MOMENTOS MEMORABLES *** Por Esteban Fernández
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MOMENTOS MEMORABLES *** Por Esteban Fernández
MOMENTOS
MEMORABLES
Por Esteban Fernández
No saben ustedes lo mucho que siento no haber tenido, durante mis 17 años
vividos en Cuba, una buena cámara y haber fotografiado todos los momentos
sagrados para mí. Gracias a Dios que me dio una magnifica memoria y una mejor
imaginación e inventiva. Llevó en mi corazón y en mi cerebro hasta los olores
sabrosos de mi Patria como los que despedían los Centrales Providencia y Amistad...
El principio, no quiero engañarlos, fue nebuloso. Un muchacho mayor, llamado
Aris Caso Sosa, me contaba - y todavía hoy lo asegura- que fue un 16 de
septiembre del año 44 cuando una cigüeña me dejó en la casa de una comadrona
llamada Eulalia. Dice que mi madre, Ana María, lucía muy adolorida, mientras mi
padre decía sin quitarse su tabaco Pita de la boca: "¡Tiene pinta de pelotero,
va a ser primera base del Almendares, voy a tratar que Andrés Fleitas le dé un
vistazo!"...
Sin embargo, como siempre he padecido de "precocidad retardada" como mi amigo
Güicho Crónico, poco a poco voy acordándome de algunas cosas ¿A usted no le pasa,
que muchísimas boberías, sin apenas importancia, que hizo, o vio, o sintió, en
Cuba, se han convertido en "históricas" con el pasar de los largos años en el
destierro? No me pasaba por la cabeza, ni tenía la menor idea, de que cada paso
que yo diera allí iba a convertirse en sagrado en mi mente.
Por ejemplo, aquí vamos a restaurantes varias veces a la semana, no le damos la
menor importancia a comer fuera, sin embargo, jamás yo olvido un día que mi
padre me llevó a La Habana a comerme tremendo sándwich (allí no había que
decirle "cubano" como aquí ) en una cafetería muy famosa en aquella época
llamada Los Parados. Jamás olvidaré cuando un compañerito en el Colegio
Presbiteriano, llamado Carlos Fandiño, en un intercambio de regalos me regaló un
jabón Camay...
Que mi tío, Enrique Fernández Roig, me montara en su Buick del año 56 durante
una inundación en Güines (para dar un recorrido por el pueblo) es un “hecho
histórico” inolvidable. ¡Se había desbordado el Mayabeque! La picada de un
mosquito en la Playa del Rosario, una caída montando patines, ver por primera
vez La Familia Pilón en la televisión, un canario solitario cantando dentro de
una jaula en la casa del dentista Panchitín Ortega, y mi madre planchándome una
camisa. ¿Cómo olvidar aquel primer papalote, aquel trompo, aquella visita al
Stadium del Cerro, y aquel jonrón de mi coterráneo Miguelito de la Hoz como
dándome la bienvenida?
Un día “histórico” fue cuando en un episodio de "Los Tres Villalobos" descubrí
que “El Látigo Negro” era Rodolfo Villalobos con amnesia. De pronto abrieron "La
Dulcería Quintero" en mi pueblo y eso fue un acontecimiento inolvidable para mí.
¡Mi primer batido de fresa! ¿Cómo borrar de mi mente aquel instante desagradable
cuando aquel muchacho impertinente gritó ¡arrebato!, se robó las canicas y salió
corriendo?...
Ir a una tienda en La Manzana de Gómez y comprarme un par de zapatos que esa
misma noche los estrené dándole vueltas al parque de mi pueblo. Ese fue un día
impresionante. ¿Cómo iba a imaginarme que al entrar una tarde en el cine
Campoamor a disfrutar “Y Dios creó a la mujer” con Brigitte Bardot vería a la
primera mujer semidesnuda en esa película y que eso se convertiría en un hecho
importantísimo en mi vida? Observar ese monumento femenino me quitó los deseos
de ser cura. A veces pienso que si no hubiera ido al cine ese día quizás en
lugar del Papa Francisco fuera el Papa Esteban de Jesús...
