Falleció Natasha Mella, hija del líder estudiantil Julio Antonio Mella
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Falleció Natasha Mella, hija del líder estudiantil Julio Antonio Mella
[size=12]Natasha Mella en su casa en Miami, en enero del 2009. Foto: CaféFuerte[/size]
[size=16]Miami/ 25-2-2014[/size]
Por Wilfredo Cancio Isla
La pensadora y diplomática cubana Natasha Mella, la única hija del legendario líder estudiantil Julio Antonio Mella, acaba de morir en Miami a los 86 años, víctima de cáncer.
El fallecimiento de Natasha, ocurrido el pasado 11 de febrero en su hogar en el suroeste de Miami, me toma por sorpresa. Sabía que enfrentaba problemas de salud propios de los años, pero nunca asocié a esta mujer de recia estirpe y espíritu indoblegable con la vejez y la inevitable despedida final.
Un profesional de la salud que la atendió en sus últimos momentos me pone al tanto del deceso, confirmado por vía familiar a través de una breve esquela, insuficiente para dejar constancia de todo lo que ella representó, expresó y defendió con la intensidad que la caracterizó desde sus días juveniles
.
Intelectual brillante y controversial, políglota con dominio de cinco idiomas (incluido el noruego). personalidad injustamente olvidada, Natasha merece una recordación mucho más fecunda. Me parece todavía insólito el silencio de los medios de comunicación de Miami y de las agencias de prensa, que ni siquiera le han dedicado una nota de despedida.
Intelectual brillante y controversial, políglota con dominio de cinco idiomas (incluido el noruego). personalidad injustamente olvidada, Natasha merece una recordación mucho más fecunda. Me parece todavía insólito el silencio de los medios de comunicación de Miami y de las agencias de prensa, que ni siquiera le han dedicado una nota de despedida.
Escribo en primera persona porque en esta oportunidad no puedo distanciar la obligación profesional del afecto cercano que me unió a ella. Natasha marcó una de mis más significativas y retadoras experiencias periodísticas de toda mi trayectoria en el oficio. Fue ella quien primero me contactó para responder un artículo que el amigo Rafael Rojas le había dedicado. Dejó su texto en mi casa y se marchó sin que pudiéramos intercambiar palabras, pero después de ese contacto la comunicación comenzó a fluir entre nosotros, con énfasis en las curiosidades históricas que yo me intresaba por revisitar.
Testimonio revelador
Reacia a las entrevistas, aceptó finalmente sostener un diálogo periodístico en su casa. en ocasión del 80 aniversario del asesinato de su padre. La entrevista fue más que una conversación periodística sobre sus remembranzas de Julio Antonio Mella para abrir una compuerta hacia los más profundos sentimientos y reflexiones en torno a su propia via. Por más de dos semanas visité su hogar, conversamos sin prisa, revisé papeles y obtuve un testimonio que resultó extraordinariamente revelador.
Natasha no quiso que todas sus confesiones se publicaran entonces. Lamentó haberse asentado en Estados Unidos a la hora del exilio y me dijo que debía haberse ido a Alemania, donde vivió una adolescencia y primera juventud inolvidables. Fue muy crítica con lo que consideró “el desmonoramiento del sentido de la justicia estadounidense” y se ratificó como una hegeliana irrenunciable.
Desde entonces Natasha me enviaba cartas y textos, algunos vinculados con el acontecer actual de Cuba y el mundo, pero siempre enfocados filosóficamente en lo que se convirtió en sus últimos años en una obsesión: la necesidad de abandonar el dualismo entre comunismo y democracia, y apelar al monismo de la dialéctica idealista hegeliana para ascender a la verdadera libertad del ser humano.
Como filósofa, deja escritos dos libros singularísimos: Dialéctica idealista(1972) y Un relámpago hegeliano (1987).
