Los Tres Golpes distintos
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Los Tres Golpes distintos
Indagando en los "Three Distinct Knocks" Marzo 29, 2009
H:. Joaquim Villalta
desde Terrassa, Barcelona.
Los sistemas “Antiguo” y “ Moderno” presentan numerosas diferencias tanto por su estatuto como por su contenido. Una primera distinción reside en el hecho de que la tradición de los “Modernos” se implantó en Francia y sobre el continente, mientras que el sistema de los “Antiguos” quedó, en su lógica y su funcionamiento, un sistema profunda y fundamentalmente inglés o anglosajón. La segunda distinción es relativa al problema de las fuentes de estas dos tradiciones. Mientras sí es posible identificar a las de la tradición de los “Modernos”, no sucede lo mismo con las de los “Antiguos”.
Comparando la divulgación de Prichard (1730) con los documentos más antiguos escoceses y conocidos del grupo Haughfoot (el Manuscrito de los Archivos de Edimburgo, el Manuscrito Chetwode Crawley y el Manuscrito Kevan, 1696-1714), es posible establecer una filiación entre estos dos textos. Encontramos en efecto en estos textos escoceses elementos rituales importantes que permiten pensar que son una de las fuentes localizables y ciertas de la primera masonería inglesa.
No existe nada similar para la Masonería de los “Antiguos” y las fuentes de la divulgación “Three Distincts Knocks” (1760) que estudiamos son desconocidos. Las hipótesis que se pueden adelantar con prudencia son bastante tenues. Por ejemplo, observaremos que no conocemos ningún atestado del ritual de los “Antiguos” en Inglaterra antes de los años 1750. O bien, los “Antiguos” esencialmente eran de origen irlandés. ¿Podemos deducir de eso que el ritual de los “Antiguos” se inspiraría en un sistema masónico que habría tenido origen en Irlanda a partir de fuentes indeterminadas? Sólo el estudio de la historia de la primera masonería irlandesa permitirá posiblemente responder a esta cuestión.
Abordemos ahora bajo otro ángulo los misterios de los “Tres golpes distintos”, estudiando el texto mismo. Desde el primer grado que examinamos hoy, descubrimos su extrañeza extraordinaria y su novedad con relación al sistema descubierto por S. Prichard. Hay en efecto varias diferencias mayores entre estas dos tradiciones.
* La posición de los vigilantes
En el texto de Prichard, que parece repetir un uso antiguo y más simple de la masonería escocesa, el Venerable Maestro está en oriente y ambos vigilantes a occidente. Este sistema “Moderno” se difundirá sobre el Continente. Está fundado sobre el eje Este-oeste.
En la masonería de los “Antiguos”, los tres oficiales están dispuestos de manera diferente: un vigilante está colocado al pleno oeste y otro al pleno sur. Además, el texto del ritual de apertura asocia el sitio de los oficiales con tres posiciones remarcables del sol: el este para el Venerable, el Oeste para el 1r vigilante y el Sur para el segundo vigilante.
* La posición de los 3 grandes candelabros
En Prichard, encontramos dos candelabros en oriente y un único a occidente (posición que se encuentra evidentemente en el rito francés). Estos candelabros no están asociados con los oficiales y representan el Sol, la Luna y el Maestro de la Logia.
En cambio, en el sistema de los “Antiguos”, estos candelabros son asociados con cada uno de los 3 oficiales y con las virtudes Sabiduría, Fuerza y Belleza.
* Las tres grandes luces
Según los “Modernos”, estas luces son el Sol, la Luna y el Maestro de la Logia.
Para los “Antiguos”, son el Volumen de Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás o Three “Great Lights”, las tres grandes luces, el Sol, la Luna y el Maestro de la Logia pasan a ser “Lesser Lights” o tres luces menores.
