EL 10 DE MARZO DE 1952 *** Por Roberto Torricella Sr.
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EL 10 DE MARZO DE 1952 *** Por Roberto Torricella Sr.
Roberto A. Torricella Sr.
EL 10 DE MARZO DE 1952 – Continuación o empate de la Revolución del 4 de Septiembre de 1933.
Por: Roberto A. Torricella
El Movimiento del 10 de Marzo de 1952 contuvo por siete años el asalto rojo a Cuba y la situó en los primeros lugares de América y del mundo en innumerables aspectos. El peligro de la infiltración comunista en Cuba y en los países hermanos fue advertido por el Presidente Batista a todos los presidentes hemisféricos durante la Conferencia de Presidentes celebrada en Panamá los días 21 y 22 de julio de 1956.
Los acontecimientos históricos no pueden ser juzgados sin conocimiento y memoria de las realidades y sin conciencia de lo justo. Los comunistas y su muy efectiva maquinaria de propaganda -quizás más peligrosa que el propio comunismo- son los monstruos fabricantes de las mentiras; crean el “hecho” incierto o desfiguran el hecho verdadero, echan a rodar los estribillos perversos, y las calumnias llegan a tomar criminalmente las vestiduras usurpadas a la verdad.
Todos los expertos en Derecho Constitucional coinciden que la oposición es un elemento indispensable y esencial en todo Estado de Derecho y que, cuando se agrede a la oposición, se viola la Constitución y se cercena el Estado de Derecho. Esta condición de agresión iba de mano a una peligrosa crisis de la autoridad, descuartizada por la impune actuación de las pandillas del “gatillo alegre” en las calles y por el liberalismo ortodoxo predominado en gran parte por nuestra prensa, televisión y radio, entre otros factores, condiciones que fueron heredadas y no controladas por el gobierno de turno en 1948.
El cuadro sombrío de inestabilidad e inseguridad que venía consumiendo al país desde hacía poco menos de una década, dio origen al movimiento revolucionario que culminó el 10 de marzo de 1952. A principios de 1950 cuando las encuestas todavía no predecían un triunfo electoral para la ortodoxia, tres miembros del Partido del Pueblo Cubano –PPC- (Ortodoxo), profesores de la Escuela Superior de Guerra, Rafael García Bárcena, Herminio Portell Vilá, y Roberto Agramonte, que protestaban enérgicamente por la situación reinante en Cuba, obtuvieron la anuencia del líder del PPC, Eduardo R. Chibás, para iniciar actividades conspirativas y usando los vínculos con militares que la institución donde enseñaban ofrecía, comenzaron a conspirar para dar un golpe de estado al gobierno del Dr. Carlos Prío Socarrás, confabulándose con el entonces Capitán Jorge García Tuñón que operaba dentro del Campamento Militar de Columbia.
Este movimiento, concebido para ser liderado por un populista de la popularidad de Chibás en esos momentos, tomó mucho auge dentro de los militares que estaban hartos del gansterismo e inseguridad. Chibás no contaba con apoyo entre los militares pero tenía apoyo del pueblo. Los militares, para el triunfo, necesitaban un líder con apoyo popular, cosa que Chibás aportaba. Con la conspiración ya en pleno desarrollo dentro del seno militar, el PPC (Ortodoxo) asciende como favorito en las últimas encuestas, lo que aumenta la preocupación del Presidente Prío debido a la infiltración de los peligrosos comunistas “de segunda fila”. Chibás retira su previa anuencia a los tres profesores que, al quedarse acéfalos, sin figura capaz de acaudillar la conspiración, desisten de la misma y así lo informan al Capitán García Tuñón.
La influencia de la infiltración roja dentro del PPC (Ortodoxo) y su nociva propaganda “empujaba” a algunos “líderes” de la ortodoxia que, con micrófonos en mano y ayudados por la Revista Bohemia, no cesaban de denunciar el estado de la situación reinante en el país y el continuo deterioro de las mismas, incitando a las masas. El pueblo cada día simpatizaba más con los líderes ortodoxos y en medio de esta situación ocurre la muerte de Eduardo Chibás que vino a complicar potencialmente la ya muy crítica situación. El falso suicidio de Chibás crea un gran abismo que no se puede superar y lo sustituye Roberto Agramonte a la cabeza del PPC (Ortodoxo) cuando, en realidad, le correspondía legítimamente al Dr. Millo Ochoa, fundador con Chibás del partido.