Curiosidad sin límites
Su curiosidad no tenía límites y estaba al tanto de los detalles de la cotidianidad, aunque parecía ajena al acontecer noticioso. En abril del 2008 escribió una nota sobre comentarios aparecidos en el blog de Yoani Sánchez a raíz de su post “El futuro de Mella”. En marzo del 2009 no pudo sustraerse de comentarme por escrito sobre el polémico concierto de Juanes en La Habana: “Arribamos ahora al concierto de Juanes, muy criticado por el gobernante pensamiento individual del exiio, pero que representa otro peldaño más en la trayectoria por donde deben avanzar todos los cubanos para que cuando llegue el momento del cambio, que es inevitable, se reúnan de nuevo en paz. Un regreso a loas propias raíces espirituales sin confrontación”.
Natasha abandonó Cuba con su esposo, Antonio de la Torriente, en febrero de 1961. Pensaba, como muchos cubanos, en un prontro regreso que no fue. La sobreviven su única hija, Ileana de la Torriente LaFontisse y su yerno, Louis LaFontisee Jr. Su esposo había fallecido en el 2006.
Guardo decenas de esos escritos, algunos de los cuales prometo sacar a la luz para los lectores de CaféFuerte en los próximos días. Tendré siempre más de una razón para recordarla, especialmente cada octubre, cuando florezca el lonchocarpus punctatus, el guamá de México que crece en mi patio de una postura que ella me obsequió como prueba de amistad.
Reproduzco a continuación la entrevista con Natasha que publiqué en El Nuevo Herald el domingo 11 de enero del 2009.
HIJA DE JULIO ANTONIO MELLA TRAS LAS HUELLAS DE SU PADRE
Por Wilfredo Cancio Isla
Por su estirpe y recia personalidad, Natasha Mella parecía predestinada a triunfar en los escenarios de la vida pública. Descendiente por la rama materna de una familia de ilustres músicos, hija del líder estudiantil Julio Antonio Mella (1903-1929) y formada bajo la égida de un abuelo que le inculcó el amor por la astronomía y las plantas, Natasha mostró desde muy joven talentos excepcionales en las artes, el deporte y el modelaje.
Practicó ballet ocho años con maestros rusos y hasta recibió una promesa en Nueva York para integrar la compañía de Mijail Fokine. Esquió en las nevadas montañas de Noruega, modeló con virtuosismo en México y Cuba y cultivó sus habilidades en el dibujo de la mano del pintor húngaro Palco Luckacs. También fue discípula privilegiada del profesor alemán Augusto Thalheimer, quien la introdujo en el conocimiento de la dialéctica.
Pero pronto la política comenzó a gravitar sobre la única descendiente del fundador del Partido Comunista de Cuba, asesinado en la capital mexicana el 10 de enero de 1929.
“Cuando entré en la Universidad de La Habana, allá por 1943 o 1944, me identificaban totalmente con mi padre, me hacían fotos y querían convertirme en líder estudiantil por la fuerza”, recuerda Natasha. “En medio de esa atmósfera, comenzaron también las presiones de los círculos comunistas acusándome de traidora por no afiliarme al Partido Socialista Popular (PSP)”.
Un día llegó llorando a su casa e imploró al padre ausente en busca de una decisión de la que no tuviera que arrepentirse después. Y la halló en un estatuto de la Declaración de Deberes y Derechos del Estudiante que él había redactado y promovido en 1923: el estudiante tiene el deber -expresa el documento- de ser un investigador perenne de la verdad, sin permitir que el criterio del maestro ni del libro sea superior a su razón.
“Fue así que sentí el espíritu de la libertad y me libré de una vez de las presiones de los jóvenes comunistas de la universidad”, rememoró. “Ese día mi padre me liberó de la obligación de afiliarme a un partido y me facilitó que yo trabajara en función de mi conciencia… La imagen del padre ausente quedó reemplazada por la del líder siempre presente”.
La vida de Natasha ha sido un trayecto cuesta arriba para despojarse de los designios políticos y afirmar su propia identidad. De la educación que recibió en Alemania -entre 1935 y 1939- aprendió a buscar la autenticidad (echtig) como un rasgo esencial de la conducta. Desde esa convicción profunda fue forjando su carácter de mujer rebelde, independiente y renuente a someterse a voluntades ajenas. Por eso no tuvo reparos en romper públicamente con el régimen de Fidel Castro en febrero de 1961, inconforme con la manipulación propagandística de la figura de su padre. Desde entonces vive en Miami, donde estableció su propio negocio de jardinería y tuvo notable éxito comolandscape architect durante más de 15 años.
