Carlos Manuel de Céspedes y la logia Independencia *** Por Ana Cairo
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Carlos Manuel de Céspedes y la logia Independencia *** Por Ana Cairo
Carlos Manuel de Céspedes y la logia Independencia
Por Ana Cairo
<< Carlos Manuel de Céspedes.
La familia, los amigos y los enemigos, los admiradores contemporáneos, los biógrafos e historiadores de la Revolución del 68, se habían preocupado por continuar ampliando el conocimiento de su vida y por publicar los documentos personales y políticos más importantes.
Cuando preparaba Máximo Gómez…, surgió la necesidad de buscar datos para el intento de precisar el año en el que el general había ingresado a la masonería. En los tres puntos, con formato de triángulo, que acompañaban su firma, el héroe privilegiaba la importancia otorgada a dicha afiliación.
Francisco Pérez Guzmán, uno de los mejores conocedores de la vida del jefe del Ejército Libertador, acababa de fallecer. Eduardo Torres-Cuevas no estaba en Cuba. Revisé su ya célebre libro Historia de la masonería en Cuba (2005) y encontré una referencia sobre la logia Independencia, en un artículo, para mi desconocido, de Fernando Figueredo.
Con la esperanza de hallar una posible respuesta a la interrogante sobre el Generalísimo Gómez, visité la excelente biblioteca en la sede de la Gran Logia Nacional (avenida Carlos III esquina a Belascoaín). Unos bibliotecarios solidarios me localizaron la revista habanera La Gran Logia, tercera época, tercer año, correspondiente a 1901. Revisé el año completo y encontré tres artículos.
Veinte años antes, el adolescente, autor del soneto “10 de Octubre”, había comenzado a fascinarse con la personalidad del líder bayamés. Con su maestro Rafael María de Mendive (1821-1886) había aprendido a desarrollar una curiosidad perseverante. Resumía documentos, noticias y datos. Se interesaba por algunas formas de la historia oral.
En Guatemala, entre 1877 y 1878, probablemente, el poeta José Joaquín Palma (1844-1911), fundador de El Cubano Libre, primer periódico mambí, y el profesor José María Izaguirre (1828- 1905), ambos amigos de Céspedes, le aportaron hechos e impresiones claves para entender los más sutiles matices de su personalidad.
Con el testimonio oral del médico camagüeyano José Jacinto Luis y los valiosos números del El Cubano Libre, que le había prestado el bibliófilo Néstor Ponce de León, entre otras fuentes, Martí regresó al tema con la narración histórica “El 10 de abril” (periódico Patria, 10 de abril de 1892), en el que evocó el proceso de la Asamblea Constituyente en Guáimaro del 10 al 12 de abril de 1869.
En Patria, de ese mismo día, en la sección “En casa”, Martí agradeció el aporte de Luis.
El 23 de abril, también en Patria, sección “En casa”, se unió a la saga el testimonio de Néstor Carbonell, quien había memorizado un fragmento de la “alocución” de Céspedes al ser electo Presidente de la República en Armas:
“Cuba ha contraído el deber solemne de consumar su independencia o perecer en la demanda; antes que todo se compromete a ser republicana; este noble compromiso es contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y, lo que es más, ante nuestra propia conciencia. Todo esto significa que seáis heroicos y virtuosos; en vuestro heroísmo confío; contad vosotros con mi abnegación”.
De este modo, se conformaban los tránsitos entre la historia oral y la escrita, a través de las cadenas comunicativas: Luis había leído “Céspedes y Agramonte”; él testimonió para que Martí hiciera el “El 10 de abril”; Carbonell completaba lo narrado con otro aspecto.
En el inicio del siglo XX, Figueredo era un dirigente prestigioso de la masonería en La Habana y colaborador de la revista La Gran Logia. En el artículo “El altar de la masonería” (número 21, 1 de noviembre de 1901, pp. 320-326), reiteró que su afiliación se basaba en una convicción ética, porque creía que la masonería era “un hermoso sistema de moral velado por alegorías e ilustrado por símbolos”, que permitía“a todo ser humano que tenga su creencia, su Dios; (…) no importa cómo se lo figure y dónde le plazca colocarlo” (p.324).
