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Mensaje por Admin Jue Jun 10, 2010 3:53 pm

Estos últimos quince días me dediqué de lleno a investigar un tema poco abordado en las logias, pero de gran significación para la Orden, el origen de la Leyenda de Hiram, tema del cual trataré en profundidad en mi próximo libro, al cual lo llamaría "Los hijos de la luz". Aquí un adelanto.



Recurrí a la Biblia para buscar a los antepasados de Hiram, pero que quedé claro que el aborde a este libro es con ojos filológicos, filosóficos, simbólicos y alegóricos. Jamás se me ocurría pensar que sus textos fueron inspirados y elaborados bajo el dictado de algún dios. Ninguno de sus libros fue revelado ¿Por quién además? Esas páginas no descienden del cielo, como tampoco las fábulas persas o las sagas mesopotámicas que aparecen[i].


El antiguo testamento no es tan antiguo como lo afirma la tradición. Yahveh no dictó nada a nadie, y menos en una escritura desconocida en esos tiempos. La Biblia que no es más que un conjunto de textos, según su propia etimología, fue compuesta en varios procesos de amalgamas de fuentes originalmente separadas, o por añadidos de fuentes originales, realizados por varias o numerosas manos, quizá durante un largo periodo, pero no es preocupación de este autor la datación de la misma.



Hechas estas aclaraciones, vamos a las primeras páginas del libro Génesis para buscar la tradición cainita de la que el maestro Hiram es descendiente.

Los descendientes de la Luz

Es poco conocida la filiación directa de los masones a su propia tradición. Algunos conocen su origen cainita y la figura de Tubalcain sin que sin embargo puedan fijar con claridad esta genealogía espiritual supracósmica y por lo tanto no humana. En efecto Caín no es hijo como Abel de Adán y Eva, sino del mensajero de la Luz. Veamos que nos dice la Biblia: “Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He adquirido un varón con el favor de Yahveh”[ii].


Así Abel hijo de la pareja humana es fruto de la tierra, mientas que Caín es un ser espiritual nacido de la Luz, engendrado por los efluvios celestes y sin padre terrenal conocido. Como queda claramente, la generación de Abel, que se corresponde por otra parte con el nomadismo, el pastoreo, es distinta a la de Caín que se vincula con el espacio, la agricultura, el uso del intelecto de manera práctica en el sentido del dominio de la naturaleza, en especial en lo que toca al arte y la ciencia de la construcción[iii]. Bajo este aspecto, Caín es un hijo “contranatural” a la “naturalidad” propia de la especie representada por Abel.


Debemos entender claramente que estamos haciendo una comparación metafórica entre la generación de dogmáticos y los racionalistas; la primera representada en Abel y sus oraciones y la segunda en Caín y sus trabajos. Como leemos, desde el comienzo de los tiempos y con el nacimiento de las religiones del libro, el conocimiento era reservado a Dios, y el hombre al usurparlo reniega de su estado de criatura y se coloca en estado de rebelión[iv].


Al monoteísmo, fuera de los usos prácticos, no le agrada mucho el trabajo racional de los científicos y lo podemos constatar al ser sus caminos determinados por la fe, encaminados por la no deliberación y los dogmas. En cambio, el hombre al comer del “árbol prohibido” despierta su conciencia y facultad de pensar para distinguir el bien del mal, transitando un camino reconocido por la razón y determinado por el pensamiento, el diálogo y el trabajo.


Con los cainitas se asocian otras tradiciones que tienen el mismo propósito, como la de Prometeo[v], la rebelión de los Titanes y según conoceremos más adelante, todos ellos enseñaron al hombre conocimientos tan diversos como nuevos, pero susceptibles de causar su perdición.


Retomemos la genealogía siguiendo la tradición hebrea. Samael[vi], el espíritu de la Luz, es el antecedente de una gran dinastía que, como veremos, se reproduce en paralelo a las genealogías de los hombres comunes. Sin embargo, este espíritu de la Luz siempre ha sido odiado por estos últimos que sin poder comprenderlo se han vuelto contra él de modo radical, al punto que en el Corán se lo equipara con el mimo Satán[vii].


