LA VERDAD SOBRE LA FUGA DEL CAPITÁN JORGE SOTÚS *** Por Calixto Campos Corona
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LA VERDAD SOBRE LA FUGA DEL CAPITÁN JORGE SOTÚS *** Por Calixto Campos Corona
LA VERDAD SOBRE LA FUGA DEL CAPITÁN JORGE SOTÚS
Por Calixto Campos Corona-Revista Lux
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Transcurrían los finales del año sesenta y en la capital habanera se respiraba un ambiente tenso, que presagiaba los últimos combates que se llevarían a cabo por el control entre los seguidores incondicionales de Castro y quienes se oponían a la unidad con los comunistas.
A raíz de la voladura de los registros de la compañía de electricidad, el 30 de noviembre del año sesenta, la dictadura enseñaba sus feroces colmillos, amenazantes, contra el conglomerado de anticomunistas y fue precisamente en ese momento, cuando yo estaba más atareado en los trajines sindicalistas, que me llegó a las manos la preparación de un grupo de acción, en conjunto con un grupo de amigos, entre ellos Carlos Conde, Hilda Barrios y la Sra. Elba Pera. Recuerdo que la contraseña que utilizábamos era un anillo de compromiso, enviado al inolvidable hermano, ya fallecido, René Pérez, uno de los hombres más valerosos que he conocido en mí ya largo camino en estas luchas.
El plan que debíamos ejecutar consistía en lograr una espectacular fuga de la prisión de Isla de Pinos, la del comandante Huber Matos, el capitán Jorge Sotús y varios prisioneros políticos más. En principio, René Pérez y yo deberíamos llegar a la Isla en un barco grande, en el cual embarcarían los fugitivos, después que estos lograsen huir del penal en una acción previamente combinada con el jefe del mismo, capitán Ramón Padilla, ya fallecido, quien fuera uno de los asaltantes del cuartel Goicuría, al igual que mi hermano de luchas René L. Díaz, lo que valió para sellar nuestra amistad.
Quisiera aprovechar la oportunidad para aclarar algunos aspectos sobre la negativa del comandante Huber Matos a participar en la fuga. Su posición fue de una abnegada justicia, ya que para poder llevar a cabo su fuga, el capitán Padilla habría tenido que eliminar a dos escoltas de guardia en la enfermería donde estaba confinado el comandante Matos, pues estos no respondían a su mando, sino que estaban situados allí por órdenes directas y bajo la inspección de Raúl Castro. Matos se negó a aceptar estas muertes como paso imprescindible a su liberación y así esos cubanos probablemente ignoren hasta hoy que deben la vida a la hidalguía de su prisionero.
Una noche, el capitán Padilla vino a vernos a René Pérez y a mí para informarnos que había que cambiar los planes, pues ante la negativa de Matos, el único de los comprometidos que saldría era el capitán Jorge Sotús (En la foto).
Para obtener la salida de este se efectuaría una llamada desde el despacho del entonces ministro de Gobernación, Pepín Naranjo, solicitando el traslado de Sotús para visitar a un familiar enfermo. Sotús, junto al sargento que supuestamente le custodiaba, pero que estaba comprometido en la operación, llegaron a La Habana y se instalaron en un café cerca de la Fuente Luminosa. A recogerlos allí partieron varios compañeros, entre ellos Hilda. Con ella fue hasta nuestro escondite. Su llegada fue uno de los momentos más emocionantes y cargados de tensión que recuerdo. Éramos amigos y no era difícil estar orgulloso de la amistad con un hombre que, en el grave peligro en que se encontraba, no cesaba de preocuparse por sus compañeros y la situación imperante en el país.
La ola represiva que se desató tras la fuga de Sotús fue impresionante. Casi todo el departamento del G-2 de Santiago se trasladó a La Habana para participar en ella. Sin embargo, no lograron dar con nuestro escondite, que se encontraba en un pent-house al costado del hotel Capri. Allí permanecimos hasta que llegó un equipo encargado de transportarnos al exterior, pero el capitán Sotús partió solo, ya que Padilla, el sargento y yo, decidimos permanecer.
En aquellos momentos la lucha hacía imprescindible mi permanencia en Oriente, pues se planeaban alzamientos y sabotajes en la provincia, siendo yo parte del M.R.R., por lo que dejé a Padilla, a quien no volvería a ver, en La Habana y me trasladé a Santiago, donde se comenzaban a barajar las posibilidades de efectuar algunos alzamientos en distintas partes de la provincia oriental.
Padilla logró asilarse en la embajada de Uruguay, desde donde le envió una carta a René L. Díaz, en la que me pasaba una nota en la que hacia jocosa mención al hecho de que la escribía con una pluma Parker de mi propiedad. Ya en esos momentos yo me encontraba en el exilio, pues Girón había fracasado y yo había tenido que escapar de Cuba a través de la Base de Guantánamo. Meses después nos llegó la noticia de su extraña muerte en los jardines de la embajada, la que ha quedado sin aclarar, al igual que varias otras relacionadas todas con el "caso Sotús".
