APARECIÓ EL FANTASMA DE CASTRO.

APARECIÓ EL FANTASMA DE CASTRO.


Venciendo quizás todos los complejos que lo mantuvieron oculto durante estos últimos años, conservado en su burbuja como el enfermo vitalicio o paciente nacional. Complejos fácilmente comprensibles para quien fuera un hombre fotogénico y hoy no deja de ser solo una vergüenza. ¡Claro!, timidez o cobardía del que no acepta la vejez con dignidad y se considera eterno. Vencido tal vez por su exacerbado ego y enfermas ansias de protagonismo, sale de su tumba el monstruo de Birán, pero esta vez, mostrando toda la crueldad de su fealdad repulsiva. Aumentada cuando insiste en ganar los escenarios perdidos y se aferra a sus anhelos con una retórica ya rayada por tantos años de uso.
El teatro no pudo ser mejor, “El Palacio de las Confusiones” construido por él para esos propósitos. ¿Quién pudiera calcular los galones de saliva o baba derramada en ese salón durante sus años de existencia? ¿Cuántas toneladas de jamón se consumieron? ¿Cuántas guayaberas confeccionaron a sus delegados? ¿Cuánto papel no gastaron en sus agendas, mientras el pueblo careció de él para limpiarse el culo? ¿Resolvieron algo, han resuelto algo, resolverán algo? Lo dudo después de medio siglo escuchando la misma mierda, que por cierto, se confunde por la evacuada por todos esos personajes con las arrojadas al río Quibú.
¿El coro o público? Mucho mejor que el disfrutado por Juan Luís Guerra o Celia Cruz, más dócil, servil, timorato, cobarde, taimado, hipócrita. Muy viejos, tanto, que cuando observas el escenario solo distingues dinosaurios. El público de los artistas es más sincero y se corre el riesgo del abucheo o el aplauso. Los delegados son mucho mejores, infinitamente superiores al que colma cualquier teatro del mundo, ellos solo aplauden, gritan consignas y aceptan plácidamente cualquier idiotez de los vejetes que ocupan la tribuna.
El chocho discurso pronunciado con la intención de rescatar a su público, es muy probable sea inservible para convencer al más fosforescente de los idiotas de este continente y el mundo. ¡Oh, por Dios! ¡Sí, los hay! Olvidaba a Chávez, Ortega, Correa, Evo Morales, Cristina, Lula y otros imbéciles de menor relevancia. Digo chocho y no exagero, chocheó de principio a fin entre danzas de su prótesis inferior. No me explico el descuido de sus asesores, tantos millones gastados con su culo y olvidaron la boca. Hoy más que nunca se parece a un caballo, pero no al hipotético, es un pobre potro mal trecho de verdad. Mezcló melones con gandinga tratando de hacer una sopa difícil de digerir y lo apocalíptico de su contenido, lo poco comprensible, no deja de ser un tema ideal para cualquier comedia de mal gusto. La influencia del Internet, los Play Stations, los PSP y cuanto juego moderno pusieron a su alcance en los años de convalecencia, solo han logrado conducirlo a un estado de delirio risible, cómico, ridículo. Que fuera razón de compasión, lástima o pena, si no se tratara del ejemplar hijo de la gran puta que ha conducido nuestra tierra a la ruina total.
Después de viejo chocho e incoherente resulta salir descarado, se alarma, entre sueños o juegos electrónicos, por una latente conflagración nuclear y olvida el muy cabrón la proposición que le hizo a Nikita Kruschov cuando la Crisis de Octubre. Menciona a los niños sin recordar que a los cubanos los privó de leche a los siete años, habla de salud y no ha visitado un hospital de la isla, habla tanta porquería que es mejor no repetirla.
Pagaría en onzas de oro las tertulias posteriores realizadas en las casas de los “delegados” que asistieron a esa comedia. Lo haría, porque estoy convencido de que un alto por ciento de ellos son más gusanos que yo, imagino el gran vacilón con la aparición de este ridículo fantasma. Solo falta conocer la reacción de los excelentísimos idiotas de nuestro continente, son muchos todavía.
El Nostradamus cubano no acaba de comprender que su hora ya pasó y debe cederle el paso a otras generaciones de cubanos. No entiende y nadie hace lo posible por mostrarle lo que deja de herencia. Hiroshima y Nagasaki se recuperaron en menos de veinte años de la destrucción producida por las bombas atómicas. Europa completa se recuperó en ese tiempo de las desgracias producidas por la Segunda Guerra Mundial. Cuba, sin los americanos haberse tirado un pedo en nuestra tierra, sufre los efectos de varias bombas atómicas que solo llevan un nombre, Castro. No acaban de entender estos degenerados que el mejor favor que pudieran regalarle a más de once millones de seres en la isla y dos en el destierro, es acabar de morirse de una vez por todas. Políticamente están sepultados desde hace muchos años, solo falta que incineren sus restos y los manden en un cohete hacia otra galaxia para que no quede de ellos ni un solo recuerdo.


Esteban Casañas Lostal.
Montreal.. Canadá.
2010-08-08

Vamos a ver si se desaparece ahora con su anunciada "guerra nuclear".