Dr. de Castro y Bermúdez : cirugía y anestesia
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Dr. de Castro y Bermúdez : cirugía y anestesia
Dr. de Castro y Bermúdez : cirugía y anestesia
Publicado el 16 de julio de 2013de almejeirasEstimado lector que rozas una vez más la suave y policromada pluma del Tocororo:
El Doctor Vicente Antonio de Castro y Bermúdez fue un destacado cirujano, profesor de medicina y precursor de la Clínica Médica, la Anatomía Patológica y otras especialidades siendo el pionero en Cuba de la Anestesiología moderna.
Insigne patriota espirituano, influyó notablemente en la preparación ideológica de la generación revolucionaria conocida en la historia de Cuba como “Hombres del 68” o “Generación del 68″, fundando además en La Habana un cuerpo masónico denominado Gran Oriente de Cuba y Las Antillas.
Sancti Spíritus es una ciudad y un municipio de Cuba. Está situada en la zona central de la isla. El gentilicio que corresponde a sus habitantes es “espirituanos” aunque también se les llama “yayaberos” por el río Yayabo .
Nació el 24 de marzo de 1809 en Sancti Spiritus siendo el primer hijo del matrimonio formado por José Fernando de Castro, natural de Trinidad y María de la Concepción Bermúdez, natural de Matanzas. El nacimiento ocurrió en el hogar de su abuelo materno, Pedro Bermúdez, Teniente Coronel del Ejército y Sargento Mayor del Batallón de Milicias de los Cuatro Lugares. El matrimonio, vecino de Trinidad, se había establecido en la villa por la enfermedad del abuelo. La partida de bautismo del niño está asentada en el Libro 15, Bautismo de Blancos, folio 70, número de orden 313, de la Iglesia Parroquial Mayor de Sancti Spíritus.
Apenas se tienen datos de la infancia de Vicente Antonio. Solo se sabe que cursó los estudios primarios en Sancti Spíritus (presumiblemente con el Padre José Benito Ortigueira) y ya en 1822 la familia lo envió a La Habana, ingresando en el Real Seminario de San Carlos y San Ambrosio, donde estudió filosofía con José Antonio Saco y Manuel González del Valle. En 1824 obtuvo el título de Bachiller en Filosofía de la Universidad de La Habana y tres años después el de Bachiller en Medicina.
Tras estudiar las primeras letras en la escuela de las hermanas Ana, Catalina y Candelaria en Trinidad, pasó al Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos, donde fue alumno de José Antonio Saco con quien cursó estudios de Lógica, Metafísica, Moral y Física. A los 15 años, en 1923 obtiene el título de Bachiller en Artes o Filosofía en la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de la Habana. Inició sus estudios de Medicina el 14 de marzo de 1823 y el 31 de marzo de 1827 obtuvo el título de Bachiller en Medicina. Ese mismo año es aprobado para ejercer la Medicina por el Real Tribunal del Protomedicato de la Habana aunque no obstante decidió viajar a Europa y volver a Cuba en 1829.
En 1829 contrajo matrimonio con su prima María Josefa Bermúdez y Pérez, hermana del conocido poeta y alumno de Félix Varela, Anacleto Bermúdez y Pérez, padre del estudiante de Medicina del mismo nombre fusilado en 1871. (Véase mi artículo anterior).
En su época, de Castro fue catalogado como un joven médico con inteligencia poco común, con una cultura enciclopédica, dos títulos universitarios y un amplio dominio de la Física, la Química, la Filosofía, la Botánica, la Lógica y las Matemáticas. Hablaba y escribía con perfección el latín, el inglés y el francés. El 26 de noviembre de 1829 obtuvo el título de Cirujano Latino. El 23 de febrero de 1837 consiguió el grado de Licenciado en Medicina y 11 días después, el 5 de marzo el de Doctor en Medicina por la Universidad de la Habana y se le comenzó a catalogar como uno de los más brillantes médicos cubanos.
En el año 1835 había ganado plaza por oposición de la cátedra de Anatomía de la Universidad de La Habana, que regentaba el Dr. Nicolás J. Gutiérrez, siendo nombrado Catedrático sustituto y ahí estuvo hasta 1842 en que pasó a la cátedra de Vísceras (Patología). En ese mismo período fundó la cátedra de Patología Interna e Introducción a la práctica de la Medicina, por lo cual se le atribuye el mérito de haber creado la Clínica Médica. De igual forma se le señala como el primero en enseñar la auscultación y la percusión.
