PASTORAL EN CUBA 7 DE AGOSTO DE 1960
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PASTORAL EN CUBA 7 DE AGOSTO DE 1960
Domingo 7 de agosto de 1960
“Fue un motivo de satisfacción para la Iglesia cuando, hace más de un año, dijo el gobierno revolucionario que se planeaba una reforma agraria que, indemnizando en forma justa a los propietarios de las fincas, habría de permitir a cientos de miles de campesinos llegar a ser los dueños de las tierras que trabajaban; y oyó con esperanzada complacencia que se hablaba de vastos proyectos de industrialización, por medio de los cuales, sin destruir la industria privada, el Gobierno iba a propiciar la creación de nuevas fuentes de trabajo que sirviesen para poner eficaz remedio al gravísimo problema del desempleo. Las reformas sociales que, respetando los legítimos derechos de todos los ciudadanos, tiendan a mejorar la situación económica, cultural y social de los humildes, tienen el apoyo moral de la Iglesia. Faltaríamos, sin embargo, a nuestra obligación de decirles a nuestros fieles y al pueblo de Cuba toda la verdad, si en el balance de los aspectos positivos y negativos del histórico momento que hoy vive nuestra Patria no les dejáramos saber también, con no menor claridad, nuestras principales preocupaciones y temores.
En los últimos meses el Gobierno de Cuba ha establecido estrechas relaciones comerciales, culturales y diplomáticas con los gobiernos de los principales países comunistas, y en especial con la Unión Soviética. Nada tendríamos que decir desde el punto de vista pastoral acerca de los aspectos estrictamente comercial y económico de esos acercamientos, pero sí nos inquieta profundamente el hecho de que, con motivo de ellos, haya habido periodistas, gubernamentales, líderes sindicales y aún algunas altas figuras del Gobierno que hayan elogiado, repetida y calurosamente, los sistemas de vida imperantes en esas naciones, y aún hayan sugerido en discursos pronunciados dentro y fuera de Cuba, la existencia de coincidencias y analogías, en fines y procedimientos, entre las revoluciones sociales de esos países y la Revolución Cubana. Nos preocupa este punto muy hondamente, porque el CATOLICISMO y el COMUNISMO responden a dos concepciones del hombre y del mundo, totalmente opuestas, que jamás será posible conciliar. Condenamos en efecto, al COMUNISMO, en primer lugar porque es una doctrina esencialmente materialista y atea, y porque los gobiernos que por ellos se guían figuran entre los peores enemigos que ha conocido la Iglesia y la humanidad en toda su historia. Condenamos también al COMUNISMO por ser un sistema que niega brutalmente los más fundamentales derechos de la persona humana. Porque para alcanzar el control total del Estado sobre los medios de producción establecen en todas partes un régimen dictatorial, en que un pequeño grupo se impone por medio del terror policial al resto de sus conciudadanos. Porque somete completamente a la economía y la política, sacrificando muchas veces el bienestar del pueblo a las ambiciones y conveniencias del grupo gobernante. Porque van anulando progresivamente el derecho de propiedad y convirtiendo a la larga a todos los ciudadanos, más que en empleados, en verdaderos esclavos del Estado. Porque le niegan al pueblo el derecho que tiene de conocer todos los medios de información y no permiten que les lleguen a los ciudadanos otras opiniones que las que mantiene el grupo gobernante. Porque subordinan indebidamente la vida familiar al Estado, impulsando a la mujer a dejar el hogar para que realice, fuera de su casa, las más duras tareas y educando a los hijos en la forma que el Gobierno desea, sin contar a derechas con la voluntad de los padres.
“Al condenar la Iglesia las doctrinas y procedimientos comunistas no lace, por lo tanto, en una forma parcial, en nombre de determinados grupos de la sociedad que pudieran verse afectados por el establecimiento de un régimen de esta clase; lo hace en nombre de derechos inalienables de todos los hombres que, en una forma u otra, son vulnerados sin escrúpulos por el gobierno comunista. Recuerden pues, nuestros hijos, díganlo muy alto a toda Cuba, que la Iglesia nada teme de las más profundas reformas sociales siempre que se basen en la Justicia y en la Caridad porque busca el bienestar del pueblo y se alegra de él, porque ama al pueblo y quiere su bien, no puede por menos de condenar las doctrinas comunistas. La iglesia está hoy y estará siempre en favor de los humildes, pero no está ni estará JAMÁS CON EL COMUNISMO.