La preocupación del Presidente Prío era ingente por considerar que el gobierno había perdido la opinión pública y el principio de autoridad se estaba resquebrajando. Temía un triunfo electoral del Partido Ortodoxo por la penetración subrepticia roja y esto lo hace considerar un auto-golpe para evitar el triunfo del PPC (Ortodoxo) en las urnas pero el Presidente sabía que no tenía arraigo dentro de las fuerzas armadas para liderarlo sin nefastas consecuencias. Bajo estas condiciones, el Presidente Prío hizo unas declaraciones a la revista Bohemia que fueron publicadas en su sección “en Cuba” el 16 de septiembre de 1951, en las cuales dijo que “se tendría que ir antes del vencimiento de su mandato, entregándole el poder a los militares, o forzar el resultado de las elecciones en beneficio de un partido de la oposición, tal vez el de Batista”. También lo habla, previo a sus declaraciones en Bohema, con varias personas vinculadas con Batista, entre ellas cita al Dr. Juan J. Remos para reunirse con él en su residencia “La Chata”. El mensaje del Dr. Prío llega de inmediato a oídos del General Batista por diversos conductos y Batista rechaza decisivamente dar un golpe de estado y le envía mensaje al Dr. Prío para que desista de su idea.
El Capitán García Tuñón no puede desarticular la conspiración dentro de las Fuerzas Armadas debido a lo avanzado de la misma y los cabecillas que conspiraban deciden buscar una figura capaz de aglutinar a los militares y al pueblo. Se acercan al General Fulgencio Batista a quien el Capitán García Tuñón visita varias veces en su residencia campestre, Kuquine, para ofrecerle el liderazgo del Movimiento pero la oferta es continuamente rechazada por el General Batista. Con una situación en el país que venía deteriorándose y agravándose por día, empiezan a producirse ciertos acontecimientos “detonadores” –entre ellos el asesinato del Dr. Alejo Cossío del Pino- que produjeron una nueva visita de urgencia del Capitán García Tuñón al General Batista, esta vez acompañado por algunos otros de los militares que conspiraban y, al decirle al General Batista que ellos solos –sin líder populista- procederían a dar el golpe de estado, el General Batista, para evitar el derramamiento de sangre, acepta encabezar el movimiento ya existente.
El viernes 7 de marzo, el General Batista cenaba familiarmente en casa de su hija mayor, Mirta. El servicio lo interrumpe anunciándole la visita de tres individuos. El General Batista atiende a los tres individuos en un patio central con suficiente privacidad que tenía la casa. En escasos minutos los tres individuos se marcharon y el General Batista regresó a la mesa donde continuó la jovial charla familiar. Los tres individuos eran “Colacho” Pérez, Rodríguez Calderón, y García Tuñón. Más tarde supimos que ese viernes, en esos escasos minutos, se decidió la hora, el día, y la posta por donde entraría en Columbia el General Batista con su comitiva el siguiente lunes día 10 de marzo de 1952.
Salieron de Kuquine a las 2:20AM. Se reunieron al fondo del Colegio Belén, donde se les une el Teniente Rafael Salas Cañizares con unos carros patrulleros, y allí el General Batista se traslada al carro del Capitán Robaina y lo acompañan, además de Robaina que iba guiando, Roberto Fernández Miranda, el Capitán Martín Díaz Tamayo y Silito Tabernilla, produciéndose la entrada en Columbia por la Posta 4. Las circunstancias que prevalecían en Cuba eran tan caóticas que la pregunta a hacerse es: ¿cómo es posible que un civil penetre sin impedimentos al campamento militar más grande y de mayor importancia de Cuba y solamente con un teléfono en mano, consigue se sumen al Movimiento todos los mandos militares de la República? Obviamente, las condiciones estaban dadas. Dijo el Dr. Orestes Ferrara en alguna ocasión que “las dificultades que luego tuvo Batista se debieron, en parte, a la facilidad con la cual tomó el poder”.
El movimiento militar del 10 de marzo de 1952 produjo teóricamente un “aparente” quebrantamiento del orden constitucional pero en la práctica no fue así y enjuiciado con perspectiva, se colige que fue la secuencia de situaciones y desmanes anteriores. No fue un golpe de estado de un general que se subleva contra el gobierno ya que Batista llevaba años sin pertenecer a los cuadros activos del Ejército y haber sido presidente y senador por elección popular. Era pues, hombre público, un político y no un militar insurrecto. Así lo apreciaron diversos estratos de la sociedad cubana ya que la generalidad de las clases sociales acogió el 10 de marzo con aplausos y como el mal menor, al igual que miembros de los partidos políticos de oposición puesto que muchos de ellos, permaneciendo opuestos, se incorporaron a la nueva situación, muchos integrando el Consejo Consultivo, y aceptaron la orientación electoral adoptada por el régimen conscientes de que era lo mejor para el país.