Quizás para satisfacer la curiosidad de algún amigo, Figueredo relató lo que sabía sobre la “Logia militante Independencia”. El texto fue fechado en diciembre de 1900 y fue dedicado a Francisco de F. Rodríguez. Se publicó en La Gran Logia el 15 de enero de 1901 (a. 3, número 2, pp. 23-25).
José María Izaguirre escribió una carta a Figueredo, fechada el 7 de febrero. Se publicó bajo el título de “Un dato histórico masónico” el 15 de febrero de 1901 (a. 3, número 4, pp. 52-53). Él aportaba sobre la logia Manzanillo, antecesora de la mambisa Independencia.
Para los fines de mi indagación, reordené las narraciones de los dos revolucionarios. Según Izaguirre, en abril de 1868, se constituyó la logia Manzanillo, la cual estaba bajo los auspicios del antiguo rito escocés. El fundador era Manuel Ramón Fernández, grado 33, residente en Santiago de Cuba. Las primeras sesiones ocurrieron en el colegio de la familia Izaguirre y después se alquiló una casa particular.
Fernández retornó a Santiago de Cuba. Céspedes era el Venerable Maestro; Eligio Izaguirre, el secretario y Manuel J. Izaguirre, el tesorero. El libro de la tesorería estuvo en poder del señor Pedro Gonzalo, quien se lo entregó después a los españoles.
Por las investigaciones de Eduardo Torres-Cuevas, sobre el médico Antonio Vicente de Castro, el artífice del Gran Oriente de Cuba (GOCA), puede inferirse que la logia Manzanillo surgió de ese proyecto político y que fue uno de los espacios conspirativos más útiles para su membresía de independentistas.
Figueredo se inició en la “logia militante Independencia”; pero, sus miembros hicieron suyo el prestigio acumulado por su Venerable Maestro en la logia Manzanillo. Por lo anterior, relataba:
“(…) yo no he visto uno que haya manejado el mallete con más gracia y desenvoltura; uno que haya ocupado el augusto sitial del Venerable Maestro con más circunspección que aquel Venerable Maestro de la Logia Manzanillo.
Él en sus procedimientos tomaba algo de distintos autores y mucho, la mayor parte, de sí mismo. Era ritualista: para él la forma era el todo y guardaba esta aún en los trances más difíciles. Siempre cortés, afable, respetuoso, comunicativo”. (p. 23)
Entre los libros usados por Céspedes estaba el de Viriato de Covadonga y el de Andrés Cassard.
La logia Manzanillo desapareció al comenzar la Revolución el 10 de octubre de 1868. Carlos Manuel de Céspedes, ya convertido en el líder de esa Revolución, decidió fundar una logia mambisa, destinada a satisfacer las necesidades espirituales de los combatientes.
La logia Independencia surgió, en Guáimaro, a partir del 10 de abril de 1869, cuando se proclamó la República en Armas. Los “oficiales fijos” eran: Céspedes, el Venerable Maestro; Mariano Acosta, el secretario; Ramón Céspedes, el orador. Francisco Vicente Aguilera, Perucho Figueredo, Francisco Maceo, Salvador Cisneros y Donato Mármol estuvieron entre los “operarios del Templo”.
Francisco Arredondo Miranda (camagüeyano) construyó los instrumentos para las ceremonias, que se hacían con “todas las reglas del ritual”.
La logia resultaba itinerante. Se movía con el Presidente de la República en Armas. Las sesiones eran al aire libre en “grandes ranchos de guano y yagua”. Los utensilios se transportaban en el lomo de un “mulo masón”, junto con el equipaje del Venerable Maestro.
Una parte del “material de la logia” fue ocupado por los españoles y se conservaba en el Museo de Artillería, en Madrid.
