La cultura precolombina en la Heráldica cívica cubana I
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La cultura precolombina en la Heráldica cívica cubana I
La cultura precolombina en la Heráldica cívica cubana I
Ciertamente, la cultura precolombina incide y está presente en nuestras identidades culturales más de lo que muchos suponemos. Más allá de los topónimos que tan curiosamente mezclan nombres europeos con precolombinos, de los nombres de algunas plantas y tubérculos, e incluso, de leyendas que se mantienen vivísimas en la tradición oral y en la memoria histórica de tantas comunidades, quiero aventurar estas líneas a descubrir cuánto hay de esa cultura tan obviada, como lo ha sido también la propia europea, acaso por cotidiana o por populismo, en nuestros escudos de armas cívicos, es decir, aquellos que representan a nuestras corporaciones cívicas que, según la Constitución de la República, son dos, además del Estado nacional: las provincias y los municipios.
Comencemos por un escudo de armas que sólo pudo ser concebido, pero nunca utilizado: se trata del que idease el abogado bayamés D. Joaquín Infante en su proyecto de Constitución para una Cuba Independiente.
Bien conocido es D. Joaquín Infante entre los cubanos, autor de un Proyecto de Constitución que se publicó en Caracas en 1812. Fue Infante un abogado bayamés que estuvo vinculado en la conspiración de Román de la Luz. La Constitución que redactó fue la primera de carácter separatista de cuantas se hicieron para Cuba. El autor estudió la carrera de Derecho fuera de Cuba. Estaba en España cuando las tropas bonapartistas invadieron la Península; mantuvo amistad personal con Francisco de Miranda. Vivió en México y después en Caracas, donde publicó al antedicho proyecto. El Dr. Julio Carreras expone algunas consideraciones importantes con relación a la Constitución que redactó, en su obra Historia del Estado y el Derecho en Cuba: “Su proyecto propugna la separación de Cuba de España y la constitución de un Estado independiente. Asombra que en el comienzo del siglo XIX, cuando los propietarios habaneros viven bajo el miedo de una sublevación de esclavos, un hombre de letras, que está ideológicamente vinculado a los criollos adinerados, propugne una fórmula tan drástica”.
La idea de independencia vendrá siempre acompañada de nuevos símbolos para el naciente Estado. Joaquín Infante ideó, entonces, una bandera y un escudo para la que sería “Cuba independiente”. Aquel texto, en su artículo centésimo, abre un espacio para el escudo y estandarte de la República de Cuba, y dice así:
“Artículo 100: El sello de Estado podrá reproducirse á un pequeño óvalo con el emblema de la América baxo la figura de una india, y él de la isla en particular baxo la de la planta de tabaco; porque aunque se dé en otras partes en ninguna es de tan excelente calidad. Alrededor habrá la inscripción: isla de Cuba independiente. El estandarte será la bandera con el sello de Estado en grande, en el centro”. (Sic)
Este escudo es un clásico decimonónico, muy sencillo, que trae, en un óvalo, la figura de una indígena rodeada de plantas de café. Enrique Gay-Calbó reproduce un diseño de Jorge Hurtado de Mendoza con un escudo cortado, que muestra en la partición alta el verdadero Sello de Estado que elaboró Infante, y hasta cierto punto dado a la polémica, pero la partición baja muestra el mapa de Cuba; ese cuartel sobra desde nuestro punto de vista. Además, Jorge Hurtado de Mendoza adorna el escudo con un gorro píleo como timbre y ocho estrellas en situación de semicírculo alrededor del contorno.
En esta interpretación del Sello de Estado de Infante, la indígena trae en sus manos y sobre su regazo el cuerno de la abundancia que deposita frutas y vegetales en el suelo, elemento que no menciona Infante en el artículo constitucional y que puede considerarse una licencia artística de Hurtado de Mendoza. Y al hombro trae la mujer aborigen un arco con un mazo de flechas que se depositan en su espalda, ¿espíritu guerrero? Reviste gran importancia la corona de plumas que trae la imagen. Y por último, es notable el lema que circunscribe al sello, que no se ajusta al artículo del texto normativo creado por don Joaquín Infante.