(Esto es todavía fuente de grandes confusiones. Por ejemplo, encontramos en ciertas prácticas actuales del rito francés las 3 grandes luces de los “Antiguos”, es decir el Libro con La Escuadra y el Compás puestos arriba, mientras que en la tradición verdadera de los “Modernos”, el Libro está sobre el altar del Venerable Maestro con la espada encima).
* La posición de las palabras sagradas
Esta cuestión es muy compleja y la diferencia entre ambas tradiciones posiblemente no es tan fundamental como se ha querido hacer ver. Prichard da dos palabras J. y B. desde el 1r grado, mientras que los “Antiguos” da una palabra B. solamente. Sin entrar en detalles, simplemente observemos que el reproche dirigido a los “Modernos”, según el cual habrían invertido las palabras sagradas está, en realidad, lejos de ser probado. Es mucho más probable, en efecto, que ambas palabras fueran asociadas, al principio, (como todavía lo demuestra el texto de Prichard y que hayan sido disociados, luego. Esto podría explicar que los “Modernos” hubieran escogido la palabra J y los “Antiguos” la palabra B. Es en todo caso J que se encuentra en el 1r grado del sistema francés nacido de los “Modernos”, y B. en 2º grado, mientras que en el sistema de los “Antiguos”, es B. la que se encuentra en el 1r grado y J. En el 2º. Esta diferencia va a tener consecuencias incalculables. Durante cerca de 60 años las dos Grandes Logias rivales van a disputar sobre esta cuestión y este debate se perpetuará sobre el Continente hasta nuestros días.
Para proponer una hipótesis sobre el origen de la tradición de los “Antiguos”, debemos considerar, después de todas estas diferencias, y paradójicamente, los puntos comunes de estos rituales. Nos damos cuenta, entonces, que existía en la masonería anglosajona de principios del siglo XVIII, un cierto número de temas pertenecientes tanto a los “Modernos” como a los “Antiguos”: los oficiales (venerable y vigilantes), las palabras J. y B., las 3 luces, la Biblia, la Escuadra y el Compás, las piedras, las joyas, los 4 puntos cardinales, etc. Podríamos entonces adelantar en la hipótesis de que estos invariantes han sido dispuestos de maneras diferentes y específicas para formar ambos sistemas que conocemos.
En efecto, a finales del siglo XVII, el contenido simbólico de la masonería anglosajona (ritual, ceremonia e instrucciones) es extremadamente simple y esencialmente reside en el juramento y la Palabra. A principios del siglo XVIII, la Masonería se estructura. Es muy posible que esta voluntad de organización hubiera llevado a tomar elecciones diferentes en Inglaterra y en Irlanda. Las estructuras eran todavía embrionarias y la disposición del material simbólico de base pudo hacerse a merced de las circunstancias, los intereses locales, ideas, gustos, la imaginación de cada uno.
En esta perspectiva, es evidente que la interpretación simbólica de los significados fundamentales de estas elecciones se vuelve muy relativa más aun cuando la colocación coherente de todos estos elementos no ofrecía sin duda un número de posibilidades infinitas. Las soluciones retenidas son sin duda las que parecieron más interesantes, las más cómodas, incluso las más bellas, sin significado específico uno con relación al otro.
Finalmente, no olvidemos que es solamente con Hutchinson, en 1775, que la Masonería inglesa verdaderamente accede al estatuto de Masonería especulativa y simbolista, lo que no era el caso anteriormente, cuando se contentaba con armonizar elementos muy simples.
Para coronar el todo, la mezcla de estos dos sistemas una vez constituida va a agravar, si esto era todavía posible, la confusión inherente a estas asociaciones hasta el punto de hacerla casi inextricable. Fue el caso en Inglaterra en 1813 pero fue el caso también en Francia una decena de años antes, con la “Guía de los Masones escoceses”, cuando se combinó la tradición de los “Antiguos” con usos franceses, por tanto “Modernos”.
Sin historia, el Rito francés también falló en sus citas con la Historia.