Según Figueredo:
“(…) las iniciaciones eran continuas; los trabajos no se interrumpían nunca y hubo iniciados, que después de recibir el primer grado, venían de grandes distancias en los días señalados a tomar sus grados de Compañero o Maestro. El orden y la compostura eran perfectos. (p.25)
[Céspedes] era un masón convencido y creía que su misión era extender sus principios hasta los últimos confines de la sociedad, muchos, atraídos por su palabra, dominados por su elocuencia, se hacían masones en el seno de la logia, en sus sublimes peroraciones. (p.24)
(…) Por fin la crudeza de la campaña nos obligó a suspender los trabajos (…) no sin haber hecho antes el buen servicio para que ella fuese creada, no sin haber inundado el país de buenos y dignos masones que allí en el campo de la práctica lucharon incansables por el perfeccionamiento de la Hermandad” (p.25).
La Habana, 7 de octubre de 2010.
Por Ana Cairo
<< Carlos Manuel de Céspedes.
I
Cuando investigaba para los libros José Martí y la novela de la cultura cubana (2003) y Máximo Gómez: 100 años (2006) tuve que profundizar en el estudio de la leyenda de Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874), continuamente multiplicada.La familia, los amigos y los enemigos, los admiradores contemporáneos, los biógrafos e historiadores de la Revolución del 68, se habían preocupado por continuar ampliando el conocimiento de su vida y por publicar los documentos personales y políticos más importantes.
Cuando preparaba Máximo Gómez…, surgió la necesidad de buscar datos para el intento de precisar el año en el que el general había ingresado a la masonería. En los tres puntos, con formato de triángulo, que acompañaban su firma, el héroe privilegiaba la importancia otorgada a dicha afiliación.
Francisco Pérez Guzmán, uno de los mejores conocedores de la vida del jefe del Ejército Libertador, acababa de fallecer. Eduardo Torres-Cuevas no estaba en Cuba. Revisé su ya célebre libro Historia de la masonería en Cuba (2005) y encontré una referencia sobre la logia Independencia, en un artículo, para mi desconocido, de Fernando Figueredo.
Con la esperanza de hallar una posible respuesta a la interrogante sobre el Generalísimo Gómez, visité la excelente biblioteca en la sede de la Gran Logia Nacional (avenida Carlos III esquina a Belascoaín). Unos bibliotecarios solidarios me localizaron la revista habanera La Gran Logia, tercera época, tercer año, correspondiente a 1901. Revisé el año completo y encontré tres artículos.
Gran Logia Nacional. >>
No tenía cómo fotocopiar. Resumí sus contenidos esenciales. Estimo que mis anotaciones podrían ser útiles a otras personas, porque hasta donde conozco los textos no se han reproducido en 109 años.II
El 10 de octubre de 1888 José Martí publicó el ensayo biográfico “Céspedes y Agramonte” en el periódico El Avisador Cubano de Nueva York. Los distintos sectores y grupos de emigrados felicitaron a Martí por la calidad literaria de los dos retratos e hicieron que el texto circulara en numerosas ciudades y pueblos dentro de los Estados Unidos y en Cuba.Veinte años antes, el adolescente, autor del soneto “10 de Octubre”, había comenzado a fascinarse con la personalidad del líder bayamés. Con su maestro Rafael María de Mendive (1821-1886) había aprendido a desarrollar una curiosidad perseverante. Resumía documentos, noticias y datos. Se interesaba por algunas formas de la historia oral.
En Guatemala, entre 1877 y 1878, probablemente, el poeta José Joaquín Palma (1844-1911), fundador de El Cubano Libre, primer periódico mambí, y el profesor José María Izaguirre (1828- 1905), ambos amigos de Céspedes, le aportaron hechos e impresiones claves para entender los más sutiles matices de su personalidad.