No se le ocurra pues, a nadie, a pedirle a los católicos, en nombre de una mal entendida unidad ciudadana, que nos callemos nuestra opinión a estas doctrinas, porque no podríamos acceder a ello sin traicionar nuestros más fundamentales principios. Contra el COMUNISMO materialista y ateo, está la mayoría absoluta del pueblo cubano, que es católico y que sólo por el engaño y la coacción podría ser conducido a un régimen comunista. Que la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre nos permita que esto llegue jamás a suceder en Cuba.
Así lo pedimos a Dios Nuestro Señor por intercesión de Nuestra Señora Excelsa Patrona.
(Firmado) Manuel, Cardenal Arteaga, Arzobispo de La Habana; Enrique, Arzobispo de Santiago de Cuba; Evelio, Arzobispo Coadjutor y Administrador Apostólico de La Habana, Obispo de Matanzas; Carlos, Obispo de Camagüey; Manuel, Obispo de Pinar del Río; Alfredo, Administrador Apostólico de Cienfuegos; José, Obispo Auxiliar de La Habana; Eduardo, Obispo Auxiliar de La Habana”.
La reacción del gobierno comunista de Fidel Castro no se hizo esperar. Elementos comunistas atacaron a las principales iglesias de la isla. En la Catedral habanera fueron sitiados los feligreses por una turba que los apostrofaba e insultaba. Los Padres Fernando Arango y Argelio Blanco fueron detenidos y conducidos al G-2. Las damas católicas que asistieron a misa se les llamaba a gritos: burguesas, reaccionarias y señoronas; a los sacerdotes les decían fascistas, y los concurrentes al santo oficio fueron tildados de escribas y fariseos. La turba atacó a los fieles con palos, piedras, cabillas, etc. siempre protegida por las autoridades del régimen. Al final, los heridos y detenidos fueron los católicos. No se permitió sacar fotos a esta incalificable agresión.
“Fue un motivo de satisfacción para la Iglesia cuando, hace más de un año, dijo el gobierno revolucionario que se planeaba una reforma agraria que, indemnizando en forma justa a los propietarios de las fincas, habría de permitir a cientos de miles de campesinos llegar a ser los dueños de las tierras que trabajaban; y oyó con esperanzada complacencia que se hablaba de vastos proyectos de industrialización, por medio de los cuales, sin destruir la industria privada, el Gobierno iba a propiciar la creación de nuevas fuentes de trabajo que sirviesen para poner eficaz remedio al gravísimo problema del desempleo. Las reformas sociales que, respetando los legítimos derechos de todos los ciudadanos, tiendan a mejorar la situación económica, cultural y social de los humildes, tienen el apoyo moral de la Iglesia. Faltaríamos, sin embargo, a nuestra obligación de decirles a nuestros fieles y al pueblo de Cuba toda la verdad, si en el balance de los aspectos positivos y negativos del histórico momento que hoy vive nuestra Patria no les dejáramos saber también, con no menor claridad, nuestras principales preocupaciones y temores.
