CABALGA Y VUELA LA HISTORIA DE MARTÍ
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CABALGA Y VUELA LA HISTORIA DE MARTÍ
(1-28-11-9:30AM)
Por el Dr. Luis Conte Agüero, Asesor de la Academia de la Historia de Cuba.
Teatro Tower, Miami, Estados Unidos de América. Miércoles 19 de febrero de 2011.
Buenas noches:
Agradezco a Mercedes Sandoval la oportunidad generosa y honrosa de improvisar estas palabras.
A falta del brindis ofrecido, quizás radicales oxidrilos muy distintos nos permitan embriagarnos de historia.
Cuando José Arenal me sorprendió en TeleMiami anunciándome para pronunciar estas palabras, pensé que hablaba de La Niña de Guatemala, exhibida en 1942 cuando yo tenía 18 años, filme que vi un tiempo después en La Habana y del que recuerdo cortesías de Francisco Ichaso en la presentación y al actor Mario Viera de buen decir y presencia, pero de una rigidez frígida en el Martí de la pantalla, negación del líder impulsivo y dinámico que alguien comentaba su gusto de subir escalones de tres en tres; acaso combatiendo las marcas en sus piernas dejadas por los grilletes del presidio político español, así como de otros modos procuró borrar las heridas espirituales.
Pronto realicé que Arenal se refería a La Rosa Blanca, dirigida por Emilio Fernández Romo “El Indio”, con guión de Mauricio Magdaleno, fotografía de Gabriel Figueroa y protagonizada por el mexicano Roberto Cañedo Ramírez de grato lucir y decir y bastante más alto que El Apóstol, diferencia física que forzosamente no desdibuja si se cuidan las esencias. Jorge Mañach apunta en Martí Apóstol que la estatura de Martí se pasaba de lo mediano. Puede ser, considerando el promedio de aquellos tiempos. Tony Calatayud, presente aquí, conoce el Museo Elvira Cape de Bacardí allá en Santiago de Cuba. Roberto García Ibáñez me contó que en noche irreverente y admiradora pusieron a Marquito ¿Villarreal? -No estoy seguro- el traje negro de Martí que estaba allí en exhibición y que sugería una medida mayor que cinco pies cinco pulgada de estatura. Ello rechaza la desinformación de Ernesto Mercado, hijo de Manuel Mercado y empleado en la Fragua Martiana de La Habana por Gonzalo de Quesada y Miranda, de que Martí medía cinco pies de estatura. Así cabalgan en las brumas históricas la irresponsabilidad y el disparate partidario.. Gonzalo dirigía el Seminario Martiano de la Universidad de La Habana y se opuso a la producción de La Rosa Blanca, igual que Juan Marinello y Emilio Roig entre otros, en tanto que la defendía aquella Comisión Organizadora del Centenario integrada por Félix Lizaso, Emeterio Santovenia, Francisco Ichaso... conmemoración de la que surgieron el Monumento, La Plaza, las Obras Completas y un amontonamiento de controversias.
Aparentemente la idea de la película surgió del propio Fulgencio Batista que la propuso a Mauricio Magdaleno a quien había conocido en México tras ocupar la presidencia de Cuba. Magdaleno, autor de El Fulgor de Martí, propuso al Indio Fernández y este a Gabriel Figueroa. Magdaleno llamó desastre a la película alegando que El Indio no entendía a Martí y que la incorporación de Iñigo de Martino empeoró las cosas.
Se abre en sonrisa la palabra cuando recuerda que la confrontación entre los sindicatos obreros la encabezaron Mario Moreno “Cantinflas” por México y Leopoldo Fernández “Tres Patines” por Cuba. Los cómicos olvidaron prontamente lo dramático y compartieron el pastel, tildado entonces de gran fortuna: $250 mil pesos del bolsillo de los empleados públicos y una escalada hasta $310 mil pesos; equivalentes a dólares en aquella Cuba económicamente retadora.
En los créditos que vimos en la pantalla destacan Gina Cabrera, Raquel Revuelta, Dalia Iñiguez, Julio Capote. Explica la inventada Producciones Antillanas SA, los Estudios Churubusco, los interiores filmados en México y exteriores en Cuba, etc. el renombre del Indio que aunque ya en el crepúsculo ofrecía aún luces de su fama internacional.
