MI BARCO (VI) VIET NAM HEROICO
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MI BARCO (VI) VIET NAM HEROICO
MI BARCO ( VI )
BUQUE ESCUELA “VIET NAM HEROICO”
La escuela estaba localizada inicialmente en unas edificaciones que pertenecieron a un club para militares del gobierno de Batista, se encontraban en estado de abandono y era una verdadera lástima, pero nada resultaba sorprendente en nuestro país. Jaimanitas sería nuestro punto de referencia en esos viajes diarios desde los distintos barrios de La Habana, coincidíamos en la guagua grandes grupos de nosotros y los viajes eran amenos, divertidos, siempre compitiendo en ese deporte nacional de conquistar a cualquier chica. Muchas caras conocidas de aquellas aventuras por los campos de la provincia se dieron cita allí, unos por escapar del tableteo de las piquetas y el olor a minio, otros por verdadera vocación de marinos. Había de todo, alumnos muy inteligentes y bien preparados, también los que fueron seleccionados por su incondicionalidad al sistema. En ese grupo se acomodaron los más “revolucionarios”, extremistas e intransigentes, los que pensaron aprobar por su militancia, fueron bien chivatos y peligrosos, aunque no resultaran un porcentaje elevado de todo el alumnado. Nuevas caras, relaciones, amigos que con el tiempo compartiríamos en los puentes de diferentes naves. No faltaron los que se destacaron como verdaderos hijoputas, los encuentros con ellos se derivaron en constantes batallas, todas producidas por el celo que siente aquel incapacitado en presencia de una persona competente, lo pude vivir en carne propia y no podía comprender ese rechazo de aquellos que compartieron conmigo la misma escuela.
Nos bautizaron despectivamente como los “F1”, el autor de nuestro apodo, tomó como referencia ese ganado resultante de los experimentos realizados en la isla por el mayor inseminador existente en esos tiempos, Castro. Ni vaca, ni carne, ni leche, solo el nombre que aparecía diariamente en el periódico Granma. Ni marineros, ni oficiales, pensaría aquel cabrón y se equivocó. Los hubo extremadamente malos como personas y oficiales, pero existió otro grupo que se destacó mucho e hicieron historia en la marina mercante cubana.
La felicidad nunca es total en casa del pobre, dice un viejo refrán. La proximidad de la escuela al mar, unos escasos cincuenta metros y el estar rodeada de pinos, nos regalaría una atmósfera agradable en un país sumamente caluroso. Como director tuvimos nada menos que a Roberto Arche Flores, ya le dediqué unas líneas cuando escribí de la motonave “Habana” donde se encontraba de Jefe de Máquinas. Grado que obtuvo empíricamente y avalado por sus métodos extremistas en defensa de su “revolución”. ¿Cómo pudo un individuo de tan bajo nivel educacional, cultural e intelectual ser nombrado director de esa escuela? No debe ser alarmante en un país, donde un socotroco guajiro llamado Guillermo García ocupó la cartera de Ministro de Transporte. Estábamos obligados a soportarlo si deseábamos lograr nuestro objetivo, no dejaban otra opción, “El Chavacán” era nuestro director.
La comida que ofrecían en el almuerzo era de regular a peor, pero al menos nos tiraban algo en las tripas para aguantar hasta las cinco de la tarde. “El Trucu” era el cocinero de la escuela y “Burro Triste” el electricista, ya les he dedicado algún trabajo.
