MI BARCO(XV) Motonave "N'Gola" (3) Final
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MI BARCO(XV) Motonave "N'Gola" (3) Final
[color:505e=#000][big]MI BARCO (XV) Motonave N’Gola (3) Final[/big]
Después de finalizadas nuestras aventuras en Polonia, comenzamos lo que sería el viaje Nr. 1 Sur. Fuimos destinados a cargar en el puerto de Rótterdam y Lazarito no había cumplido su condena a perpetuidad durante ese viaje. Usamos los mismos trucos para escapar del buque y nuestras correrías de madrugada parecían no tener fin. Una de esas mañanas la borrachera nos dio por alquilar una limusina para regresar al barco y no pueden imaginar el rostro del guardia de portalón angolano, suerte que eran bien hombres y cómplices nuestros.
Estando atracado y sin comenzar las operaciones de carga, se produjo un acontecimiento que ya narré con lujos de detalles en otro trabajo. La tripulación se amotinó con toda su razón, Calero quiso actuar de buena fe aplicando las reglas existentes en nuestra flota, utilizó el dinero recaudado de las barreduras del café para comprarle equipos al buque. Ellos estaban acostumbrados a repartir ese dinero entre la marinería que limpiaba las bodegas y los privamos de pronto de un privilegio concedido por sus antiguos colonialistas portugueses. El factor sorpresa ayudó mucho a contener la ira de aquellos hombres y desafortunadamente yo era el oficial de guardia. Debí actuar con rapidez y sin temores para evitar males mayores.
Pude comprar todas las cartas náuticas especiales para explotar al sistema de navegación DECCA, ya me había estudiado el manual y me encontraba como un niño que recibe juguetes el día de Reyes. Calero me compró una Astro Navigator Computer marca Tamaya. Era una novedad en el mercado y su precio fue de $360 dólares, dediqué todo el tiempo libre para estudiarla. Tenía almacenada el almanaque náutico hasta el año dos mil y las operaciones de cálculos con los astros que normalmente me tomaban varios minutos, se reducían a unos quince nada más. Entre sus funciones útiles a mi trabajo como navegante, estaban comprendidos los cálculos de loxodrómicas y ortodrómicas, ofreciendo rumbos iniciales, distancias entre dos puntos y tiempos exactos de navegación en esos tramos de acuerdo a la velocidad, un juguete maravilloso que colmaba mi felicidad. Completé el inventario de cartas náuticas y publicaciones con los servicios de la agencia Observator de Rótterdam. Muy eficientes y con vasta experiencia en este mercado, me actualizaron también las cartas que fueron posibles salvar. Tenía bandera abierta para resolver todas las deficiencias encontradas en el puente y eso agregó otra pequeña fortuna a nuestras arcas como comisión.
Cargamos mercancías destinadas al Primer Congreso del MPLA, hay que ver los gastos en los que incurre un estado como el impuesto en Angola, copia fiel del nuestro, solo para ser derrochado en unos pocos días. Comida de todo tipo que incluía un lote de caviar, champán francés y otras bebidas exquisitas, pero ahí no se detenían, varios autos marca Mercedes Benz iban dentro de las bodegas y servirían para mover a los distinguidos invitados extranjeros. Angola era un país muy rico y esos lujos podían ser satisfechos. Tenían petróleo, exportaban cuarzo, sus aguas eran ricas en peces, pero su agricultura comenzaba a declinar y sus efectos eran sentidos prontamente por su pueblo. Por cierto, Cuba tenía un convenio de pesca con ese país donde la mayor parte de sus capturas eran desembarcadas en puertos angolanos. Nosotros, un país pobre, comenzábamos a mantener a un hijo bobo con las pretensiones de que ingresara en una universidad. Algo similar le ocurrió a la desaparecida Unión Soviética con una isla del Caribe que yo conozco.