En 1953, designado por la Revista Bohemia donde publiqué mi reportaje, visité al Indio en una comunidad llamada ¿Coyoacán? Donde se juntan mansiones y lujos. El Indio contestó apasionadamente mis inquietudes, me brindó de la tequila que bebía abundantemente, mientras no lejos sonaban guitarras. En algún momento lloró. “Descargoso” gustaba de parrafadas y monsergas en sus personajes. Había aprendido cine con el ruso Sergéi Eizenshtein -en Cuba escriben mal este apellido- y con John Ford. Allí en la vasta y lujosa residencia sonriente, el Indio me presentó a Gabriel Figueroa, izquierdista que dictó una conferencia en la Universidad de La Habana sobre el cine en color.
La Rosa Blanca, toda en blanco y negro, exhibe hermosos paisajes de Cuba, aunque en los combates los soldados parecen muñequitos movidos por hilos. En San José de las Lajas las lomas de Nazareno, la laguna El Calderón. Y en la Isla El Morro, El Palacio, el Cementerio Santa Ifigenia en Santiago de Cuba. En eL argumento se acentúa lo romántico con su esposa Carmen Zayas Bazán, Carmen Miyares de Mantilla y María García Granados, La Niña de Guatemala. A estos Momentos en la Vida de José Martí se incorporan hieles y mieles de ficción porque no es un documental histórico sino de un filme que busca taquilla. Magdaleno aporta expresiones como palabras de “trueno y miel”. Magdaleno fue relator de una Comisión del Congreso de Escritores Martianos. Cañedo conversa en intimidades con sentencias de Martí para aquellos tiempos y el por venir. Su dicción es elegante. Apunto haber leído que Martí tenía cierto acento español. Hay escenas impropias como esa en que Martí va con Carmen Mantilla a recibir a Carmen Zayas Bazán y al hijo de ambos. Y en esa misma escena su esposa decide regresar a Cuba con el niño. Martí escribió el Ismaelillo con vívidos recuerdos, si bien muestra al niño, cimarroncito de rojos pies, en presente histórico cabalgando sobre su pecho. El Ismaelillo adelanta el modernismo que Rubén Darío concreta en obras como Azul y Prosas Profanas. Martí es doce años mayor que el nicaragüense que lo admiró tanto y reconoció su influencia. Por favor, no enclaustren a Martí en el modernismo. También es romántico y clásico y más. El poeta crea, armoniza lo diverso, amalgama hasta las contradicciones. Encasillarlo es limitarle vuelo y grandeza y eternidad.
Sorprende que en la película llamen venezolana a Carmen Miyares, nacida en Santiago de Cuba. Floja investigación. Aprovecho y apunto que en su carta casi testamento, Carmen informa al actor César Romero que él, hijo de María Mantilla, es nieto de Martí porque Martí es en efecto el padre de María. Supe de esta carta histórica por un estudio del historiador Antonio de la Cova. Por cierto, Manuel Mantilla no era inválido ni viejo, tenía 37 años y murió a los 42, si recuerdo lo leído. ¡Ah memoria, coqueta, pizpireta que viene y va a capricho.. Quédate con nosotros. En estas horas parpadeantes te necesitamos más que siempre!
Termino. Vimos casi final la Carta al mexicano Manuel Mercado. Adocenados escritores castristas aducen que en esta filmación se mutiló al Martí antiimperialista. Insiste la canalla en fusilar la historia. Consta la expresión “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas” El temor de Martí a la expansión del norte poderoso por nuestras repúblicas dolorosas, no mengua su admiración y amor por esta América que vibra en vigores y deslumbra y canta en las Escenas Nortemericanas.
Emilio Fernández había dedicado a Cuba y Martí “Un día de Vida” en 1950. José Massip “Páginas del Diario de José Martí” en 1971. De Cabo Haitiano a Dos Ríos, muy elogiada por Alejo Carpentier. “El ojo del canario” de Fernando Pérez ganó el año pasado en Huelva, España, el Colón de Plata. Sin comparar lo que no he visto, digo que La Rosa Blanca me emociona, por encima de deficiencias técnicas o desdibujos del apetito comercial. Y la escena de la muerte en Dos Ríos no deja de impresionar. Angel de la Guardia, el Centauro de Tunas, se ve pequeñín junto a Martí. Es el quien confirma su muerte. Son soldados de España quienes recogen su cadáver. Es Jiménez de Sandoval, un español quien le despide el duelo y, oh ironía, es un cubano quien se atribuye los disparos mortales y pide una pensión.
Historia es memoria. Olvidos y deformaciones inciden en sus conclusiones. Si hechos recientes de hoy y ayer la adulteran con imprecisiones, exageraciones, falsedades ¿cómo precisar entre nieblas y tinieblas andanzas antiguas de Grecia y Roma?