Ha pasado de lado de varias de las demandas que se expresaron en esta época. Entre ellas, hay que reservarle una atención particular a la que concierne al lugar de la mujer en la Masonería, que despreciará y que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado se encontrará en situación de satisfacer mejor. La saga de la Gran Logia Simbólica Escocesa, componente dinámico de la fundación de la Gran Logia de Francia, que también ha sido, más o menos, el origen de las Masonerías mixta y femenina, es en este sentido edificante. ¡Mientras que el Gran Oriente apadrinaba en el siglo XVIII sin demasiados complejos las logias femeninas de la adopción (cerca de un centenar en vísperas de la Revolución!), no sabrá, esta vez, ayudar al nacimiento de una Masonería mixta, que se creará en 1893 (fecha de nacimiento del Derecho Humano) bajo la égida del Rito Escocés. No se implicará mucho más en el (re)nacimiento de una Masonería femenina a partir de 1901 (con las primeras logias de la adopción: ( El Libre Examen, La Nueva Jerusalén…), la cual se creará entonces bajo la estela del GLDF. Este primer grupo emprenderá su camino, hacia la Liberación, como Unión Masónica más tarde Gran Logia Femenina de Francia, en 1952, adoptando entonces definitivamente el Rito Escocés. Sabiendo cómo las Hermanas fueron empujadas a tomar su independencia y viendo, hoy en día, cómo y en qué lugares les es negada la entrada de los templos, podemos, por cierto, encontrar esto paradójico, pero es así: ¡sólo nuestra larga ausencia sobre este terreno fundamental, explica que nosotros suframos las consecuencias!
Hagamos notar de paso que también fuera de fronteras el esplendor del Gran Oriente de Francia y del Rito Francés se encontró empequeñecido. Podemos, ciertamente, ver aquí las consecuencias del Convento de 1877 (a propósito de la supresión de las obligaciones “dogmáticas” de la creencia en Dios y de la inmortalidad del alma, que volvió a suprimir la obligación de invocar al Gran Arquitecto del Universo), o bien el resultado de las represiones comunistas y fascistas en Europa meridional y central, dónde las Masonerías dependían de nuestra zona de influencia; no podemos no obstante dejar de reconocer muchas torpezas y una falta deprimente de activismo y de continuidad de nuestra política internacional. Más tarde, la inmensa mayoría de estas Masonerías se reconstruirán con logias de Rito Escocés.
Habiendo visto su área de influencia reducirse así en los niveles nacional e internacional, el Rito francés también perdió igualmente su vocación de encarnar el universalismo.
Estas consideraciones se juntan y se prolongan, por último, en la imposibilidad del Rito Francés de satisfacer asimismo una demanda social más ofensiva y, casi simultáneamente, una atención ritual y simbolista mejor construida y más rica. El Rito Escocés conseguirá durante un tiempo, incluso a costa de evidentes contradicciones, satisfacer mejor las dos demandas. Desde finales del siglo XIX hasta el período de entre las dos guerras mundiales, el ala más anticlerical de la Masonería, el corazón libertario, los sectores más innovadores de la sociedad, a menudo se encontrarán en el REAA. Paralelamente, la necesidad de contenidos simbolistas y las tentativas de formulación de una cultura iniciática, que se buscaban en la pretendida rehabilitación de tradiciones enterradas o perdidas, se llevarán a cabo la mayoría de las veces por el mismo canal escocista. Esto alimentará luego, a fin de cuentas, un complejo de “regularidad” bien poco conforme con las motivaciones esotéricas de los Hermanos de esta época. Las trayectorias de Hermanos como Oswald Wirth (iniciado al principio en el Rito francés) o de Mario Lepage, por ejemplo, son en este sentido significativos.
