PRIMEROS AUTOS EN CUBA
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PRIMEROS AUTOS EN CUBA
CUBA en la memoria
PRIMEROS AUTOS EN CUBA - Danza de los millones..
(Publicado por D. Jácome)
En diciembre de 1898 rodó por las calles habaneras el primer automóvil conducido por su dueño, José Muñoz, quien durante los años de la guerra hispano-cubana vivió en París, donde fue testigo del auge de este nuevo medio de transporte y consideró un buen negocio la venta de estos “fotingos” a su regreso a la Isla.
“La Parisiense” fue una de las primeras marcas lanzadas por la incipiente industria automovilística francesa, tenía una velocidad de unos 12 kilómetros por hora y un coste de un poco más de seis mil francos, alrededor de mil pesos cubanos. Emitía un molesto sonido, producto de sus herrajes mal ensamblados y su explosivo ruido mezclado a las nubes de polvo que levantaba a su paso, asustaba y atemorizaba a los curiosos que le veían pasar.
El segundo dueño de un automóvil en Cuba, fue Ernesto Sarrá, quien con el siglo ya comenzaba a ser un acaudalado farmacéutico. Y no solo se contentó con tenerlo, sino que se trajo, también de París, un modelo superior: Un “Rochet y Schneider”, fabricado en Lyon de 8 caballos de fuerza, potencia considerable para junio de 1899. Le había costado unos 4 mil pesos y alcanzaba sobre los 30 kilómetros por hora. Pocos años después, en 1905, ya Sarrá conducía un “Cadillac, modelo E”.
El tercer auto llegó por la vía del señor Muñoz, dueño del primero. Era una especie de camión pequeño comprado por la empresa “Guardia y Compañía” y que podía cargar hasta media tonelada, que ya era bastante para esa época. Era utilizado para la repartición de los cigarros “H. Cabañas y Carvajal” y constituyó, esta novísima furgoneta, todo un espectáculo por las calles habaneras.
La aristocracia habanera compró tantos autos que en 1905 fue necesario crear una comisión de examen, presidida por Ernesto Carricaburo, para el otorgamiento de los títulos oficiales de “chofer”. Surgieron así los primeros exámenes de automovilismo y las pruebas no tenían en cuenta los conocimientos sobre las señales del tránsito, pues todavía no existían, ni tampoco los semáforos. El primer semáforo, un “Eagle” norteamericano, no fue emplazado hasta 1930 en la esquina de Prado y Neptuno; ese mismo año fue instalado otro en la intersección de Belascoaín y Zanja.
En 1903 Cuba y Estados Unidos habían firmado el Tratado de Reciprocidad, donde los productores cubanos de azúcar comprometían el 20 por ciento, del mercado de los EE.UU, sin pagar impuestos de importación estadounidenses. A cambio, Cuba reducía los impuestos diseñados para proteger a sus industrias de las importaciones de Estados Unidos.
El azúcar siempre había sido una de las principales exportaciones de Cuba, pero la magnitud de estas exportaciones entre los años entre 1909 y 1920 fueron de un crecimiento exagerado. El precio de la libra de azúcar pasó de 1,93 centavos de dólar por libra en 1914, justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, y llego a venderse hasta 22,5 centavos de dólar por libra en 1920. Si en 1919 el valor de la zafra fue de 454.5 millones de dólares, en 1920 alcanzó la astronómica cifra de 1005.4 millones de dólares.
Este período en Cuba, entre 1919 y 1920, se conoce como la “Danza de la Millones”, y en verdad los millones danzaron y a los que obtuvieron grandes ingresos les entró el furor de gastar lo más posible, lo que pudiéramos calificar como despilfarro colectivo en gastos suntuarios.
Personas que apenas habían visto un mapa en su vida, ahora iban a pasar sus vacaciones a EE UU o Europa. Se hicieron presentaciones teatrales fabulosas. Y como es de esperar, existió una competencia a ver quien rodaba el carro más caro y más lujoso, competencia aún más sorprendente si se tiene en cuenta que se trataba en muchos casos de colonos y cosecheros de caña que anteriormente su principal medio de locomoción habían sido los caballos por las guardarrayas de sus fincas.