Increíble que comerme un día una minuta de pescado en un lugar llamado La
Pescadora (el dueño se llamaba Nicomedes Granda) jamás lo podría borrar de mis
recuerdos. Cierro los ojos y me parece estar de nuevo en el Instituto de Güines
una noche: una velada artística donde cantaron Marta Pérez e Isidro de Cámara. Y
¿Cómo olvidar aquel instante, a las 12 de día, en que enciendo el televisor y
veo "Patrulla de Caminos" con Broderick Crawford, el programa preferido de mi
amigo Carlos Hurtado?
Todos los 6 de Enero, Días de los Reyes Magos, han cobrado una fuerza enorme en
mis recuerdos. En mi memoria están cada guante, cada revolver de fulminantes,
cada bate, cada pantalón, cada camisa, cada regalo, y son apreciados y añorados
en mi vida actual. ¡Y...aquella bicicleta Niagara que me acompañó por el resto
de mi vida en Güines! Sin desdorar aquella primera vez que con admiración vi
volar a un cocuyo en una noche oscura y sin estrellas.
Una visita relámpago a la Playa de Varadero, sus aguas cristalinas, y mi padre
diciendo: “Tira una peseta al agua para que veas que la puedes ver de lejos” Y
su risotada cuando yo le contesté: “Está bien, pero dame tú la peseta”. ¡Un
instante eterno! Grabado en mi mente está mi tristeza cuando me dieron la
noticia de que nos mudaríamos al pueblo de San José de las Lajas. Un pueblo
precioso pero que no era “mi pueblo”. Nunca olvidaré el instante de la despedida
cuando mi hermano y yo besamos las paredes de la casa de la calle Pinillos
esquina a Soparda.
Y de pronto, cuando menos lo esperaba, todo a mí alrededor se tiñó de sangre,
gritos de "paredón", milicianos, chivatos, y llegó el momento más inolvidable e
histórico de todos: Montarme en un avión de la Pan American, y después tener que
conformarme con recordar un millón de “momentos históricos”. Aunque, quizás no
hayan sido verdaderamente históricos. Qué sé yo, pero ¡para a mí lo fueron!
MEMORABLES
Por Esteban Fernández
No saben ustedes lo mucho que siento no haber tenido, durante mis 17 años
vividos en Cuba, una buena cámara y haber fotografiado todos los momentos
sagrados para mí. Gracias a Dios que me dio una magnifica memoria y una mejor
imaginación e inventiva. Llevó en mi corazón y en mi cerebro hasta los olores
sabrosos de mi Patria como los que despedían los Centrales Providencia y Amistad...
El principio, no quiero engañarlos, fue nebuloso. Un muchacho mayor, llamado
Aris Caso Sosa, me contaba - y todavía hoy lo asegura- que fue un 16 de
septiembre del año 44 cuando una cigüeña me dejó en la casa de una comadrona
llamada Eulalia. Dice que mi madre, Ana María, lucía muy adolorida, mientras mi
padre decía sin quitarse su tabaco Pita de la boca: "¡Tiene pinta de pelotero,
va a ser primera base del Almendares, voy a tratar que Andrés Fleitas le dé un
vistazo!"...
Sin embargo, como siempre he padecido de "precocidad retardada" como mi amigo
Güicho Crónico, poco a poco voy acordándome de algunas cosas ¿A usted no le pasa,
que muchísimas boberías, sin apenas importancia, que hizo, o vio, o sintió, en
Cuba, se han convertido en "históricas" con el pasar de los largos años en el
destierro? No me pasaba por la cabeza, ni tenía la menor idea, de que cada paso
que yo diera allí iba a convertirse en sagrado en mi mente.
Por ejemplo, aquí vamos a restaurantes varias veces a la semana, no le damos la
menor importancia a comer fuera, sin embargo, jamás yo olvido un día que mi
padre me llevó a La Habana a comerme tremendo sándwich (allí no había que
decirle "cubano" como aquí ) en una cafetería muy famosa en aquella época
llamada Los Parados. Jamás olvidaré cuando un compañerito en el Colegio
Presbiteriano, llamado Carlos Fandiño, en un intercambio de regalos me regaló un
jabón Camay...
