¡Mi matrimonio con la cubanía!
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¡Mi matrimonio con la cubanía!
por Esteban Fernández
Sí, soy cubano. ¡Qué orgullo siento al decir esto! Siempre lo digo, todos los días lo repito. Jamás lo niego. Ni un solo instante en toda mi vida he querido ser ni he tratado ser otra cosa que no sea ser cubano.
Hablo alto, casi grito a veces, me gusta la Malta Hatuey con leche condensada y los casquitos de guayaba con queso crema.
Me emociono al oír el himno nacional cubano, al ver un grupo de banderas busco desesperadamente la cubana, y si no la veo me pongo bravo y al verla mi corazón late apresuradamente.
En la casa vendedora de discos compactos sólo busco las canciones de Chirino, Gloria, Celia, Olguita, mi coterráneo Roberto Torres (“Soy güinero” es mi segundo himno nacional), de Vicentico Valdés, Abelardo Barroso, Barbarito Diez. Las voces cubanas son las que me llegan al corazón. Disfruto los chistes del filósofo Guillermo Álvarez Guedes.
¡Que alegría ir al cine, observar una película, y que ahí vea al cubano Andy García o la cubana Cameron Díaz! Me emocioné viendo “Lost City”. Me gustan los frijoles negros, el lechón, la yuca, los platanitos maduros fritos, el café Gaviña, el ajiaco, los pastelitos “refugiados”, las papas rellenas, el sandwich cubano, la media noche. Me encantan el cucurucho de maní y el crocante habanero, los panqués de Jamaica y las butifarras de EL CONGO de Catalina.
Me gusta bailar la música cubana. Es más, es la única que me gusta bailar. Me molesta que le llamen “salsa” a mi rumba, cha cha chá, son montuno y la guaracha. ¡Y cuánto disfruté de ver un viejo video de Celeste Mendoza bailando y cantando un guaguancó en un solar habanero en el Blog de Zoé Valdés!
Soy de los poquitos que todavía mantiene en su auto las insignias cubanas y un letrero que dice “SOY QBAN”. La chapa de mi carro es: GÜINERO. Y pago extra por eso anualmente. Me fascinan el tasajo, la ropa vieja, la vaca frita, el bacalao a la vizcaína (que será a la vizcaína pero para mí es a la cubana). Difícilmente vaya a un restaurante que no sea cubano.
Discuto cosas del presente cubano y cosas que pasaron hace más de un siglo. Hablo de Martí, de Maceo y de Gómez como si fueran unos difuntos familiares míos que todavía quiero y añoro. Y todos los 28 de Enero digo: “Y un día como hoy nació el Apóstol”. No existe un solo acontecimiento internacional, que opaque la Protesta de Baraguá, ni admito jamás que haya una playa más bonita que Varadero y todos los ríos del mundo me parecen unos riachuelos al compararlos con mi Mayabeque.
Todavía, a mi edad, disfruto jugar a la quimbumbia en un picnic y ya les dije que cubanizo hasta el Thanksgiving y obligo a que se adobe el pavo con sazones cubanos y naranja agria. Para mí Cuba es principio y es fin, es culto y es religión. Exijo silencio absoluto cuando un noticiero menciona la palabra sagrada:”CUBA”…
Para mí la bolsa sigue siendo “cartucho” y el ómnibus sigue siendo “guagua”, lo primero que hago al llegar a Miami es comerme una frita, tomarme un guarapo y escuchar las noticias de Cuba por Radio Mambí. ¡Cuánto extraño a Agustín Tamargo! Nunca he disfrutado más mis escritos que cuando él, mi mentor Agustín, los leía semanalmente por la radio.
He enseñado a mi nieto a saludarme diciéndome: “¡Qué volá asere!”, leo cuanto libro cae en mis manos pero sigo prefiriendo los dedicados a la tragedia cubana escritos por autores anticastristas como Armando Valladares, todos mis amigos íntimos son cubanos, fui educado en un Colegio Presbiteriano y sin embargo adoro a Santa Bárbara, a San Lázaro y a la Caridad del Cobre porque para mí esos son “mis Santos cubanos”. Y Luisa Diez me recuerda que nuestro Santo preferido, nuestro Patrono güinero, es San Julián.
Al que no me quiere hablar de Cuba le digo con enojo: “¿De qué quieres que te hable, de Japón o de Italia?” Y ahí mismo no le hablo más nunca.
Considero que no hay una palabra más usada en mi vocabulario que la palabra COÑO. Entre los miles y miles de días que yo he vivido no existe uno solo en que no se me ha escapado decir ¡Ñoooooooooo!…
Me parece que yo me casé con la cubania sin la opción de divorcio. Y por muy larga que sea la separación siempre la considero temporal. 48 años más tarde sigo aquí “de paso”. Con respecto al terruño natal la distancia jamás representará olvido.
Y mi amor por la Patria sólo se equipara a mi desprecio absoluto con los que se han empeñado en destruir nuestras costumbres, nuestra historia republicana, nuestro pasado y esa cubanía a la que me refiero. Viva Cuba, vivan nuestras antiguas tradiciones y que se vayan al diablo (six feet under-boca abajo) los castro-comunistas.
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