El tabaco vendría a simbolizar la singularidad de Cuba por cuanto no es el único país que produce azúcar y sí el que con más calidad cultiva el tabaco. La indígena, como dice el artículo constitucional, vendría a representar a América pero, este término es muy ambiguo ya que no se representa igual una indígena iroqués que una de las selvas amazónicas; tanto sus atributos como costumbres y rasgos son muy diferentes. Hay muchas clases de indígenas a todo lo largo y ancho de América. La imagen que más le convendría al diseño sería la de una indígena de la cultura arwaca, que fue la más desarrollada en Cuba y una de las que encontró Cristóbal Colón al pisar tierra americana.
El escudo que se ofrece en líneas superiores es el de Joaquín Infante, según la interpretación de José Hurtado de Mendoza, reproducido de Los escudos, las banderas y el himno de Cuba, del Dr. Enrique Gay-Calbó. Este escudo lo hemos entronizado como precursor o antecedente el siboneyismo. Es, no obstante, imposible que Infante haya tenido en cuenta estos elementos antropológicos en tanto no existían los conocimientos que hoy tenemos a mano; su interés es sencillamente representar la cultura indígena con un exponente humano, indígena, y que simbolice a América. Hemos tratado de ser lo más fiel posible a los conocimientos de la época que tan escasos eran.
Según el Diccionario de la Literatura Cubana, editado por el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, el siboneyismo surge como una manifestación de la tendencia indianista que se desarrollaba en la América española dentro del segundo romanticismo. El texto compilador centra la atención y define el siboneyismo como una tendencia en las letras cubanas de mediados del s. XIX; sin embargo, hemos visto cómo el escudo de Joaquín Infante es un antecedente claro y es más una obra de la simbología gráfica que de la literatura. Tomemos en cuenta que su expresión en las letras es una vertiente de confirmación nacionalista: lo español no nos identifica en tanto no es genuino, lo negro no es nuestro, es de África; queda la raíz indígena, tomada como originaria y como auténticamente cubana, aunque a la luz de la ciencia moderna sepamos que los llamados aborígenes no son originarios de la América, sino que migraron hace alrededor de 40 mil a 50 mil años desde Asia y al respecto tampoco hay una teoría única, sino que establecen los orígenes de la migración en disímiles puntos, desde Kamchatka hasta las islas de la Oceanía en el Pacífico Sur.
Puede concluirse que el siboneyismo sirvió para alentar el sentimiento nacionalista revolucionario cubano; su trayectoria se veía siempre vinculada a los ideales de independencia nacional y de libertad individual. Esta síntesis valorativa de lo que posteriormente fue el siboneyismo ya se esbozaba en el diseño de escudo de armas que Joaquín Infante pensó ajustable a Cuba. De manera que, si bien el escudo fue aparentemente muy bien pensado, no ocurrió lo mismo con la bandera, cuyos colores escogió por no tener ningún otro país, tal combinación de colores, aunque el diseño de trifranje horizontal tiene un marcado antecedente mirandino.
Entre 1809 y 1810 los patriotas Joaquín Infante, Román de la Luz Sánchez Silveira y Luis F. Basave, se vieron envueltos en una conspiración separatista, tramada en el Templo de las Virtudes Teologales. La conspiración fue descubierta y como consecuencia De la Luz fue desterrado a España, e Infante pudo escapar y refugiarse fuera de Cuba. El joven abogado, con treinta años de edad, vive un tiempo en México y luego se traslada a Caracas, donde se involucra en las revueltas separatistas lideradas por el Precursor de la Independencia de América Latina Don Francisco de Miranda, y vive de cerca el desarrollo de los símbolos de carácter nacional que con tales fines se van creando en el decurso de la contienda.
El primer Tricolor Mirandino vio la luz en el Proyecto del Ejército Columbiano, en 1800. Presenta tres franjas paralelas e iguales, con los colores: negro, encarnado y amarillo. La presencia de estos colores responde a la integración racial del antedicho Ejército: negros, pardos e indios, “sobre cuya igualdad habría de estructurarse el Ejército del Generalísimo”.
