Willy Chirino y su “orgullo” de la Nueva Trova *** por Zoé Valdés
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Willy Chirino y su “orgullo” de la Nueva Trova *** por Zoé Valdés
agosto 16, 2011
por Zoé Valdés ¡Libertad y Vida!
Willy Chirino y su “orgullo” de la Nueva Trova.
¿Es la Nueva Trova una música popular hoy en la isla? No. A varios jóvenes a los que un periodista entrevistó no sólo le respondieron que no, que eso era música de viejos, y que ellos no se sonaban semejante “trova” ni muertos, además algunos no conocían los antiguos títulos que hicieron célebres a los dos exponentes principales del movimiento: Silvio y Pablo. O sea que la juventud le desmayó “la trova” a la Nueva Trova. E incluso, si por acaso prefieren a los ancianos de la Vieja Trova, se declaran preferiblemente adictos del “perreo”, la timba, y demás esos ruidos actuales.
Es decir, que ciertamente el público de estos trovadores se encuentra mayormente en el exilio, y con toda evidencia esa parte del exilio siente por esos artistas una cierta nostalgia, marcada por su juventud, como mismo a veces uno recuerda la pasta Perla, la latica de Vita Nuova, y la lata de leche condensada rusa, que había que martillarla para sacarle la leche dura, vencida desde la época de Stalin, de adentro del envase, había que darle literalmente candela al jarro para poder beberse una gota –que más parecía un cambolo- de leche. Yo les diré algo, no siento nostalgia de nada de eso, es bueno recordar, burlarnos un rato, y basta. Pero el que lo vivió, el que lo padeció, no puede extrañar nada de esa porquería, y mucho menos considerarlo bueno, ni sentirse orgulloso de semejante mierda.
Así que, con todo respeto, no alcanzo a entender a Willy Chirino cuando afirma que los cubanos deberíamos sentirnos “orgullosos de la Nueva Trova”. Debo admitir que disfruté muchísimo algunas canciones de la Nueva Trova, inolvidables porque las viví y con ellas me enamoré, pero si eso sucedió, es muy probable que fuera en buena medida porque no había otras opciones. Al verbo elegir no podíamos darle uso.
Frente a todas las prohibiciones que nos impusieron, en relación a las artes, a mi juicio, la de la música fue una de la más violentas; teniendo en cuenta que la música es una forma de expresión esencial, y hasta natural, del cubano, lo que nos quitaron no tiene perdón de dios. El bolero, la guaracha, el mambo, el filin, la salsa, toda la música buena cubana fue calificada de decadente, y la Nueva Trova sustituyó, con su lenguaje altamente politizado, el abismo que nos dejó la censura. De modo que, como no podíamos oír a Bob Dylan, considerado un enemigo, pues a algún “sesudo” se le ocurrió dorarnos la píldora con que nuestro Bob Dylan era Silvio Rodríguez, y así, fuimos metiéndonos la pastilla dosificada. La mano invisible de acero nos apretaba los cachetes para que abriéramos la boca y
tomáramos obligados la amarga medicina. Yo habría preferido a Celia Cruz antes que a Dylan.
Oíamos las estaciones radiales norteamericanas escondidos en el baño, bailábamos escondidos en las azoteas al compás de discos prohibidos que cambiábamos por cualquier cosa a los marinos mercantes, a veces la policía se colaba en las azoteas y debíamos brincar de una azotea a otra, pasándonos los discos de mano en mano, para salvarlos, para no perderlos, y sobre todo para no ser detenidos. Eso lo viví yo, está en mi novela Café Nostalgia.
Cuando llegué al exilio lo primero que hice fue comprarme toda la música de los cubanos exiliados que nos habían prohibido, Ricardo Vega se fue haciendo de una tremenda colección de música prohibida en inglés, en Telebemba hay una sección titulada Lo que no vimos donde se puede apreciar una ínfima parte, en comparación, de lo que nos prohibieron.