Que mi tío, Enrique Fernández Roig, me montara en su Buick del año 56 durante
una inundación en Güines (para dar un recorrido por el pueblo) es un “hecho
histórico” inolvidable. ¡Se había desbordado el Mayabeque! La picada de un
mosquito en la Playa del Rosario, una caída montando patines, ver por primera
vez La Familia Pilón en la televisión, un canario solitario cantando dentro de
una jaula en la casa del dentista Panchitín Ortega, y mi madre planchándome una
camisa. ¿Cómo olvidar aquel primer papalote, aquel trompo, aquella visita al
Stadium del Cerro, y aquel jonrón de mi coterráneo Miguelito de la Hoz como
dándome la bienvenida?
Un día “histórico” fue cuando en un episodio de "Los Tres Villalobos" descubrí
que “El Látigo Negro” era Rodolfo Villalobos con amnesia. De pronto abrieron "La
Dulcería Quintero" en mi pueblo y eso fue un acontecimiento inolvidable para mí.
¡Mi primer batido de fresa! ¿Cómo borrar de mi mente aquel instante desagradable
cuando aquel muchacho impertinente gritó ¡arrebato!, se robó las canicas y salió
corriendo?...
Ir a una tienda en La Manzana de Gómez y comprarme un par de zapatos que esa
misma noche los estrené dándole vueltas al parque de mi pueblo. Ese fue un día
impresionante. ¿Cómo iba a imaginarme que al entrar una tarde en el cine
Campoamor a disfrutar “Y Dios creó a la mujer” con Brigitte Bardot vería a la
primera mujer semidesnuda en esa película y que eso se convertiría en un hecho
importantísimo en mi vida? Observar ese monumento femenino me quitó los deseos
de ser cura. A veces pienso que si no hubiera ido al cine ese día quizás en
lugar del Papa Francisco fuera el Papa Esteban de Jesús...
Increíble que comerme un día una minuta de pescado en un lugar llamado La
Pescadora (el dueño se llamaba Nicomedes Granda) jamás lo podría borrar de mis
recuerdos. Cierro los ojos y me parece estar de nuevo en el Instituto de Güines
una noche: una velada artística donde cantaron Marta Pérez e Isidro de Cámara. Y
¿Cómo olvidar aquel instante, a las 12 de día, en que enciendo el televisor y
veo "Patrulla de Caminos" con Broderick Crawford, el programa preferido de mi
amigo Carlos Hurtado?
Todos los 6 de Enero, Días de los Reyes Magos, han cobrado una fuerza enorme en
mis recuerdos. En mi memoria están cada guante, cada revolver de fulminantes,
cada bate, cada pantalón, cada camisa, cada regalo, y son apreciados y añorados
en mi vida actual. ¡Y...aquella bicicleta Niagara que me acompañó por el resto
de mi vida en Güines! Sin desdorar aquella primera vez que con admiración vi
volar a un cocuyo en una noche oscura y sin estrellas.
Una visita relámpago a la Playa de Varadero, sus aguas cristalinas, y mi padre
diciendo: “Tira una peseta al agua para que veas que la puedes ver de lejos” Y
su risotada cuando yo le contesté: “Está bien, pero dame tú la peseta”. ¡Un
instante eterno! Grabado en mi mente está mi tristeza cuando me dieron la
noticia de que nos mudaríamos al pueblo de San José de las Lajas. Un pueblo
precioso pero que no era “mi pueblo”. Nunca olvidaré el instante de la despedida
cuando mi hermano y yo besamos las paredes de la casa de la calle Pinillos
esquina a Soparda.
Y de pronto, cuando menos lo esperaba, todo a mí alrededor se tiñó de sangre,
gritos de "paredón", milicianos, chivatos, y llegó el momento más inolvidable e
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