijara en mí. Así que no me retractaría de mis actos hasta las últimas consecuencias, pues mi verdad no tiene precio, no está en venta, vale más que mi libertad y que mi vida. Pasaban las horas, y los días, y el combate seguía interesante, y mi felicidad aumentaba, porque con tenerme preso Fidel estaba aceptando que mis ideales no eran basura; lo había asustado. Yo sabía que él no aceptaría la humillación de escucharme cara a cara, pero sí que escucharía detenidamente las cintas, y por eso me di el lujo de argumentar muy detalladamente en cada interrogatorio por qué él es el mayor genocida en la historia de la humanidad. Eso me hizo sentir el hombre más realizado sobre la Tierra, porque ya no sólo había expuesto mi ideal públicamente en Argentina y Cuba, sino también frente a importantes oficiales del tirano que luego despacharían con él. Mucha gente logró enterarse de mi caso y se convirtió en el tema del momento. Los carceleros me miraban como si fuera un ser de otro planeta. Sí, porque no abundan cubanos de carne y hueso que después de haber logrado escaparse de la isla regresen a desafiar al Diablo dentro de su propia guarida. También estaban asombrados de que yo dejé de comer y beber durante varios días y cada vez mi cuerpo y mi mente estaban más fuertes. Finalmente parece que el dictador comprendió su derrota, que matarme dentro de la isla o tenerme encarcelado no sólo podría tener peores consecuencias para él sino que era parte de mi juego y mi fiesta. También decidió dejarme con las ganas y el privilegio de probar sus modernos aparatos de tortura; no podían malgastarlos con alguien al cual no les harían ni cosquillas. Así que me propusieron la libertad si abandonaba la isla, lo cual acepté pero con la condición de que no me quitaran el derecho a regresar otra vez cuando yo lo deseara. Lo tomé como traspaso a un nivel de lucha superior, donde pudiera hacer algo más grande por mi pueblo. Publicación del libro Al regresar a Argentina sospeché de un complot entre el gobierno de ese país y Fidel Castro, porque mi petición de refugio no procedió, porque hice los trámites de residencia por matrimonio, y también me lo obstaculizaron, y recibí amenazas contra mi vida. Escapé para Chile, donde también solicité refugio desde hace un año y medio sin que todavía se haya resuelto mi caso. En julio de 2005 una editorial española publicó mi libro, así que un mes después decidí regresar a Cuba, sabiendo todo lo que me podía pasar. Estaba conciente que era un suicidio ir a enfrentar al hombre más diabólico de la historia universal, después de haberlo herido tan hondo con mi libro, y en un momento en que él trata de dar sus últimos golpes porque se sabe llegando al final, y actúa con más ferocidad y locura. Tal vez algunos me puedan ver como un suicida, o un romántico fuera de época que sólo busca convertirse en mártir. Pero juro con todo mi ser que no es así. Sólo yo sé cómo mi sufrimiento aumenta en cada segundo que paso alejado de mi patria. Si no iba en ese momento, igual iba a morir de sufrimiento. Tenía muchas ganas de ir a las oficinas del gobierno cubano y entregar un ejemplar de mi libro dedicado con mi autógrafo a su protagonista Fidel Castro. Quería volver al sitio donde me arrestaron aquella vez, frente a la fábrica de Níquel de Nicaro. Quería ver las caras de los agentes del dictador cuando me vieran llegar con mi libro. Quería pararme frente al Capitolio de la Habana, envuelto en una bandera cubana, con un cartel que diga: “Muerte al dictador Fidel Castro”. También quería hacerlo en la mal llamada Plaza de la Revolución, frente a las oficinas de Castro. Tomé la precaución de publicar en Internet sobre mi viaje, para que el mundo estuviera al tanto de lo que me pasara. Publiqué una triste carta de despedida y agradecimiento a todas las personas que me había ayudado durante dos años de exilio, publiqué la fotocopia de la dedicatoria que le hice al libro mío que le llevaba a Fidel. Llegué a la terminal 3 del aeropuerto internacional “José Martí” de la Habana el 21 de agosto de 2005, como a las cinco de la tarde. Con toda la ecuanimidad que poseo, descendí del avión y me avancé por el