El profesorado estaba constituido por oficiales de la marina mercante, unos tan brillantes como buena gente, otros, tan malos como algunos de los que luego se graduarían allí. El negro Pablo Armando era un excelente profesor de navegación, años más tarde sería mi garante para ingresar en la Academia del Mariel como profesor. Osvaldo Blanco impartía Carga y Estiba, excelente amigo que Dios tenga en la gloria. Siendo capitán del Playa Larga realizó una brillante maniobra para remolcarnos en el Pepito Tey desde las Islas Azores hasta Lisboa varios años después. Concepción cargaba sobre sus hombros las charreteras de Segundo Oficial, era el subdirector del centro y nos daría Estabilidad, tan buena persona que nosotros lo llamábamos “Pan de Gloria”. “Sapiche” es un negro graduado de la antigua URSS que daría clases de Control y Averías, allí nació su apodo cuando no supo el nombre correcto de los espiches utilizados para tapar huecos, después impartió Meteorología. Martínez era un enano bastante feíto de origen venezolano, Tercer Oficial, vivía en Cuba como refugiado político, era comunista y novio de una hija de Ramón Castro. Enseñaba Astronomía y había que hacer un esfuerzo muy grande para comprender esa asignatura tan abstracta explicada por un tartamudo, le decíamos “Popito cara de bola”. Castillo, un mulato con grados de Segundo Oficial nos dio Derecho y otras asignaturas, era noble y de hablar pausado como un personaje que aparecía en el programa “Aventuras” de la televisión en esos tiempos, lo bautizamos como “Alejito”. La nota discordante en el profesorado fue Octavio Céspedes Calaña, ¡coño, qué malo era ese tipo! Solo tenía grados de Tercer Oficial y las asignaturas por él impartidas eran las menos importantes. Su apodo asignado fue “Polavieja”, tomado como referencia de aquel español cuyo nombre fue Camilo García Polavieja, Capitán General de la isla de Cuba en los tiempos de la colonia. Se me olvidaba otro cabrón, un tal Carvajal que nadie sabe de dónde carajo salió. Este otro HP fue jefe disciplinario de la escuela, lo soltamos dándose golpes contra los mamparos, no pudo con nosotros. Aunque no lo crean, se intentó imponer los rigores de la academia naval. Solo que nosotros no éramos aquellos novatos guardiamarinas, estaban tratando con hombres cujeados por el mar.
Los comunistas y todos aquellos que han adoptado ese apellido o uno similar, se caracterizan por el mal gusto ante todo y su pésimo sentido del humor, nuestra escuela no escapaba de esa terrible influencia con un director como aquel. Sin embargo, nada, ni nadie ha podido destruir ese carácter tan alegre y chispeante que siempre ha identificado a los jóvenes cubanos y población en general. Cada mañana había un espectáculo diferente a la hora de la formación para entrar a las aulas. Todo el alumnado ladrando al mismo tiempo cuando llegaba “El Perro”, un alumno de la especialidad de máquinas que se distinguía por su servilismo, provocaba la ira del director. Otro día el bonche era con el padre de “Cebolla”, uno de los personajes más divertidos del centro y también muy destacado por su inteligencia. Al viejo lo apodaron “Toribio” y le gritaban obscenidades para provocarlo cuando traía a su hijo en el auto. Era un hombre con más de seis pies de estatura y unas trescientas libras que nadie sabía cómo colocar dentro de un pequeño auto Renault. Con mucha paciencia salía del auto y se agarraba las pelotas frente a nosotros, la carcajada era general. Arche se molestaba mucho con esos arranques nuestros y se sentía incompetente para poder detenerlos por muchas llamadas de atención que se hicieran en las reuniones del partido y la juventud.
El momento culminante de nuestras jodederas ocurría siempre después de almuerzo, nadie pudo explicar cómo “La China”, una loquita muy contenta de Santos Suárez, adivinó la dirección de la escuela y se aparecía con frecuencia casi diaria a divertirse con nosotros. La gente la encaramaban en una de las mesas exteriores para que bailara al compás de la música por todos tarareada. La China era una loca muy limpia que vestía con colores extravagantes y siempre llevaba una flor de Mar Pacífico en una de sus orejas. La vi muchas veces a bordo de las guaguas de mi barrio y a todos los pasajeros disfrutando con su existencia, era muy divertida.
