Un Beatle en Santiago
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Un Beatle en Santiago
Recordaba ayer una de las tantas “discusiones” que sosteníamos en la Universidad en defensa de nuestras respectivas ciudades. Eran fraternales intercambios de virtudes citadinas, así alguno proviniera del más intrincado de los montes cubanos. Los dos extremos más “recalcitrantes” en tales encuentros lo conformábamos Charly (como le llamábamos cariñosamente a Carlos) y yo. Él, matancero de pura cepa, yo, defensor a ultranza de esta tierra caliente de donde piensan los occidentales que sólo salen negros, policías y “palestinos”. Cada uno utilizaba las mejores armas con las que cuentan dos ciudades de encantos únicos, y que a la larga, a ambos nos fascinaban. De Santiago, sus calles estrechas, sus horizontes montañosos, las calles-escalinatas, Maceo, Frank, y mucho más. Matanzas, la Atenas de Cuba, con sus puentes y playas, Varadero y más. En medio de la discusión, cuando yo ya había “echado mano” a Lorca y Navarro Luna, recordé que incluso, la única visita de un ex Beatles a Cuba, había sido a Santiago. Sin embargo cuál no fue mi sorpresa cuando en una arrancada propia de Usain Bolt y dando muestra de la agudeza mental que lo caracterizaba Charly replicó: ¿Y Lennon?…Ante el obvio asombro de mi parte, el Yero, que estaba como casi siempre en medio de nuestros intercambios, preguntó no menos asombrado: ¿qué pasó con Lennon, si él no fue a Matanzas?, a lo que Carlos respondió con una seriedad de entierro: ¡Porque lo mataron antes, porque si no…!
Aún sonrío cuando recuerdo esta anécdota que me transporta a mis días de pre-universitario, en el IPU Cuqui Bosch. Era el año 2000, el último de los tres años de una de las etapas más interesantes de mi vida, y un buen día Santiago despertó con la noticia que Paul McCartney, el Beatles que junto a Lennon nos regaló varias de las canciones más antológicas de los chicos de Liverpool, había realizado una visita relámpago a la ciudad, aunque no lo suficientemente rápida como para que escapara a la curiosidad de los pocos (afortunados) santiagueros que pudieron verlo personalmente. La leyenda ya se había creado.
Cuentan algunos que sólo lo reconocieron por su hijo, el cual le recordó a la persona que chequeaba los documentos de entrada al país, al McCartney joven de cerquillo rebelde. Otras versiones, y con la cual me identifico más, es la que asegura que al pedir identificación al avión privado que traía a bordo a los McCartney, la torre de control tuvo que preguntar dos veces ante la incredulidad despertada por la respuesta inicial: “Es Paul McCartney con dos de sus hijos…McCartney el de los Beatles”. Desde que pisó tierra cubana, santiaguera para suerte nuestra, Paul fue objeto de la atención de los fanáticos con que cuentan en Cuba, a pesar de que durante mucho tiempo, la errada política cultural de principio de los 60 estigmatizó a los Beatles como música del imperialismo.
McCartney y su familia realizaron un recorrido por el centro histórico santiaguero donde visitaron la Casa de la Trova y se hicieron de varios discos de música popular y tradicional entre los que se incluían a Eliades Ochoa, a quien el ex Beatles reconoció como “el del Granmy” en referencia al prestigioso galardón otorgado al músico cubano. Tampoco escapó a la visita del autor de Hey Jude el Castillo del Morro, Patrimonio de la Humanidad. Precisamente en este sitio dejó plasmada la única evidencia física de su paso por la tierra santiaguera, al firmar en el libro de visitantes con las siguientes palabras: “Muchas gracias. Muy bueno. Viva la Revolución”. Aún hoy se guarda en esta instalación, como uno de sus tesoros más preciados, la silla en la cual se sentó a la mesa Paul McCartney, y en cuyo espaldar se lee: “Gracias. Paul McCartney. Muy bueno”.
Silla donde se sentó Paul McCartney durante su visita al Castillo del Morro en Santiago de Cuba en el 2000. En el espaldar se lee. "Gracias. Paul McCartney. Muy bueno"
Hoy, al recordar estas cosas, pienso en el Yero, cuyos pasos andan por las regias calles londinenses, y si tal vez recuerde aquella anécdota que compartimos con el Charly. Le pregunté si había visitado Liverpool, pero me dijo que sólo había ido a la mítica Abbey Road y se quitó los zapatos para caminar por el paso peatonal que pisan los Beatles eternamente en la portada de uno de sus discos.
Acá todavía hay quien sueña con aquella rápida visita de McCartney, tal vez mi profesor de Historia que dice haber estado al lado del músico británico. Otros aún creen que no fue más que una broma bien armada. Lo cierto es que desde el 2000, Santiago cuenta entre sus curiosidades con uno de los Beatles.
Tomado del blog
http://santiagoenmi.wordpress.com/.
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