pasillo aéreo que une al avión con la terminal. Apenas pasé la primera puerta y prendí mi “radar de reconocimiento” detecté una docena de agentes fidelistas vestidos de civil y ubicados por todo el pasillo que te lleva al salón de chequeo. Estaban evitando que algunos disidentes o periodistas extranjeros fueran a recibirme. Por mucho que se disfrazaron y trataron de disimular no tuvieron la profesionalidad suficiente para evadir el scanner de mis ojos. Yo les hice notar que sabía que estaban ahí por mí. Se limitaron a seguirme de cerca, y me dejaron pasar todos los trámites de migraciones. Cuando ya pasé el último chequeo, y recogí mi equipaje, pude ver ya al otro grupo de agentes que me esperaba en la puerta de salida. La puerta estaba abierta, y antes que me detuvieran alcancé a mirar hacia afuera y vi a la personita que más he querido en mi vida, mi hija de diez años. Eso lo hicieron adrede, una forma de torturarme psicológicamente. Posibilitaron que yo la viera de lejos para hacerme perder fuerzas antes de chocar con ellos. La tortura siguió durante largas horas en la que me revisaron cada milímetro de mi cuerpo y el equipaje. Sentí tanta lástima por los agentes que tuvieron a cargo esa tarea, que no pude patearle la cara como había planeado. No eran de los perros hambrientos y fieles al tirano; eran unos soldados jóvenes e inocentes, con la misma cara que tenía yo cuando fui a Angola con la intención de morir por Fidel. Eran otras víctimas más del régimen manipulador. En sus caras me parecía ver los rostros de mis amigos, mis hermanos, mis vecinos, mis compañeros de trabajo. Estaban asustados, y me rogaron para que no me pusiera violento con ellos. Les dije --¿Saben lo que me duele de todo esto? Que quien los mandó a ustedes aquí no tuvo los cojones de venir él. Ojalá él no tuviera la edad que tiene, y sí tuviera el valor de estar aquí frente a mí. Por la expresión de pánico que pusieron, creo que esos muchachos jamás se van a olvidar de mí cuando les dije esas palabras. Parece que jamás le había tocado escuchar a alguien desafiando a Fidel Castro. Finalmente los dejé confiscarme los tres libros míos, otro de Jorge Masseti, y algunos otros escritos míos que los llevaba precisamente con la intención de que me lo quitaran, para adoctrinar a los oficiales que les toque analizarlos. Y me dejaron ir. me quitaron algunos ejemplares de mi libro que llevaba, incluyendo uno que llevaba dedicado al dictador. Me dejaron seguir para mi casa, sin atreverse a detenerme, porque sabían que muchos amigos y varias agencias de prensa del mundo estaban al tanto de lo que me pasara en Cuba. Fidel no tuvo cojones para ordenar que me detuvieran. Pasé la puerta de salida, lloré en brazos de mi hija, y caminé hacia el auto que me llevaría. Fue entonces que pude ver el resto de la tropa que custodiaba todo el sitio. Había policías uniformados por todos lados, y más agentes vestidos de civil. Creo que cuando el Papa fue a Cuba no le pusieron tanta seguridad. Yo había estado muchas veces en la terminal 3, unas veces despidiendo o recibiendo amistades, otras veces para viajar yo, pero jamás había visto tanto despliegue de seguridad. Luego alguien me informó que Jorge Luis Sierra, un alto miembro del Buró Político del Partido Comunista había estado allí al frente del operativo. Pasé unos días con mi familia y mi pueblo, y luego volví a salir para Chile con el objetivo de dejar ordenadas algunas cosas pendientes, para entonces regresar definitivamente a Cuba. Pues ahí aprovechó Fidel para mandarme a decir que no podía regresar porque me desterraba oficialmente. Pero me quedaba la opción de ir como turista, como va la mayoría de los cubanos. En marzo del 2009, mi mamá estaba a punto de morir de cáncer al pulmón, así que me propuse intentar una visita a Cuba. Viajé con urgencia ante la eminente muerte de mi madre producto de un fulminante cáncer de pulmón que le fue detectado hacía un año y ya no tenía solución. Ella, de 75 años, fue enviada a morir a la casa, donde permanecía postrada en una cama, en estado de coma sin reconocer a nadie. Sin embargo, las pocas veces que recuperó la conciencia, sólo recordaba a su