La llamada Bandera Madre, denominada así por el Apóstol de la independencia cubana, el Iris mirandino, fue izada el 12 de marzo de 1806; su diseño era también un trifranje horizontal con los colores más visibles del arco-iris: amarillo, azul y rojo. Miranda hubo de retirarse por el escaso apoyo de la población y la presión del Ejército realista, pero 5 años más tarde, se había convertido en diputado del Congreso Constituyente que el 5 de julio de 1811 declaró la Independencia. Junto a otros dos patriotas venezolanos, Miranda fue comisionado para elaborar un proyecto de “Bandera y Cucarda Nacional”. Fue aprobado el proyecto en la sesión del 9 de julio. La bandera era la misma de 1806; según refiere el Lcdo. Daniel Chalbaud en su obra, citada antes: “Sus colores eran amarillo, azul y rojo, en franjas desiguales, más ancha la primera que la segunda, y ésta más que la tercera (...) En el ángulo superior izquierdo del pabellón nacional había, a modo de escudo, un rectángulo en la cual figuraba una india que sostenía en su diestra una pica o asta con gorro frigio en su extremo; detrás de ella, la inscripción Venezuela libre y a sus pies una cinta con la palabra Colombia, la cual equivalía, entonces a ‘América’. (Sic)
Ya se ha visto cómo el escudo y bandera de Infante son frutos de las ideas independentistas que se cultivaban en Venezuela en tanto el joven cubano vivió todo este proceso revolucionario, y seguramente su amistad personal con Francisco de Miranda influyó poderosamente en la radicalización de su pensamiento, y son estos símbolos del patriota Infante, a un tiempo, antecedentes del siboneyismo en Cuba, pero junto a los del patriota venezolano pioneros gráficos de la corriente indianista en toda América Latina, aún antes de que floreciera en las letras americanas.
Las localidades cubanas también han establecido sus propios escudos de armas al partir de antiquísimas tradiciones. Durante el período colonial, por ejemplo, la facultad de conceder escudos de armas residía en la persona de Su Majestad el Rey; pero al instaurarse la república, y lamentablemente emparentarse la heráldica con el régimen monárquico y construir el republicanismo como anti-monarquía, sumado ello a los lógicos ideales de autonomía local en los que se inspira el modelo republicano, echaron por tierra esta especie de control regio que era permitido por la relativa centralización de la capacidad heráldica para las corporaciones cívicas, lo cual garantizaba orden y seguridad jurídica. La república muestra un relajamiento tanto en el rigor de los diseños heráldicos como en su aprobación, aunque algunos ayuntamientos solicitaron algún inusitado “certificado” de la Academia de la Historia (Mariel, 1960) y en otros casos fueron encargados al Instituto de Genealogía y Heráldica (Melena del Sur, 1954).
Los períodos en que hemos seccionado este estudio, por lo tanto, obedecen a los cambios políticos más trascendentales en la historia cubana, es decir, tres períodos: el primero arranca en 1516 con la concesión del escudo primado de Cuba hasta la retirada política de España a favor de los Estados Unidos de América, verificada el 1º de enero de 1899 con el arrío de la bandera española y el izamiento de la de las barras y las estrellas; el segundo período abarca la llamada república, que comprende entre 1902 y 1959, y un tercer período desde entonces a la actualidad, dividido en dos etapas: la Provisionalidad (1959-1976) y el Estado Socialista (1976-), a partir de la entronización de la Constitución vigente.
La etapa colonial muestra casos interesantes, incluso algunos no han sido del todo aclarados, como los escudos del Caney y de Artemisa. En el primer caso: el escudo del Caney data de la época colonial, aunque no se tiene noticia de su concesión por la Corona española ni de su autor. Recrea la leyenda de la Ma-Cubá, de la huida de los aborígenes ante la llegada de los conquistadores, donde sólo quedó una mujer que los acogió y trató. El Caney es un poblado que forma parte del municipio Santiago de Cuba, no tiene rango de municipio ni lo tenido nunca
Destaca en esta imagen la indígena, la planta de plátano, el perro mudo a sus pies, y los blasones de Castilla y León que recuerdan la época a que se refiere el escudo.