El Doctor Castro abrió cursos públicos y gratuitos de Anatomía Descriptiva en el Hospital San Juan de Dios, antiguo Hospital Militar, el primero construido en Cuba en 1568, donde luego explicó también Anatomía Topográfica, Anatomía Comparada y Frenología. En 1837, después de realizar notables ejercicios, le fue otorgada la Cátedra de Anatomía en la Universidad, en la que se mantuvo como titular hasta el 24 de octubre de 1842. En agosto del ese año había puesto en circulación una revista médica titulada “Boletín Científico”, la segunda editada en Cuba después del Repertorio Médico Habanero, con la cual se fundió en octubre de 1843. Con la fundación de esa revista perseguía fomentar y popularizar los conocimientos teóricos y prácticos sobre la Medicina y las Ciencias Naturales.
Hábil cirujano, practicó algunas operaciones de gran importancia en su época, como la talla
hipogástrica, la corrección quirúrgica del estrabismo y la ligadura de arterias. Pero donde más brilló su talento como docente y brindó sus servicios más importantes a la enseñanza de la Medicina fue en la cátedra de Clínica Médica. Fue el primero que enseñó las prácticas de la auscultación y la percusión como medios de diagnóstico, además de la Anatomía Patológica. Raro era el día que no realizaba una autopsia para evidenciar su diagnóstico, con lo cual inspiraba la confianza a sus alumnos de que se podía diagnosticar con exactitud matemática.
Dominaba en propiedad el latín y aprendió por su cuenta el inglés y el francés alentado por su constante deseo de dar solidez a sus conocimientos y para mantenerse al día de los avances de las ciencias médicas, al poder acceder a todas las obras que se escribían en el extranjero sobre Medicina. En la enseñanza no conoció egoísmo alguno y para él significaba un placer dar a conocer a los demás lo que sabía. Quedó demostrado en las clases que impartía gratis en su casa a aquellos alumnos que deseaban avanzar en los estudios médicos, a cuyo efecto distribuía los días de la semana para impartir clases de Obstetricia, Anatomía, Fisiología y Patología. A esto hay que agregar su protagonismo en un acontecimiento que lo convirtió en gloria de América Latina que fue la primera operación con anestesia en Cuba y Latinoamérica.
Se dice que al Doctor lo criticaban por esa inquietud por lo nuevo, por estar siempre a la última pero eso no impidió que Vicente Antonio de Castro, el 11 de marzo de 1847 se convirtiese en una gloria de la Medicina americana, al usar la anestesia en una operación, haciendo uso del gran descubrimiento del dentista William Morton y alcanzando el honor de ser el primero en Cuba y en Latinoamérica (precedido en España por apenas unas semanas). Su audaz hazaña de introducir y propagar el uso de la anestesia quirúrgica cinco meses después de haberse descubierto en Boston y sólo unos 80 días después de estarse usando en Europa, indican su clarísimo talento y su espíritu de constante progreso
.
La introducción de la anestesia en cirugía tiene un valor mucho más alto que haber suprimido el dolor. Sirvió fundamentalmente para transformar el arte quirúrgico elevándolo a la categoría de ciencia e imprimiendo a la medicina un sentido técnico.
Podemos constatar que desde el año 3.000 antes de Cristo, las civilizaciones asirias conocían métodos para causar la anestesia en los enfermos, como eran los narcóticos vegetales o la compresión de la carótida que causaba un estado de inconsciencia que era aprovechado para realizar las cirugías.
Las civilizaciones griegas y romanas también utilizaron, muchos siglos después, distintos métodos de anestesiar a los pacientes de cirugía con diferentes sustancias.
También hay datos de las civilizaciones precolombinas que usaban drogas para causar el efecto deseado en los enfermos y en operaciones quirúrgicas.
Con estos datos podemos decir que desde la antigüedad, las civilizaciones han ideado distintas formas de conseguir dormir a las personas a las que había que practicarles cualquier tipo de cirugía, desde extraer una muela, hasta las más sofisticadas intervenciones quirúrgicas de la época.
En la Edad Media, fueron los monjes los que cultivaron cerca de los conventos las plantas medicinales como la adormidera para utilizarlas en las cirugías de sus hospitales.
En el Renacimiento hubo doctores como Paracelso y Raimundo Lulio, que mezclaban ácido sulfúrico con alcohol caliente para provocar el sueño profundo de los pacientes de cirugía. También en la época era muy usado el opio que venía de oriente con los mismos fines.