Puedo entender que aquellos que no les tocó la represión que vivimos nosotros, porque se encontraban en el exilio, sientan una edulcorada y hasta embellecida nostalgia de lo que no hicieron, de lo que no les hicieron, tal vez sea la razón por la que Willy Chirino diga que “debemos sentirnos orgullosos de la Nueva Trova”. Yo no sé si él se ha zumbado la Nueva Trova como nos la tuvimos que zumbar nosotros, como el pan nuestro de cada día, pero a juzgar por su ritmo y su música, no ha sido felizmente el caso.
No puedo sentirme orgullosa de una música que me impusieron en detrimento de muchísima buena música cubana, entre la que se encuentra la suya, la de Los Beatles, por ejemplo, fuente de inspiración de su último disco. Y ruego sinceramente porque ese “orgullo” de Chirino no le dé por grabar un próximo disco bajo los influjos de “un hombre se levanta, temprano en la mañana”, etc. Porque, de hecho, de las mejores y más audaces canciones de aquellos trovadores, sus mismos autores han renegado, no fueran a ser “malinterpretadas” por Papá Fidel y Tío Raúl.
Eso sí, una gran cantidad de músicos que debieron rebajarse ante los patrones de conducta castradores, y así y todo engrandecieron con su talento a la Nueva Trova, se hallan en el exilio, sin trabajo, sin discos, sin conciertos. Tal vez ofreciéndoles oportunidades se compensaría esa nostalgia del “orgullo trovadorasco”, y todos ganaríamos.
Pero, por favor, no me impongan que sienta “orgullo” de quienes aprueban que la oficialidad le dedique tardíamente un parque a Los Beatles, ampliamente censurados en Cuba, porque son los mismos que todavía, a estas alturas de tanta bondadosa bobería, le escamotean homenajes a Ernesto Lecuona. Son los mismos que se atreven a amenazar a los exiliados con enjuiciarlos, cuando son ellos los que deberían ser enjuiciados por impedir que los músicos censurados ocupen las plazas que le corresponden, entre ellas, la Plaza Cívica.
Zoé Valdés.
http://zoevaldes.net/
por Zoé Valdés ¡Libertad y Vida!
Willy Chirino y su “orgullo” de la Nueva Trova.
¿Es la Nueva Trova una música popular hoy en la isla? No. A varios jóvenes a los que un periodista entrevistó no sólo le respondieron que no, que eso era música de viejos, y que ellos no se sonaban semejante “trova” ni muertos, además algunos no conocían los antiguos títulos que hicieron célebres a los dos exponentes principales del movimiento: Silvio y Pablo. O sea que la juventud le desmayó “la trova” a la Nueva Trova. E incluso, si por acaso prefieren a los ancianos de la Vieja Trova, se declaran preferiblemente adictos del “perreo”, la timba, y demás esos ruidos actuales.
Es decir, que ciertamente el público de estos trovadores se encuentra mayormente en el exilio, y con toda evidencia esa parte del exilio siente por esos artistas una cierta nostalgia, marcada por su juventud, como mismo a veces uno recuerda la pasta Perla, la latica de Vita Nuova, y la lata de leche condensada rusa, que había que martillarla para sacarle la leche dura, vencida desde la época de Stalin, de adentro del envase, había que darle literalmente candela al jarro para poder beberse una gota –que más parecía un cambolo- de leche. Yo les diré algo, no siento nostalgia de nada de eso, es bueno recordar, burlarnos un rato, y basta. Pero el que lo vivió, el que lo padeció, no puede extrañar nada de esa porquería, y mucho menos considerarlo bueno, ni sentirse orgulloso de semejante mierda.
Así que, con todo respeto, no alcanzo a entender a Willy Chirino cuando afirma que los cubanos deberíamos sentirnos “orgullosos de la Nueva Trova”. Debo admitir que disfruté muchísimo algunas canciones de la Nueva Trova, inolvidables porque las viví y con ellas me enamoré, pero si eso sucedió, es muy probable que fuera en buena medida porque no había otras opciones. Al verbo elegir no podíamos darle uso.