Excepto algunas bellas excepciones, Arthur Groussier, Édmond Gloton, el comportamiento de los que, en el Gran Oriente de Francia, habrían podido encarnar los intereses del Rito Francés está marcado al mismo tiempo por la indiferencia, una cierta suficiencia, incluso una sincera hostilidad hacia todas estas evoluciones. Estos dirigentes son también en general – ¿hay que decir “por otro lado”? – dignatarios del Gran Colegio de los Ritos. El examen, por ejemplo, de los hechos que conducen al Régimen Escocés Rectificado, entonces renaciente, a separarse del GODF al principio del siglo XX (escisión que está en el origen de la creación de la actual GLNF), es ilustrativo a este respecto. Junto a esto, hay que reconocer también que la estatura de Hermanos como Johannis Corneloup o Francisco Viaud, todos dignatarios escoceses del Supremo Consejo de la rue Cadet que han sido (¿de todos modo en qué otro lugar habrían podido estar?), contribuyeron a que el Gran Oriente de Francia conservase en cierta medida su grandeza.
De manera general, la oposición entre el enfoque humanista y social de la Masonería del Rito Francés y el desarrollo de una cultura ritual que habría podido concernirle perfectamente sin tener que renegarse, tendrá consecuencias lastimosas. Esta oposición mantendrá una cesura que no tiene lugar de ser, ya que a fin de cuentas muchas Logias han sobrevivido estos últimos años. Ello no ha hecho sino acentuar, en nosotros y acantonándonos en estado de inferioridad, el estallido del Centro de la Unión de la Masonería francesa, hecho principal del siglo pasado. Ello dejará el campo libre al desarrollo de las derivas ritualistas y las inclinaciones simbólicas que tomaron una influencia creciente en la segunda mitad del siglo XX. Pocas cosas hay, de hecho, que destinen a priori a los ritos escoceses y franceses a insistir en los aspectos más o menos rituales o especulativos de su naturaleza. ¡De todas formas, los ritos no valen sino para los hombres a quienes sirven! Mientras el Rito Francés no sepa conciliar y desarrollar la conservación de su simbolismo propio y su calidad de vínculo con el mundo, quedará mutilado en su carácter filosófico esencial.
H:. Joaquim Villalta
desde Terrassa, Barcelona.
Los sistemas “Antiguo” y “ Moderno” presentan numerosas diferencias tanto por su estatuto como por su contenido. Una primera distinción reside en el hecho de que la tradición de los “Modernos” se implantó en Francia y sobre el continente, mientras que el sistema de los “Antiguos” quedó, en su lógica y su funcionamiento, un sistema profunda y fundamentalmente inglés o anglosajón. La segunda distinción es relativa al problema de las fuentes de estas dos tradiciones. Mientras sí es posible identificar a las de la tradición de los “Modernos”, no sucede lo mismo con las de los “Antiguos”.
Comparando la divulgación de Prichard (1730) con los documentos más antiguos escoceses y conocidos del grupo Haughfoot (el Manuscrito de los Archivos de Edimburgo, el Manuscrito Chetwode Crawley y el Manuscrito Kevan, 1696-1714), es posible establecer una filiación entre estos dos textos. Encontramos en efecto en estos textos escoceses elementos rituales importantes que permiten pensar que son una de las fuentes localizables y ciertas de la primera masonería inglesa.
No existe nada similar para la Masonería de los “Antiguos” y las fuentes de la divulgación “Three Distincts Knocks” (1760) que estudiamos son desconocidos. Las hipótesis que se pueden adelantar con prudencia son bastante tenues. Por ejemplo, observaremos que no conocemos ningún atestado del ritual de los “Antiguos” en Inglaterra antes de los años 1750. O bien, los “Antiguos” esencialmente eran de origen irlandés. ¿Podemos deducir de eso que el ritual de los “Antiguos” se inspiraría en un sistema masónico que habría tenido origen en Irlanda a partir de fuentes indeterminadas? Sólo el estudio de la historia de la primera masonería irlandesa permitirá posiblemente responder a esta cuestión.