Hay un libro muy interesante que justamente trata la posición del Vaticano contra el dios mismo. Via col vento in Vaticano[viii] es un texto realizado por un grupo de religiosos, que se decidieron a contar lo que sólo se conoce de puertas adentro del Vaticano. Denuncian la perversión del rol cristiano y la transformación de la iglesia en un poder.


Por lo anterior, Caín corrió con esa mala fama y sobre sus espaldas se descargó la furia no sólo de Adán, que no sentiría más que desprecio y odio por Caín, sino también de su madre Eva y su hermano Abel; es decir toda su familia humana. Y a pesar de ello, Caín dedica su inteligencia inventiva a mejorar las condiciones de vida de su familia, expulsada del Edén y errante por la Tierra.


Pero un día, cansado por la ingratitud y la falta de reconocimiento matará a su hermano Abel en defensa de su auténtico linaje, acción que simbolizará un cambio de ciclo signado por la salida del paraíso, donde se recolectaba directamente de los árboles y posteriormente por el abandono de la actividad pastoril, frente a la cultura del agro.

Continúa el relato bíblico en el momento en que Yahveh terminó de colocar una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara, luego este salió de la presencia de su familia y se estableció en la región de Nod, al oriente del Edén[ix]. Conoció allí a su mujer, quien concibió y dio a luz a Enoc. Siguiendo el relato bíblico Caín estaba construyendo una ciudad y la llamó Enoc, como el nombre de su hijo. Transmitió a este el arte de la construcción quien a su vez enseñó al hombre a construir edificios, a unirse en sociedad y a tallar la piedra.


A Enoc le nació Hirad, que supo aprisionar las fuentes y conducir las aguas profundas, e Hirad engendro a Majuyael que enseñó el arte de trabajar el cedro y todas las maderas. De Majuyael nació Matusael, que imaginó los caracteres de la escritura. El engendró a Lamek. Este tomó dos mujeres: la primera llamada Ada y la segunda Sil-lá. Ada dio a luz a Yabal que levantó la primera tienda y enseñó a los hombres a coser la piel de los camellos. El nombre de su hermano era Yubal, el primero en tender las cuerdas del cinnar y del arpa, extrayendo de ellos los sonidos armoniosos. Sil-lá por su parte engendró a Tubalcaín, que enseñó a todos los hombres la ciencia de reducir los metales, de martillar el bronce, de encender las forjas y soplar los hornillos.

Tubalcaín en la Masonería

Dentro de las leyendas masónicas este personaje posee una gran significación por lo que nos detendremos a conocerlo en mayor profundidad. A través del Génesis todo lo que sabemos de él ya se comentó. Ahora entraremos a las fuentes masónicas.

En el hebreo original no se logra hallar una versión común de su nombre pues Iothesh no significa “instructor” sino “afilador”, el que afila instrumentos. Según parece el Dr. Raphall ha traducido el párrafo como “el que afilaba varias herramientas de cobre y hierro”[x]. Según podemos inferir, la versión autorizada ha consignado casi fundamentalmente la condición de Tubalcaín señalándolo como el padre de los artífices. Y ha sido de tal manera como fue introducido en la historia legendaria de la Masonería desde tiempos muy remotos.


La primera referencia que se hace de Tubalcaín la encontré en La Leyenda de la Fraternidad, un fragmento del manuscrito de Dowland[xi], donde se lo denomina “el fundador del gremio de herreros”. Esta referencia la tomé porque su ortografía es la más moderna; pero puedo afirmar, de acuerdo a otros estudios que el relato es particularmente el mismo en todos los manuscritos antiguos de las Constituciones.

