MI BARCO (XIX) Motonave "Moncada"
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MI BARCO (XIX) Motonave "Moncada"
MI BARCO (XIX) Motonave “Moncada”
No recuerdo cuantos meses duró el curso para primeros oficiales y capitanes en la nueva academia naval de Baracoa, tampoco puedo olvidar el clima de humillación que imperó durante ese período de tiempo. Coincidimos con la formación del primer grupo de “Comisarios Políticos” que se adiestrarían con destino a las diferentes flotas, era una de las últimas importaciones que realizábamos del campo socialista. Pocos años después caería por su propio peso y todos estos parásitos desaparecerían de la vida de nuestros marinos con el simple toque de una varita mágica.
Muchas caras conocidas encontramos dentro de aquel numeroso grupo, alcohólicos, contrabandistas, bizneros, chivatos, oportunistas, vagos. Casi todos tenían un común denominador, militaban en el partido comunista y gozaban de muy bajo nivel educacional. Algunos de ellos eran oficiales de cubierta que fueron llamados a filas por el partido y no podían negarse. Unos cuantos de ellos, vieron aparecer otra luz con esta nueva plaza, eran aquellos frustrados que no podían ascender debido a su incompetencia. Como en la viña del señor, los hubo buenos, regulares y malos, tuve la desgracia de navegar con los peores. Para los oficiales de cubierta y máquinas que se consideraban competentes en sus plazas, ese llamado a la novedosa trinchera del partido tuvo que ser considerada una especie de castigo.
Resultaba humillante y hasta una burla contra todos nosotros, porque los capitanes, primeros oficiales, jefes de máquina y segundos maquinistas, debían madrugar y depender del siempre pésimo servicio de transporte público para desplazarse hasta esa distante centro de estudios. A los futuros comisarios políticos les pusieron un servicio de autobuses de la academia que los recogía en diferentes puntos de la capital. Era una burla, porque nuestras plazas a bordo de los barcos eran determinantes para su buena explotación y servicios, mientras que esos señores desarrollarían una vida parasitaria a bordo de nuestras naves. Recibirían el mismo salario que un Primer Oficial de cubierta, cuando su contenido de trabajo se limitaría a poner una película semanal, atender el mural del buque, ofrecer un círculo de estudio político mensual y controlar la biblioteca del barco. El resto del tiempo sería dedicado al control de la vida interna, no digo yo si debían ser fieles veladores del sistema imperante. En mi caso particular, solo los superaba en salario por la antigüedad, aunque algunos de ellos llevaban el mismo tiempo en la flota.
El curso lo vencí sin muchas dificultades, ya he manifestado que era muy autodidacta y siempre andaba en el nivel superior para evitar ser sorprendido por las casualidades. Mis calificaciones fueron por encima de cuatro puntos de cinco posibles sin necesidad de sacrificarme, mi esposa peleaba por ese conformismo ante las notas obtenidas, ella esperaba que volviera a destacarme, yo solo deseaba vencer aquella etapa de mi vida. Encontré muchas caras conocidas en el personal docente de la academia, viejos compañeros de trabajo, gente magnífica, nada había cambiado desde que la abandoné.
Un día llegó el dichoso telegrama y me presenté ante el jefe de cuadros de la empresa. Según me dijo personalmente, yo iría enrolado para el buque Calixto García y debía presentarme al día siguiente para proceder a mi enrolo. Villabrille, un rubio que había dado su viaje de instrucción en el buque Jiguaní por los setenta, se encontraba trabajando en una de las dependencias de personal vinculadas al departamento de cuadros. Cometió el libretazo de enrolarme en la motonave Moncada, yo sabía que ambas eran del modelo SD14, desconocía que existían diferentes generaciones entre ellas e ignoraba quién era el capitán de cada nave, no me preocupó.
Me dieron el dinero de la dieta a consumir durante el viaje hasta Santiago de Cuba y una boleta para resolver pasaje por cualquier medio de transporte. La isla se encontraba de vacaciones y en plenos carnavales, corría el mes de Julio. Si en tiempos normales todos esos servicios eran pésimos, no quieran imaginar en qué se transforman cuando el pueblo se encuentra profundamente sumido a sus pachangas anuales. Regresé a la empresa al día siguiente para informar sobre la imposibilidad de trasladarme hacia Santiago y prometieron enviarme junto a otros tres tripulantes a bordo de un auto Volga.
Compramos varias botellas de ron que consumíamos a pico, el chofer también iba bebiendo y celebrábamos de esa manera tan irresponsable nadie sabe qué, apenas nos conocimos cuando embarcamos en aquel auto.