El agregado es como los muertos, apestan a partir del tercer día. Agregado no digo para referirme a los recién graduados que son enrolados en viajes de prácticas, los cubanos le llaman así a los que obligados por las necesidades deben compartir la vivienda con otras personas, generalmente con los suegros. Las garantías ofrecidas por aquel sueño idílico llamado “revolución”, dispararon el crecimiento demográfico de su población en los primeros años de Luna de Miel con los Castro. Contrario a ese fenómeno social, la construcción de viviendas estuvo detenida casi en su totalidad hasta los años setenta. Aquellos seis millones de seres aumentaron drásticamente a una cifra muy superior que no puedo ofrecer, pero que en todo momento se vio obligada a concentrarse en los mismos espacios existentes. La presencia de un “agregado” siempre provoca problemas o es víctima de los que se consideran propietarios del lugar, aunque no lo sean realmente, título obtenido por derecho que solo otorga la antigüedad, apestan pronto y eso sucedió en casa de mi madre. Carga con esposa e hijos para donde vivía la suegra, su hija será muy bien recibida, pero las condiciones de vida en aquella casa eran comparables con las de cualquier infierno. Tres cuartos resultaban insuficientes para albergar a veintiuna personas y el comedor fue el espacio disponible para acomodar mi cama junto a dos cunitas de unos sobrinos y la camita de mi hijo en el pasillo. ¿Podrán tener una idea aproximada de cómo se vivía en esa situación? Lo dudo, las colas que se realizaban diariamente en la calle tenían una extensión bajo techo. Cola para comer, cocinar, bañarse, sentarse frente al televisor, y por supuesto, cero sexo. Debía dormir con pijamas por encontrarme en el pasillo hacia la cocina, velaba por el último que se acostara para hacer algo y cuando más entusiasmado me encontraba sonaba el despertador del primero que debía partir a su trabajo. Suena cómico, pero resulta desesperante cuando eres joven y tienes una esposa bonita. Si llegabas con dolor de barriga de la calle y otra pareja se encontraba metida en el baño, corrías el riesgo de cagarte los pantalones y debías comprenderlos, era el único lugar donde podían templar. Cuanto más le tocaran las puertas, menos lograrían llegar al orgasmo, terrible. Ese era el panorama que viví durante mis estudios y se extendió durante ocho o nueve años más. Tenía que sacrificarme si deseaba abandonar los trabajos de cubierta o renunciar, no existía otra opción.
¿Cómo lograba estudiar y sacar buenas notas? Durante las horas de clases era todo ojos y orejas, asistía con una sola libreta donde realizaba las anotaciones del día. Después, me levantaría a las cuatro de la mañana para pasar las notas a las libretas correspondientes a cada asignatura. A las seis de la mañana partía con un traguito de café para la escuela, donde entre otras cosas, nos ofrecían una leche preparada con un cereal importado del campo socialista, algo era algo.
Llegó el momento esperado por todos nosotros, nos embarcaron en el buque “Viet Nam Heroico”, lo habían adquirido de uso en Holanda y se encontraba en condiciones maravillosas. Su Capitán era el mulato Cortina, no recuerdo ahora el nombre de su Primer Oficial, pero era una persona conocida, me parece que era uno de los hermanos Cosme, pero no estoy muy seguro.
Esa tarde embarcaron unos personajes de la seguridad del estado y desenrolaron a varios de los alumnos. Recuerdo entre ellos a Cuevas, quien hasta ese momento era el secretario general de la UJC. Bajaron también Yndamiro Restano, posterior “disidente” y actual comunista con residencia en Miami. Otro que cayó en desgracia fue Eloy Paneque Blanco, alias “Capitán Bayamo”, seudónimo que cargaba desde su participación en las guerrillas de la Sierra Maestra. Aquellas medidas misteriosas sorprendió a todo el alumnado, pero nadie estaba dispuesto a cuestionarlas por su lugar de origen. Partimos con destino a Rótterdam, Hamburgo y Amberes, desertó el primero de nosotros en Holanda y yo me mudé para su camarote. Le decían Nixon por su parecido con el presidente norteamericano, militaba también en la juventud comunista. Me encontraba ahora más entretenido, el camarote era de cuatro camas y estaba ocupado por Manuel Balsa, Luís Rocha, Eduardo Ríos y yo, todos pertenecíamos al mismo grupo de estudios de los tres existentes por cubierta.