Abordemos ahora bajo otro ángulo los misterios de los “Tres golpes distintos”, estudiando el texto mismo. Desde el primer grado que examinamos hoy, descubrimos su extrañeza extraordinaria y su novedad con relación al sistema descubierto por S. Prichard. Hay en efecto varias diferencias mayores entre estas dos tradiciones.
* La posición de los vigilantes
En el texto de Prichard, que parece repetir un uso antiguo y más simple de la masonería escocesa, el Venerable Maestro está en oriente y ambos vigilantes a occidente. Este sistema “Moderno” se difundirá sobre el Continente. Está fundado sobre el eje Este-oeste.
En la masonería de los “Antiguos”, los tres oficiales están dispuestos de manera diferente: un vigilante está colocado al pleno oeste y otro al pleno sur. Además, el texto del ritual de apertura asocia el sitio de los oficiales con tres posiciones remarcables del sol: el este para el Venerable, el Oeste para el 1r vigilante y el Sur para el segundo vigilante.
* La posición de los 3 grandes candelabros
En Prichard, encontramos dos candelabros en oriente y un único a occidente (posición que se encuentra evidentemente en el rito francés). Estos candelabros no están asociados con los oficiales y representan el Sol, la Luna y el Maestro de la Logia.
En cambio, en el sistema de los “Antiguos”, estos candelabros son asociados con cada uno de los 3 oficiales y con las virtudes Sabiduría, Fuerza y Belleza.
* Las tres grandes luces
Según los “Modernos”, estas luces son el Sol, la Luna y el Maestro de la Logia.
Para los “Antiguos”, son el Volumen de Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás o Three “Great Lights”, las tres grandes luces, el Sol, la Luna y el Maestro de la Logia pasan a ser “Lesser Lights” o tres luces menores.
(Esto es todavía fuente de grandes confusiones. Por ejemplo, encontramos en ciertas prácticas actuales del rito francés las 3 grandes luces de los “Antiguos”, es decir el Libro con La Escuadra y el Compás puestos arriba, mientras que en la tradición verdadera de los “Modernos”, el Libro está sobre el altar del Venerable Maestro con la espada encima).
* La posición de las palabras sagradas
Esta cuestión es muy compleja y la diferencia entre ambas tradiciones posiblemente no es tan fundamental como se ha querido hacer ver. Prichard da dos palabras J. y B. desde el 1r grado, mientras que los “Antiguos” da una palabra B. solamente. Sin entrar en detalles, simplemente observemos que el reproche dirigido a los “Modernos”, según el cual habrían invertido las palabras sagradas está, en realidad, lejos de ser probado. Es mucho más probable, en efecto, que ambas palabras fueran asociadas, al principio, (como todavía lo demuestra el texto de Prichard y que hayan sido disociados, luego. Esto podría explicar que los “Modernos” hubieran escogido la palabra J y los “Antiguos” la palabra B. Es en todo caso J que se encuentra en el 1r grado del sistema francés nacido de los “Modernos”, y B. en 2º grado, mientras que en el sistema de los “Antiguos”, es B. la que se encuentra en el 1r grado y J. En el 2º. Esta diferencia va a tener consecuencias incalculables. Durante cerca de 60 años las dos Grandes Logias rivales van a disputar sobre esta cuestión y este debate se perpetuará sobre el Continente hasta nuestros días.
Para proponer una hipótesis sobre el origen de la tradición de los “Antiguos”, debemos considerar, después de todas estas diferencias, y paradójicamente, los puntos comunes de estos rituales. Nos damos cuenta, entonces, que existía en la masonería anglosajona de principios del siglo XVIII, un cierto número de temas pertenecientes tanto a los “Modernos” como a los “Antiguos”: los oficiales (venerable y vigilantes), las palabras J. y B., las 3 luces, la Biblia, la Escuadra y el Compás, las piedras, las joyas, los 4 puntos cardinales, etc. Podríamos entonces adelantar en la hipótesis de que estos invariantes han sido dispuestos de maneras diferentes y específicas para formar ambos sistemas que conocemos.