Motonave "Hoji Ya Henda"
Vasquiño cumplió su primer añito en el viaje de vuelta y lo celebramos con una fiesta. Ya caminaba y se había adaptado perfectamente a los bandazos del buque, se relacionaba muy bien conmigo, yo asumí el papel de nodriza o baby sister cuando la pareja salía a la calle. No me gustaba mucho aquella idea a la hora de tener que cambiarle los pampers con caca, pero el matrimonio se portó muy bien conmigo durante la permanencia en Polonia. Amílcar comenzó a sufrir muy pronto esos sentimientos anticoloniales inyectados a los negros, era una persona con ciertas ideas izquierdistas, pero no dejaba de ser portugués y debía cargar con la culpa de todo lo que pudo haber hecho su pueblo contra los angolanos. Al menos, esa era la posición de todos aquellos negros, nos toleraban en apariencias, pero no lograban tragarse la presencia de Amilcar a bordo, él constituía un recuerdo del pasado que necesitaban borrar. La vida a bordo se la fueron convirtiendo en un yogur y solo podía refugiarse en la compañía mía y de Lazarito, aunque Calero se llevaba muy bien con el muchacho.
De nuestra gente casi siempre nos mantuvimos algo alejados, no confiábamos en ninguno de ellos. A Freixas lo desvinculamos de nuestras relaciones porque era un alcohólico agresivo, maltrataba mucho a los tripulantes y se creyó un colonialista de verdad.
La descarga en Luanda fue extremadamente dramática y lenta. Los primeros estibadores rompían el embalaje de las mercancías y terminaban borrachos. Fueron sustituidos por soldados del MPLA y se repitieron las escenas, solo que ahora resultaban algo peligrosas, ellos se encontraban armados. Al final, toda aquella mercancía tuvo que ser descargada por militares cubanos, uno que otro también se emborrachó, pero eran más dóciles y disciplinados que los anteriores.
Partimos para Lobitos a continuar nuestra descarga, mientras el grupo en el que yo había arribado comenzaba a reclamar su relevo. Allí me enteré por primera vez que, nuestro compromiso de permanencia en ese país era de seis meses solamente.
-La compañía Angonave está muy satisfecha con tu trabajo, han llegado cartas del sindicato de marinos solicitando tu permanencia a bordo por otro período de tiempo más largo. Me dijo Calero esa mañana mientras nos encontrábamos recostados a la brazola de la cubierta de botes.
-¿De cuánto tiempo estamos hablando?
-Digamos que un año más, ellos proponen otorgarte una vivienda para que traigas a la familia.
-Diles que jueguen con el mono, pero que dejen la cadena tranquila. ¡Coño, Calero! Tú sabes bien que este país está podrido de enfermedades y es muy peligroso. ¿Cómo piensas que los voy a traer y luego me voy a largar a navegar dejándolos solos?
-En eso tienes razón, pero necesito saber si deseas continuar trabajando un tiempo más conmigo. Debo enviar la lista de los relevos que se van a solicitar en La Habana hoy mismo.
-¿Quiénes se quedan además de mí?
-Miyares y Lazarito.
-Con Lazarito no tengo problemas, pero vuelve a leerle la cartilla a Miyares.