En el de Dowland puede leerse lo siguiente: “Antes del diluvio existía un hombre llamado Lamech, tal como se escribe en la Biblia en el cuarto capítulo del Génesis; y este Lamech tenía dos esposas…” y sigue todo igual a lo que ya escribí. Un punto importante que agrega este manuscrito es que estos hijos, los descendientes de Lamech, sabían que Yahveh castigaría los pecados del hombre por medio del fuego o el agua; efectivamente fue a través del diluvio, por cuya razón ellos escribieron las ciencias que habían fundado sobre unos pilares para que fueran encontrados tiempo después. Uno de los dos era de mármol y no podía quemarse en el fuego; el otro era de latón y no podía hundirse en las aguas.

La tradición sostiene también que Tubalcaín era célebre por sus conquistas guerreras y excedía a todos los hombres en fuerza y poder. Cabe mencionar que también existe el relato del protometalúrgico, que es posible hallarlo en el célebre fragmento de Sanconiatho[xii]. Este sostiene que Tubalcaín, bajo el nombre de Chrysor, que es sin duda una corrupción de Chores Ur en hebreo que quiere decir obrero que trabaja con fuego, o sea, herrero. Digamos que Sanconiatho fue un escritor fenicio que suponemos viviera en tiempos de Salomón. Debemos indicar que él compiló los diferentes relatos y tradiciones que existían en su tiempo sobre el origen del mundo. Al parecer, apenas un fragmento de su obra aún se conserva, que traducido al griego por Philo Byblius, lo insertó Eusebius en su Prae paratía Evangelica.


Los siguientes términos mencionan esa parte de la historia escrita por Sanconiatho, quien dice de Tubalcaín: “mucho tiempo después de la generación de Hypsoaranios nacieron los inventores de la caza y la pesca, Agreas y Alieas, de cuyos nombres el pueblo derivó su denominación de cazadores y pescadores y a quienes les nacieron dos hijos que descubrieron el hierro y la manera de trabajarlo. Uno de estos dos hermanos, Chrysor, era hábil en la elocuencia y componía versos y profecías. Era el mismo con Hephaistos e inventó el anzuelo, el uso de la carnada para pescar, el cordel, y la caña. Fue el primer hombre que navegó sobre las aguas. Por lo tanto, fue adorado como un dios después de su muerte y se le llamaba Diamichios. Se dice que estos hermanos fueron los primeros que inventaron los tabiques de ladrillos”.

Tephaistos es la palabra griega que define al dios que los romanos daban el nombre de Vulcano. De aquí que Sanconiatho en la curiosa similitud de nombres y de ocupaciones, inclinó a derivar el nombre de Vulcano del de Tubalcaín, por medios conocidos por los etimólogos. Omitiendo en Tubalcaín la “T” inicial, que es el artículo en la lengua fenicia, y su vocal nula, se forma la palabra Balcan que por la naturaleza permutable de la “B” y la “V” se transforma fácilmente en Vulcano.
Voissius, en su tratado De Idolatría, deriva Vulcano de Tubalcaín. Pero Bryant, en su Análisis de la Antigüedad[xiii], niega la etimología y dice que entre los egipcios y babilónicos Vulcano correspondía a Osiris, símbolo del Sol. Encuentra el origen del nombre en la palabra Baal Cahen o Señor Sagrado. La etimología de Bryant puede ser adoptada, aunque sin relacionarla con la identidad de Vulcano. El que descubrió la utilidad del fuego puede muy bien, en la corrupción de la idolatría, haber personificado el mundo solar, la fuente de donde nace todo el calor. Podría parecer que Tubalcaín es atributo compuesto de la partícula definida “T” y la palabra Baal que significa “señor”. Y esta misma significación del afijo la encontramos en sus varias formas permutables de Du, Tu y Di en muchas palabras semíticas.

Pero la cuestión del origen idéntico de Tubalcaín y Vulcano ha sido finalmente solucionada gracias a las investigaciones de los filólogos comparativos. Tubalcaín es de origen semítico y Vulcano de origen ario. El primero puede encontrarse en la palabra Ulka del sánscrito que significa “fuego”, del que también se derivan las palabras latinas de fulgor y fulmen, nombres del rayo.