Paramos para comer en el pueblo Aguada de Pasajeros y en la pizzería, un guajiro estuvo a punto de romperme una guitarra en la cabeza. El hombre se acercó a nuestra mesa para cantarnos y de verdad, era preferible haber sido sordo en aquellos momentos. Cuando terminó de cantar le di diez pesos de propina, esa cifra era la que ganaba un ingeniero de aquellos tiempos en un día de trabajo.
-Compañero, ¿qué otra canción desea que le cante? Lo expresó muy alegre, nadie soltaría aquella plata en ese pueblo, él sabía que había hecho el pan. La pizzería estaba muy concurrida y todos a nuestro rededor pusieron atención a los movimientos de nuestra mesa. Éramos extraños y vestíamos un uniforme poco común en aquella tierra.
-¡No, hombre! Eso es para que te calles la boca. Una fuerte risotada explotó en todo el local.
-¡El coño de tu madre! Fue todo lo que escuché a mi espalda mientras el marino que se encontraba a mi lado saltó del asiento como una pantera.
-¡Compadre, se le va a joder la guitarra! Mientras el marino entretenía y se disculpaba con el guajiro, recogimos las pizzas y lo esperamos en el auto.
Uno de los pasajeros tenía un pariente en Palma Soriano y nos invitó a visitar a su familia, todos aceptamos. Esa noche la disfrutamos en los carnavales del pueblo y luego dormimos distribuidos sobre diferentes muebles de aquella humilde casa. El chofer y otro de los nuestros durmieron en el auto.
Nos demoramos dos días para llegar a Santiago y ya teníamos preparada la coartada, el auto se rompió en el camino y tuvimos que pagar la reparación con dinero de nuestros bolsillos. Todo era aceptable en Cuba, cualquier tipo de justificación era la adecuada en un país crónicamente enfermo por el descontrol, la indiferencia e indolencia. Yo era el primer indisciplinado que aceptaba toda aquella anormalidad y violación, sin embargo, ante los ojos de los demás nos convertíamos en “unos compañeros sacrificados” que hacían lo imposible por cumplir una misión. ¡Qué pachanga!
Motonave "Calixto García"
Me bajé junto al barco con el pie izquierdo, el Capitán era Juan Carlos Martínez Llamo, el mismo que se encontraba en el Camilo Cienfuegos. Por poco sufre un infarto al ver quién era el Primer Oficial asignado para su barco. El camarote era pequeñito y no estaba ocupado, el oficial saliente era un jabao de espejuelitos que si no me equivoco, su apellido era Paret. Como estaba haciendo vida con una camarera que viajó de Segunda Dama, había ocupado un camarote más amplio, creo que el destinado al Armador. Aquella dama era una mulata que no le caía muy bien a la tripulación según me contaron, militaba en el partido y era algo extremista. El aire acondicionado se encontraba roto y la atmosfera interior era infernal, Santiago siempre ha sido muy caluroso y encerrado en una armadura de acero ese calor se multiplicaba. El camarotico no tenía baño incluido y siempre he detestado poner las nalgas en un servicio público.
Conocía a varios tripulantes, Carlos Mendoza era el Jefe de Máquinas, ya habíamos navegado en el N’Gola y trabajamos en las microbrigradas, su mujer se encontraba a bordo y él no había cambiado nada, el mismo timorato de siempre.
Burro Triste estaba de Primer Electricista, lento, aburrido, comemierda y demasiado “revolucionario”, muy incompetente para su plaza. Era vecino mío también y perteneció a la misma microbricada. Su mujer era muy servicial, pero tenía la lengua más larga que un cable de remolque acoplada a la cadena del ancla. Diariamente teníamos un encontronazo en cubierta, cuando había cambios de turno en el puerto, siempre ofrecía otras manos disponibles para llevar la carga del buque simultánea en todas las bodegas. Todo resultaría muy normal en cualquier buque que no fuera cubano, durante esa hora de paro en las operaciones, Burro Triste debía cambiar los contactores de una a otra maquinilla de acuerdo al movimiento, o sea, canibaleaba una maquinilla para poner a funcionar otra por falta de piezas de respeto. Era tan lento que nunca se pudo comenzar a la hora fijada, cansaba verlo caminar por la cubierta, era desesperante.
El Lobo se encontraba enrolado de Telegrafista, le decían así porque cuando se emborrachaba le daba por aullar como aquellos animales, era un negro muy buena gente. No recuerdo el nombre del resto de la oficialidad y solo contaba con una persona de toda mi confianza, el camarero Germán Piri Bragado, ya le he dedicado unas líneas a este hombre fallecido hace un tiempo.