Motonave "Lundoge"
El relevo de ese grupo arribó por avión a Lobitos, las operaciones de descarga continuaban extremadamente lentas. Nadie quería trabajar en ese país y era necesario importar desde Cuba mano de obra para realizar labores como constructores, estibadores, reparadores de carreteras etc. De aquel grupo ya conocía a un personaje muy famoso por sus posiciones extremistas, me refiero a Plácido Bosh, ya le he dedicado un trabajo y no merece la pena extenderme con él. Lo asombroso era que venía como Jefe de Máquinas de aquel barcazo cuando en realidad él solo había ocupado plazas de Cuarto Maquinista en buques pequeño. Nos librábamos de Collazo e importábamos uno de su misma especie. El resto del grupo era desconocido para mí, razones suficientes para mantener mucha cautela, la mayoría eran militantes del partido y venían fresquitos y cargados de consignas. Recuerdo de ellos a Malagón (alias El Paye) que ocuparía la plaza de telegrafista. Con su presencia ganábamos, llevábamos seis meses sin recibir mensajes de la casa. La justificación de Collazo era que el transmisor del buque era de muy pobre potencia, unos 200 watts de salida. Sin embargo, inmediatamente después de arribar El Paye se normalizaron las comunicaciones con La Habana. Ricardo viajaría de Segundo Maquinista, unos años después perdería la vida al explotarle una caldera y volarle la cabeza en un barco cubano. Rubén Graupier se enrolaba como Técnico de Refrigeración, lo ayudé muchísimo económicamente y se convirtió en enemigo mío estando en las microbrigadas de Alamar. Muy vago y demagogo, falleció hace unos años por un ataque de asma en el barrio. José Yanes Madruga (Pepito) iba como Primer Electricista, también lo ayudé muchísimo y se dejó arrastrar por el partido en Alamar hasta convertirse en enemigo mío. Después de mi deserción estableció relaciones con mi hijo y se disculpó. Veitía iba de Tercer Maquinista, ya nos conocíamos de otro barco, no recuerdo si del Jiguaní, mantuvimos distancia. Pepito el enfermero y casi guardaespaldas de Calero continuaba con nosotros, pero como les dije en un capítulo anterior, era una persona inofensiva y casi siempre con cuatro tragos en la cabeza. Por cubierta no se produjo ningún relevo. Miyares ocuparía la plaza de Inmediato dejada por Veloso, yo ocuparía la de Primer Piloto y Amílcar como Segundo Piloto.
De regreso a Luanda nos abarloaron al buque Sierra Maestra y no me dio tiempo decirle a Pedro que le pusiera candado a los pantries de oficiales y marineros. Esa misma noche nos robaron todo lo existente en sus refrigeradores, yo los comprendía. Llevaban varios meses en aquel puerto sin terminar de descargar el abono químico en sus bodegas y sin ser debidamente abastecidos. Creo que el Capitán era Leal, hace unos años se encuentra por Miami.
El grupo saliente que había sido relevado, fue llevado al predio que pertenecía al personal del Ministerio de Transporte mientras esperaban su vuelo para La Habana. Una tarde, Lazarito y yo decidimos acudir al edificio con dos botellas de ron para despedirlo, pero nuestras intenciones fueron frustradas por un hecho de sangre sobre el cual ya escribí. Freixas le dio dos balazos a Collazo en el elevador del edificio, la causa de ese incidente fue una evaluación del partido “mala” que Collazo le había hecho. Pueden remitirse al trabajo titulado “La muerte del Secretario del Partido”.
Lazarito y yo fuimos asignados con la tarea de visitar a Freixas en la prisión, también asistíamos a dos tripulantes del buque Sierra Maestra que se encontraban detenidos por robarse un auto Mercedes Benz de los adquirido por el gobierno. Salieron borrachos a disfrutar la vida y violaron varios códigos de la ley. Conducir en estado de embriaguez, hurto, no poseer licencia y violación del toque de queda. Se encontraban en la prisión de Petrangol, muy deplorable para cualquiera que la visita.
Nuestra permanencia al lado del Sierra Maestra resultó fatal para Lazarito, abandonó su trabajo y se dedicó, junto a algunos amigotes de aquella tripulación, a una larga jornada de bebederas y fumadera de mariguana. Hierba que era fácil de conseguir en ese país, se consumía en exceso por parte de los tripulantes de nuestro buque y me fuera ofrecida en varias visitas a barcos pesqueros cubanos surtos en cualquiera de los puertos visitados. Calero se enojó con razón y lo expulsó del barco, continuamos con Webber de Sobrecargo y Comisario Político. Me enteré que después de los ochenta, Lazarito murió en Miami por supuestos vínculos con la droga.