Para quienes no conozcan la historia del capitán Jorge Sotús, podemos decirle que, junto a Frank País, fue uno de los creadores del movimiento revolucionario en Oriente. Cuando se efectuó el alzamiento del 30 de noviembre, fue el único capitán que cumplió sus metas, tornando la policía marítima y la aduana del puerto de Santiago de Cuba. Posteriormente fue él quien dirigiera las tropas de refuerzo que, desde Santiago, se dirigieran a rescatar a los expedicionarios del Granma tras su desastroso desembarco. Fue precisamente al llegar a la Sierra, que se produjo un incidente que marcaría la relación de Sotús con Castro y su lugarteniente Guevara, pues el argentino, enviado por Fidel, le pidió a Sotús que le entregara el mando de la tropa y las armas que portaban, a lo que este se negó, suscitándose un altercado entre ambos y retirándose apresuradamente el llamado "Che" quien, como descargo por no haber cumplido sus órdenes, le planteó a Fidel que no se había hecho cargo de las tropas "porque Sotús lo quería matar".
El capitán Jorge Sotús y Juan Almeida en la Sierra Maestra
Sotús participó en el primer gran combate que se efectuó en la Sierra, "El Uvero". Según la historia escrita bajo la orientación de Castro, el héroe de esa jornada fue Almeida, pero quienes participaron en ella saben que fue realmente Sotús, quien obrando solo, eliminó el nido de ametralladoras que por su ubicación y efectividad impedía el avance de las tropas revolucionarias, acción que posteriormente se atribuiría al favorito de los hermanos Castro.
La estancia de Sotús en la Sierra era fastidiosa para Fidel, pues el compromiso de aquel era con los revolucionarios de Santiago y no con los Castro. Pero como no podía eliminarlo sin crear una ruptura con Frank País, hombre imprescindible en sus planes del rnomento, tuvo que mantenerlo allí hasta que, en la primera oportunidad, se las ingenió para enviarlo al exilio, a "coordinar las operaciones de envíos de armas y abastecimientos, en las que la presencia de un hombre de acción corno él, era sumamente valiosa".
Así partió Sotús de la Sierra y su posterior relación con Castro estuvo matizada por la arremetida del comandante contra él y el capitán Lester Rodríguez, cuando ambos solicitaron autorización para firmar el unitario "Pacto de Montreal".
Al triunfo de la Revolución fue nombrado a la jefatura táctica de Oriente, junto al comandante Pena, quien desaparecería algún tiempo después, en circunstancias nunca aclaradas
También Sotús murió en circunstancias extrañas, ya en el exilio, cuando fue electrocutado de una manera no explicada, mientras trabajaba en la reparación de barcos. Su entierro fue una muestra de dolor, acudiendo a él representaciones de todos los sectores.
Al recordar merecidamente a Sotús y a quienes participaron en su huida de las ergástulas de la tiranía, hemos querido destacar la memoria de un grupo de aguerridos combatientes anticomunistas, todos muertos en extrañas circunstancias, y la explicación de cuyas muertes obra quizás en los archivos secretos de la seguridad estatal del régimen castrista.
Nota de Aldo Rosado-Tuero: Unos días antes de la trágica muerte de Jorge Sotús, me lo encontré, precisamente al lado del astillero en que trabajaba calafateando barcos. Manolo Ray, después de su fracasado intento de cumplir lo que había prometido de desembarcar en Cuba, ante una fecha dada, le pasó el barco Venus al Comandante Nino Díaz, quien por aquellos días firmó un pacto con el Movimiento Nacionalista Cristiano que yo dirigía. Con tal motivo un buen grupo de militantes y yo participábamos en la reparación del Venus, que estaba fondeado en el río Miami cerca del lugar donde trabajaba Sotús. Un día al salir del Venus para ir a almorzar, me encontré en la acera con Sotús. Conociendo de su larga historia de lucha, no solo dentro de Cuba antes y después de 1959 y de su fuga, sino de sus misiones cumplidas desde el exilio en contra del castrismo, entusiasmado le hablé de los planes que teníamos una vez estuviese El Venus reparado y listo para volver a navegar. Jorge me felicitó por el entusiasmo que yo mostraba, pero me dijo que por ahora permanecería tranquilo trabajando, pues ya tenía una hija de quien cuidar y quería preservar la vida hasta que se hija creciera un poco más.
]Unos pocos días después, al ir a ayudar en las reparaciones del Venus, me sorprendió ver el área de río acordonada con varios carros policíacos y cintas amarillas. Al preguntar me dijeron que alguien se había electrocutado en el muelle de al lado. Al poco rato me enteré que el fallecido era Jorge quien, según se afirmó, había resultado electrocutado al estar calafateando un barco con un martillo eléctrico, que al parecer tenía uno de los cordones pelados y como había llovido bastante, el cordón hizo contacto con un charco de agua, matando a Jorge.
Para mí, esa muerte fue muy sospechosa, pues Sotús era una persona muy cuidadosa como para no ver ese peligro y a todos nos constaba que Fidel le temía en grado sumo y que él estaba marcado por los asesinos de la tiranía castrista.
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