De la mención que se hace de Tubalcaín en la Leyenda de la Fraternidad la palabra fue aceptada como de alta significación en los grados primarios y varias veces se ha intentado darle una interpretación.


Hutchinson en un artículo inserto en su Epíritu de la Masonería[xiv] dedicado a la consideración del tercer grado, se refiere del modo siguiente: “El masón que se acerca a este estado de la Masonería pronuncia su propia sentencia confesando la imperfección de la segunda etapa de su profesión como probatorio del grado mayor a que aspira en el dístico griego Tumbanchoeo. Struo Tumulum (yo preparo mi sepulcro; estoy bajo la sombra de la muerte). Este dístico corrompió vulgarmente entre nosotros con una expresión casi similar en sonido que es enteramente ajena a la Masonería y no tiene significado en sí misma”.

En definitiva, el uso de la palabra Tubalcaín como significativos del ritual masónico se deriva de la “Leyenda del Gremio”, por medio de la cual el nombre se hizo común entre los masones activos y especulativos; y se refiere simbólicamente y no históricamente a la reputación bíblica.

Balkis en Jerusalén

Para encuadrar esta genealogía es necesario volver a los tiempos de Hiram durante la construcción del Templo y antes de su asesinato. La Biblia nos cuenta también que la Reina de Saba, Balkis, quiso conocer Jerusalén; una vez allí la reina negra rechazó al sabio rey y se enamoró del luminoso Hiram del que ni siquiera conocía la ascendencia más allá de su padre. En este mismo sentido, debemos señalar que en el libro que se atribuye a Salomón El cantar de los cantares, se menciona directamente a una amada negra que se supone con toda razón la relación con el color de la piel de Balkis.


La leyenda de Hiram que aparece en la maestría masónica explica, que estando cerca la terminación del templo, Salomón encargó a Hiram que realizase el diseño de todas las obras de decoración. Este instaló el taller de fundición de bronce en una explanada no muy lejos del Jordán. Cuando el Templo estaba a punto de ser terminado, la reina de los sabeos[xv], Balkis, princesa cuya belleza era célebre en todo el Oriente, se dispuso a viajar a Jerusalén para conocer a Salomón; pero el encuentro no resultó del todo afortunado.

Ya hacía tiempo que las caravanas de sabeos llevaban perfumes del sur de Arabia o las riquezas extraídas en Ofir y Etiopía, por Aksum y Adulis, hacia Bagdad, Petra y Jerusalén. En tiempos de la terminación del templo, llegó un mercader judío trayendo a la corte de la reina maravillosas telas bordadas con oro, plata y guarnecidas de piedras preciosas. Las palabras del mercader, que le describió no solamente la riqueza y el esplendor, sino aún más la sabiduría y la distinción de su amo, sedujeron a Balkis.


Desde luego que la reputación de Salomón hacía ya tiempo que había llegado a la corte de la soberana. Pero con la persuasión de este mercader, emisario del rey, terminó de despertar la curiosidad de la reina sobre aquella ciudad. Se intercambiaron mensajes, regalos, y Balkis aceptó la invitación del rey Salomón para que fuera a visitarlo.

La tradición etiope considera que la reina de Saba, para ir a Jerusalén, emprendió el viaje desde Aksum[xvi]. El viaje hasta Jerusalén era en aquel tiempo una aventura erizada de dificultades y de peligros. Cuando la comitiva llegó cerca del destino, se acercaron unos caballeros para anunciar la llegada de la reina al palacio del rey. Los escritos mencionan que Balkis quedó impresionada por la ciudad en la que el flamante templo era una sorprendente maravilla, y preguntó a Salomón quién lo había construido.