Para dotar a la República de una Ley Constitucional que recogiendo el espíritu y los preceptos de la Constitución de 1940 hiciera posible el tránsito de la provisionalidad a un proceso electoral que se había anunciado para celebrarse en 1954, se establece el Consejo Consultivo de 80 miembros representando todas las fuerzas y sectores nacionales, bajo la presidencia y dirección del respetado estadista, Dr. Carlos Saladrigas y Zayas, cuyos Estatutos fueron jurados por muchas de las autoridades previamente electas y así funcionó el gobierno transitorio en espera de las elecciones. El Consejo Consultivo examinaba todos los Decretos que fueron publicando para crear nuevos organismos que modernizasen la administración y abriesen el camino a medidas útiles y progresivas. Fue convocado 168 veces en las que discutieron 67 proyectos de Decreto-leyes enviados por Ministros, y 280 que redactó por su propia iniciativa.
A partir de la celebración de las elecciones generales en 1954, se restituye en su totalidad y se da vigencia a la Constitución de 1940 y estuvo vigente todo el tiempo excepto en los lapsos en que fue necesario suspender las garantías constitucionales por motivo del terrorismo castro-comunista con el movimiento 26 de Julio que azotaba a Cuba. En todo momento, los poderes funcionaron independientemente, especialmente el Poder Judicial que sirvió de punto de apoyo para el terrorismo castrista.
Nunca se instituyó una “dictadura” o una “tiranía” ya que bajo cualquiera de estas dos calificaciones dadas al gobierno producto del 10 de Marzo, predominó una libertad irrestricta en todos los aspectos. Una “tiranía” no hubiera instituido el Consejo Consultivo integrado por representaciones de todas las clases sociales, profesionales, financieros, políticos, agricultores, economistas, obreros, periodistas, industriales, pedagogos, y muchas otras clases vivas del país, opositores y no opositores. Una “tiranía” no hubiera podido conseguir inversiones millonarias en nuevos negocios, elevar los empleos y los salarios, y reducir sustancialmente el desempleo. Una “tiranía” hubiera extirpado el cáncer de la Sierra Maestra y hubiera fusilado indiscriminadamente, en lugar de propiciar amnistías, decretar indultos, y permitir que sus personeros protegieran y diesen hospitalidad en sus hogares a los enemigos que traicionaron a la patria y la entregaron al comunismo. Una “tiranía” no hubiera amnistiado a Fidel Castro y sus secuaces después de ser arrestados y enjuiciados por el cobarde ataque en 1953 al Cuartel Moncada donde asesinaron a muchos enfermos e indefensos y también estuvieron apoyados por el comunismo internacional.
El 10 de Marzo fue una revolución con una elevada doctrina democrática que se llevó a la práctica bajo un bien concebido plan de gobierno que tuvo por objeto principal el rescate de la Constitución de 1940 ya que previo al mismo, no solamente se burlaban los derechos básicos populares, inclusive el más elemental e importante cuya vigencia era nula: el de la vida, del cual se derivan los demás. Bajo esa doctrina y ese programa político es que se programó el resurgimiento de la nación, respondiendo a ideas y conceptos establecidos por el derecho público, los cuales evidenciaban las abundantes razones que impulsaron a las Fuerzas Armadas a hacerse eco de la ciudadanía Batista recibe el resultado de los comicios de 1954 de manos del Dr. Joaquin Ochotarena, Presidente del Consejo Superior Electoral.para acabar con el delictuoso libertinaje que se había desatado en la República comenzando el 1944 y que llegaron a su límite durante los últimos meses de 1951 y los meses previos a marzo de 1952.
Y un 31 de diciembre de 1958, en pleno funcionamiento los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) bajo la “dictadura tiránica”, al renunciar Batista a la presidencia como consecuencia de la conspiración en su contra en el Cuarto Piso del Departamento de Estado norteamericano, éste ordenó que en ausencia del Vicepresidente de la República y del Presidente del Congreso, fuera llamado para ocupar la Jefatura de Estado el Magistrado más antiguo del Tribunal Supremo tal y como lo ordenaba el precepto constitucional. Pero ya el gobierno del Presidente Eisenhower y el Cuarto Piso de su Departamento de Estado habían puesto el dogal al cuello de la soberanía cubana para entronizar a Castro, “salvador de Cuba”. Ese mismo Castro a quien América toda y muy gravemente sus padrinos norteamericanos, deben el pernicioso y fatal avance del comunismo en el Continente.