Maniobramos para abarloarnos al buque escuela José Martí, el capitán era Romay (alias El Conejo) Muy amigo de Calero y posterior Ministro en Cuba. El Jefe de Máquinas era Fausto Sardiñas Lostal, primogénito de todos mis primos y con el que mantuve siempre excelentes relaciones. El propósito de aquella maniobra era, tomar un cargamento de arroz en sacos traídos de Cuba para ser descargados en el puerto de Cabinda. Cuando pregunté si ya ese producto se encontraba “por la libre” en la isla, o sea, fuera de los controles de la libreta de racionamiento, me contestaron que la cuota había sido disminuida con la promesa de entregarle a la población harina de maíz, ni lo uno, ni lo otro.
Motonave "Ebo"
Salimos con escasa carga con destino a Sao Tomé, un paraíso enclavado en el centro del Golfo de Guinea y hábitat de los negros más limpios y educados del mundo en aquellos tiempos, allí cargaríamos un poco de masa de coco en sacos. La presencia cubana en esas islas era muy limitada y tenían a un fuerte competente, los chinos. Mis paseos en esa isla fueron frecuentes, siempre acompañado de Pedro el pañolero, sentía mucha más confianza con él que con cualquiera de los cubanos. Por otra parte, él también era blanco de los ataques racistas de los tripulantes del buque por su condición de mulato y extranjero. Allí compramos y por sugerencia suya, doscientos cincuenta Periquitos y varios Papagayos para vender en Europa. Él tenía buena experiencia en la adquisición de esos animales y en su comercialización. Los Periquitos serían vendidos en Islas Canarias y los Papagayos continuarían viaje hasta Holanda. Ya tenía las jaulas dispuestas y las aves eran entregadas con sus alimentos por los vendedores.
En Las Palmas de Gran Canarias logramos venderlos a mil pesetas cada uno, una cifra algo respetable para nosotros. Estando atracados en el rompeolas de ese puerto y mientras hacíamos nuestra acostumbrada cantidad de víveres, Pedro me informan que estaban saqueando el pañol de proa.
-Me puedes explicar ¿Qué coño es esto? El canario se sintió sorprendido ante mi pregunta, yo era el oficial de guardia y vestía el uniforme reglamentario. Ya escribí sobre este acontecimiento y no quiero detenerme mucho.
-¡Joer! El asunto es que entre col y col va una lechuga. Me contestó algo nervioso.
-¡Pues fíjate, gallego de mi arma! Si yo no como de esa lechuga no me sacas nada más de este barco y vas a tener que embarcarlo todo. Indudablemente que el hombre se sintió amenazado y aceptó mi propuesta. Cuando terminaron de robar todo lo que estaba previsto entre artículos viejos o de uso, me entregó la parte necesaria para comprar mi silencio. Aquella operación había sido dirigida por Miyares y hasta el sol de hoy no sé a dónde carajo fue a parar la plata. Yo exigí un pago para el contramaestre, el pañolero y para mí.
Las cosas se complicaron cuando destaparon la máquina principal, todas las culatas se encontraban rajadas y la reparación superaría el millón de dólares. Afortunadamente no podía demostrarse si habían sido los portugueses o nosotros los autores de semejante avería. Yo inclinaba mi balanza en contra de Bosh por su incompetencia para operar una máquina de semejante caballaje, el individuo alegó estar enfermo y pidió ser enviado a La Habana. Calero lo complació y ese día celebramos su partida. Su plaza fue ocupada provisionalmente por Pérez Junco, se me había olvidado mencionarlo. Yo lo conocí cuando era engrasador del buque ganadero Luís Arcos Bergnes por los finales de los sesenta, muy buena persona. La Habana se había comprometido a enviar otro Jefe de Máquinas y varios días después llegó el mulato Taquechel.