En efecto, a finales del siglo XVII, el contenido simbólico de la masonería anglosajona (ritual, ceremonia e instrucciones) es extremadamente simple y esencialmente reside en el juramento y la Palabra. A principios del siglo XVIII, la Masonería se estructura. Es muy posible que esta voluntad de organización hubiera llevado a tomar elecciones diferentes en Inglaterra y en Irlanda. Las estructuras eran todavía embrionarias y la disposición del material simbólico de base pudo hacerse a merced de las circunstancias, los intereses locales, ideas, gustos, la imaginación de cada uno.
En esta perspectiva, es evidente que la interpretación simbólica de los significados fundamentales de estas elecciones se vuelve muy relativa más aun cuando la colocación coherente de todos estos elementos no ofrecía sin duda un número de posibilidades infinitas. Las soluciones retenidas son sin duda las que parecieron más interesantes, las más cómodas, incluso las más bellas, sin significado específico uno con relación al otro.
Finalmente, no olvidemos que es solamente con Hutchinson, en 1775, que la Masonería inglesa verdaderamente accede al estatuto de Masonería especulativa y simbolista, lo que no era el caso anteriormente, cuando se contentaba con armonizar elementos muy simples.
Para coronar el todo, la mezcla de estos dos sistemas una vez constituida va a agravar, si esto era todavía posible, la confusión inherente a estas asociaciones hasta el punto de hacerla casi inextricable. Fue el caso en Inglaterra en 1813 pero fue el caso también en Francia una decena de años antes, con la “Guía de los Masones escoceses”, cuando se combinó la tradición de los “Antiguos” con usos franceses, por tanto “Modernos”.
Sin historia, el Rito francés también falló en sus citas con la Historia.
Ha pasado de lado de varias de las demandas que se expresaron en esta época. Entre ellas, hay que reservarle una atención particular a la que concierne al lugar de la mujer en la Masonería, que despreciará y que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado se encontrará en situación de satisfacer mejor. La saga de la Gran Logia Simbólica Escocesa, componente dinámico de la fundación de la Gran Logia de Francia, que también ha sido, más o menos, el origen de las Masonerías mixta y femenina, es en este sentido edificante. ¡Mientras que el Gran Oriente apadrinaba en el siglo XVIII sin demasiados complejos las logias femeninas de la adopción (cerca de un centenar en vísperas de la Revolución!), no sabrá, esta vez, ayudar al nacimiento de una Masonería mixta, que se creará en 1893 (fecha de nacimiento del Derecho Humano) bajo la égida del Rito Escocés. No se implicará mucho más en el (re)nacimiento de una Masonería femenina a partir de 1901 (con las primeras logias de la adopción: ( El Libre Examen, La Nueva Jerusalén…), la cual se creará entonces bajo la estela del GLDF. Este primer grupo emprenderá su camino, hacia la Liberación, como Unión Masónica más tarde Gran Logia Femenina de Francia, en 1952, adoptando entonces definitivamente el Rito Escocés. Sabiendo cómo las Hermanas fueron empujadas a tomar su independencia y viendo, hoy en día, cómo y en qué lugares les es negada la entrada de los templos, podemos, por cierto, encontrar esto paradójico, pero es así: ¡sólo nuestra larga ausencia sobre este terreno fundamental, explica que nosotros suframos las consecuencias!
Hagamos notar de paso que también fuera de fronteras el esplendor del Gran Oriente de Francia y del Rito Francés se encontró empequeñecido. Podemos, ciertamente, ver aquí las consecuencias del Convento de 1877 (a propósito de la supresión de las obligaciones “dogmáticas” de la creencia en Dios y de la inmortalidad del alma, que volvió a suprimir la obligación de invocar al Gran Arquitecto del Universo), o bien el resultado de las represiones comunistas y fascistas en Europa meridional y central, dónde las Masonerías dependían de nuestra zona de influencia; no podemos no obstante dejar de reconocer muchas torpezas y una falta deprimente de activismo y de continuidad de nuestra política internacional. Más tarde, la inmensa mayoría de estas Masonerías se reconstruirán con logias de Rito Escocés.