Balkis añadió que quería conocer al artífice del trabajo. Tras conocerlo, argumentó al rey que deseaba además conocer a los masones, a lo que Salomón se negó. Pero el maestro masón por excelencia, subió en ese instante a un bloque de granito y con la mano derecha realizó un signo parecido a una escuadra y los masones se reunieron guardando un silencio y quietud asombrosos.

La transmisión del legado

Algunos días después de los hechos narrados, Benoni, ayudante y fiel discípulo de Hiram sorprendió a tres compañeros saboteando el molde del futuro mar de bronce. Benoni advierte a Salomón de la traición de los tres cómplices, pero el rey celoso de la admiración que Balkis despertó por Hiram y considerando lo difícil que ya le resultaba persuadir a la reina para que abandone sus votos de castidad, dejó que prosigan el sabotaje.

Un día, el rey la invita a presenciar el vaciado del mar de fundición de bronce para el templo, en presencia de todo el pueblo de Israel. Al ponerse el sol, Hiram da la orden de proceder al vaciado, y el gigantesco molde en que debía fundirse el mar de bronce se agrieta. El metal en fusión surge bruscamente y salpica a la horrorizada multitud. Benoni, desesperado por no haber advertido personalmente a Hiram, se arroja entre la lava ardiente.

Hiram, desolado por el fracaso, se retiró llorando, abandonado de todos, soñó el sueño más importante de su vida, que le transmitió la tradición luciferina más pura y excelsa del que provocativamente da cuenta Robert Ambelaim en El secreto de los masones:



“De la fundición que brilla enrojecida en las tinieblas de la noche se alza una sombra luminosa. El fantasma avanza hacia Hiram, que lo contempla con estupor. Su busto gigantesco está presidido por una dalmática sin mangas; aros de hierro adornan sus brazos desnudos; su cabeza bronceada encarnada por una barba cuadrada, trenzada y rizada en varias filas, va cubierta por una mitra de plata dorada; sostiene en la mano un martillo de herrero. Sus ojos, grandes y brillantes, se posan con dulzura en Hiram y, con una voz que parece arrancada de las entrañas del bronce, le dice:

-Reanima tu alma, levántate hijo mío. Ven sígueme. He visto los males que abruman a mi raza y me he compadecido de ella..
-Espíritu, ¿quién eres?, pregunta Hiram
-La sombra de todos tus padres, el antepasado de aquellos que trabajan y que sufren, ¡Ven! Cuando mi mano se deslice sobre tu frente, respirarás en la llama. No temas nada. Nunca te has mostrado débil…
- ¿Dónde estoy? ¿Cuál es tu nombre? ¿Adónde me llevas?
- Al centro de la Tierra, al alma del mundo habitado. Allí se alza el palacio subterráneo de Enoc, nuestro padre, al que Egipto llama Hermes y que Arabia honra con el nombre de Edris…
- ¡Potencias inmortales! Entonces es verdad…¿Tu eres…
-Tu antepasado, hombre, artista…, tu amo y tu patrono. Yo fui Tubalcaín.”
Continúa la transmisión, llevándole al abatido maestro, como en un sueño a las profundidades de la Tierra, Tubalcaín instruye a Hiram en lo esencial de la tradición de los cainitas, los herreros, dueños del fuego. En el seno de la tierra, Tubalcaín muestra a Hiram la larga serie de sus padres: Iblis, Caín, Enoc, Irad, Majuyael, Matusael, Lamec, Tubalcain…

Y entonces le transmite a Hiram la tradición luciferina: “Al comienzo de los tiempos, hubo dos dioses que se repartieron el Universo, Adonai, el amo de la materia y el elemento Tierra, e Iblis (Samael, Lucifer, Prometeo, Baphomet), el amo del espíritu y del Fuego. El primero creó al hombre del barro y lo animó. Iblis y los Elohim (dioses secundarios) que no quieren que este sea esclavo de Adonai, despiertan su espíritu, le dan inteligencia y capacidad de comprensión. Mientras Lilita (hermana de Iblis) se convertía en la amante de Adán (el primer hombre) enseñándole el arte del pensamiento, Iblis seducía a Eva y la fecundaba y, junto con el germen de Caín, deslizaba en su seno una chispa divina”.