La comida a bordo era excelente, el presupuesto asignado a ese buque era bastante elevado y satisfacía cómodamente nuestras necesidades, amén de las comisiones que se buscaban el capitán y sobrecargo. Los mayordomos eran Sinesio y “El Diente”, buenos personajes que ofrecieron una comida de muy buena calidad durante el tiempo que permanecimos a bordo. La vida de estudiantes a bordo de un buque como aquel, sin las drásticas y rigurosas regulaciones que normalmente imponen los militares a los guardiamarinas, nos permitían el lujo de ciertas diversiones en los tiempos libres. Cada semana teníamos un día de trabajo en la cubierta, actividad que resultaba refrescante a las presiones de tantas asignaturas impartidas con un ritmo acelerado. Nos divertíamos, pero no puede negarse que también se estudiaba mucho. Todos éramos mayores de edad y sabíamos a qué nos enfrentábamos, un fracaso en aquel intento significaría un regreso a las órdenes de cualquier contramaestre. Fuimos muy autodidactas y los más aventajados dedicábamos parte de nuestro tiempo libre para ayudar a los demás. Entre nosotros había un grupo numeroso que pertenecía a la Empresa de Navegación Caribe, sus barcos no salían al exterior en aquellos tiempos y si lo hicieron fue en muy contadas oportunidades. Las luchas intestinas dentro del personal de esa flota por salir a respirar al extranjero, tomaban otras dimensiones entre el personal de Navegación Mambisa. Las peleas aquí eran por ir a buscar un barco comprado y de esa manera disfrutar de las dietas que ofrecían. Dentro de ese grupo de Caribe se destacaron la mayoría de los estudiantes más verticales y extremistas que militaban en el partido y la juventud comunista, eran de temer.
Como nunca habían salido al exterior y bajo ese sistema no se confía en nadie, se orientó a los de Mambisa cargar con grupos de ellos para salir a la calle. Una especie de control casi policiaca porque si alguno decidía desertar, era lógico que lo hiciera embarrando al que continuara de viaje. ¡Vaya responsabilidad! En Hamburgo les dimos un tour por la calle St. Pauli, había que observar el rostro de aquellos guajiritos cuando chocan por primera vez con el capitalismo. Aquella callecita era recorrida continuamente cambiando de acera y devorando la majestuosidad de los cuerpos semidesnudos exhibidos dentro de aquellos ventanales. Los de Mambisa vistiendo sus trapos adquiridos en viajes anteriores, los de Caribe con sus uniformes grises y contando cada centavo restante en el bolsillo, repitiendo la historia de mi primer viaje.
Arche nunca pudo ocultar su desprecio por la gente de cubierta, su interpretación de los ideales que defendía condenaba a la gente que trabajaba limpio en el puente de un barco. Ellos pertenecían a una clase que arrastraba prejuicios capitalistas y debía ser en todo momento destruida o al menos controlada. Siempre trató de imponerse sobre el mando que posee cualquier capitán y era un ferviente impulsor de la división entre los que debían permanecer embarrados de grasa y los que manipulaban reglas paralelas. Era de esperar que hasta nuestro curso viajaran todos aquellos sentimientos muy suyos y que se experimentara cierta rivalidad entre el personal de ambas especialidades. Todo el mando político fue a descansar entre la gente de máquinas, donde se destacaron los peores extremistas del alumnado. Para el segundo viaje nos jodió como pudo, sin ningún tipo de explicación nos sacó de los camarotes que ocupábamos en la cubierta Nr. 1 y nos lanzó para la 01, muy próximas al castillo de proa. Es de pensar que allí es donde más violentamente se sienten las cabezadas del buque y la vida resulta un poco o demasiado molesta cuando se enfrenta un mal tiempo, Sin embargo y muy a pesar de sus intenciones, nosotros le encontramos la parte positiva a ese alejamiento. Estábamos más cerca de los accesos a la gambuza y todos los robos producidos en ella se realizaban con mayor facilidad. Pocas veces visitarían esa área del buque que llamamos “La Chusmita” y podíamos gozar de cierta libertad o independencia. El segundo viaje tuvo sus inicios en el puerto de Santander y allí desertó Jesús, un hijo célebre de la juventud comunista y para más casualidad, ocupaba la misma cama donde durmiera Nixon antes de su fuga, era como si esa cama estuviera dispuesta a ofrecer los últimos momentos de descanso a los “enemigos” de la revolución. Lo conocía desde niño y yo era amigo de su familia, accidentalmente llevé la noticia hasta unos vecinos de su casa y aquello se corrió como pólvora.