Motonave "Donato Marmol"
En Santiago de Cuba se encontraba el Calixto García y fui a visitarlo en diferentes ocasiones. Allí tenía a varios conocidos, entre ellos a Evaristo Navarrete, el agregado que tuve en el Pepito Tey. Valerino se encontraba de Primer Electricista, le decían El Majá por esa costumbre suya en estar frotándose constantemente la lengua por los labios. Conocía también al Sobrecargo y su Capitán, el gordo Amaya. El ambiente allí respirado era muy diferente al del Moncada y su acomodación totalmente confortable.
También se encontraba atracado en puerto y cerca de nosotros el buque Donato Mármol, otro del grupo de SD14 que poseía la flota en aquellos tiempos. En ese barco tenía de conocidos al Jefe de Máquinas que era Jesús Rodríguez, fallecido hace muchos años, vecino mío y miembro de la misma microbrigada. Andaba de Tercer Oficial Roberto Capote, estudió conmigo, fue vecino y microbrigadista también, hace unos años vive en La Florida.
Las operaciones de carga eran lentísimas, muchos estibadores trabajaban borrachos, los carnavales de Santiago son continuos durante una semana y no les puedes reclamar nada. Santiago era un territorio que en apariencias daba la imagen de pertenecer a otro país, fueron siempre sometidos a incontables penurias y aún así, manifestaban abierta simpatía y orgullo por ser considerados “la cuna de la revolución”. Lo cierto es que yo no hubiera querido vivir allí por nada de la vida, las arbitrariedades que nadie encontraba en ninguna parte del país, allí eran tomadas como normas de vida que todos aceptaban sin protestar.
No era tan molesta la incomodidad del reducido camarote sin el baño dentro, ni el calor asfixiante que imposibilitaba poder conciliar un sueño como Dios manda. La presencia de Juan Carlos como Capitán podía superar esas deficiencias, pero eso no era lo peor. Cerca del setenta por ciento de la tripulación estaba integrada por nagüitos o palestinos, así le llamaban a los orientales en La Habana. Desde que observé el ambiente donde me tocaría desempeñar por primera vez mis labores como Primer Oficial, decidí no sacar la ropa de las maletas y la acomodé sobre el pequeño sofá disponible.
Nadie puede imaginar cómo se comporta este grupo de individuos sabiéndose con un rey de su tierra, algo similar experimenté en buques que tuvieron a capitanes negros y su tripulación se compusiera por una mayoría de esa raza. Forman una especie de piña, grupo, ganga, escolta, escudo, pandilla de incondicionales que responden ciegamente a las órdenes de su amo, porque en eso se convierten esos capitanes.
El cocinero de aquel buque tenía mucho más mando que yo y en ese aspecto siempre fui muy rebelde, solo reconocería por encima de mí al Capitán como establecía el reglamento. Increíblemente, ese cocinero era de La Habana y se encontraba como secretario del partido. Una noche le confesé a Piri mi intención de abandonar el barco antes de partir.
En esos días se apareció Villabrille en un Volga de la empresa y se llegó hasta el barco, aproveché la oportunidad para decirle que yo no saldría de viaje y que me procurara un relevo. Encontré algo de resistencia y le refresqué la memoria. –Yo no estaba destinado para este barco, eso fue un libretazo tuyo. Pasaron algunas damas del departamento de Atención a Tripulantes, andaban en otro Volga de la empresa, dicen que “resolviendo” problemas, yo creo que el gran problema eran los carnavales.
Motonave "I Congreso del Partido"
-¡Oye! Corre la voz que vas a operar a la niña y abandona la casa por varios días. Le dije por teléfono a mi esposa.
-¿Qué piensas hacer? Era muy normal que hiciera aquella pregunta.
-Por lo pronto voy a provocar una crisis argumentando esa situación para que envíen un relevo, yo no voy a salir en este buque, el Capitán es un hijo de puta y está repleto de palestinos. Si salgo estoy conciente de que voy a regresar preso, por eso te pido que vayas para casa de tu mamá por una semana o más. Ya les dije que en la isla todo era posible, enviarían a cualquiera para investigar y los vecinos se encargarían de ofrecer la información ofrecida por mi mujer. No la localizarían nunca porque no teníamos teléfono, ni ella dejó dicho que iría para casa de mi suegra.
La situación a bordo era insostenible con este individuo y las discusiones casi diarias. Fui hasta la delegación de la marina mercante y le dije a Gladys Venegas que me solicitara un relevo por las causas expuestas, ella prometió hacerlo. A la negra Carmen Rosa le dije la verdad, ¡mi negra!, yo no me voy a meter a ese santiaguero que está de capi en el barco. Los días pasaban y no recibía respuesta, llamaba diariamente a Gladys por VHF y trataba de calmarme dándome agua con azúcar.
Terminó la carga y nos fondearon cerca de la refinería, acomodé toda mi ropa dentro de la maleta. Estábamos demorados en la salida porque El Lobo se encontraba ausente, llamé por última vez a Gladys Venegas e insistí en que abandonaría la nave.