Caín aparece también ante Hiram y el explica su injusta situación, añadiendo que en el curso de los siglos y los milenios, sus hijos, trabajarán sin cesar para mejorar la suerte de los hombres, y que Adonai, celoso tras intentar aniquilar a la raza humana tras el diluvio, verá fracasar su plan gracias a Noé, que será avisado por los hijos de fuego.

Al devolver a Hiram a los límites del mundo tangible, Tubalcaín le revela que es el último descendiente de Caín, último príncipe de la sangre del Ángel de la Luz, y que Balkis pertenece también al linaje de Caín, y es la esposa que le está destinada para la eternidad.



Tras regresar al templo conducido por Tubalcain, Hiram quedó aturdido por el sueño y las visiones, acaba la obra y se une a Balkis. Del encuentro de sus amores furtivos con el maestro nacerá el niño que será más adelante un hijo de la Luz.


Christian Gadea Saguier

__________
Notas

[i] La parte de la Biblia que hoy conocemos como Antiguo “Testamento” es un conjunto de una cuarentena de libros que pretende recoger la historia y las creencias religiosas del pueblo hebreo que, aglutinado bajo la nación de Israel, apareció en la región de Palestina durante el siglo XIII a.C. Los análisis científicos han demostrado que buena parte de los libros legislativos, históricos, proféticos o poéticos de la Biblia son producto de un largo proceso de elaboración durante el cual se fueron actualizando documentos antiguos añadiéndoles datos nuevos e interpretaciones diversas en función del talante e intereses de los nuevos autores/recopiladores.
De este proceso provienen anacronismos tan sonados como el del libro de Isaías, profeta del siglo VIII a.C., donde aparece una serie de oráculos fechables sin duda en el siglo VI a.C. (dado que se menciona al rey persa Ciro); la imposible relación de Abraham con los filisteos (descrita en Gen 21,32), cuando ambos están separados aún por muchos siglos de historia.
La iglesia católica oficial, así como sus traductores de la Biblia, sostiene, sin embargo que todos los textos incluidos en el cano de las “Sagradas Escrituras” han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, y son, por tanto, obra divina. Tienen a Dios por autor principal, aunque sean al mismo tiempo obra humana, cada uno del autor que, inspirado, lo escribió. Más información al respecto lo encontrarán en Mentiras fundamentales de la iglesia católica. Pepe Rodríguez. Ediciones B. Barcelona 1997

[ii] Ver libro del Génesis 4,1

[iii] “Fue Abel pastor de ovejas y Caín labrador” Gen 4, 2

[iv] “Replicó la serpiente a la mujer: de ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomo de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió” Gen 3, 4-6

[v] Divinidad de la Grecia, célebre titán, hijo de Japet y Climene, según Hesiodo o de Japet y Temis, según Esquilo. Su audacia le atrajo el odio y las iras de Júpiter, que lo condenó al más cruento de los suplicios; en primer lugar, por haber dudado de su divinidad, pretendiendo engañarle en el reparte de la carne de unas víctimas; en segundo, por haber creado los hombres y finalmente, por haberles animado con el fuego celeste. En castigo de semejantes atentados y por orden del Señor de los dioses, Vulcano, ayudado por dos personajes simbólicos cuyos nombres griegos significan la Fuerza y la Violencia, le sujetó al Cáucaso, de tal manera, que le impedían todo movimiento, enviándole un buitre para que incesantemente de devorase las entrañas. De este suplicio cruel, fue liberado por Hércules.
Tal es, sumariamente expresada la fábula de Prometeo que tantos puntos de semejanza ofrece con las de Deucalión, Hércules, Pandora. Como se presenta, el mito de Prometeo, mezcla confusa de tradiciones contradictorias y pertenecientes a diversas épocas, se remonta a los tiempos fabulosos de la Grecia. Esquilo nos lo presenta como el padre de la civilización y bienhechor de la humanidad. Guiado por el amor que tenía al hombre, subió al cielo para robar el fuego del genio, y se lo entregó, enseñándole a hacer uso de él, para que pudiera descubrir muchas artes; le enseñó también a construir sus habitaciones, a observar los astros, a distinguir las estaciones; inventó también la escritura, la ciencia de los números, la medicina, la náutica, la adivinación. Así, las aventuras de Prometeo, son emblema de las luchas, de las pruebas y de los progresos de la humanidad.