En los últimos meses el Gobierno de Cuba ha establecido estrechas relaciones comerciales, culturales y diplomáticas con los gobiernos de los principales países comunistas, y en especial con la Unión Soviética. Nada tendríamos que decir desde el punto de vista pastoral acerca de los aspectos estrictamente comercial y económico de esos acercamientos, pero sí nos inquieta profundamente el hecho de que, con motivo de ellos, haya habido periodistas, gubernamentales, líderes sindicales y aún algunas altas figuras del Gobierno que hayan elogiado, repetida y calurosamente, los sistemas de vida imperantes en esas naciones, y aún hayan sugerido en discursos pronunciados dentro y fuera de Cuba, la existencia de coincidencias y analogías, en fines y procedimientos, entre las revoluciones sociales de esos países y la Revolución Cubana. Nos preocupa este punto muy hondamente, porque el CATOLICISMO y el COMUNISMO responden a dos concepciones del hombre y del mundo, totalmente opuestas, que jamás será posible conciliar. Condenamos en efecto, al COMUNISMO, en primer lugar porque es una doctrina esencialmente materialista y atea, y porque los gobiernos que por ellos se guían figuran entre los peores enemigos que ha conocido la Iglesia y la humanidad en toda su historia. Condenamos también al COMUNISMO por ser un sistema que niega brutalmente los más fundamentales derechos de la persona humana. Porque para alcanzar el control total del Estado sobre los medios de producción establecen en todas partes un régimen dictatorial, en que un pequeño grupo se impone por medio del terror policial al resto de sus conciudadanos. Porque somete completamente a la economía y la política, sacrificando muchas veces el bienestar del pueblo a las ambiciones y conveniencias del grupo gobernante. Porque van anulando progresivamente el derecho de propiedad y convirtiendo a la larga a todos los ciudadanos, más que en empleados, en verdaderos esclavos del Estado. Porque le niegan al pueblo el derecho que tiene de conocer todos los medios de información y no permiten que les lleguen a los ciudadanos otras opiniones que las que mantiene el grupo gobernante. Porque subordinan indebidamente la vida familiar al Estado, impulsando a la mujer a dejar el hogar para que realice, fuera de su casa, las más duras tareas y educando a los hijos en la forma que el Gobierno desea, sin contar a derechas con la voluntad de los padres.
“Al condenar la Iglesia las doctrinas y procedimientos comunistas no lace, por lo tanto, en una forma parcial, en nombre de determinados grupos de la sociedad que pudieran verse afectados por el establecimiento de un régimen de esta clase; lo hace en nombre de derechos inalienables de todos los hombres que, en una forma u otra, son vulnerados sin escrúpulos por el gobierno comunista. Recuerden pues, nuestros hijos, díganlo muy alto a toda Cuba, que la Iglesia nada teme de las más profundas reformas sociales siempre que se basen en la Justicia y en la Caridad porque busca el bienestar del pueblo y se alegra de él, porque ama al pueblo y quiere su bien, no puede por menos de condenar las doctrinas comunistas. La iglesia está hoy y estará siempre en favor de los humildes, pero no está ni estará JAMÁS CON EL COMUNISMO.
No se le ocurra pues, a nadie, a pedirle a los católicos, en nombre de una mal entendida unidad ciudadana, que nos callemos nuestra opinión a estas doctrinas, porque no podríamos acceder a ello sin traicionar nuestros más fundamentales principios. Contra el COMUNISMO materialista y ateo, está la mayoría absoluta del pueblo cubano, que es católico y que sólo por el engaño y la coacción podría ser conducido a un régimen comunista. Que la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre nos permita que esto llegue jamás a suceder en Cuba.
Así lo pedimos a Dios Nuestro Señor por intercesión de Nuestra Señora Excelsa Patrona.
(Firmado) Manuel, Cardenal Arteaga, Arzobispo de La Habana; Enrique, Arzobispo de Santiago de Cuba; Evelio, Arzobispo Coadjutor y Administrador Apostólico de La Habana, Obispo de Matanzas; Carlos, Obispo de Camagüey; Manuel, Obispo de Pinar del Río; Alfredo, Administrador Apostólico de Cienfuegos; José, Obispo Auxiliar de La Habana; Eduardo, Obispo Auxiliar de La Habana”.
La reacción del gobierno comunista de Fidel Castro no se hizo esperar. Elementos comunistas atacaron a las principales iglesias de la isla. En la Catedral habanera fueron sitiados los feligreses por una turba que los apostrofaba e insultaba. Los Padres Fernando Arango y Argelio Blanco fueron detenidos y conducidos al G-2. Las damas católicas que asistieron a misa se les llamaba a gritos: burguesas, reaccionarias y señoronas; a los sacerdotes les decían fascistas, y los concurrentes al santo oficio fueron tildados de escribas y fariseos. La turba atacó a los fieles con palos, piedras, cabillas, etc. siempre protegida por las autoridades del régimen. Al final, los heridos y detenidos fueron los católicos. No se permitió sacar fotos a esta incalificable agresión.
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