Con el testimonio oral del médico camagüeyano José Jacinto Luis y los valiosos números del El Cubano Libre, que le había prestado el bibliófilo Néstor Ponce de León, entre otras fuentes, Martí regresó al tema con la narración histórica “El 10 de abril” (periódico Patria, 10 de abril de 1892), en el que evocó el proceso de la Asamblea Constituyente en Guáimaro del 10 al 12 de abril de 1869.
En Patria, de ese mismo día, en la sección “En casa”, Martí agradeció el aporte de Luis.
El 23 de abril, también en Patria, sección “En casa”, se unió a la saga el testimonio de Néstor Carbonell, quien había memorizado un fragmento de la “alocución” de Céspedes al ser electo Presidente de la República en Armas:
“Cuba ha contraído el deber solemne de consumar su independencia o perecer en la demanda; antes que todo se compromete a ser republicana; este noble compromiso es contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y, lo que es más, ante nuestra propia conciencia. Todo esto significa que seáis heroicos y virtuosos; en vuestro heroísmo confío; contad vosotros con mi abnegación”.
De este modo, se conformaban los tránsitos entre la historia oral y la escrita, a través de las cadenas comunicativas: Luis había leído “Céspedes y Agramonte”; él testimonió para que Martí hiciera el “El 10 de abril”; Carbonell completaba lo narrado con otro aspecto.
III
Fernando Figueredo Socarrás (1846-1929) estaba en los Estados Unidos cuando comenzó la Revolución de 1868. De inmediato, regresó a Cuba. Con veintidós años se convirtió en un mambí. Estuvo entre los ayudantes de Céspedes.Fernando Figueredo Socarrás.>>
En la década de 1890, Figueredo era uno de los amigos de José Martí. Ayudó en la preparación de Los poetas de la guerra (1893). Se convirtió en un famoso conferencista con el ciclo de lecciones en torno a La Revolución de Yara. Sus disertaciones patrióticas se impartían en las asociaciones de emigrados; formaban parte del programa cultural y educativo martiano para favorecer el inicio de la Revolución de 1895. Finalmente, en 1902, el ciclo se transformó en un libro.En el inicio del siglo XX, Figueredo era un dirigente prestigioso de la masonería en La Habana y colaborador de la revista La Gran Logia. En el artículo “El altar de la masonería” (número 21, 1 de noviembre de 1901, pp. 320-326), reiteró que su afiliación se basaba en una convicción ética, porque creía que la masonería era “un hermoso sistema de moral velado por alegorías e ilustrado por símbolos”, que permitía“a todo ser humano que tenga su creencia, su Dios; (…) no importa cómo se lo figure y dónde le plazca colocarlo” (p.324).
Quizás para satisfacer la curiosidad de algún amigo, Figueredo relató lo que sabía sobre la “Logia militante Independencia”. El texto fue fechado en diciembre de 1900 y fue dedicado a Francisco de F. Rodríguez. Se publicó en La Gran Logia el 15 de enero de 1901 (a. 3, número 2, pp. 23-25).
José María Izaguirre escribió una carta a Figueredo, fechada el 7 de febrero. Se publicó bajo el título de “Un dato histórico masónico” el 15 de febrero de 1901 (a. 3, número 4, pp. 52-53). Él aportaba sobre la logia Manzanillo, antecesora de la mambisa Independencia.
Para los fines de mi indagación, reordené las narraciones de los dos revolucionarios. Según Izaguirre, en abril de 1868, se constituyó la logia Manzanillo, la cual estaba bajo los auspicios del antiguo rito escocés. El fundador era Manuel Ramón Fernández, grado 33, residente en Santiago de Cuba. Las primeras sesiones ocurrieron en el colegio de la familia Izaguirre y después se alquiló una casa particular.
Fernández retornó a Santiago de Cuba. Céspedes era el Venerable Maestro; Eligio Izaguirre, el secretario y Manuel J. Izaguirre, el tesorero. El libro de la tesorería estuvo en poder del señor Pedro Gonzalo, quien se lo entregó después a los españoles.