Domingo Figarola Caneda en su ensayo “Los escudos primitivos de Cuba” expone lo siguiente con relación al escudo del Caney.
“Aparece el escudo de San Luis del Caney en las “Crónicas de Santiago de Cuba”; recopilada por Emilio Bacardí y Moreau, Barcelona, 1908, y con la indicación “Armas del Caney”.
“Por nuestra parte hemos hallado unos interesantes apuntes históricos debido a las loables investigaciones del señor Luis Alejandro Baralt, y quien con vista de un “documento antiguo é importante”, niega que fuera una india la que pobló el Caney, pues hubo una
“... representación hecha a S.M. a voz y nombre sin duda de los naturales en que afortunadamente aparece historiada la fundación del pueblo”.
“Y resulta de lo relatado en ese manuscrito, que con motivo de la llegada de los primeros conquistadores, los pacíficos indios huyeron a la desbandada, quedándose la minoría de ellos a vivir con los conquistadores, entre otros. El cacique de Cuba, así titulado, y nombrado desde la pila bautismal D. Alonso Rodríguez, era casado con D.ª María de la Ma-Cubá.
“Y ahora parece natural que se pregunte: la india que figura en el escudo ¿es la representación de aquella que se dijo pobladora del Caney, o es la de Ma-Cubá? (sic)
FIN DE LA PRIMERA PARTE
http://simbologiacubana.blogspot.com/2010/12/la-cultura-precolombina-en-la-heraldica.html
Ciertamente, la cultura precolombina incide y está presente en nuestras identidades culturales más de lo que muchos suponemos. Más allá de los topónimos que tan curiosamente mezclan nombres europeos con precolombinos, de los nombres de algunas plantas y tubérculos, e incluso, de leyendas que se mantienen vivísimas en la tradición oral y en la memoria histórica de tantas comunidades, quiero aventurar estas líneas a descubrir cuánto hay de esa cultura tan obviada, como lo ha sido también la propia europea, acaso por cotidiana o por populismo, en nuestros escudos de armas cívicos, es decir, aquellos que representan a nuestras corporaciones cívicas que, según la Constitución de la República, son dos, además del Estado nacional: las provincias y los municipios.
Comencemos por un escudo de armas que sólo pudo ser concebido, pero nunca utilizado: se trata del que idease el abogado bayamés D. Joaquín Infante en su proyecto de Constitución para una Cuba Independiente.
Bien conocido es D. Joaquín Infante entre los cubanos, autor de un Proyecto de Constitución que se publicó en Caracas en 1812. Fue Infante un abogado bayamés que estuvo vinculado en la conspiración de Román de la Luz. La Constitución que redactó fue la primera de carácter separatista de cuantas se hicieron para Cuba. El autor estudió la carrera de Derecho fuera de Cuba. Estaba en España cuando las tropas bonapartistas invadieron la Península; mantuvo amistad personal con Francisco de Miranda. Vivió en México y después en Caracas, donde publicó al antedicho proyecto. El Dr. Julio Carreras expone algunas consideraciones importantes con relación a la Constitución que redactó, en su obra Historia del Estado y el Derecho en Cuba: “Su proyecto propugna la separación de Cuba de España y la constitución de un Estado independiente. Asombra que en el comienzo del siglo XIX, cuando los propietarios habaneros viven bajo el miedo de una sublevación de esclavos, un hombre de letras, que está ideológicamente vinculado a los criollos adinerados, propugne una fórmula tan drástica”.
La idea de independencia vendrá siempre acompañada de nuevos símbolos para el naciente Estado. Joaquín Infante ideó, entonces, una bandera y un escudo para la que sería “Cuba independiente”. Aquel texto, en su artículo centésimo, abre un espacio para el escudo y estandarte de la República de Cuba, y dice así:
“Artículo 100: El sello de Estado podrá reproducirse á un pequeño óvalo con el emblema de la América baxo la figura de una india, y él de la isla en particular baxo la de la planta de tabaco; porque aunque se dé en otras partes en ninguna es de tan excelente calidad. Alrededor habrá la inscripción: isla de Cuba independiente. El estandarte será la bandera con el sello de Estado en grande, en el centro”. (Sic)
Este escudo es un clásico decimonónico, muy sencillo, que trae, en un óvalo, la figura de una indígena rodeada de plantas de café. Enrique Gay-Calbó reproduce un diseño de Jorge Hurtado de Mendoza con un escudo cortado, que muestra en la partición alta el verdadero Sello de Estado que elaboró Infante, y hasta cierto punto dado a la polémica, pero la partición baja muestra el mapa de Cuba; ese cuartel sobra desde nuestro punto de vista. Además, Jorge Hurtado de Mendoza adorna el escudo con un gorro píleo como timbre y ocho estrellas en situación de semicírculo alrededor del contorno.