A los 81 años, Natasha vive modestamente en un apartamento del suroeste de Miami, dedicada a sus dos pasiones irremplazables: sus plantas y sus gatos. Su figura es esbelta y aún permite entrever los rasgos de la singular belleza que la identificó en sus años jóvenes. Se mueve ágilmente por el pequeño jardín y todavía puede hacer una rápida cuclilla de bailarina para arrancar una mala yerba. Su conversación es fluida y lúcida, salpicada de anécdotas, referencias filosóficas y acotaciones cultas.
La música clásica es siempre invitada permanente en su hogar, especialmente las interpretaciones del célebre tenor italiano Tito Schipa (su devoción por Schipa la llevó a organizar un concierto del cantante en La Habana en 1947). Sobre una mesa de la sala reposa la más reciente biografía de Julio Antonio Mella, publicada en el 2004 por la investigadora alemana Chistine Hatzky. Natasha ha recibido por estos días un ejemplar de la edición cubana de ese texto -de 472 páginas- que será presentada en la XVII Feria Internacional del Libro de La Habana el próximo febrero.
“De todos los libros que se han escrito sobre mi padre, éste es sin dudas el más documentado y el que más satisfecha me ha dejado”, afirma mientras hojea el volumen.
Han transcurrido 80 años de la muerte de Mella, uno de los más estremecedores asesinatos políticos de la historia latinoamericana del siglo XX. Pero el tiempo no ha logrado apartar a Natasha de la indagación histórica sobre su padre y los esfuerzos por esclarecer hechos que -según ella- han sido manipulados o tergiversados por políticos y biógrafos inescrupulosos.
Retrato de familia
Julio Antonio Mella y Oliva Zaldívar Freyre, conocida como Olivín, se conocieron y se enamoraron al calor de las actividades del movimiento estudiantil en la Universidad de La Habana, donde ambos estudiaban Derecho. La pasión amorosa desembocó en matrimonio, a pesar de la oposición del padre de Olivín, el agrimensor e ingeniero de minas Oscar Zaldívar Peyrellade. Olivín se distanció del hogar paterno en Camagüey y se casó en La Habana el 19 de julio de 1924.
“Mi abuelo se opuso al matrimonio diciendo que un hombre de ideas tan avanzadas no iba a hacer feliz a mi madre, pero mi abuela [la pianista Oliva Freyre Cisneros] estuvo a favor porque pensaba que debía respetarse el sentimiento de amor entre ambos”, cuenta Natasha, quien desde su niñez comenzó a recomponer la figura del padre a partir del testimonio de familiares y amigos cercanos.
Convertido en figura política de dimensión nacional y expulsado de los predios universitarios, Mella fue arrestado junto a varios activistas sindicales y estudiantiles a finales de 1925. Decidió emprender una huelga de hambre de 18 días para pedir su excarcelación y la de sus compañeros de lucha, desafiando al flamante gobierno de Gerardo Machado (1925-1933). Durante el prolongado ayuno, Oliva estuvo a su lado, sobreponiéndose a las molestias del primer embarazo.
El triunfo de la huelga -que lo catapultó como símbolo libertario- no fue recibido del mismo modo por sus colegas del Partido Comunista, quienes lo sometieron a un proceso disciplinario y terminaron expulsándolo de sus filas dos años como castigo a la decisión de ayunar sin la debida autorización partidista.
Entonces escapó en secreto a México en enero de 1926. Semanas después, su padre, el sastre Nicanor Mella, acompañó a Oliva, con seis meses de embarazo, a reunirse con su esposo en tierras mexicanas. La situación económica de la pareja era tan precaria que cuando dio a luz una niña muerta tuvieron que depositar el cadáver en una caja de cartón, imposibilitados de costear un entierro decoroso.
Pero Oliva estaba dispuesta a respaldar los reclamos políticos de su esposo y participó junto a él en una manifestación frente a la embajada estadounidense en México, pidiendo la liberación de los anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Oliva y Mella fueron arrestados y amenazados con deportarlos a Cuba.