Esta riqueza condujo a gastos extravagantes. Por el Paseo del Prado, primera vía asfaltada en La Habana, circulaban cientos de nuevos coches, como en la "Fifth Avenue" de Nueva York. Según el “Wall Street Journal” del 28 de junio de 1920, la mayoría de los que rodaban por nuestro paseo, eran de alto precio. Marcas como “Pierce-Arrows”, “Packards” y “Rolls-Royce” eran comunes en nuestras calles.
En dicha publicación también se comentaba que “el cubano es a la vez un buen gastador y sin dudas también un buen jugador, cuando tienen fondos”. Y esto se hacía evidente en los hipódromos y los casinos donde muchos que antes arriesgaban solo $10, ahora apuestan $ 1.000 sin inmutarse. El Casino en La Habana y el juego oficial de Jai Alai eran los más frecuentados.
Los automóviles han cambiado mucho desde que rodaron los primeros modelos. La industria del automóvil fué muy buena en la década de 1920. En esa década, muchos de los soldados que lucharon en la Primera Guerra Mundial, compraron autos a su regreso a casa. La gente empezó a ver que tener un automóvil haría que viajar fuera mucho más fácil. Pronto casi todas las familias estadounidenses tenían un coche.
Ford fue el fabricante de automóviles más grande. Los de Ford eran populares porque eran más económicos, pero durante la década de 1920, todos los fabricantes de automóviles se enriquecieron.
Y Cuba representó en este período un mercado excelente. En la publicación solo algunos anuncios de los muchos que circularon en Cuba en esos años. Observen que cada promoción tiene un lugar diferente de venta. ¿Cuántos serían en total?
Actualmente no existe otro país como Cuba que en sus calles exhiba el insólito museo rodante de “fotingos” con diversas marcas y fechas de fabricación.
CUBA EN LA MEMORIA 21.10.2013
PRIMEROS AUTOS EN CUBA - Danza de los millones..
(Publicado por D. Jácome)
En diciembre de 1898 rodó por las calles habaneras el primer automóvil conducido por su dueño, José Muñoz, quien durante los años de la guerra hispano-cubana vivió en París, donde fue testigo del auge de este nuevo medio de transporte y consideró un buen negocio la venta de estos “fotingos” a su regreso a la Isla.
“La Parisiense” fue una de las primeras marcas lanzadas por la incipiente industria automovilística francesa, tenía una velocidad de unos 12 kilómetros por hora y un coste de un poco más de seis mil francos, alrededor de mil pesos cubanos. Emitía un molesto sonido, producto de sus herrajes mal ensamblados y su explosivo ruido mezclado a las nubes de polvo que levantaba a su paso, asustaba y atemorizaba a los curiosos que le veían pasar.
El segundo dueño de un automóvil en Cuba, fue Ernesto Sarrá, quien con el siglo ya comenzaba a ser un acaudalado farmacéutico. Y no solo se contentó con tenerlo, sino que se trajo, también de París, un modelo superior: Un “Rochet y Schneider”, fabricado en Lyon de 8 caballos de fuerza, potencia considerable para junio de 1899. Le había costado unos 4 mil pesos y alcanzaba sobre los 30 kilómetros por hora. Pocos años después, en 1905, ya Sarrá conducía un “Cadillac, modelo E”.
El tercer auto llegó por la vía del señor Muñoz, dueño del primero. Era una especie de camión pequeño comprado por la empresa “Guardia y Compañía” y que podía cargar hasta media tonelada, que ya era bastante para esa época. Era utilizado para la repartición de los cigarros “H. Cabañas y Carvajal” y constituyó, esta novísima furgoneta, todo un espectáculo por las calles habaneras.