En esta interpretación del Sello de Estado de Infante, la indígena trae en sus manos y sobre su regazo el cuerno de la abundancia que deposita frutas y vegetales en el suelo, elemento que no menciona Infante en el artículo constitucional y que puede considerarse una licencia artística de Hurtado de Mendoza. Y al hombro trae la mujer aborigen un arco con un mazo de flechas que se depositan en su espalda, ¿espíritu guerrero? Reviste gran importancia la corona de plumas que trae la imagen. Y por último, es notable el lema que circunscribe al sello, que no se ajusta al artículo del texto normativo creado por don Joaquín Infante.
El tabaco vendría a simbolizar la singularidad de Cuba por cuanto no es el único país que produce azúcar y sí el que con más calidad cultiva el tabaco. La indígena, como dice el artículo constitucional, vendría a representar a América pero, este término es muy ambiguo ya que no se representa igual una indígena iroqués que una de las selvas amazónicas; tanto sus atributos como costumbres y rasgos son muy diferentes. Hay muchas clases de indígenas a todo lo largo y ancho de América. La imagen que más le convendría al diseño sería la de una indígena de la cultura arwaca, que fue la más desarrollada en Cuba y una de las que encontró Cristóbal Colón al pisar tierra americana.
El escudo que se ofrece en líneas superiores es el de Joaquín Infante, según la interpretación de José Hurtado de Mendoza, reproducido de Los escudos, las banderas y el himno de Cuba, del Dr. Enrique Gay-Calbó. Este escudo lo hemos entronizado como precursor o antecedente el siboneyismo. Es, no obstante, imposible que Infante haya tenido en cuenta estos elementos antropológicos en tanto no existían los conocimientos que hoy tenemos a mano; su interés es sencillamente representar la cultura indígena con un exponente humano, indígena, y que simbolice a América. Hemos tratado de ser lo más fiel posible a los conocimientos de la época que tan escasos eran.
Según el Diccionario de la Literatura Cubana, editado por el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, el siboneyismo surge como una manifestación de la tendencia indianista que se desarrollaba en la América española dentro del segundo romanticismo. El texto compilador centra la atención y define el siboneyismo como una tendencia en las letras cubanas de mediados del s. XIX; sin embargo, hemos visto cómo el escudo de Joaquín Infante es un antecedente claro y es más una obra de la simbología gráfica que de la literatura. Tomemos en cuenta que su expresión en las letras es una vertiente de confirmación nacionalista: lo español no nos identifica en tanto no es genuino, lo negro no es nuestro, es de África; queda la raíz indígena, tomada como originaria y como auténticamente cubana, aunque a la luz de la ciencia moderna sepamos que los llamados aborígenes no son originarios de la América, sino que migraron hace alrededor de 40 mil a 50 mil años desde Asia y al respecto tampoco hay una teoría única, sino que establecen los orígenes de la migración en disímiles puntos, desde Kamchatka hasta las islas de la Oceanía en el Pacífico Sur.
Puede concluirse que el siboneyismo sirvió para alentar el sentimiento nacionalista revolucionario cubano; su trayectoria se veía siempre vinculada a los ideales de independencia nacional y de libertad individual. Esta síntesis valorativa de lo que posteriormente fue el siboneyismo ya se esbozaba en el diseño de escudo de armas que Joaquín Infante pensó ajustable a Cuba. De manera que, si bien el escudo fue aparentemente muy bien pensado, no ocurrió lo mismo con la bandera, cuyos colores escogió por no tener ningún otro país, tal combinación de colores, aunque el diseño de trifranje horizontal tiene un marcado antecedente mirandino.