Por las investigaciones de Eduardo Torres-Cuevas, sobre el médico Antonio Vicente de Castro, el artífice del Gran Oriente de Cuba (GOCA), puede inferirse que la logia Manzanillo surgió de ese proyecto político y que fue uno de los espacios conspirativos más útiles para su membresía de independentistas.
José María Izaguirre.>>
Según Izaguirre, la logia Manzanillo poseía “quizás la biblioteca masónica más completa de la Isla”, con ejemplares en varios idiomas, porque Céspedes conocía perfectamente el francés y el italiano y estudiaba “a fondo” el portugués, el alemán y el inglés.Figueredo se inició en la “logia militante Independencia”; pero, sus miembros hicieron suyo el prestigio acumulado por su Venerable Maestro en la logia Manzanillo. Por lo anterior, relataba:
“(…) yo no he visto uno que haya manejado el mallete con más gracia y desenvoltura; uno que haya ocupado el augusto sitial del Venerable Maestro con más circunspección que aquel Venerable Maestro de la Logia Manzanillo.
Él en sus procedimientos tomaba algo de distintos autores y mucho, la mayor parte, de sí mismo. Era ritualista: para él la forma era el todo y guardaba esta aún en los trances más difíciles. Siempre cortés, afable, respetuoso, comunicativo”. (p. 23)
Entre los libros usados por Céspedes estaba el de Viriato de Covadonga y el de Andrés Cassard.
La logia Manzanillo desapareció al comenzar la Revolución el 10 de octubre de 1868. Carlos Manuel de Céspedes, ya convertido en el líder de esa Revolución, decidió fundar una logia mambisa, destinada a satisfacer las necesidades espirituales de los combatientes.
La logia Independencia surgió, en Guáimaro, a partir del 10 de abril de 1869, cuando se proclamó la República en Armas. Los “oficiales fijos” eran: Céspedes, el Venerable Maestro; Mariano Acosta, el secretario; Ramón Céspedes, el orador. Francisco Vicente Aguilera, Perucho Figueredo, Francisco Maceo, Salvador Cisneros y Donato Mármol estuvieron entre los “operarios del Templo”.
Francisco Arredondo Miranda (camagüeyano) construyó los instrumentos para las ceremonias, que se hacían con “todas las reglas del ritual”.
La logia resultaba itinerante. Se movía con el Presidente de la República en Armas. Las sesiones eran al aire libre en “grandes ranchos de guano y yagua”. Los utensilios se transportaban en el lomo de un “mulo masón”, junto con el equipaje del Venerable Maestro.
Una parte del “material de la logia” fue ocupado por los españoles y se conservaba en el Museo de Artillería, en Madrid.
Según Figueredo:
“(…) las iniciaciones eran continuas; los trabajos no se interrumpían nunca y hubo iniciados, que después de recibir el primer grado, venían de grandes distancias en los días señalados a tomar sus grados de Compañero o Maestro. El orden y la compostura eran perfectos. (p.25)
[Céspedes] era un masón convencido y creía que su misión era extender sus principios hasta los últimos confines de la sociedad, muchos, atraídos por su palabra, dominados por su elocuencia, se hacían masones en el seno de la logia, en sus sublimes peroraciones. (p.24)
(…) Por fin la crudeza de la campaña nos obligó a suspender los trabajos (…) no sin haber hecho antes el buen servicio para que ella fuese creada, no sin haber inundado el país de buenos y dignos masones que allí en el campo de la práctica lucharon incansables por el perfeccionamiento de la Hermandad” (p.25).
IV
El testimonio de Figueredo me aportaba una opción para elucubrar que acaso el general Máximo Gómez había sido, o uno de los iniciados en la logia mambisa Independencia en 1869, o uno de los que conocieron dicha historia y quiso afiliarse, posteriormente, a las prácticas de las fraternidades, en las que numerosos revolucionarios adquirieron una formación ética y cívica.La Habana, 7 de octubre de 2010.
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