Esa muletilla de “yo estoy contra Batista porque al dar el golpe del 10 de Marzo rompió el ritmo constitucional”, y “por eso hice revolución con Castro”, es como una confesión, una profesión de fe, un enrolamiento en las nóminas de los promulgadores de sandeces. Y entérense los “constitucionaleros”: el auge del comunismo en América y el adueñamiento de Cuba por Moscú, fue retrasado siete años por el Movimiento del 10 de Marzo.
Batista estaba consciente del peligro rojo, le puso murallas rompiendo relaciones con Rusia. ¡Pero todo fue inútil! Era más fácil ayudar y financiar a los comunistas de Castro y llamar “dictador” a Batista como lo hacen los “revolucioneros” que no tienen modo para justificarse.El comunismo pudo mentir descaradamente -con nconcebibles apoyospara engañar y desorientar la opinión pública mundial. De esa infame maniobra que hundió a Cuba en los horrores de la tiranía comunista y que costó a su pueblo tanta sangre y tantas privaciones, deben aprender las naciones libres de nuestro hemisferio ya que constituye una magnifica lección a los que las engañosas y traidoras sirenas de los “tontos útiles” arrastran con sus cánticos al inevitable naufragio del comunismo. Los pueblos que no sepan distinguir la verdad de la propaganda falaz y enervadora son los mejores candidatos
Repitiendo palabras ya dichas:
“El 1ro de enero de 1959, lo que cayó no fue Batista: lo que cayó fue Cuba; lo que cayó a pedazos fue la Patria. Batista era el pretexto utilizado por los comunistas, antes y después del 1ro de enero de 1959, para adueñarse del poder. Y al grito “¡Abajo Batista!”, se vino abajo todo: el Derecho, la Justicia, la Libertad, la Religión, la Banca, el Comercio, la Industria, las Leyes y todo: ¡la Nación! Aún hay necios –allá y aquí- gritando ¡Abajo Batista!, como si en Cuba todavía quedara algo que echar abajo, sin detenerse a pensar que en el pecado llevan la penitencia.A medida que las realidades históricas se van conociendo en detalle y se analizan imparcialmente, vemos que la balanza se inclina a favor de Batista y de su gobierno a pesar de los errores y desaciertos que obviamente existieron durante su mandato.
Esta narrativa histórica evidencia que existían razones y causas que eran imprescindibles enfrentar para detener las condiciones caóticas que prevalecían y evitar la infiltración comunista debido al largo proceso de descomposición pública que no puede ni debe desconocerse al analizar los acontecimientos de aquella época. A pesar de sus errores cometidos por el apoyo físico y financiero dado a Castro y culpar al Dr. Carlos Prío por las condiciones que heredó su presidencia proveniente de su antecesor, el Dr. Ramón Grau San Martín, o al General Fulgencio Batista por las acciones tomadas debido a las condiciones existentes y el peligro comunista, no es justo ni sensato. Es muy importante que los análisis históricos sean profundos e imparciales, ajustándose a la realidad histórica para que puedan ser útiles como elementos de juicio; para evitar reincidir en errores y para que las nuevas generaciones puedan tomar decisiones basadas en datos ciertos que les prevenga cometer los desaciertos del pasado. Esta es la única forma que nuestra Estrella solitaria volverá a resplandecer en el corazón de la Patria.
La calumnia y la mentira suelen andar del brazo de la ambición, de la codicia y del resentimiento, fomentando adversidades y malquerencias. Sus deletéreos influjos podrán prevalecer cierto tiempo en ambientes tendenciosos o enardecidos, pero serán al fin vencidos por la verdad, si la verdad puede lanzar oportunamente sus rayos clarificadores como el sol los suyos sobre las brumas.
El peligro de Cuba no fue Fidel Castro ni su movimiento 26 de Julio. Lo fue la mayoría de la ciudadanía elite, clase media, y de profesionales, con cultura y patrimonio, que ciegamente y por odio apoyaron a un gánster de reconocida procedencia asesina. Será mucho más fácil rectificar el daño y la destrucción causada por la tiranía castrista que alimentar el sentido común y el juicio racional a una ciudadanía no pensante, fanatizada por tener a este tipo de criminal como su indiscutible líder cuando, en realidad, en Cuba no se requería ni había la necesidad de una sangrienta revolución terrorista. El problema es mucho más profundo y mucho más serio que Castro ya que él es una simple herramienta y síntoma del comunismo internacional que nos conquistó y destruyó a Cuba. Colocar la culpa solamente en el castro-comunismo no debe servir para cegarnos de la vasta cofradía de ignorantes que lo hicieron su príncipe. La república sobrevivirá a Fidel Castro y sus secuaces pero es menos probable que sobreviva a la multitud de necios irresponsables como los que lo convirtieron en su Robin
EL 10 DE MARZO DE 1952 – Continuación o empate de la Revolución del 4 de Septiembre de 1933.