Natasha vino al mundo el 19 de agosto de 1927 en momentos en que su padre arreciaba febrilmente el activismo político. La situación se hizo insostenible en el pequeño apartamento que la pareja compartía, pues Mella le permitía pernoctar allí a muchos de sus seguidores procedentes de otros países latinoamericanos. Por entonces la recién nacida dormía en la tapa de una maleta.
“Mi abuelo Nicanor se enteró del nacimiento y mandó de regalo un dinero que mi madre quiso utilizar para comprar una cuna, pero mi padre se opuso pues quería destinarlo a editar una publicación”, dice Natasha. “Mi madre montaba en cólera con este cuento, porque cada vez que me lo hacía, yo le daba la razón a mi padre con el argumento de que una recién nacida no sabe si duerme en una cuna o en una maleta, y que la revista era un proyecto más importante en ese momento… Entonces ella me decía: ‘¡Eres igualita a tu padre!’ ”.
En octubre de 1927 Oliva regresó con Natasha a la casa de sus padres en Cuba, buscando condiciones más favorables para la crianza de la niña. El panorama quedó despejado para que Mella se enrolara en una apasionada relación de cuatro meses con la fotógrafa italiana Tina Modotti, autora de los mejores retratos del líder comunista.
Natasha no tiene ninguna duda de que Modotti fue una enviada del Kremlin con el propósito de espiar a Mella por sus estrategias de lucha nada ortodoxas y sus divergencias con los dictados de la Internacional Comunista. Pero al asumir esa misión, ‘‘no calculó que iba a enamorarse de él”.
“Los comunistas y ciertos libros la presentan como ‘la compañera de Mella’, cuando en verdad fue sólo una aventura que concluyó dramáticamente con la muerte de mi padre”, explica. “En las confesiones de Modotti, al final de su vida, está explícito que se arrepiente de haberlo traicionado”.
Según Natasha, los intereses del agente machadista José Magriñat y Modotti confluyeron en un mismo punto, por lo que “hay que verlos a ambos como responsables del asesinato de Mella, es decir, tanto a Machado como al comunismo internacional”.
El caso de Mella fue reabierto en 1931 a petición de su viuda Oliva, con el respaldo del senador cubano exilia
do Aurelio Alvarez. El proceso judicial evidenció que Magriñat había tramado el asesinado en complicidad con dos sicarios a sueldo, José Agustín López Valiñas y Arturo Sarabia.
“De mi padre tengo mucho orgullo pues fue un hombre idealista que alcanzó la posición más alta a la que puede llegar una persona en la historia, que es la de mártir”, reflexiona. “Aunque no tuve un apego personal hacia su persona, sí tengo una obligación moral con su legado. Debe entenderse que en esa época el comunismo acababa de surgir en el mundo tras derrotar al zarismo ruso y él lo vio como la representación de un nuevo poder. Por eso justifico a mi padre, aunque ni mi pensamiento ni mi persona tengan nada que ver con el comunismo”.
Delirios de poder
Fue un amigo y contemporáneo de Mella, Leonardo Fernández Sánchez, quien más ayudó a Natasha a conocer la personalidad de su padre: “Todas las tardes venía a mi casa en el Vedado y se le aguaban los ojos hablándome de Mella”.
Fernández Sánchez y Eduardo Chibás lograron convencerla para que se incorporara al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) cuando ella apenas contaba 17 años. Natasha fue nombrada a la vicepresidencia del Consejo Director Nacional, cuyo presidente era Emilio ‘‘Millo” Ochoa.
“Cada vez que me mencionaban en un mítin aquello se venía abajo en aplausos. Por supuesto, los aplausos eran para Julio Antonio Mella, pues yo era entonces una chiquilla que no había hecho nada y que sencillamente no tenía interés ni disposición para la política”, reconoce.
Pero sus relaciones con Chibás, que se suicidó de un disparo el 16 de agosto de 1951, no estuvieron exentas de encontronazos y porfías. Lo recuerda como “un hombre egocéntrico, con un delirio de poder muy grande, interesado en su popularidad por encima de todas las cosas”.
“Chibás se suicidó porque se vio acosado y estrangulado por el comunismo”, asevera. ‘‘El suicidio fue una forma de liberarse”.
De esos días en la militancia ortodoxa provienen sus escasos contactos personales con Fidel Castro.