Entre 1809 y 1810 los patriotas Joaquín Infante, Román de la Luz Sánchez Silveira y Luis F. Basave, se vieron envueltos en una conspiración separatista, tramada en el Templo de las Virtudes Teologales. La conspiración fue descubierta y como consecuencia De la Luz fue desterrado a España, e Infante pudo escapar y refugiarse fuera de Cuba. El joven abogado, con treinta años de edad, vive un tiempo en México y luego se traslada a Caracas, donde se involucra en las revueltas separatistas lideradas por el Precursor de la Independencia de América Latina Don Francisco de Miranda, y vive de cerca el desarrollo de los símbolos de carácter nacional que con tales fines se van creando en el decurso de la contienda.
El primer Tricolor Mirandino vio la luz en el Proyecto del Ejército Columbiano, en 1800. Presenta tres franjas paralelas e iguales, con los colores: negro, encarnado y amarillo. La presencia de estos colores responde a la integración racial del antedicho Ejército: negros, pardos e indios, “sobre cuya igualdad habría de estructurarse el Ejército del Generalísimo”.
La llamada Bandera Madre, denominada así por el Apóstol de la independencia cubana, el Iris mirandino, fue izada el 12 de marzo de 1806; su diseño era también un trifranje horizontal con los colores más visibles del arco-iris: amarillo, azul y rojo. Miranda hubo de retirarse por el escaso apoyo de la población y la presión del Ejército realista, pero 5 años más tarde, se había convertido en diputado del Congreso Constituyente que el 5 de julio de 1811 declaró la Independencia. Junto a otros dos patriotas venezolanos, Miranda fue comisionado para elaborar un proyecto de “Bandera y Cucarda Nacional”. Fue aprobado el proyecto en la sesión del 9 de julio. La bandera era la misma de 1806; según refiere el Lcdo. Daniel Chalbaud en su obra, citada antes: “Sus colores eran amarillo, azul y rojo, en franjas desiguales, más ancha la primera que la segunda, y ésta más que la tercera (...) En el ángulo superior izquierdo del pabellón nacional había, a modo de escudo, un rectángulo en la cual figuraba una india que sostenía en su diestra una pica o asta con gorro frigio en su extremo; detrás de ella, la inscripción Venezuela libre y a sus pies una cinta con la palabra Colombia, la cual equivalía, entonces a ‘América’. (Sic)
Ya se ha visto cómo el escudo y bandera de Infante son frutos de las ideas independentistas que se cultivaban en Venezuela en tanto el joven cubano vivió todo este proceso revolucionario, y seguramente su amistad personal con Francisco de Miranda influyó poderosamente en la radicalización de su pensamiento, y son estos símbolos del patriota Infante, a un tiempo, antecedentes del siboneyismo en Cuba, pero junto a los del patriota venezolano pioneros gráficos de la corriente indianista en toda América Latina, aún antes de que floreciera en las letras americanas.
Las localidades cubanas también han establecido sus propios escudos de armas al partir de antiquísimas tradiciones. Durante el período colonial, por ejemplo, la facultad de conceder escudos de armas residía en la persona de Su Majestad el Rey; pero al instaurarse la república, y lamentablemente emparentarse la heráldica con el régimen monárquico y construir el republicanismo como anti-monarquía, sumado ello a los lógicos ideales de autonomía local en los que se inspira el modelo republicano, echaron por tierra esta especie de control regio que era permitido por la relativa centralización de la capacidad heráldica para las corporaciones cívicas, lo cual garantizaba orden y seguridad jurídica. La república muestra un relajamiento tanto en el rigor de los diseños heráldicos como en su aprobación, aunque algunos ayuntamientos solicitaron algún inusitado “certificado” de la Academia de la Historia (Mariel, 1960) y en otros casos fueron encargados al Instituto de Genealogía y Heráldica (Melena del Sur, 1954).