Frente a todas las prohibiciones que nos impusieron, en relación a las artes, a mi juicio, la de la música fue una de la más violentas; teniendo en cuenta que la música es una forma de expresión esencial, y hasta natural, del cubano, lo que nos quitaron no tiene perdón de dios. El bolero, la guaracha, el mambo, el filin, la salsa, toda la música buena cubana fue calificada de decadente, y la Nueva Trova sustituyó, con su lenguaje altamente politizado, el abismo que nos dejó la censura. De modo que, como no podíamos oír a Bob Dylan, considerado un enemigo, pues a algún “sesudo” se le ocurrió dorarnos la píldora con que nuestro Bob Dylan era Silvio Rodríguez, y así, fuimos metiéndonos la pastilla dosificada. La mano invisible de acero nos apretaba los cachetes para que abriéramos la boca y
tomáramos obligados la amarga medicina. Yo habría preferido a Celia Cruz antes que a Dylan.
Oíamos las estaciones radiales norteamericanas escondidos en el baño, bailábamos escondidos en las azoteas al compás de discos prohibidos que cambiábamos por cualquier cosa a los marinos mercantes, a veces la policía se colaba en las azoteas y debíamos brincar de una azotea a otra, pasándonos los discos de mano en mano, para salvarlos, para no perderlos, y sobre todo para no ser detenidos. Eso lo viví yo, está en mi novela Café Nostalgia.
Cuando llegué al exilio lo primero que hice fue comprarme toda la música de los cubanos exiliados que nos habían prohibido, Ricardo Vega se fue haciendo de una tremenda colección de música prohibida en inglés, en Telebemba hay una sección titulada Lo que no vimos donde se puede apreciar una ínfima parte, en comparación, de lo que nos prohibieron.
Puedo entender que aquellos que no les tocó la represión que vivimos nosotros, porque se encontraban en el exilio, sientan una edulcorada y hasta embellecida nostalgia de lo que no hicieron, de lo que no les hicieron, tal vez sea la razón por la que Willy Chirino diga que “debemos sentirnos orgullosos de la Nueva Trova”. Yo no sé si él se ha zumbado la Nueva Trova como nos la tuvimos que zumbar nosotros, como el pan nuestro de cada día, pero a juzgar por su ritmo y su música, no ha sido felizmente el caso.
No puedo sentirme orgullosa de una música que me impusieron en detrimento de muchísima buena música cubana, entre la que se encuentra la suya, la de Los Beatles, por ejemplo, fuente de inspiración de su último disco. Y ruego sinceramente porque ese “orgullo” de Chirino no le dé por grabar un próximo disco bajo los influjos de “un hombre se levanta, temprano en la mañana”, etc. Porque, de hecho, de las mejores y más audaces canciones de aquellos trovadores, sus mismos autores han renegado, no fueran a ser “malinterpretadas” por Papá Fidel y Tío Raúl.
Eso sí, una gran cantidad de músicos que debieron rebajarse ante los patrones de conducta castradores, y así y todo engrandecieron con su talento a la Nueva Trova, se hallan en el exilio, sin trabajo, sin discos, sin conciertos. Tal vez ofreciéndoles oportunidades se compensaría esa nostalgia del “orgullo trovadorasco”, y todos ganaríamos.
Pero, por favor, no me impongan que sienta “orgullo” de quienes aprueban que la oficialidad le dedique tardíamente un parque a Los Beatles, ampliamente censurados en Cuba, porque son los mismos que todavía, a estas alturas de tanta bondadosa bobería, le escamotean homenajes a Ernesto Lecuona. Son los mismos que se atreven a amenazar a los exiliados con enjuiciarlos, cuando son ellos los que deberían ser enjuiciados por impedir que los músicos censurados ocupen las plazas que le corresponden, entre ellas, la Plaza Cívica.
Zoé Valdés.
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