Por: Roberto A. Torricella
El Movimiento del 10 de Marzo de 1952 contuvo por siete años el asalto rojo a Cuba y la situó en los primeros lugares de América y del mundo en innumerables aspectos. El peligro de la infiltración comunista en Cuba y en los países hermanos fue advertido por el Presidente Batista a todos los presidentes hemisféricos durante la Conferencia de Presidentes celebrada en Panamá los días 21 y 22 de julio de 1956.
Los acontecimientos históricos no pueden ser juzgados sin conocimiento y memoria de las realidades y sin conciencia de lo justo. Los comunistas y su muy efectiva maquinaria de propaganda -quizás más peligrosa que el propio comunismo- son los monstruos fabricantes de las mentiras; crean el “hecho” incierto o desfiguran el hecho verdadero, echan a rodar los estribillos perversos, y las calumnias llegan a tomar criminalmente las vestiduras usurpadas a la verdad.
Todos los expertos en Derecho Constitucional coinciden que la oposición es un elemento indispensable y esencial en todo Estado de Derecho y que, cuando se agrede a la oposición, se viola la Constitución y se cercena el Estado de Derecho. Esta condición de agresión iba de mano a una peligrosa crisis de la autoridad, descuartizada por la impune actuación de las pandillas del “gatillo alegre” en las calles y por el liberalismo ortodoxo predominado en gran parte por nuestra prensa, televisión y radio, entre otros factores, condiciones que fueron heredadas y no controladas por el gobierno de turno en 1948.
El cuadro sombrío de inestabilidad e inseguridad que venía consumiendo al país desde hacía poco menos de una década, dio origen al movimiento revolucionario que culminó el 10 de marzo de 1952. A principios de 1950 cuando las encuestas todavía no predecían un triunfo electoral para la ortodoxia, tres miembros del Partido del Pueblo Cubano –PPC- (Ortodoxo), profesores de la Escuela Superior de Guerra, Rafael García Bárcena, Herminio Portell Vilá, y Roberto Agramonte, que protestaban enérgicamente por la situación reinante en Cuba, obtuvieron la anuencia del líder del PPC, Eduardo R. Chibás, para iniciar actividades conspirativas y usando los vínculos con militares que la institución donde enseñaban ofrecía, comenzaron a conspirar para dar un golpe de estado al gobierno del Dr. Carlos Prío Socarrás, confabulándose con el entonces Capitán Jorge García Tuñón que operaba dentro del Campamento Militar de Columbia.
Este movimiento, concebido para ser liderado por un populista de la popularidad de Chibás en esos momentos, tomó mucho auge dentro de los militares que estaban hartos del gansterismo e inseguridad. Chibás no contaba con apoyo entre los militares pero tenía apoyo del pueblo. Los militares, para el triunfo, necesitaban un líder con apoyo popular, cosa que Chibás aportaba. Con la conspiración ya en pleno desarrollo dentro del seno militar, el PPC (Ortodoxo) asciende como favorito en las últimas encuestas, lo que aumenta la preocupación del Presidente Prío debido a la infiltración de los peligrosos comunistas “de segunda fila”. Chibás retira su previa anuencia a los tres profesores que, al quedarse acéfalos, sin figura capaz de acaudillar la conspiración, desisten de la misma y así lo informan al Capitán García Tuñón.
La influencia de la infiltración roja dentro del PPC (Ortodoxo) y su nociva propaganda “empujaba” a algunos “líderes” de la ortodoxia que, con micrófonos en mano y ayudados por la Revista Bohemia, no cesaban de denunciar el estado de la situación reinante en el país y el continuo deterioro de las mismas, incitando a las masas. El pueblo cada día simpatizaba más con los líderes ortodoxos y en medio de esta situación ocurre la muerte de Eduardo Chibás que vino a complicar potencialmente la ya muy crítica situación. El falso suicidio de Chibás crea un gran abismo que no se puede superar y lo sustituye Roberto Agramonte a la cabeza del PPC (Ortodoxo) cuando, en realidad, le correspondía legítimamente al Dr. Millo Ochoa, fundador con Chibás del partido.