Por deber intelectual y ético se cuida la verdad para que a la verdad sirva. Sirviendo a la verdad se sirve a la humanidad, que es precisamente el objetivo de la historia.
Por el Dr. Luis Conte Agüero, Asesor de la Academia de la Historia de Cuba.
Teatro Tower, Miami, Estados Unidos de América. Miércoles 19 de febrero de 2011.
Buenas noches:
Agradezco a Mercedes Sandoval la oportunidad generosa y honrosa de improvisar estas palabras.
A falta del brindis ofrecido, quizás radicales oxidrilos muy distintos nos permitan embriagarnos de historia.
Cuando José Arenal me sorprendió en TeleMiami anunciándome para pronunciar estas palabras, pensé que hablaba de La Niña de Guatemala, exhibida en 1942 cuando yo tenía 18 años, filme que vi un tiempo después en La Habana y del que recuerdo cortesías de Francisco Ichaso en la presentación y al actor Mario Viera de buen decir y presencia, pero de una rigidez frígida en el Martí de la pantalla, negación del líder impulsivo y dinámico que alguien comentaba su gusto de subir escalones de tres en tres; acaso combatiendo las marcas en sus piernas dejadas por los grilletes del presidio político español, así como de otros modos procuró borrar las heridas espirituales.
Pronto realicé que Arenal se refería a La Rosa Blanca, dirigida por Emilio Fernández Romo “El Indio”, con guión de Mauricio Magdaleno, fotografía de Gabriel Figueroa y protagonizada por el mexicano Roberto Cañedo Ramírez de grato lucir y decir y bastante más alto que El Apóstol, diferencia física que forzosamente no desdibuja si se cuidan las esencias. Jorge Mañach apunta en Martí Apóstol que la estatura de Martí se pasaba de lo mediano. Puede ser, considerando el promedio de aquellos tiempos. Tony Calatayud, presente aquí, conoce el Museo Elvira Cape de Bacardí allá en Santiago de Cuba. Roberto García Ibáñez me contó que en noche irreverente y admiradora pusieron a Marquito ¿Villarreal? -No estoy seguro- el traje negro de Martí que estaba allí en exhibición y que sugería una medida mayor que cinco pies cinco pulgada de estatura. Ello rechaza la desinformación de Ernesto Mercado, hijo de Manuel Mercado y empleado en la Fragua Martiana de La Habana por Gonzalo de Quesada y Miranda, de que Martí medía cinco pies de estatura. Así cabalgan en las brumas históricas la irresponsabilidad y el disparate partidario.. Gonzalo dirigía el Seminario Martiano de la Universidad de La Habana y se opuso a la producción de La Rosa Blanca, igual que Juan Marinello y Emilio Roig entre otros, en tanto que la defendía aquella Comisión Organizadora del Centenario integrada por Félix Lizaso, Emeterio Santovenia, Francisco Ichaso... conmemoración de la que surgieron el Monumento, La Plaza, las Obras Completas y un amontonamiento de controversias.
Aparentemente la idea de la película surgió del propio Fulgencio Batista que la propuso a Mauricio Magdaleno a quien había conocido en México tras ocupar la presidencia de Cuba. Magdaleno, autor de El Fulgor de Martí, propuso al Indio Fernández y este a Gabriel Figueroa. Magdaleno llamó desastre a la película alegando que El Indio no entendía a Martí y que la incorporación de Iñigo de Martino empeoró las cosas.
Se abre en sonrisa la palabra cuando recuerda que la confrontación entre los sindicatos obreros la encabezaron Mario Moreno “Cantinflas” por México y Leopoldo Fernández “Tres Patines” por Cuba. Los cómicos olvidaron prontamente lo dramático y compartieron el pastel, tildado entonces de gran fortuna: $250 mil pesos del bolsillo de los empleados públicos y una escalada hasta $310 mil pesos; equivalentes a dólares en aquella Cuba económicamente retadora.
En los créditos que vimos en la pantalla destacan Gina Cabrera, Raquel Revuelta, Dalia Iñiguez, Julio Capote. Explica la inventada Producciones Antillanas SA, los Estudios Churubusco, los interiores filmados en México y exteriores en Cuba, etc. el renombre del Indio que aunque ya en el crepúsculo ofrecía aún luces de su fama internacional.
En 1953, designado por la Revista Bohemia donde publiqué mi reportaje, visité al Indio en una comunidad llamada ¿Coyoacán? Donde se juntan mansiones y lujos. El Indio contestó apasionadamente mis inquietudes, me brindó de la tequila que bebía abundantemente, mientras no lejos sonaban guitarras. En algún momento lloró. “Descargoso” gustaba de parrafadas y monsergas en sus personajes. Había aprendido cine con el ruso Sergéi Eizenshtein -en Cuba escriben mal este apellido- y con John Ford. Allí en la vasta y lujosa residencia sonriente, el Indio me presentó a Gabriel Figueroa, izquierdista que dictó una conferencia en la Universidad de La Habana sobre el cine en color.