De vez en cuando subíamos a realizar guardias en el puente y ese poco tiempo lo dedicaba por entero a practicar con el sextante. En la medida que avanzaba en los conocimientos de esa profesión, así mismo iba creciendo mi amor por ella. Cada clase me servía para buscarle una explicación a una situación vivida con anterioridad y muchas veces me sentí calificado para juzgar las malas decisiones tomadas por quienes fueron mis capitanes u oficiales.
-¡Diente, no se te ocurra dejar esas cajas de cerveza aquí! Le dijo Sinesio una tarde antes de tocar la campana de la comida.
-¡Coño, Sinesio! Tú no dejas de ser desconfiado, esta gente van a ser los futuros oficiales de nuestra marina, han sido seleccionados. Le respondió sin poder ocultar mucho aquellos enormes dientes de conejo que lo hicieran acreedor de ese nombrete.
-¿Seleccionados? Son unos hijoputas, Diente, te lo digo yo. Los conozco de otros barcos y sé de la pata que cojean, no se te ocurra dejar la cerveza aquí.
-¡Estás paranoico, Sinesio! Solo faltan diez minutos para montar las mesas, vamos a servir las fuentes y no te rompas la cabeza. Entraron a la cocina, Sinesio recorrió con la vista cada rincón del comedor y siguió a su amigo.
-¡Te lo dije, coño! ¡Te lo dije, son unos hijoputas! Pero, no, tú sigues con ese mareo de que son seleccionados. Esa discusión se produjo unos minutos después, las cajas de cerveza habían desparecido como por arte de magia y andaban ocultas en el camarote de un tripulante. El sondeo realizado en todos nuestros camarotes fue infructuoso, esa misma tarde un selecto grupo de cubierta le pasaría la cuenta a esas cervezas.
Pasando el rato.
Nicaro fue uno de esos puertos nacionales tocados por nosotros y Correa, aquel sobrecargo del eterno mocho de tabaco en la boca, se apareció sin la paga de nosotros. Andábamos pelados, recuerdo que la única persona con dinero a bordo era Popito cara de bola. Como era novio de la sobrina de Castro, no necesitaba gastar mucha plata en la isla, todo lo encontraría pagado a su paso. Fue nuestro banco prestamista, pero llegó el momento donde se agotaron sus recursos. En esa época y durante muchos años posteriores, era imposible hacer una extracción de lo que tuvieras ahorrado en una cuenta. Todo debía realizarse en el lugar donde la hubieras abierto, no existían conexiones dentro de la propia Habana, mucho menos existirían para un pueblo de campo. Sin embargo, podías recorrer los escasos lugares de diversión en ese pueblo y encontrabas a todos los alumnos bebiendo y compartiendo con las muchachas. Era lógico pensar que estaban vendiendo algo, nada caía del cielo y en esas pachangas participaban también algunos profesores. Blanco y yo estábamos empatados por Levisa y no recuerdo las veces que regresamos caminando hasta Nicaro y luego dormir en la lancha hasta la mañana siguiente que nos transportara en su primer viaje. La juventud es un divino tesoro que todos deben disfrutar para luego no tener que arrepentirse por lo que dejaron de hacer, nosotros la vivimos a nuestra manera. Hubo una fiesta en el caserío “La Pasa”, se encuentra a mitad de camino entre Nicaro y Levisa, allí estaban todos los alumnos compartiendo con aquellos mineros tan hospitalarios y solidarios. Bueno, unas veces no tanto y algo agresivos cuando penetrabas en sus territorios, que muchas veces tuve que partir espantado de un lugar a otro cuando me enteraba que andaban tras mi pista. “Las Morirás” eran algo mayorcitas y en franco proceso de deterioro dentro de su vida como mujeres de la más antigua profesión practicada por la humanidad. En uno de los bailes ofrecidos en el Círculo Social de Nicaro, las descubrí empatadas con algunos prietos compañeros de estudio, esa noche hice el amor en el portal de la iglesia del pueblo, yo sé que seré muy castigado en la hora final. Una loca desdentada fue hasta el muelle buscando al capitán Balsa y nos reímos de él, era la segunda vez que ligaba a una muchacha limitada en reír. Nada, parece que les ofrecía prótesis dental, así era él de loco.