La preocupación del Presidente Prío era ingente por considerar que el gobierno había perdido la opinión pública y el principio de autoridad se estaba resquebrajando. Temía un triunfo electoral del Partido Ortodoxo por la penetración subrepticia roja y esto lo hace considerar un auto-golpe para evitar el triunfo del PPC (Ortodoxo) en las urnas pero el Presidente sabía que no tenía arraigo dentro de las fuerzas armadas para liderarlo sin nefastas consecuencias. Bajo estas condiciones, el Presidente Prío hizo unas declaraciones a la revista Bohemia que fueron publicadas en su sección “en Cuba” el 16 de septiembre de 1951, en las cuales dijo que “se tendría que ir antes del vencimiento de su mandato, entregándole el poder a los militares, o forzar el resultado de las elecciones en beneficio de un partido de la oposición, tal vez el de Batista”. También lo habla, previo a sus declaraciones en Bohema, con varias personas vinculadas con Batista, entre ellas cita al Dr. Juan J. Remos para reunirse con él en su residencia “La Chata”. El mensaje del Dr. Prío llega de inmediato a oídos del General Batista por diversos conductos y Batista rechaza decisivamente dar un golpe de estado y le envía mensaje al Dr. Prío para que desista de su idea.
El Capitán García Tuñón no puede desarticular la conspiración dentro de las Fuerzas Armadas debido a lo avanzado de la misma y los cabecillas que conspiraban deciden buscar una figura capaz de aglutinar a los militares y al pueblo. Se acercan al General Fulgencio Batista a quien el Capitán García Tuñón visita varias veces en su residencia campestre, Kuquine, para ofrecerle el liderazgo del Movimiento pero la oferta es continuamente rechazada por el General Batista. Con una situación en el país que venía deteriorándose y agravándose por día, empiezan a producirse ciertos acontecimientos “detonadores” –entre ellos el asesinato del Dr. Alejo Cossío del Pino- que produjeron una nueva visita de urgencia del Capitán García Tuñón al General Batista, esta vez acompañado por algunos otros de los militares que conspiraban y, al decirle al General Batista que ellos solos –sin líder populista- procederían a dar el golpe de estado, el General Batista, para evitar el derramamiento de sangre, acepta encabezar el movimiento ya existente.
El viernes 7 de marzo, el General Batista cenaba familiarmente en casa de su hija mayor, Mirta. El servicio lo interrumpe anunciándole la visita de tres individuos. El General Batista atiende a los tres individuos en un patio central con suficiente privacidad que tenía la casa. En escasos minutos los tres individuos se marcharon y el General Batista regresó a la mesa donde continuó la jovial charla familiar. Los tres individuos eran “Colacho” Pérez, Rodríguez Calderón, y García Tuñón. Más tarde supimos que ese viernes, en esos escasos minutos, se decidió la hora, el día, y la posta por donde entraría en Columbia el General Batista con su comitiva el siguiente lunes día 10 de marzo de 1952.
Salieron de Kuquine a las 2:20AM. Se reunieron al fondo del Colegio Belén, donde se les une el Teniente Rafael Salas Cañizares con unos carros patrulleros, y allí el General Batista se traslada al carro del Capitán Robaina y lo acompañan, además de Robaina que iba guiando, Roberto Fernández Miranda, el Capitán Martín Díaz Tamayo y Silito Tabernilla, produciéndose la entrada en Columbia por la Posta 4. Las circunstancias que prevalecían en Cuba eran tan caóticas que la pregunta a hacerse es: ¿cómo es posible que un civil penetre sin impedimentos al campamento militar más grande y de mayor importancia de Cuba y solamente con un teléfono en mano, consigue se sumen al Movimiento todos los mandos militares de la República? Obviamente, las condiciones estaban dadas. Dijo el Dr. Orestes Ferrara en alguna ocasión que “las dificultades que luego tuvo Batista se debieron, en parte, a la facilidad con la cual tomó el poder”.
El movimiento militar del 10 de marzo de 1952 produjo teóricamente un “aparente” quebrantamiento del orden constitucional pero en la práctica no fue así y enjuiciado con perspectiva, se colige que fue la secuencia de situaciones y desmanes anteriores. No fue un golpe de estado de un general que se subleva contra el gobierno ya que Batista llevaba años sin pertenecer a los cuadros activos del Ejército y haber sido presidente y senador por elección popular. Era pues, hombre público, un político y no un militar insurrecto. Así lo apreciaron diversos estratos de la sociedad cubana ya que la generalidad de las clases sociales acogió el 10 de marzo con aplausos y como el mal menor, al igual que miembros de los partidos políticos de oposición puesto que muchos de ellos, permaneciendo opuestos, se incorporaron a la nueva situación, muchos integrando el Consejo Consultivo, y aceptaron la orientación electoral adoptada por el régimen conscientes de que era lo mejor para el país.