La Rosa Blanca, toda en blanco y negro, exhibe hermosos paisajes de Cuba, aunque en los combates los soldados parecen muñequitos movidos por hilos. En San José de las Lajas las lomas de Nazareno, la laguna El Calderón. Y en la Isla El Morro, El Palacio, el Cementerio Santa Ifigenia en Santiago de Cuba. En eL argumento se acentúa lo romántico con su esposa Carmen Zayas Bazán, Carmen Miyares de Mantilla y María García Granados, La Niña de Guatemala. A estos Momentos en la Vida de José Martí se incorporan hieles y mieles de ficción porque no es un documental histórico sino de un filme que busca taquilla. Magdaleno aporta expresiones como palabras de “trueno y miel”. Magdaleno fue relator de una Comisión del Congreso de Escritores Martianos. Cañedo conversa en intimidades con sentencias de Martí para aquellos tiempos y el por venir. Su dicción es elegante. Apunto haber leído que Martí tenía cierto acento español. Hay escenas impropias como esa en que Martí va con Carmen Mantilla a recibir a Carmen Zayas Bazán y al hijo de ambos. Y en esa misma escena su esposa decide regresar a Cuba con el niño. Martí escribió el Ismaelillo con vívidos recuerdos, si bien muestra al niño, cimarroncito de rojos pies, en presente histórico cabalgando sobre su pecho. El Ismaelillo adelanta el modernismo que Rubén Darío concreta en obras como Azul y Prosas Profanas. Martí es doce años mayor que el nicaragüense que lo admiró tanto y reconoció su influencia. Por favor, no enclaustren a Martí en el modernismo. También es romántico y clásico y más. El poeta crea, armoniza lo diverso, amalgama hasta las contradicciones. Encasillarlo es limitarle vuelo y grandeza y eternidad.
Sorprende que en la película llamen venezolana a Carmen Miyares, nacida en Santiago de Cuba. Floja investigación. Aprovecho y apunto que en su carta casi testamento, Carmen informa al actor César Romero que él, hijo de María Mantilla, es nieto de Martí porque Martí es en efecto el padre de María. Supe de esta carta histórica por un estudio del historiador Antonio de la Cova. Por cierto, Manuel Mantilla no era inválido ni viejo, tenía 37 años y murió a los 42, si recuerdo lo leído. ¡Ah memoria, coqueta, pizpireta que viene y va a capricho.. Quédate con nosotros. En estas horas parpadeantes te necesitamos más que siempre!
Termino. Vimos casi final la Carta al mexicano Manuel Mercado. Adocenados escritores castristas aducen que en esta filmación se mutiló al Martí antiimperialista. Insiste la canalla en fusilar la historia. Consta la expresión “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas” El temor de Martí a la expansión del norte poderoso por nuestras repúblicas dolorosas, no mengua su admiración y amor por esta América que vibra en vigores y deslumbra y canta en las Escenas Nortemericanas.
Emilio Fernández había dedicado a Cuba y Martí “Un día de Vida” en 1950. José Massip “Páginas del Diario de José Martí” en 1971. De Cabo Haitiano a Dos Ríos, muy elogiada por Alejo Carpentier. “El ojo del canario” de Fernando Pérez ganó el año pasado en Huelva, España, el Colón de Plata. Sin comparar lo que no he visto, digo que La Rosa Blanca me emociona, por encima de deficiencias técnicas o desdibujos del apetito comercial. Y la escena de la muerte en Dos Ríos no deja de impresionar. Angel de la Guardia, el Centauro de Tunas, se ve pequeñín junto a Martí. Es el quien confirma su muerte. Son soldados de España quienes recogen su cadáver. Es Jiménez de Sandoval, un español quien le despide el duelo y, oh ironía, es un cubano quien se atribuye los disparos mortales y pide una pensión.
Historia es memoria. Olvidos y deformaciones inciden en sus conclusiones. Si hechos recientes de hoy y ayer la adulteran con imprecisiones, exageraciones, falsedades ¿cómo precisar entre nieblas y tinieblas andanzas antiguas de Grecia y Roma?
Por deber intelectual y ético se cuida la verdad para que a la verdad sirva. Sirviendo a la verdad se sirve a la humanidad, que es precisamente el objetivo de la historia.
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