Los períodos en que hemos seccionado este estudio, por lo tanto, obedecen a los cambios políticos más trascendentales en la historia cubana, es decir, tres períodos: el primero arranca en 1516 con la concesión del escudo primado de Cuba hasta la retirada política de España a favor de los Estados Unidos de América, verificada el 1º de enero de 1899 con el arrío de la bandera española y el izamiento de la de las barras y las estrellas; el segundo período abarca la llamada república, que comprende entre 1902 y 1959, y un tercer período desde entonces a la actualidad, dividido en dos etapas: la Provisionalidad (1959-1976) y el Estado Socialista (1976-), a partir de la entronización de la Constitución vigente.
La etapa colonial muestra casos interesantes, incluso algunos no han sido del todo aclarados, como los escudos del Caney y de Artemisa. En el primer caso: el escudo del Caney data de la época colonial, aunque no se tiene noticia de su concesión por la Corona española ni de su autor. Recrea la leyenda de la Ma-Cubá, de la huida de los aborígenes ante la llegada de los conquistadores, donde sólo quedó una mujer que los acogió y trató. El Caney es un poblado que forma parte del municipio Santiago de Cuba, no tiene rango de municipio ni lo tenido nunca
Destaca en esta imagen la indígena, la planta de plátano, el perro mudo a sus pies, y los blasones de Castilla y León que recuerdan la época a que se refiere el escudo.
Domingo Figarola Caneda en su ensayo “Los escudos primitivos de Cuba” expone lo siguiente con relación al escudo del Caney.
“Aparece el escudo de San Luis del Caney en las “Crónicas de Santiago de Cuba”; recopilada por Emilio Bacardí y Moreau, Barcelona, 1908, y con la indicación “Armas del Caney”.
“Por nuestra parte hemos hallado unos interesantes apuntes históricos debido a las loables investigaciones del señor Luis Alejandro Baralt, y quien con vista de un “documento antiguo é importante”, niega que fuera una india la que pobló el Caney, pues hubo una
“... representación hecha a S.M. a voz y nombre sin duda de los naturales en que afortunadamente aparece historiada la fundación del pueblo”.
“Y resulta de lo relatado en ese manuscrito, que con motivo de la llegada de los primeros conquistadores, los pacíficos indios huyeron a la desbandada, quedándose la minoría de ellos a vivir con los conquistadores, entre otros. El cacique de Cuba, así titulado, y nombrado desde la pila bautismal D. Alonso Rodríguez, era casado con D.ª María de la Ma-Cubá.
“Y ahora parece natural que se pregunte: la india que figura en el escudo ¿es la representación de aquella que se dijo pobladora del Caney, o es la de Ma-Cubá? (sic)
FIN DE LA PRIMERA PARTE
http://simbologiacubana.blogspot.com/2010/12/la-cultura-precolombina-en-la-heraldica.html
La cultura precolombina en la Heráldica cívica cubana II
La cultura precolombina en la Heráldica cívica cubana II
La autenticidad de este supuesto escudo de Artemisa no ha podido ser aún verificada, toda vez que se trata de una reproducción que dibujara el eximio pintor reglano Jorge Hurtado de Mendoza en los primeros años de la Provisionalidad, y todo parece indicar que fue a petición del Archivo Nacional de la República. No sabemos por qué el Archivo Nacional decidió recopilar los escudos de armas civiles, o de quién fue la idea, ni conocemos todavía la información en la que se basó Hurtado de Mendoza para realizar los dibujos. Todo lo que se conoce es la propia existencia de este dibujo, que ubica el escudo en 1879, probablemente relacionado con la nueva división político-administrativa que implantó la Corona en la isla a raíz de la pacificación de Cuba y el fin de la Guerra de los Diez Años.
Este supuesto escudo primado artemiseño muestra una mujer precolombina en actitud de correr, vestida en ropas blancas, tenante en sus manos un arco y una flecha engarzada, lista para dispararla, orientada al cantón diestro del jefe del escudo, y a sus pies, un lebrel negro, el conjunto está rodeado por un paisaje típico cubano, es decir, un terrazo y dos plantas, una en cada flanco, campo de azur y en jefe una luna llena, de plata (blanca).
Hasta el momento no consta su Real concesión, de manera que es posible haya sido empleado, si acaso lo fue, como el escudo de Santa Clara, cuya solicitud de concesión fue realizada en 1894 a Su Majestad reinante, pero nunca resuelta.