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Amaya, el chino Chau, Casañas, Ríos y Rocha
El viaje final fue realizado a Las Palmas de Gran Canarias, estábamos en exámenes finales y todo indicaba que yo me encontraba a la cabeza por la especialidad de cubierta. Mi promedio era superior a 98 puntos de 100 posibles en las calificaciones, muy difícil de superar y lento para caer cuando obtenía una puntuación inferior. Era seguido muy de cerca, pero con escasas posibilidades de superarme por Durrutí, un negrito que años más tarde fuera expulsado de la marina por un hurto producido en la carga del buque “Bahía de Cochinos”, muy inteligente el muchacho. Detrás de él y pisándole los talones se hallaba “Cebolla”, mi socio. En esa posición finalizamos después del extenso y difícil examen de navegación con trampas astronómicas que nos puso Pablo Armando. Ese examen lo hicimos con el buque atracado en los muelles de Regla.
La hora de la verdad, la graduación. Arche se negaba rotundamente a aceptar como finalistas a Cebolla y a mí, estábamos dentro del grupo de alumnos más rebeldes y jodedores. Una cruenta batalla se produjo solo minutos antes de entrar al teatro de lo que fuera el Ministerio de Marina Mercante, Puerto y Pesca. Los profesores se opusieron dignamente a las decisiones del “director” y no aceptaron ninguna de sus proposiciones para nominar a los primeros expedientes del curso en ambas especialidades. Como último recurso que sirviera para calmar su ira, le permitieron que nominara a un “primer expediente” de todo el curso. Fue leído el nombre de Lorenzo y nadie en el teatro lo aplaudió, solo unos cuantos de los que pertenecían a su cofradía, el alumnado en general sabía que aquello era el resultado de una farsa.
Después fuimos conducidos, los primeros expedientes, hasta las oficinas de Daniel Hung, quien en esos momentos actuaba como Viceministro de aquel ministerio condenado a morir. Un brindis y la entrega de un juego de plumas y bolígrafos. Una nota aparecida al día siguiente en el diario Granma y unas cortas vacaciones.
Yo era sumamente feliz, demasiado para vivir en un país como el nuestro. Soñaba mientras viajaba en la guagua para mi casa, deseaba mostrarle el diploma obtenido a mi hijo, pero de qué serviría, él era muy pequeño y no podía hablarle de sacrificios. La cola para el baño, el puesto en la mesa del comedor, las escasas butacas para ver el televisor. Dormir vestido, el último que se acuesta y te sorprende el despertador del primero en partir a trabajar. Eyaculas sin moverte, conteniendo cualquier suspiro, el olor a café te devuelve, no te mueves, la sábana está manchada de semen, luego habrá cola para lavarla. ¿Cuántos tipos de crepúsculos existen? Piensas antes de dar la respuesta. No sé, aquí nunca amanece, el sol no salen ni se pone, todo es tan oscuro. ¡Ya sé! Crepúsculo astronómico.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
2010-03-20
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