Para dotar a la República de una Ley Constitucional que recogiendo el espíritu y los preceptos de la Constitución de 1940 hiciera posible el tránsito de la provisionalidad a un proceso electoral que se había anunciado para celebrarse en 1954, se establece el Consejo Consultivo de 80 miembros representando todas las fuerzas y sectores nacionales, bajo la presidencia y dirección del respetado estadista, Dr. Carlos Saladrigas y Zayas, cuyos Estatutos fueron jurados por muchas de las autoridades previamente electas y así funcionó el gobierno transitorio en espera de las elecciones. El Consejo Consultivo examinaba todos los Decretos que fueron publicando para crear nuevos organismos que modernizasen la administración y abriesen el camino a medidas útiles y progresivas. Fue convocado 168 veces en las que discutieron 67 proyectos de Decreto-leyes enviados por Ministros, y 280 que redactó por su propia iniciativa.
A partir de la celebración de las elecciones generales en 1954, se restituye en su totalidad y se da vigencia a la Constitución de 1940 y estuvo vigente todo el tiempo excepto en los lapsos en que fue necesario suspender las garantías constitucionales por motivo del terrorismo castro-comunista con el movimiento 26 de Julio que azotaba a Cuba. En todo momento, los poderes funcionaron independientemente, especialmente el Poder Judicial que sirvió de punto de apoyo para el terrorismo castrista.
Nunca se instituyó una “dictadura” o una “tiranía” ya que bajo cualquiera de estas dos calificaciones dadas al gobierno producto del 10 de Marzo, predominó una libertad irrestricta en todos los aspectos. Una “tiranía” no hubiera instituido el Consejo Consultivo integrado por representaciones de todas las clases sociales, profesionales, financieros, políticos, agricultores, economistas, obreros, periodistas, industriales, pedagogos, y muchas otras clases vivas del país, opositores y no opositores. Una “tiranía” no hubiera podido conseguir inversiones millonarias en nuevos negocios, elevar los empleos y los salarios, y reducir sustancialmente el desempleo. Una “tiranía” hubiera extirpado el cáncer de la Sierra Maestra y hubiera fusilado indiscriminadamente, en lugar de propiciar amnistías, decretar indultos, y permitir que sus personeros protegieran y diesen hospitalidad en sus hogares a los enemigos que traicionaron a la patria y la entregaron al comunismo. Una “tiranía” no hubiera amnistiado a Fidel Castro y sus secuaces después de ser arrestados y enjuiciados por el cobarde ataque en 1953 al Cuartel Moncada donde asesinaron a muchos enfermos e indefensos y también estuvieron apoyados por el comunismo internacional.
El 10 de Marzo fue una revolución con una elevada doctrina democrática que se llevó a la práctica bajo un bien concebido plan de gobierno que tuvo por objeto principal el rescate de la Constitución de 1940 ya que previo al mismo, no solamente se burlaban los derechos básicos populares, inclusive el más elemental e importante cuya vigencia era nula: el de la vida, del cual se derivan los demás. Bajo esa doctrina y ese programa político es que se programó el resurgimiento de la nación, respondiendo a ideas y conceptos establecidos por el derecho público, los cuales evidenciaban las abundantes razones que impulsaron a las Fuerzas Armadas a hacerse eco de la ciudadanía Batista recibe el resultado de los comicios de 1954 de manos del Dr. Joaquin Ochotarena, Presidente del Consejo Superior Electoral.para acabar con el delictuoso libertinaje que se había desatado en la República comenzando el 1944 y que llegaron a su límite durante los últimos meses de 1951 y los meses previos a marzo de 1952.
Y un 31 de diciembre de 1958, en pleno funcionamiento los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) bajo la “dictadura tiránica”, al renunciar Batista a la presidencia como consecuencia de la conspiración en su contra en el Cuarto Piso del Departamento de Estado norteamericano, éste ordenó que en ausencia del Vicepresidente de la República y del Presidente del Congreso, fuera llamado para ocupar la Jefatura de Estado el Magistrado más antiguo del Tribunal Supremo tal y como lo ordenaba el precepto constitucional. Pero ya el gobierno del Presidente Eisenhower y el Cuarto Piso de su Departamento de Estado habían puesto el dogal al cuello de la soberanía cubana para entronizar a Castro, “salvador de Cuba”. Ese mismo Castro a quien América toda y muy gravemente sus padrinos norteamericanos, deben el pernicioso y fatal avance del comunismo en el Continente.