Otro escudo con elementos precolombinos es el de Jaruco, la ciudad condal, que trae una palma real y dos hombres precolombinos adosados. Lo curioso es que en este dibujo de Hurtado de Mendoza los hombres traen arco y flecha y un tocado de plumas en la cabeza, a la usanza de las naciones precolombinas norteamericanas. En otras representaciones aparecen los dos hombres de frente, con un recipiente en sus manos. Este escudo tampoco fue concedido de iure por la Corona española, o al menos no tenemos noticias de ello. Sólo se conoce que fue diseñado por los señores Beltrán de Santa Cruz y el príncipe de Orleáns en 1798.
Otros escudos de armas coloniales muestran elementos de la cultura precolombina, y como caso relevante está el de Cienfuegos, concedido por S.M. D.ª Isabel II en 1842, y que trae en su cuartel bajo una “jagua en producción”, nombre precolombino que ha pervivido en la cultura popular y en el escudo de la ciudad.
Ya en tiempos de la república, es notable el escudo de Banes, diseñado en 1926 por quien luego sería Obispo de Camagüey, Mons. Carlos Riu y Anglés. La flecha representa la cultura precolombina, su direccion y sentido representan su propia decadencia.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
http://simbologiacubana.blogspot.com/2010/12/la-cultura-precolombina-en-la-heraldica_31.html
La autenticidad de este supuesto escudo de Artemisa no ha podido ser aún verificada, toda vez que se trata de una reproducción que dibujara el eximio pintor reglano Jorge Hurtado de Mendoza en los primeros años de la Provisionalidad, y todo parece indicar que fue a petición del Archivo Nacional de la República. No sabemos por qué el Archivo Nacional decidió recopilar los escudos de armas civiles, o de quién fue la idea, ni conocemos todavía la información en la que se basó Hurtado de Mendoza para realizar los dibujos. Todo lo que se conoce es la propia existencia de este dibujo, que ubica el escudo en 1879, probablemente relacionado con la nueva división político-administrativa que implantó la Corona en la isla a raíz de la pacificación de Cuba y el fin de la Guerra de los Diez Años.
Este supuesto escudo primado artemiseño muestra una mujer precolombina en actitud de correr, vestida en ropas blancas, tenante en sus manos un arco y una flecha engarzada, lista para dispararla, orientada al cantón diestro del jefe del escudo, y a sus pies, un lebrel negro, el conjunto está rodeado por un paisaje típico cubano, es decir, un terrazo y dos plantas, una en cada flanco, campo de azur y en jefe una luna llena, de plata (blanca).
Hasta el momento no consta su Real concesión, de manera que es posible haya sido empleado, si acaso lo fue, como el escudo de Santa Clara, cuya solicitud de concesión fue realizada en 1894 a Su Majestad reinante, pero nunca resuelta.
Otro escudo con elementos precolombinos es el de Jaruco, la ciudad condal, que trae una palma real y dos hombres precolombinos adosados. Lo curioso es que en este dibujo de Hurtado de Mendoza los hombres traen arco y flecha y un tocado de plumas en la cabeza, a la usanza de las naciones precolombinas norteamericanas. En otras representaciones aparecen los dos hombres de frente, con un recipiente en sus manos. Este escudo tampoco fue concedido de iure por la Corona española, o al menos no tenemos noticias de ello. Sólo se conoce que fue diseñado por los señores Beltrán de Santa Cruz y el príncipe de Orleáns en 1798.
Otros escudos de armas coloniales muestran elementos de la cultura precolombina, y como caso relevante está el de Cienfuegos, concedido por S.M. D.ª Isabel II en 1842, y que trae en su cuartel bajo una “jagua en producción”, nombre precolombino que ha pervivido en la cultura popular y en el escudo de la ciudad.
Ya en tiempos de la república, es notable el escudo de Banes, diseñado en 1926 por quien luego sería Obispo de Camagüey, Mons. Carlos Riu y Anglés. La flecha representa la cultura precolombina, su direccion y sentido representan su propia decadencia.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
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