[vi] En la tradición hebrea Samael es el dios de Luz que, junto a Eva, engendra el linaje de Caín, del cual desciende el héroe masónico Hiram. Ver El Sendero de Lucifer. Gabriel López de Rojas. Martínez Roca. Barcelona. 2004

[vii] Palabra hebrea que significa “adversario, acusador ante un tribunal”. Satán aparece en el Antiguo Testamento como la mano derecha de Yahveh y en el Nuevo Testamento como oposición a dios. Lucifer es la Luz, mientras que Satán esta ligado a la materia, a los más siniestro y deforme.

[viii] Edición traducida al castellano: El Vaticano contra Dios. Los Milenarios. Ediciones B. Barcelona 1999

[ix] Ver libro del Génesis 4, 16

[x] Ver Genesis, with Translation and Notes, Rev. Morris J.Raphall.

[xi] Manuscrito Dowland, principios del siglo XVI.
[xii] Theology of Ophion, Sanconiatho: Antiguo escritor fenicio. Toda la información referente a su obra se deriva de los trabajos de Herennius Philo de Byblos (circa 100). Sanconiatho en su obra hace mención de la presencia y valor de la serpiente en los cultos míticos egipcios. Hacia 1929 en Siria se realizaron hallazgos de documentos Fenicios revelando información sobre Sanconiatho acerca de mitología y religión. Charles Anthon, en su Classical Dictionary, New York, NY.1888, afirma que Sanconiatho fue contemporáneo de Salomón y que sus trabajos fueron preservados por Eusebius.
[xiii] Jacob Bryant, A New System, or an Analysis of Ancient Mythology. Kessinger Publishing 2003. En este trabajo se relata la historia de los babilonios, caldeos, egipcios, cainitas, fenicios y sociedades igual de importantes

[xiv] William Hutchinson, The spirit of Masonery in moral and elucidatory lectures, London, Tegg, 1815

[xv] Los sabeos, dice la Biblia, eran hombres de buena talla, “de gran talla” (Isaías 14, 14), eran ricos y buenos comerciantes y a menudo se asociaban a los de Dedán, otra población de Arabia. Su existencia se remonta a una época que se puede situar entre los 1.500 y 1.000 años antes de Jesús. Pero históricamente la más antigua y formal mención que se hace de ellos se fija en el siglo VIII, antes de nuestra era, en los Anales de Sargón. El rey de Persia, Senaquerib, recibe del rey de Saba de entonces un rico obsequio que hace enterrar en los cimientos de un templo. Esto se sitúa exactamente en el año 685 antes de Jesús.
[xvi] Fue fundado probablemente por colonos procedentes del sudoeste de Arabia (actual Yemen), que llegarían a la zona hacia el año 400 a.C., pero no puede determinarse con exactitud en qué momento se organizó como reino. El periplo del mar Eritreo (circa 110 a.C.), escrito por un griego de Alejandría, es una especie de guía para navegantes en la que se menciona el puerto de Adulis; se dice también que la capital, Aksum, se encuentra a ocho días de marcha del puerto, y se menciona al rey Zoscales, que habla griego. Se discute si Zoscales es en realidad el Za Haqle mencionado en las listas de los reyes etíopes, o si era sólo un reyezuelo local. Otras referencias, muy posteriores, pueden hallarse en la obra de Cosmas Indicopleustes.
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