-¡Su atención, Moncada! Aquí Mambisa que te llama. Reconocí inmediatamente su voz.
-¡Adelante, Mambisa! Aquí Moncada.
-¡Mire! Le habla el Capitán del buque, acabo de hablar con La Habana y me informan que en camino se encuentra un Primer Oficial que está destinado al buque Calixto García, le comunico que usted debe continuar a viaje. Le escuché algo de sorna en la voz y aquello despertó inmediatamente mi temperamento sanguíneo.
-¡Oye, qué poco tú me conoces! Con esa misma satisfacción que acabas de darme la noticia, llama a La Habana y dile que en estos momentos estoy bajando las maletas del barco en una lancha, yo contigo no voy a dar un solo propelazo. Le colgué el VHF y sentí a mi espalda su insistente llamada. Fui al camarote y bajé con mis maletas ante la mirada asombrada de algunos incondicionales. Una hora después me encontraba en la oficina de Gladys Venegas.
-¡Aquí me tienes! Llama a Mambisa y dile que abandoné el barco, te lo vengo anunciando desde hace varios días.
-¡Pero fíjese, primero! Eso es una locura, usted no puede hacer eso.
-¿Sabes qué? Me importa un pito lo que pueda ocurrir, es más y para que no te quepa la menor duda. Además del problema de la operación de mi hija, yo no voy a viaje con ese hijoputa de Capitán, si así lo deseas, puedes dar también esa versión a La Habana.
Después de la discusión mantenida con ella, decidí llegarme hasta el buque Calixto García, el Sobrecargo tenía buenas relaciones en las oficinas de Cubana de Aviación y necesitaba resolver un pasaje con urgencia. Por la Alameda me encontré con Piri Bragado, se había desenrolado argumentando un ataque de esquizofrenia de su mujer, no se despegó de mí hasta que fui llamado a tomar el avión.
Motonave "South Islands"
-Esteban Casañas Lostal, expediente 6264. ¡Qué clase de candela has formado! Esas fueron las palabras expresadas por el actual Jefe de Cuadros, era una persona con la que nunca había tenido relación alguna, me caía mucho mejor que La Dama de Hierro y traté de serle lo más franco que pude. Unos minutos antes yo me había reunido con Villabrille a dos cuadras de la empresa, lo mandé a buscar con mi amigo Macías. Quise hablar con él porque supe que se encontraba pasando un mal momento y le estaban pidiendo la cabeza. Deseaba expresarle que yo no lo vincularía a mi desenrolo del buque Moncada y que asumiría todas las responsabilidades por mis actos. Se fue un poco más tranquilo, poco tiempo después era removido de su cargo por otras irregularidades que no guardaban relación conmigo. El Jefe de Cuadros me invitó a pasar al interior de su oficina para conversar sobre el tema.
-¡Jefe, no lo voy a engañar! Además del problema que tengo con mi hija, yo nunca hubiera salido a viaje en ese buque, su Capitán es un reverendo hijo de la gran puta. Asumo todas las responsabilidades y si se ve obligado a tomar medidas disciplinarias conmigo, no dude en hacerlo.
-Vamos a hacer una cosa, vete para la casa y resuelve el problema de tu hija. Cuando estés listo para navegar vienes y me lo dices. Me sorprendí cuando escuché aquellas palabras, no podía creerlo. Tomé otra semana de descanso y a la siguiente me presenté nuevamente ante él, fui enrolado en la motonave “Aracelio Iglesias”.
Muchas de las personas que me leen podrán considerar como exageraciones algunas de mis exposiciones, es lógico que piensen así. Por un acto de indisciplina como ese de abandonar un buque de salida, muy bien podías pagar un precio tan alto como la expulsión de la marina. Tuve suerte en muchas oportunidades y fui muy fatal en otras. Sin embargo, para muchos de los funcionarios que trabajaron en esa empresa, no existía la menor duda de que yo no había sido beneficiado por méritos políticos, actos de soborno muy común en nuestro giro, servilismo, chivatería, etc. Mi ascenso en la marina ocurrió de una manera muy lenta, llegó al tope cuando pude hacerme Primer Oficial, no sin antes vencer infinidad de contratiempos y trampas. No pude llegar a Capitán por las razones que ya he explicado en varias oportunidades, no era militante del partido. Existían también dos razones muy fuertes para que se toleraran situaciones como estas, debías ser una persona muy competente y la otra, después de tantos años saliendo y regresando al país, podías ser considerada una persona de confianza aunque no militaras en organizaciones políticas. De algo siempre estuve convencido, cuando asumes una posición varonil y reclamas con justicia tus derechos, logras ser respetado por el peor de tus enemigos. Nadie quiere a los pendejos.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2010-05-22
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