Aunque se atribuye por muchos al médico norteamericano Crawford Williamson Long como
el primero que utilizó el éter como anestésico para operar en 1842 a un paciente que sufría de un tumor en el cuello, no informó de ese descubrimiento hasta el año 1849 cuando ya Morton había patentado el éter sulfúrico como agente anestésico. Por consiguiente se considera que la era moderna de la anestesia comienza en Boston, Massachusetts, el 16 de octubre de 1846 cuando en el Hospital General de esa ciudad el dentista William Thomas Green Morton hace una demostración pública al anestesiar un paciente con los vapores del éter sulfúrico.
Estamos hablando del éter etílico o dietil-éter de fórmula CH3-CH2-O-CH2-CH3. El calificativo de sulfúrico se debe a que en su obtención se parte de alcohol etílico y ácido sulfúrico. Es un líquido incoloro, muy inflamable, con un bajo punto de ebullición (34,5ºC), de sabor acre y ardiente. Es más ligero que el agua, hierve con el calor de la mano.
El descubrimiento de la anestesia y su primera aplicación en Cuba, a pesar de estarse editando una revista médica, “El Observador Habanero”, fue dada a conocer al cuerpo médico en un diario informativo de la capital.
El sábado 26 de diciembre de 1846, en el “Diario de la Habana”, entre las noticias diversas apareció una nota que ofrecía la información del descubrimiento de un método para mitigar el dolor mediante la inspiración de cierto gas…
Cinco meses después, el 11 de Marzo de 1847 el Dr. Vicente Antonio de Castro, uno de nuestros primeros cirujanos, aplicó los vapores del éter a un paciente aquejado de un hidrocele bilateral en el desaparecido Hospital San Juan de Dios de la Ciudad de La Habana iniciando así la era de la anestesia moderna no solo en Cuba sino también en Latinoamérica.
Así lo describió el propio Dr. Vicente Antonio de Castro en el Diario de La Habana el 12 de Marzo de 1847:
A las 7 a.m. del 11 de marzo se presentó en la clínica del Hospital San Juan de Dios, un caballero bastante decente aunque pobre, para que le operase dos hidroceles de 18 años de fecha, usando de las aspiraciones del éter. Le reconocí detenidamente con el Dr. Esteban González del Valle y viendo que no había contraindicación, que el sujeto se había adictado y temperado días antes, resolvimos operarle conforme a sus deseos. Se le hizo aspirar el éter, y cuando perdió la sensibilidad a los 5 minutos, pero no el conocimiento, introduje un trocar en el lado peor, que era el izquierdo, pues estaba complicado el mal de la túnica con el tejido celular sub-fibroso; se extrajo la serosidad y se vio que existía un quiste en la parte superior; sepulté de nuevo el trocar en aquel quiste sin quitar la cánula de su sitio, así que salió la serosidad le inyecté yodo. El enfermo no sintió nada absolutamente. Hice quitar el aparato de la boca y puncé el lado derecho; salió la serosidad en abundancia y nada de sensibilidad hubo, pero al comienzo de la segunda inyección dijo el paciente que le dolía un poco, apliqué de nuevo el éter y todo dolor desapareció, hasta dejar la operación concluida.
Hubo un numeroso concurso en el cual se encontraba el Dr. Sánchez, que me pidió delante de todos no olvidara citarle como testigo de la certeza de todo lo expuesto, y también estaba el Sr. Mas, y el Dr. Del Valle que me acompañó en la operación.
Acto continuo pregunté si entre los entusiastas y brillantes discípulos de medicina había alguno que quisiera inspirar el éter y nos diera cuenta exacta de lo que sufriese.
Se presentó el Sr. de Benítez y hubo lo siguiente: a la primera aspiración tos ligera; en las dos siguientes, esfuerzos incompletos para toser, al minuto sueño completo e insensibilidad absoluta. Se le pellizcó duramente, se le punzó con alfileres en muchos puntos, hasta hacerle sangre y siempre insensible. Quitose el aparato y hasta que no se le hizo aire con el pañuelo no volvió en sí, diciendo, QUE QUERIA DORMIR Y QUE ESTABA MUY TRANQUILO, y fue necesario hacerle tocar la sangre que le salió y viera las picaduras para convencerle de que le habían punzado. No daba más explicaciones de sus impresiones que la tos y el sueño.