Como era costumbre en aquella compañía, se libraba a una parte de los tripulantes durante el tiempo que el barco se encontraba reparando, tenían incluido el pasaje de ida y regreso a su país. Varios de ellos partieron rumbo a Portugal y no regresaron nuevamente, es a partir de esa fecha y me remonto a 1978, que se inician las primeras deserciones en la marina mercante angolana, no tengo idea si después se repitieron. En los astilleros ADM de Amsterdam, coincidimos con los buques cubanos Onyx Islands bajo el mando de Panchín Otero. Estuvo también el África-Cuba con Juarrero de Capitán, Garrido comandaba el Opal Islands y reparaban una avería producida en el Báltico cuando toparon con un objeto hundido. Se mantuvo a la par nuestra el XX Aniversario con Montada como Capitán y buena carga de mujeres.
Foto tomada en B.Aires. Taquechel con pullover claro, El Paye a su lado y al frente "Pepito" el enfermero de traje.
Estando en Rótterdam somos invitados a la fiesta de cambio de banderas del buque Hoji Ya Henda, era un barco modelo SD14 adquirido de uso por Angola y tripulado también con oficialidad cubana. Su Capitán era Hervitti (No sé cómo se escribe su nombre) y es de suponer, le aplicó a su tripulación ciertas restricciones en cuanto a los productos de consumo que nosotros teníamos asignados en el N’Gola. No sé si fue por orientación de la compañía Angonave, algo que dudo mucho. Me inclino a pensar por esos gestos y acciones de austeridad impuestas a sus tripulantes por parte de muchos capitanes cubanos, fueron aplicadas en busca de méritos personales. Lo cierto es que no tendrían el litro de vino diario, la cerveza semanal, ni el botiquín con productos de aseo personal. Tampoco comerían a la carta como nosotros, vivirían alejados de sus familias, se masturbarían hasta el agotamiento y disfrutarían de una extensión de aquel sistema que vivimos bajo el gobierno de Navegación Mambisa.
Amílcar no regresó y nos quedamos cojos, se encontraba atracado cerca de nosotros el Bahía de Cochinos, creo que el Capitán era Lapido, cuñado de El Paye y quien muriera hace unos años al estilo de los grandes capitanes de antaño, se hundió con su nave, muy buena persona. De esa nave importamos a un oficial de reciente graduación llamado Concepción (alias Conchito) y muy beneficiado por la influencia de su padre como agente de la Seguridad del Estado Cubana. Su debut entre nosotros fue entregarme una posición del buque totalmente falsa a la salida de Rótterdam y estuvimos a pocos metros de vararnos después de una reparación tan costosa. Ya escribí sobre ese evento en un trabajo titulado “Perdidos en alta mar”, lo peor de aquella situación tan embarazosa es que yo cargaría con toda la responsabilidad por ser el hombre que se encontraba de guardia en el puente. Estuve a punto de reventarlo y lo expulsé del puente mientras resolvía la situación y lograba definir la posición del barco.
Cuando arribamos a Luanda, Calero me gestionó un pasaje para Cuba en un vuelo militar. Saldríamos de vacaciones Miyares y yo, ya había transcurrido un año desde nuestra llegada a Angola, mi hija había nacido y estaba próxima a cumplir los ocho meses. Nadie que lo haya vivido, puede describir la emoción de ese encuentro luego de tanto tiempo desaparecido del hogar y con una criatura que ya comenzaba a caminar, cuando la dejaste a buen recaudo dentro de un vientre. El olor a orine del baño con su peste a mierda de vez en cuando, el calor, los mosquitos, los apagones, aquella bulla continua, las peleas entre familiares que se hacinan dentro de una pequeña casa, nada tiene defectos para el que regresa y le encuentra sabor a gloria. ¡Claro! Una semana después sientes deseos de largarte al carajo.