Esa muletilla de “yo estoy contra Batista porque al dar el golpe del 10 de Marzo rompió el ritmo constitucional”, y “por eso hice revolución con Castro”, es como una confesión, una profesión de fe, un enrolamiento en las nóminas de los promulgadores de sandeces. Y entérense los “constitucionaleros”: el auge del comunismo en América y el adueñamiento de Cuba por Moscú, fue retrasado siete años por el Movimiento del 10 de Marzo.
Batista estaba consciente del peligro rojo, le puso murallas rompiendo relaciones con Rusia. ¡Pero todo fue inútil! Era más fácil ayudar y financiar a los comunistas de Castro y llamar “dictador” a Batista como lo hacen los “revolucioneros” que no tienen modo para justificarse.El comunismo pudo mentir descaradamente -con nconcebibles apoyospara engañar y desorientar la opinión pública mundial. De esa infame maniobra que hundió a Cuba en los horrores de la tiranía comunista y que costó a su pueblo tanta sangre y tantas privaciones, deben aprender las naciones libres de nuestro hemisferio ya que constituye una magnifica lección a los que las engañosas y traidoras sirenas de los “tontos útiles” arrastran con sus cánticos al inevitable naufragio del comunismo. Los pueblos que no sepan distinguir la verdad de la propaganda falaz y enervadora son los mejores candidatos
Repitiendo palabras ya dichas:
“El 1ro de enero de 1959, lo que cayó no fue Batista: lo que cayó fue Cuba; lo que cayó a pedazos fue la Patria. Batista era el pretexto utilizado por los comunistas, antes y después del 1ro de enero de 1959, para adueñarse del poder. Y al grito “¡Abajo Batista!”, se vino abajo todo: el Derecho, la Justicia, la Libertad, la Religión, la Banca, el Comercio, la Industria, las Leyes y todo: ¡la Nación! Aún hay necios –allá y aquí- gritando ¡Abajo Batista!, como si en Cuba todavía quedara algo que echar abajo, sin detenerse a pensar que en el pecado llevan la penitencia.A medida que las realidades históricas se van conociendo en detalle y se analizan imparcialmente, vemos que la balanza se inclina a favor de Batista y de su gobierno a pesar de los errores y desaciertos que obviamente existieron durante su mandato.
Esta narrativa histórica evidencia que existían razones y causas que eran imprescindibles enfrentar para detener las condiciones caóticas que prevalecían y evitar la infiltración comunista debido al largo proceso de descomposición pública que no puede ni debe desconocerse al analizar los acontecimientos de aquella época. A pesar de sus errores cometidos por el apoyo físico y financiero dado a Castro y culpar al Dr. Carlos Prío por las condiciones que heredó su presidencia proveniente de su antecesor, el Dr. Ramón Grau San Martín, o al General Fulgencio Batista por las acciones tomadas debido a las condiciones existentes y el peligro comunista, no es justo ni sensato. Es muy importante que los análisis históricos sean profundos e imparciales, ajustándose a la realidad histórica para que puedan ser útiles como elementos de juicio; para evitar reincidir en errores y para que las nuevas generaciones puedan tomar decisiones basadas en datos ciertos que les prevenga cometer los desaciertos del pasado. Esta es la única forma que nuestra Estrella solitaria volverá a resplandecer en el corazón de la Patria.
La calumnia y la mentira suelen andar del brazo de la ambición, de la codicia y del resentimiento, fomentando adversidades y malquerencias. Sus deletéreos influjos podrán prevalecer cierto tiempo en ambientes tendenciosos o enardecidos, pero serán al fin vencidos por la verdad, si la verdad puede lanzar oportunamente sus rayos clarificadores como el sol los suyos sobre las brumas.
El peligro de Cuba no fue Fidel Castro ni su movimiento 26 de Julio. Lo fue la mayoría de la ciudadanía elite, clase media, y de profesionales, con cultura y patrimonio, que ciegamente y por odio apoyaron a un gánster de reconocida procedencia asesina. Será mucho más fácil rectificar el daño y la destrucción causada por la tiranía castrista que alimentar el sentido común y el juicio racional a una ciudadanía no pensante, fanatizada por tener a este tipo de criminal como su indiscutible líder cuando, en realidad, en Cuba no se requería ni había la necesidad de una sangrienta revolución terrorista. El problema es mucho más profundo y mucho más serio que Castro ya que él es una simple herramienta y síntoma del comunismo internacional que nos conquistó y destruyó a Cuba. Colocar la culpa solamente en el castro-comunismo no debe servir para cegarnos de la vasta cofradía de ignorantes que lo hicieron su príncipe. La república sobrevivirá a Fidel Castro y sus secuaces pero es menos probable que sobreviva a la multitud de necios irresponsables como los que lo convirtieron en su Robin
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