De estos hechos deducimos lo siguiente:
- Primero: Que mi máquina de hoja de lata llena tan bien las indicaciones, como la
mejor que pueda inventarse o venir de Europa. Su único defecto es la falta de lujo.(Se refiere al aparato dosificador del anestésico)
- Segundo: Que el éter inspirado suspende la sensación táctil y embriaga. Pero, sucederá lo mismo en todos los casos? No lo creemos, antes estamos persuadidos de que una que otra vez, excitará el sistema nervioso y quizás exagere la acción sensitiva. Esto dependerá de la constitución de las personas. Pero cuando se advierte dicho fenómeno, se suspende la operación.
- Tercero: Que puede usarse impunemente de las aspiraciones etéreas siempre que no haya padecimiento cerebral ni pulmonar.
- Cuarto: Que la prudencia aconseja no emplearlo en las operaciones de parto, sino cuando no se teme la inercia de la matriz.
Si nuevos hechos favorables o contradictorios se presentaren, lo comunicaremos con fidelidad. Es una cuestión que interesa a todo el género humano, a cuyo alivio he dedicado mi existencia.
Vicente A. de Castro.
También sobresalió como periodista y publicista. Colaboró en la “Revista de La Habana”, redactó el “Boletín Científico” y “La Cartera Cubana”, donde aparecieron sus poemas y publicaron las mejores plumas de La Habana de su tiempo. Publicó, además, “Sinopsis Médicas” y numerosos artículos sobre medicina.
Instalado en La Habana, el Doctor Castro se convierte en un activo participante en la vida política del país. Así, en 1842, junto a su hermano Rafael, el doctor Felipe Poey y el erudito Bachiller y Morales, secundó apasionadamente a José de la Luz y Caballero en su protesta por la expulsión del comisionado inglés David Turnbull de la Sociedad Económica de Amigos del País, mal visto por las autoridades coloniales y los sectores recalcitrantes de la sociedad habanera por su lucha contra la trata clandestina y a favor de la eliminación de la esclavitud.
En los años inquietos de la primera mitad de la década del 50 se involucró en los movimientos separatistas, aunque su labor en ellos no ha podido ser precisada aún. Sólo es conocido que, en 1853, estuvo altamente comprometido en la conspiración del rico comerciante catalán Ramón Pintó, quien fuera condenado a morir en el garrote.
El fiscal presentó una carta, atribuida a Vicente Antonio, donde se asegura que en el ingenio “Buenavista”, del acaudalado propietario Juan G. Cantero, en Trinidad, habían escondidos cuatro cañones útiles y que el activo conspirador espirituano Ignacio de Belén Pérez mandaría la partida de Sancti Spíritus. El tribunal militar que juzgó esta causa lo condenó, en ausencia, a diez años de presidio ultramarino. En vísperas de ser apresado renunció a su cátedra de la Universidad de La Habana y abandonó la Isla con destino a los Estados Unidos.
Entre 1854 y 1862 residió en México y Estados Unidos, manteniéndose en relación con los núcleos de emigrados cubanos revolucionarios en aquellos países. Residiendo en Nueva Orleans, Estados Unidos, en 1857, se inicia en el cuerpo masónico irregular de James Foulhouse y, al desaparecer ese, se integra al de Albert Pike, Gran Comendador de la Masonería en el sur de los Estados Unidos, y regulariza sus grados. Desde entonces Vicente Antonio advierte las posibilidades ideológicas y políticas que tenía la doctrina liberal y humanista de la masonería para influir en la concienciación del pueblo cubano. Por ello pide al Gran Comendador la autoridad para venir a Cuba y poner orden en la dividida masonería cubana, siendo autorizado a eliminar las
irregularidades existentes.
En 1861, amparado por la amnistía otorgada por el gobernador O´Donell, regresó a Cuba con el fin de crear un nuevo cuerpo masónico. Desde entonces adoptó el pseudónimo masónico de Viriato de Covadonga. (el nombre procede de un mítico caudillo de la tribu lusitana muerto en 139 a.C. que hizo frente a la expansión de Roma en el territorio que hoy es España).
Desde su llegada entra en contacto con sus antiguos amigos y con las instituciones de la masonería para crear las condiciones previas al cumplimiento de sus objetivos.
En 1868 la salud del Dr. Castro estaba ya muy debilitada falleciendo en La Habana rodeado de su familia el 12 de mayo de 1869 en la calle Sol nº26 y siendo enterrado en el Cementerio de Espada. Descanse en paz.
http://almejeiras.wordpress.com/2013/07/16/dr-de-castro-y-bermudez-cirujia-y-anestesia/
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