Habiendo visto su área de influencia reducirse así en los niveles nacional e internacional, el Rito francés también perdió igualmente su vocación de encarnar el universalismo.
Estas consideraciones se juntan y se prolongan, por último, en la imposibilidad del Rito Francés de satisfacer asimismo una demanda social más ofensiva y, casi simultáneamente, una atención ritual y simbolista mejor construida y más rica. El Rito Escocés conseguirá durante un tiempo, incluso a costa de evidentes contradicciones, satisfacer mejor las dos demandas. Desde finales del siglo XIX hasta el período de entre las dos guerras mundiales, el ala más anticlerical de la Masonería, el corazón libertario, los sectores más innovadores de la sociedad, a menudo se encontrarán en el REAA. Paralelamente, la necesidad de contenidos simbolistas y las tentativas de formulación de una cultura iniciática, que se buscaban en la pretendida rehabilitación de tradiciones enterradas o perdidas, se llevarán a cabo la mayoría de las veces por el mismo canal escocista. Esto alimentará luego, a fin de cuentas, un complejo de “regularidad” bien poco conforme con las motivaciones esotéricas de los Hermanos de esta época. Las trayectorias de Hermanos como Oswald Wirth (iniciado al principio en el Rito francés) o de Mario Lepage, por ejemplo, son en este sentido significativos.
Excepto algunas bellas excepciones, Arthur Groussier, Édmond Gloton, el comportamiento de los que, en el Gran Oriente de Francia, habrían podido encarnar los intereses del Rito Francés está marcado al mismo tiempo por la indiferencia, una cierta suficiencia, incluso una sincera hostilidad hacia todas estas evoluciones. Estos dirigentes son también en general – ¿hay que decir “por otro lado”? – dignatarios del Gran Colegio de los Ritos. El examen, por ejemplo, de los hechos que conducen al Régimen Escocés Rectificado, entonces renaciente, a separarse del GODF al principio del siglo XX (escisión que está en el origen de la creación de la actual GLNF), es ilustrativo a este respecto. Junto a esto, hay que reconocer también que la estatura de Hermanos como Johannis Corneloup o Francisco Viaud, todos dignatarios escoceses del Supremo Consejo de la rue Cadet que han sido (¿de todos modo en qué otro lugar habrían podido estar?), contribuyeron a que el Gran Oriente de Francia conservase en cierta medida su grandeza.
De manera general, la oposición entre el enfoque humanista y social de la Masonería del Rito Francés y el desarrollo de una cultura ritual que habría podido concernirle perfectamente sin tener que renegarse, tendrá consecuencias lastimosas. Esta oposición mantendrá una cesura que no tiene lugar de ser, ya que a fin de cuentas muchas Logias han sobrevivido estos últimos años. Ello no ha hecho sino acentuar, en nosotros y acantonándonos en estado de inferioridad, el estallido del Centro de la Unión de la Masonería francesa, hecho principal del siglo pasado. Ello dejará el campo libre al desarrollo de las derivas ritualistas y las inclinaciones simbólicas que tomaron una influencia creciente en la segunda mitad del siglo XX. Pocas cosas hay, de hecho, que destinen a priori a los ritos escoceses y franceses a insistir en los aspectos más o menos rituales o especulativos de su naturaleza. ¡De todas formas, los ritos no valen sino para los hombres a quienes sirven! Mientras el Rito Francés no sepa conciliar y desarrollar la conservación de su simbolismo propio y su calidad de vínculo con el mundo, quedará mutilado en su carácter filosófico esencial.
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