“Después de las reuniones, varios miembros del Partido [Ortodoxo] acostumbrábamos a ir a una cafetería en 23 y 12, en el Vedado. Nos sentábamos casi siempre juntos Leonardo Fernández Sánchez, Luis Orlando Rodríguez, Guillermo Rubiera y yo”, recuerda. A veces, cuando le interesaba algo que estábamos discutiendo, Fidel Castro arrimaba una silla, se sentaba a horquetillas sobre ella y decía en tono conclusivo: ‘Porrrque yo pienso…”, ‘Porrrque yo digo…’ Entre nosotros le pusimos de nombrete ‘Porque…’ que aludía en realidad a otra palabra con su debido sufijo”.
Para 1950 Natasha había comenzado a desmarcarse del Partido Ortodoxo. El 20 de diciembre de ese año se casó con Antonio de la Torriente, un hombre que logró conquistarla con singulares gestos de amor y solidaridad. La luna de miel fue en Los Angeles, Estados Unidos, y en México, su tierra natal.
“Yo adoro a los mexicanos, con quienes siempre he tenido experiencias magníficas, desde las personas más educadas a las más humildes”, confiesa. “A veces me siento más mexicoalemana que cubana y ya tengo decidido que cuando muera, me cremen y rieguen las cenizas al pie de un lonchocarpus punctatus, un árbol que es conocido como el guamá de México y que florece en octubre”.
Adiós a Cuba
Cuando triunfa la revolución de Fidel Castro en 1959, Roberto Agramonte, el primer canciller (ministro de Estado) del gobierno revolucionario, le propone irse a Francia como agregada cultural, pero ella decidió quedarse en La Habana y fue asignada al Departamento de Asuntos Asiáticos del Ministerio de Relaciones Exteriores.
La posterior designación de Raúl Roa en sustitución de Agramonte marcaría un punto de giro en su desempeño laboral. La primera fricción fue por las opiniones controversiales vertidas por ella en un informe sobre el presidente indonesio Sukarno, solicitado por Fidel Castro.
Roa le pidió cambiar el texto sobre Sukarno, pero Natasha se negó. Poco después se produjo su sonada carta de respuesta a las declaraciones del canciller cubano sobre los ideales de Mella. Ninguna publicación accedió a reproducirla en sus páginas, por lo que Natasha se arriesgó a imprimir numerosas copias con la Universidad Católica de Villanueva, gracias a la disposición de Monseñor Eduardo Boza Masvidal, rector de esa institución docente.
“Su pensamiento sigue teniendo vigencia hoy si se quiere interpretar debidamente”, afirmaba la misiva, con fecha del 1ro de febrero de 1961. “Si él [Mella] combatió el imperialismo y la dominación extranjera en lo que esto representaba hace 30 años, hoy hay que combatir por igual a todos los imperialismos y dominaciones extranjeras así se llame yanqui, soviético o chino”.
Su suerte estaba definitivamente echada. El 20 de febrero de 1961 Natasha tomó el camino del exilio y se estableció con su esposo en Miami. Poco después Oliva, que era diplomática en la legación de Dinamarca, siguió sus pasos. Oliva nunca más se casó y murió en 1982 como viuda legal de Mella.
Los nombres de ambas fueron borrados de los libros e ignorados por la historia oficial fabricada en torno a Mella hasta 1999, cuando se les mencionó en una biografía publicada en Cuba por los investigadores Adys Cupull y Froilán González.
“No me arrepiento de haberme ido de Cuba y no quisiera regresar”, dice. “Me han invitado a que vaya, pero no me voy a dejar manipular políticamente”.
Natasha opina que las ideas de su padre se mantienen vigentes con relación al caso cubano: “Para mi padre lo más importante era alcanzar la soberanía de Cuba y creo que ayudó a despertar la conciencia popular de la nación. El proceso de independencia política de Cuba no se habrá completado mientras la base naval de Guantánamo siga en manos de los americanos. Es como si un vecino te roba un jardín para echarle basura. Mi padre luchó por esa independencia total”.
¿Y cómo quisiera que la recordaran?
“Como una persona que no dejó mistificar su identidad”.
Fuente: Café Fuerte
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