La aristocracia habanera compró tantos autos que en 1905 fue necesario crear una comisión de examen, presidida por Ernesto Carricaburo, para el otorgamiento de los títulos oficiales de “chofer”. Surgieron así los primeros exámenes de automovilismo y las pruebas no tenían en cuenta los conocimientos sobre las señales del tránsito, pues todavía no existían, ni tampoco los semáforos. El primer semáforo, un “Eagle” norteamericano, no fue emplazado hasta 1930 en la esquina de Prado y Neptuno; ese mismo año fue instalado otro en la intersección de Belascoaín y Zanja.
En 1903 Cuba y Estados Unidos habían firmado el Tratado de Reciprocidad, donde los productores cubanos de azúcar comprometían el 20 por ciento, del mercado de los EE.UU, sin pagar impuestos de importación estadounidenses. A cambio, Cuba reducía los impuestos diseñados para proteger a sus industrias de las importaciones de Estados Unidos.
El azúcar siempre había sido una de las principales exportaciones de Cuba, pero la magnitud de estas exportaciones entre los años entre 1909 y 1920 fueron de un crecimiento exagerado. El precio de la libra de azúcar pasó de 1,93 centavos de dólar por libra en 1914, justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, y llego a venderse hasta 22,5 centavos de dólar por libra en 1920. Si en 1919 el valor de la zafra fue de 454.5 millones de dólares, en 1920 alcanzó la astronómica cifra de 1005.4 millones de dólares.
Este período en Cuba, entre 1919 y 1920, se conoce como la “Danza de la Millones”, y en verdad los millones danzaron y a los que obtuvieron grandes ingresos les entró el furor de gastar lo más posible, lo que pudiéramos calificar como despilfarro colectivo en gastos suntuarios.
Personas que apenas habían visto un mapa en su vida, ahora iban a pasar sus vacaciones a EE UU o Europa. Se hicieron presentaciones teatrales fabulosas. Y como es de esperar, existió una competencia a ver quien rodaba el carro más caro y más lujoso, competencia aún más sorprendente si se tiene en cuenta que se trataba en muchos casos de colonos y cosecheros de caña que anteriormente su principal medio de locomoción habían sido los caballos por las guardarrayas de sus fincas.
Esta riqueza condujo a gastos extravagantes. Por el Paseo del Prado, primera vía asfaltada en La Habana, circulaban cientos de nuevos coches, como en la "Fifth Avenue" de Nueva York. Según el “Wall Street Journal” del 28 de junio de 1920, la mayoría de los que rodaban por nuestro paseo, eran de alto precio. Marcas como “Pierce-Arrows”, “Packards” y “Rolls-Royce” eran comunes en nuestras calles.
En dicha publicación también se comentaba que “el cubano es a la vez un buen gastador y sin dudas también un buen jugador, cuando tienen fondos”. Y esto se hacía evidente en los hipódromos y los casinos donde muchos que antes arriesgaban solo $10, ahora apuestan $ 1.000 sin inmutarse. El Casino en La Habana y el juego oficial de Jai Alai eran los más frecuentados.
Los automóviles han cambiado mucho desde que rodaron los primeros modelos. La industria del automóvil fué muy buena en la década de 1920. En esa década, muchos de los soldados que lucharon en la Primera Guerra Mundial, compraron autos a su regreso a casa. La gente empezó a ver que tener un automóvil haría que viajar fuera mucho más fácil. Pronto casi todas las familias estadounidenses tenían un coche.
Ford fue el fabricante de automóviles más grande. Los de Ford eran populares porque eran más económicos, pero durante la década de 1920, todos los fabricantes de automóviles se enriquecieron.
Y Cuba representó en este período un mercado excelente. En la publicación solo algunos anuncios de los muchos que circularon en Cuba en esos años. Observen que cada promoción tiene un lugar diferente de venta. ¿Cuántos serían en total?
Actualmente no existe otro país como Cuba que en sus calles exhiba el insólito museo rodante de “fotingos” con diversas marcas y fechas de fabricación.
CUBA EN LA MEMORIA 21.10.2013
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