Volví para Angola exactamente al mes siguiente, el buque se encontraba listo para salir y no pudo cumplirse el programa trazado por mí y Pedro. Ya habíamos planificado que él se quedaría de vacaciones y yo sería el encargado de trasladar todo nuestro contrabando para Bélgica y Holanda. Me había presentado como un hermano suyo ante miembros de la comunidad de Cabo Verde en esos países y aunque algunos dudaron del blanquito, Pedro insistió en que yo era su hermano y única persona de confianza en aquel barco. Finalmente tuve que ser aceptado entre ellos y se leyeron delante de mí cuáles serían las reglas del juego. Este viaje el movimiento sería en grande y nos forraríamos de plata, atrás quedarían los recuerdos de aquellos periquitos y papagayos, sacos de café y obras de arte africanos. El paquete sería mucho más pequeño y fácil de esconder, los diamantes no hacen tanto bulto, estábamos jugando al duro y sin guantes.
Conchito fue expulsado hacia La Habana mientras yo disfrutaba de mis vacaciones, estando atracados en Lobitos, se dedicó en sus guardias a descargar los planes de las bodegas con cargas en los entrepuentes y por poco dan la vuelta de campana amarrados al muelle. Como su padre era quien era, poco tiempo después me cruzaría en un buque cubano durante el paso por el Canal de Panamá y Taquechel me dijo por el VHF, ¿no adivinas quién se encuentra de Primer Oficial en este buque?, Conchito.
El viaje cambió radicalmente su destino y de la acostumbrada Europa nos emproamos hacia la Argentina dominada por una junta militar. Tanta mierda que se habla por la prensa y lo bien que se llevan todos ellos, dictadores de izquierdas y derechas, todos formando una gran plasta de porquería. Allí cargamos para Cuba frijoles blancos en saco, camiones y autos marca Chevrolet y Ford (norteamericanos) y varios coches de trenes marca Fiat. Supuestamente todos esos productos yanquis se encontraban restringidos por el bloqueo norteamericano, realmente todo se resumía en puros formulismos propagandísticos.
Otra vista de la motonave N'Gola
Entramos por La Habana, nunca existió mejor oportunidad para mostrarle a los angolanos el futuro que le esperaba a su país con la implantación de esa maravilla conocida por “socialismo”. Ellos fueron afortunados, nosotros tuvimos que esperar varios años para poder conocer de cerca la realidad.
-¿Esto es socialismo? Me preguntó el camarero Tomás en el portalón un día.
-¡Esto es el socialismo, Tomás! Le respondí con tranquilidad, sabiendo que había aprendido la lección.
-¡El socialismo es una mierda! Me dijo con esa carga de ingenuidad del que acaba de descubrir algo de su desagrado.
-¡El socialismo es tremenda mierda, Tomás! Él esperaba una respuesta mía que nunca encontraría, coincidíamos en opinión y lo reflejé en otro de mis trabajos titulado “Coincidencias”.
En Santiago de Cuba recogí la poca ropa que tenía a bordo y le pedí mi liquidación a Webber el Sobrecargo. Mi esposa se encontraba conmigo esos días y una tarde partimos rumbo a La Habana en tren. Aquellos carísimos coches Fiat que transportamos desde Argentina, tenían los baños tupidos y no funcionaban los aire acondicionados, era un infierno sobre rieles que fueron pagados muy caros.
No me despedí de Calero, su familia es de Santiago de Cuba y no se encontraba a bordo. Varios tripulantes se quedaron llorando mientras me abrazaban en la despedida, uno de ellos fue Pedro, el otro, José Matuteo. Todos me saludaron desde el portalón, cada metro de aquel espigón me alejaba de un pedazo de mi vida. Abandoné a su suerte a unos hermanos de piel oscura, mi vida estaba destinada a abandonarlo todo. Varios años después, regresé a Luanda como Primer Oficial del buque “Bahía de Cienfuegos”. Con mucho dolor vi como se pudría varado en una de sus playas aquella magnífica nave que fuera buque insignia de la marina mercante angolana, dicen que estaba infestada de ratas. Pedro y yo nos fundimos en ese abrazo de aquellos hermanos separados por la desgracia, habían pasado once años.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2010-05-09
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