único hijo ausente, ayudada por una foto mía que la acompañaba en su lecho de muerte. Lleguó al aeropuerto de La Habana el 18 de marzo a las 11:30 de la noche, y fui detenido durante 12 horas sin permitirle comer ni tomar un trago de agua. No me permitieron ver a la familia que esperaba en el aeropuerto, ni que les entregara el equipaje y medicamentos que traía para mi madre. No me permitieron cruzar los controles de inmigración ni para abrazar a la familia que allá esperaba, ni pude besar la tierra cubana como siempre hacía cada vez que iba. Fui devuelto a Chile escoltado como un terrorista, y en su pasaporte plasmaron el sello que convierte a Cuba en el único lugar del mundo donde tengo prohibida la entrada para siempre. También me advirtieron que todos los miembros de mi familia jamás tendrán derecho a salir de la isla. No sólo me quitan mi patria para siempre, sino también mi familia. ¿Por qué tanto ensañamiento y odio? ¿Hasta cuándo el mundo estará permitiendo esta barbarie del régimen? Esta vez Fidel me había hecho más daño que antes. En el 2004 me hizo pagar más de mil dólares para entregarme el PRE (Permiso de Residencia en el Exterior), y meses después me lo retiró, dejándome como un emigrante ilegal. Sin embargo, esta vez el dictador fue más cruel, y me entregó pasaporte y visa cubana como turista (habilitación) para hacerle creer que podía ver a mi mamá antes de morir. El plan era ilusionarme, hacerme viajar, que gastara mi dinero, y cuando llegara no dejarme entrar. Lo que más me duele no son las tantas horas de viaje, ni el dinero perdido, ni que mi hija estuviera allí llorando inútilmente toda la noche; lo que más me duele es mi madre, que inútilmente trató de alargar su vida sólo para verme. Ya perdí a mi padre estando en el exilio. Ahora me quitan a mi madre, mis hijos, mis hermanos, mi patria. Sin embargo, no me ablandarán. Jamás dejaré de denunciar al régimen cubano”
MI PADRE MURIÓ Y NO PUDE VERLO
Llanto por mi padre
Se me desgarra el alma, padre, se me desgarra; porque moriste, y porque te quiero. Sin embargo, me queda el consuelo de no haberte perdido del todo. Y si una vez le diste vida a mi ser, ahora yo te haré inmortal.
Irás venciendo batallas en tu corcel de ideas, regando semillas de amor por los pueblos del mundo. Y saldrá pan y vino donde quiera que pisen tus pies. Serás adorno para el bello horizonte del cielo que habites, y desde ahí no sólo velarás por mi bien, sino por el de todos los hombres.
Cuando llores, tus lágrimas caerán con la lluvia, y yo iré a empaparme en el aguacero. Viajarás hasta las estrellas y jugarás con el sol, porque tu luz es como la suya.
Y te estaré esperando cuando vengas cada noche en busca de mis sueños. Porque fuiste el padre guerrero que me amaste sin medida, que pusiste tu cuerpo bajo tierra y enviaste tu alma por mí. Y yo, el hijo aventurero que hoy llora por tu vida, que inspirado en tu leyenda, un día llené mi alma con tus sueños, cargué en mis hombros tu fusil, y partí a regar la tierra con el abono de tu alma. Tú quedaste con ganas de mí; yo lo sé. Porque dos años de espera fueron mucho para tus ochenta en agonía. Ahora te convertiste en un ser celestial, porque sólo así tendrías el poder de atravesar el continente para venir a dormir a mi lado.
Perdona, te fallé; no volví a verte con vida. Pero desde el otro extremo del mundo yo escuché tu último gemido, aquel que llevaba grabado mi nombre. Luego te vi volar hasta aquí. Ahora que me proteges, y le das fuerza a mi aventura. Tu manto me cubre, no me hieren las balas, no siento el frío ni me quema el sol. Sé que irás quitando las piedras y alumbrando los caminos que he cruzar.
Tu cuerpo a diez mil kilómetros de aquí renace en la oscuridad, mientras yo, me desangro por regresar, para colocar en tus manos ya deshechas el fruto de lo que me ayudaste a sembrar. Y aunque dejaste la vara muy alta, y es difícil igualar la honradez de tu alma, intentaré seguir tu ejemplo como lo he hecho hasta ahora. Mi agradecimiento se traduce en un mar de amor, donde quedarás viviendo tú, donde iremos a sumergirnos todos los seres del mundo.
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